La coronación del rey Carlos III y la reina Camilla: la crisis terminal de la monarquía británica

Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/05/08/b9b1-m08.html                                                                                    Chris Marsden                                                                                08.05.23

Lejos de ofrecer la oportunidad de una renovación de la monarquía, restaurando su popularidad, la coronación confirmará el declive del apoyo a esta podrida institución, especialmente entre las generaciones más jóvenes, marcando su crisis terminal.

Carlos es coronado a los 74 años, el monarca más anciano de Gran Bretaña, tras décadas en la sombra de su madre. No sólo no goza del afecto popular del que gozaba la reina Isabel II, sino que es considerado en general como una figura ridícula. El rey Carlos es un místico que ha promovido durante mucho tiempo la pseudociencia y las terapias de curanderos, incluyendo la homeopatía, la “autocuración” espiritual y el tratamiento del cáncer con zumo de frutas y café. Está a la cabeza de una familia venal, avariciosa y profundamente corrupta, liberada de la mano restrictiva y el escudo político que le proporcionaba su matriarca.

El rey Carlos III, en ese momento el Príncipe de Gales, leyendo el discurso en nombre de su madre, la reina Isabel II en 2022. [Photo by Annabel Moeller / CC BY 2.0] 

Sobre la muerte de la reina, el WSWS comentó:

Su muerte se produce en un momento de crisis económica aguda, social y política para el imperialismo británico, incluyendo el colapso más profundo de los niveles de vida desde la Gran Depresión, una guerra por poderes de la OTAN contra Rusia librada en la Europa continental, y una creciente ola de lucha de clases que amenaza con estallar en una huelga general.

La clase dominante se enfrenta ahora a esta tormenta perfecta sin su representante popular del Estado, en el que se ha apoyado para proyectar el mito de la unidad nacional y suprimir el conflicto social… Hoy, la esperanza más ferviente de la clase dominante es que el tiempo de Carlos en el trono sea corto para que el cuidadosamente preparado príncipe Guillermo pueda tener la oportunidad de restaurar el prestigio público de una monarquía muy reducida.

Los acontecimientos han confirmado esta apreciación, demostrando que el hecho de que Carlos se convierta en rey y jefe de Estado no sólo llega en un momento de aguda crisis para el imperialismo británico, sino que actúa como foco y acelerador de un desenlace social histórico.

En la ceremonia se han empleado limitaciones de daños para mitigar los problemas, históricos y recientes. Actuando como jefe de la Iglesia de Inglaterra, que ahora sólo sigue el 16% de la población y con un 40% que dice no tener religión, Carlos no se referirá a sí mismo como “Defensor de la Fe”. En la ceremonia participarán líderes de las religiones judías, musulmanas suníes y chiíes, sijs, budistas, hindúes, jainistas, bahai y zoroastrianos. Además, sólo el príncipe Guillermo realizará el grotescamente llamado “Homenaje de Sangre Real”, en el que se promete lealtad al rey. La participación, como es habitual, de los duques reales, implicaría necesariamente al escandaloso príncipe Andrés y al renegado príncipe Harry. Meghan, duquesa de Sussex, permanecerá en California.

Dado el exorbitante coste de la coronación, se han hecho extraordinarios esfuerzos para subrayar su carácter “modesto,” al menos en comparación con la de Isabel en 1953, sin dejar por ello de presumir de pompa y boato.

Como prueba del poderío militar británico, por ejemplo, participarán más de 6.000 miembros de las fuerzas armadas, con papeles destacados para el almirante Sir Tony Radakin, jefe del Estado Mayor de la Defensa, y el general Sir Patrick Sanders, jefe del Estado Mayor, con un desfile aéreo de 68 aviones de las tres fuerzas armadas. Pero los comentaristas reales han contrastado esta exhibición con los 600 aviones de la RAF y la Commonwealth que surcaron los cielos para Isabel. A la coronación asistirán 2.000 invitados, frente a los más de 8.000 de Isabel. “El rey es muy consciente de la crisis del coste de la vida y de cuánta gente está pasando dificultades”, dijo una fuente real al Daily Mirror.

