La conquista, la guerra, el hambre y la muerte te golpean directamente en el corazón | Boletín 11 (2024)

Fuente: Instituto Tricontinental de Investigación Social             Vijay Prashad                                                                               15/03/24

Heba Zagout (1984-2023), Gaza Peace [Paz en Gaza]2021.

Queridos amigos y amigas,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

El 4 de marzo, el Comisario General del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA por su sigla en inglés), Philippe Lazzarini, presentó ante la Asamblea General de la ONU su sorprendente informe sobre la situación en Gaza (Palestina). En sólo 150 días, dijo Lazzarini, las fuerzas israelíes han matado a más de 30.000 personas, casi la mitad niñas y niños. Quienes sobreviven siguen enfrentándose a los ataques de Israel y sufren los traumas de la guerra. Los cuatro jinetes del Apocalipsis descritos en el libro bíblico —conquista, guerra, hambre y muerte— galopan ahora de un extremo a otro de Gaza.

«El hambre está en todas partes», dijo Lazzarini. «Se avecina una hambruna provocada por el hombre». Pocos días después de que Lazzarini hiciera su contundente valoración, el Ministerio de Salud de Gaza informó de que los niveles de desnutrición infantil en el norte de la franja son «particularmente extremos». El Coordinador Humanitario de la ONU para Palestina, Jamie McGoldrick,  declaró que «el hambre ha alcanzado niveles catastróficos» y «los niños están muriendo de hambre». A finales de la primera semana de marzo, al menos 20 niños habían muerto de inanición. Entre ellos estaba Yazan al-Kafarna, de diez años, de Beit Hanoun (norte de Gaza), que murió en Rafah (sur de Gaza) el mismo día que Lazzarini habló en la ONU. La imagen del cuerpo demacrado de Yazan desgarró la conciencia ya maltrecha de nuestro mundo. Una historia horrible tras de otra se amontonan junto a los escombros producidos por los bombardeos israelíes. El doctor Mohammed Salha, del hospital Al-Awda, donde murió Yazan, afirma que muchas mujeres embarazadas que sufren desnutrición han dado a luz fetos muertos o han necesitado operaciones de cesárea para extraerlos, muchas de ellas sin anestesia.

MoMohammed Sami Qariqa (1999-2023), de la exposición Aeropuerto Internacional de Gaza, 2022.

No se vislumbra un alto el fuego en el horizonte. Tampoco existe ningún compromiso real para hacer llegar ayuda a Gaza, especialmente al norte, donde el hambre se ha cobrado el mayor número de víctimas (el 28 de febrero, el Director Ejecutivo Adjunto del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, Carl Skau, declaró ante el Consejo de Seguridad que existe una «perspectiva real de hambruna [en el norte de Gaza] para mayo, con más de 500.000 personas en peligro si se permite que la amenaza se materialice». Hasta ahora, unos 155 camiones de ayuda entran diariamente en Gaza —muy por debajo de la capacidad diaria de 500 camiones del paso fronterizo— y sólo unos pocos de ellos se dirigen al norte. Los soldados israelíes han sido implacables. El 29 de febrero, cuando los camiones de ayuda llegaron a la rotonda de Al-Nabulsi (situada en el extremo suroccidental de la ciudad Gaza, en el norte de Gaza) y la gente desesperada corrió hacia ellos, las tropas israelíes abrieron fuego y mataron al menos a 118 civiles desarmados. Esto se conoce ahora como la Masacre de la Harina. Los envíos aéreos de alimentos no sólo son insuficientes en volumen, sino que han provocado sus propios desengaños: algunos paquetes han caído en el mar Mediterráneo y otros han causado la muerte por aplastamiento de al menos a cinco personas.

Como salido de la nada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció en su discurso sobre el Estado de la Unión del 7 de marzo que su país construiría un «muelle temporal» en el sur de Gaza para facilitar la entrada de ayuda a través del mar. El contexto de esta decisión, que Biden omitió, es claro: Israel no permite que el mínimo de ayuda humanitaria pase por los pasos fronterizos terrestres, Israel destruyó el puerto de Gaza el 10 de octubre y ya había pulverizado el aeropuerto de Gaza en Dahaniya en 2006. Desde luego, esta decisión no viene de la nada. También se produce en plena campaña para que los demócratas de Estados Unidos voten uncommited (una especie de voto nulo) en las elecciones primarias en curso para dejar claro que la complicidad de Estados Unidos en el genocidio repercutirá negativamente en el esfuerzo de reelección de Biden. Aunque una hogaza de pan es mejor que ninguna, estas hogazas de pan llegarán a Gaza manchadas de sangre.

El pronunciamiento de Biden tiene algo de falso. Una vez que la ayuda llegue a este «muelle temporal», ¿cómo se distribuirá? Las principales instituciones de Gaza capaces de llevar a cabo una distribución masiva son UNRWA, ahora desfinanciado por la mayoría de los países occidentales, y el gobierno palestino dirigido por Hamás, que los países occidentales se han propuesto destruir. Dado que ninguno de los dos podrá distribuir ayuda humanitaria sobre el terreno (y, como dijo Biden, «no habrá botas estadounidenses sobre el terreno»), ¿qué será de la ayuda?

