Adalberto Santana
Foto: EFE/Archivo
Los pueblos latinoamericanos tienen hoy como sus principales adversarios a una derecha neoliberal, que esconde sus nexos con el narcotrafico, el crimen organizado y las políticas intervencionistas del imperio estadounidense.
En el curso de 2024 en los países latinoamericanos y caribeños nos encontramos distintas proyecciones políticas de la derecha regional. Se pueden ubicar las expresiones de ese espectro político, en el quehacer de diversos gobiernos o partidos políticos en su marcado quehacer ultraconservador y políticas de exclusión social contra los sectores más vulnerables. Una segunda expresión de esa derecha se hace mucho más evidente en el sistema judicial, donde diversos jueces y magistrados viven en la esfera de la corrupción de diversos países. Otra ámbito de acción de la derecha latinoamericana se desarrolla en los márgenes de la delincuencia organizada.
En la dimensión política de las expresiones de la derecha la ubicamos en determinados gobiernos de la región y en partidos políticos conservadores. El elemento común a esas expresiones políticas es que se distinguen e identifican con quien gobierna o aspira a gobernar en la actual coyuntura política con los gobernantes de los Estados Unidos. Pensemos como lo ha manifestado el politólogo estadounidense, John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago, quien afirma que “Joe Biden es belicista. Cree que los Estados Unidos es la ‘nación indispensable’, y cree que deberíamos ser el policía mundial y usar la fuerza militar para hacerlo” (La Jornada, 22/08/24).
En esa lógica encontramos que el mejor ejemplo de esa tendencia de la derecha política, es el gobierno que preside en Argentina, Javier Milei. Mandatario que se ha distinguido por su marcado discurso neoliberal y reaccionario de “La Libertad Avanza” (LLA). Durante sus ocho meses de gobierno en el país austral se han incrementado los niveles de pobreza. Según la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), la pobreza llegó a estimarse en el 50,5 por ciento de la población en el primer semestre de 2024. Es decir, afecta a más de 23 millones de personas. En otras esferas sociales y en el sentimiento popular de millones de aficionados al futbol, Milei ha decretado contra los intereses de esa afición deportiva, que los clubs se privaticen para ser vendidos a empresas extranjeras. Lo que implica una desnacionalización del deporte más popular de los argentinos.
Otro mandatario de derecha lo representa Daniel Noboa, el cual administra al Ecuador como si fuera una empresa de su padre, quien es el empresario más rico de su país. Uno de los mayores conflictos ha sido la ruptura diplomática con el gobierno de México, al invadir con la policía la Embajada de México y violar su soberanía. A la par de secuestrar al expresidente ecuatoriano, Jorge Glas, quien se encontraba asilado en esa sede diplomática. A la vez sus ajustes neoliberales en la economía del país del centro del mundo, ha hecho crecer al crimen organizado. Al respecto Gabriela Rivadeneira, ex presidente de la Asamblea Nacional de Ecuador, apuntó: “Hay dos grandes mafias mexicanas insertas en la dinámica de Ecuador y eso ha provocado la creación de al menos veinte grupos criminales que son ‘alimentados’ por estas. La influencia de esos dos grandes grupos criminales ha permitido el incremento en delitos como el sicariato, las extorsiones, los secuestros exprés, el cobro de derecho de piso. Hay una influencia muy grande que se fue cimentando en años recientes y el Estado fue perdiendo control. Y cuando esto sucede, es muy difícil recuperarlo. Estamos cerca de vivir una situación similar a la de Colombia en los años ochenta”.
Otra de las expresiones de la beligerancia de la derecha política es el caso de la oposición derechista de la República Bolivariana de Venezuela, repesentada principlamente por los dirigentes como María Corina Machado y el candidato presidencial Edmundo González.
Oposición ultraconservadora que previamente al conocerce el resultado de las elecciones del 28 de julio de 2024, convocó a una ofensiva cuasi insurrecional apoyada mediáticamente por diversos medios informativos en el mundo. Pero también por gobiernos y actores políticos de la derecha regional como los de Argentina, Ecuador, Chile, Uruguay, República Dominicana, Perú, Paraguay y Guatemala. Incluso miembros de la mafia cubana-americana han expresado su apoyo a ese ultraderechismo tal como lo afirman en un comunicado los republicanos cubano-estadounidenses: Marco Rubio, Mario Díaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos Giménez Dick Durbin.
A la par de esa ultraderecha política también el crimen organizado es otra de las expresiones de la derecha latinoamericana. En ella figuran los llamados carteles del narcotráfico, organizaciones conocidas como el Cartel de Sinaloa, el Cartel Jalisco Nueva Generación (que son los más grandes operados de las drogas en México), así como el Cartel del Norte del Valle en Colombia, los Cachiros en Honduras (que han llegado a acumular un capital estimado en más de mil millones de dólares), organización que tenía a su servicio al ex presidente Juan Orlando Hernández, hoy preso en EU junto al Chapo Guzmán y el “Mayo” Zambada. De igual manera esa ultraderecha delincuencial también incluye a los talamontes, a los traficantes de indocumentados, a los tratantes de blancas, de piezas artísticas y arqueológicas. A la par de esa gama de la derecha latinoamericana, tambien figuran aquellos actores insertos en los organismos policiales y militares, ya sean en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Paraguay y Perú principalmente.
Las características principales de la derecha en varios países de nuestra América, tienen como dogma alentar el libre mercado como el sistema económico dominante. Asimismo elaborar un discurso neoliberal y de doble moral como la princial narrativa para justificar sus alianzas entre el poder político y la delincuencia organizada. En gran medida esa es la lógica en que los pueblos latinoamericanos tienen hoy como sus principales adversarios a una derecha neoliberal, que esconde sus nexos con el narcotrafico, el crimen organizado y las políticas intervencionistas del imperio estadounidense.