Retrato de la coronación de la reina Isabel II, por Cecil Beaton, junio de 1953, Londres, Inglaterra. [Photo: Cecil Beaton/Royal Collection RCIN 2153177]

Tales esfuerzos esquizofrénicos reflejan un enorme nerviosismo en los círculos gobernantes, con el apoyo público a la monarquía en mínimos históricos. Sólo el 29 por ciento de los británicos describe la monarquía como “muy importante”, mientras que el 25 por ciento dice que es “nada importante” y que debería ser abolida. Entre los jóvenes, el 78 por ciento no está interesada en la monarquía y el 38 por ciento quiere su abolición.

El 52% de los lectores encuestados por el Daily Mirror opinan que Carlos debería pagar su propia coronación. Esto se produjo tras una investigación ampliamente difundida por The Guardian sobre el fabuloso patrimonio personal de Carlos, en la que se descubrió que había ascendido a casi 2.000 millones de libras -según una estimación conservadora- tras las herencias libres de impuestos de la reina.

La oposición pública a la coronación ha sido respondida con medidas estatales para reprimir las protestas previstas. Más de 11.500 policías estarán en servicio con el primer uso de los poderes contenidos en la recién promulgada Ley de Orden Público, que incluye penas de 12 meses por bloquear carreteras y vías férreas y penas de seis meses y multas ilimitadas por “atrincherarse” en edificios u objetos. El Ministerio del Interior ha enviado mensajes amenazadores al grupo República.

El orden de servicio de la coronación: el reconocimiento; el juramento; la unción; la investidura y coronación; y la entronización y homenaje, así como la coronación de la reina Consorte, es tan ridículo que puede subestimarse su importancia estratégica para el imperialismo británico.

La ceremonia invoca mil años de historia, empleando dispositivos como la Piedra del Destino, la Espada del Estado, la Espada de la Ofrenda, la Espada de la Misericordia, los Brazaletes de la Sinceridad y la Sabiduría, y prendas de vestir como la Túnica de la Rectitud, etcétera. Además, la unción de Carlos con aceite de aceitunas israelíes vincula la Corona inglesa a los reyes bíblicos Saúl, David y Salomón, para subrayar que él también es un representante de Dios en la tierra.

La referencia al “derecho divino de los reyes” sigue siendo una característica del gobierno del Estado en el Reino Unido, 374 años después de que Carlos I fuera ejecutado por Alta Traición tras la Guerra Civil Inglesa por insistir en este principio. Se reafirmó con la restauración de la monarquía bajo Carlos II en 1660, pero a partir de entonces los monarcas gobernaron bajo el sufragio del parlamento como instrumento político de la burguesía ascendente, codificado tras la Revolución Gloriosa de 1688, cuando el rey Guillermo III y la reina María juraron defender las leyes promulgadas en el parlamento.

En los siglos siguientes, la monarquía y otros adornos del feudalismo se pusieron al servicio del dominio burgués. Como comentó el WSWS sobre el primer gran compromiso público de Carlos III como monarca en septiembre del año pasado:

Lo que se transmite en la pompa y la ceremonia interminable es el poder del Estado, la preeminencia de la nación y la supuesta permanencia de un orden social existente caracterizado por enormes desigualdades en el que todos deben mostrar la deferencia y el respeto necesario hacia la “tradición” y la élite gobernante que encarna estas tradiciones.

Quizá el elemento más extraordinario de la ceremonia de coronación de Carlos sea, por tanto, la decisión de reforzar y hacer pública, en lugar de restarle importancia, la posición del rey como jefe de Estado. A bombo y platillo, el Palacio de Lambeth, en representación del arzobispo de Canterbury, en discusión con Carlos y el gobierno de Sunak, ha dado a conocer “El Homenaje del Pueblo”. En sustitución del “Homenaje de los Pares”, se pide a 150 millones de ciudadanos del Reino Unido y de los 15 estados de la Commonwealth que participen en un “gran grito”, prometiendo su lealtad a la Corona.

El orden del servicio será el siguiente “Todos los que lo deseen, en la abadía, y en cualquier otro lugar, digan juntos: ‘Todos: Juro que rendiré verdadera lealtad a su majestad, y a sus herederos y sucesores según la ley. Que Dios me ayude’“.