Fathi Ghaben (1947-2024), Ray of glory [Rayo de gloria], s.f.

El UNRWA lleva trabajando desde poco después de que se aprobara la Resolución 302 (IV) de la ONU en 1949, y desde entonces ha sido la principal organización de ayuda a los refugiados palestinos (que eran 750.000 cuando UNRWA inició sus operaciones y 5,9 millones en la actualidad). El mandato de UNRWA es preciso: debe garantizar el bienestar de las y los palestinos, pero no puede operar para asentarlos permanentemente fuera de sus hogares. Esto se debe a que la Resolución 194 de la ONU otorga a los palestinos el «derecho a regresar» a sus hogares, de los que fueron expulsados por el Estado israelí. Aunque la labor principal de UNRWA se ha desarrollado en el campo de la educación (dos tercios de sus 30.000 empleados trabajan para las escuelas de UNRWA), también es la organización mejor equipada para gestionar la distribución de ayuda.

Occidente permitió la creación del UNRWA no porque se preocupara especialmente por los palestinos, sino porque —como señaló el Departamento de Estado estadounidense en 1949— las «condiciones de agitación y desesperación proporcionarían un caldo de cultivo muy fértil para la implantación del comunismo». Por ello, Occidente proporcionó fondos al UNRWA (aunque desde 1966 con severas restricciones). A principios de 2024, la mayoría de los países occidentales cortaron su financiamiento al UNRWA basándose en una acusación sin fundamento que vinculaba a empleados del UNRWA con el atentado del 7 de octubre. Aunque recientemente ha salido a la luz que el ejército israelí torturó a empleados de la UNRWA, por ejemplo mediante ahogamiento simulado y palizas, y les obligó a hacer estas confesiones, la mayoría de los países que cortaron su financiamiento basándose en estos motivos no lo han restablecido (con la excepción de Canadá y Suecia, que lo hicieron recientemente). Mientras tanto, varios países del Sur Global —encabezados por Brasil— han aumentado sus aportes.

Filippo Grandi, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados que dirigió el UNRWA de 2010 a 2014, declaró recientemente que, si «no se permite trabajar al UNRWA, o se lo desfinancia, difícilmente veo quién puede sustituirlo». Ningún programa de ayuda humanitaria para los palestinos de Gaza es posible a corto plazo sin la plena colaboración de UNRWA. Cualquier otra cosa es una farsa de relaciones públicas.

Majd Arandas (1994–2023), ‘My Grandmother’, 2022.

Majd Arandas (1994-2023), Mi abuela, 2022.

Al leer sobre la hambruna en Gaza, recordé un poema escrito por Wisława Szymborska (1923-2012) sobre el campo de concentración de Szebnie, en Jasło (sur de Polonia), que albergó a judíos polacos, romaníes y prisioneros de guerra soviéticos desde 1941 hasta que el campo fue liberado por el Ejército Rojo en septiembre de 1944. Los nazis infligieron una violencia brutal y horrible en Szebnie, sobre todo a los miles de judíos que murieron allí en ejecuciones masivas. El poema de Szymborska «Campo de exterminio cerca de Jasło» (1962) no se inmuta ante la miseria que la rodea, ni ante la posibilidad de humanidad que anhela.

Escríbelo. Escríbalo. Con tinta corriente
en papel normal: no les daban de comer,
todos murieron de hambre. Todos. ¿Cuántos?
Es un prado grande. ¿Cuánta hierba
por cabeza? Escribe: No lo sé.
La historia redondea los esqueletos a cero.
Mil y uno siguen siendo sólo mil.
Ese uno parece no haber existido nunca:
un feto ficticio, una cuna vacía,
una cartilla abierta para nadie,
aire que ríe, llora y crece,
escaleras hacia un vacío que salta al jardín,
el puesto de nadie en las filas.

Se hizo carne justo aquí, en este prado.
Pero el prado está en silencio, como un testigo que ha sido comprado.
Soleado. Verde. Un bosque cerca,
con madera para masticar, gotas bajo la corteza para beber –
una vista servida las veinticuatro horas del día,
hasta que te quedas ciego. Arriba, un pájaro
cuya sombra batía sus alas nutritivas
sobre sus labios. Las mandíbulas cayeron,
rechinaron los dientes.

Por la noche una hoz resplandecía en el cielo
y segaba la oscuridad en busca de panes soñados.
Las manos salieron volando de iconos ennegrecidos,
cada una sosteniendo un cáliz vacío.
Un hombre se balanceaba
en una parrilla de alambre de púas.
Algunos cantaban, con tierra en la boca. Esa hermosa canción
sobre la guerra golpeándote directamente en el corazón.
Escribe que tranquilo está.
Sí.

Las pinturas y fotografías de este boletín fueron creadas por artistas palestinos asesinados en Gaza durante el genocidio de Israel. Ellas y ellos han muerto, pero nosotros debemos vivir para contar sus historias.

Cordialmente,

Vijay

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