Esta obscenidad, que invoca la subordinación del pueblo al privilegio hereditario y a un jefe de Estado no elegido, está siendo aclamado como un ejemplo de “modernización” por los lameculos, entre ellos la diputada Shabana Mahmood, coordinadora de la campaña nacional laborista, que la describió como “una forma maravillosa de acercar la ceremonia y la monarquía a la gente.”

Lo que está en juego no es la lealtad personal al rey, sino al aparato estatal capitalista que encabeza. La coronación se concibe como un llamamiento a la unidad nacional en un momento de crecientes tensiones sociales y conflictos de clase, y cuando la guerra ya ha estallado en suelo europeo. Ocurre en medio de una ola de huelgas en Gran Bretaña y protestas masivas a través del Canal de la Mancha en Francia contra la imposición dictatorial de Macron de la reforma de las pensiones, el mayor movimiento de huelgas y protestas allí desde mayo-junio de 1968. De hecho, una visita planeada por el rey Carlos a Francia hace menos de seis semanas fue cancelado apresuradamente, con el ex embajador de Gran Bretaña, Peter Ricketts, advirtiendo que un banquete planeado por Carlos en el Palacio de Versalles podría tener “ resonancias “ de la Revolución Francesa.

De lareina Isabel II a Carlos III

La reina Isabel II fue alumna de la obra de Walter Bagehot La Constitución Inglesa (publicada como libro en 1867), que le fue enseñada durante clases particulares dos veces por semana en el Eton College en 1938. La princesa, que entonces tenía 12 años y se convirtió en heredera al trono tras la abdicación de su tío Eduardo en 1936, llegó a encarnar la descripción de Bagehot de la función esencial del monarca constitucional.

Walter Bagehot (1826-1877) retrato de Norman Hirst

Los ensayos de Bagehot expresaban los principales temores de la clase dominante británica tras el movimiento cartista, las revoluciones de 1848 y la Guerra Civil estadounidense. La obra de Bagehot, una advertencia en toda regla de los peligros que planteaban las doctrinas democráticas, igualitarias, republicanas y socialistas, expresaba el miedo y el odio de la clase dominante británica hacia la clase trabajadora: la “Vox diaboli” (voz del Diablo).

Escribió que para evitar una “combinación política de las clases inferiores… un mal de primera magnitud”, había que encontrar un medio de ejercer control sobre las “multitudes de gente apenas más civilizada que la mayoría de hace dos mil años”. Este era el elemento “teatral” esencial de la constitución del Estado representado por la monarquía, que “fortalece nuestro Gobierno con la fuerza de la religión.”

Continuó: “Los elementos que exciten la más fácil reverencia serán los elementos TEATRICOS: aquellos que apelan a los sentidos, que pretenden ser encarnaciones de las más grandes ideas humanas, que se jactan en algunos casos de un origen mucho más que humano. Lo que es místico en sus pretensiones; lo que es oculto en su modo de acción; lo que es brillante a los ojos; lo que se ve vívidamente por un momento, y luego no se ve más; lo que está oculto y no oculto; lo que es especioso, y sin embargo interesante, palpable en su apariencia, y sin embargo profesa ser más que palpable en sus resultados…”.

Isabel II desempeñó extraordinariamente bien el papel que le correspondía como baluarte de la riqueza y el privilegio, acatando la instrucción de Bagehot de que el monarca “no debe ser tocada”. Debe ser evidente que no hace nada malo. No se le debe acercar demasiado a la medida real. Debe ser distante y solitaria… un símbolo visible de unidad para aquellos todavía tan imperfectamente educados como para necesitar un símbolo”.

El propósito fundamental del monarca era ocultar a la clase obrera la naturaleza de clase del Estado. Bagehot escribió: “la realeza constitucional tiene la función en la que insistí extensamente en mi último ensayo, y que, aunque es como mucho la mayor, no necesito ahora extenderme de nuevo. Actúa como una DISGUISA. Permite que nuestros verdaderos gobernantes cambien sin que la gente lo sepa. Las masas de ingleses no están capacitadas para un gobierno electivo; si supieran lo cerca que están de él, se sorprenderían y casi temblarían”.

ARCHIVO – En esta foto de archivo del martes 10 de julio de 2018, los miembros de la familia real se reúnen en el balcón del palacio de Buckingham, con, de izquierda a derecha, el príncipe Carlos, Camilla la duquesa de Cornualles, el príncipe Andrés, la reina Isabel II, Meghan la duquesa de Sussex, el príncipe Harry, el príncipe Guillermo y Kate la duquesa de Cambridge, mientras ven un sobrevuelo de aviones de la Fuerza Aérea Real pasar sobre el palacio de Buckingham en Londres. [AP Photo/Matt Dunham]

Bagehot había advertido que la supremacía de las “clases inferiores” sólo podría evitarse “con la mayor sabiduría y la mayor previsión de las clases superiores”. Pero la coronación de una figura tan profundamente impopular como Carlos, descrito por sus propios amigos como un “llorón olímpico”, reduce la capacidad de la monarquía para actuar como fuerza unificadora. Bagehot había subrayado que “una familia real endulza la política mediante la adición estacional de acontecimientos agradables y bonitos. Introduce hechos irrelevantes en los asuntos de gobierno, pero son hechos que hablan a los ‘pechos de los hombres’ y emplean sus pensamientos”. Pero la peste que rodea las relaciones del príncipe Andrés con Jeffrey Epstein y las chabacanas luchas internas entre los príncipes Harry, Carlos, Camilla y Guillermo son “hechos” que apuntan a la magnitud de la crisis actual. El apoyo de la población a la familia real se está deshaciendo en medio del más profundo estancamiento económico, social y político al que se enfrenta el capitalismo británico desde la década de 1930.

En su obra de 1925, “¿Hacia dónde va Gran Bretaña?”, Trotsky escribió pasajes esenciales sobre el papel de la monarquía británica en general, y particularmente en momentos de crisis aguda, presentando una crítica devastadora de la actitud sin principios de los líderes del Partido Laborista hacia ello, incluyendo su filosofía reaccionaria empírica, gradualista y ahistórica.

“La realeza, declaran, ‘no obstaculiza’ el progreso del país y sale más barato que un presidente si se cuentan todos los gastos de las elecciones, etcétera, etcétera. Tales discursos de los líderes laboristas tipifican una faceta de su ‘idiosincrasia’ que no puede calificarse de otra manera que de bloqueísmo conservador.”

León Trotsky

Trotsky replicó: “La realeza es débil mientras el parlamento burgués sea el instrumento del dominio burgués y mientras la burguesía no necesite métodos extraparlamentarios. Pero la burguesía puede, si es necesario, utilizar a la realeza como foco de todas las fuerzas extraparlamentarias, es decir, reales, dirigidas contra la clase obrera.”

La monarquía británica posee un enorme poder. En condiciones normales, el papel del monarca como jefe de Estado, incluyendo el requisito del asentimiento real para la legislación, y el hecho de que los políticos y los generales juren lealtad al rey, parece anticuado, vestigial y ceremonial. Pero cuando los antagonismos de clase crecen hasta un punto de conflicto abierto, la democracia debe dar paso a la dictadura y los poderes “simbólicos” del monarca, incluyendo el papel del rey como comandante en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, se convierten en algo real, y desafiarlos en un acto de traición.

Con este entendimiento, Trotsky concluyó:

Para un socialista, la cuestión de la monarquía no se decide por la contabilidad actual, sobre todo cuando los libros están amañados. Se trata del vuelco completo de la sociedad y de purgarla de todos los elementos de opresión. Tal tarea, tanto política como psicológica, excluye toda conciliación con la monarquía.

La clase obrera se encuentra hoy en un conflicto con todo el orden burgués, sus partidos, su aparato estatal, y con la monarquía. En un momento en que los trabajadores se ven empujados por la necesidad a poner fin a la opresión de clase, la pobreza y la guerra, el imbécil político del palacio de Buckingham, el tercer rey Carlos, bien podría resultar ser el último.

(Publicado originalmente en inglés el 5 de mayo 2023)

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