Fuente: https://www.climatechangenews.com/2024/03/04/germany-uses-funding-to-pressure-climate-groups-on-israel-gaza-war/
Hace ya tiempo que los servicios secretos dejaron de ser secretos y se convirtieron en su contrario. Por eso es cada vez más complicado diferenciar a un periodista de un espía. Las redacciones se han llenado de agentes (tapados y destapados) dedicados a la intoxicación.
Es el caso del New York Times, que ha publicado la presencia de la CIA en Ucrania. Si el redactor de la noticia hubiera sido Julian Assange, sería un delito de traición, o de espionaje, o algo parecido.
Pero en este caso quien escribe el texto es la propia CIA, es decir, que a la CIA le interesa que conozcamos sus actividades en Ucrania. Dejan de ser secretas. En realidad, eran cosas que ya se sabían desde 2014, pero sólo los conspiranoicos las difundían. Ahora pasan a ser noticias verídicas porque el New York Times les ha puesto el marchamo de la honorabilidad.
Como era de esperar, las actividades de la CIA en Ucrania llevan un nombre apasionantemente cautivador, Operación Goldfish, y los redactores del periódico no ahorran detalles para describir las estaciones subterráneas de comunicaciones y vigilancia que construyeron al borde de la frontera con Rusia.
Cualquiera diría que los periodistas habían estado allá, pero no es el caso. No hubo ninguna investigación, como pretende el New York Times. Los periodistas no se movieron de Washington. La CIA les proporcionó todo lo que necesitaban saber. Ni un ápice más. La CIA también les proporcionó los contactos, a los que califican de “fuentes”, aunque tampoco hubo tales. Todos eran miembros y colaboradores de la central de espionaje.
Por lo tanto, en el reportaje no hay más que una única fuente: la propia CIA hablando de sí misma y de sus actividades en Ucrania.
La intoxicación se produce en un momento en el que Biden no logra aprobar un paquete de ayuda a Ucrania de 61.000 millones de dólares. El New York Times quiere convencer a los congresistas reticentes de que voten favorablemente porque de lo contrario la CIA quedaría privada de una valiosa información sobre Rusia.
A través del New York Times, la CIA quiere dar a entender que a los sicarios ucranianos no se les puede dejar abandonados y que todo depende de los fondos que el Congreso se niega a aprobar. Pero eso también es falso, porque la CIA administra sus propios fondos, que son gigantescos y completamente independientes de lo que vote el Congreso.
Eso es lo que les explicó William Burns, el director, cuando viajó a Kiev hace dos semanas. El compromiso de Estados Unidos con Ucrania sigue en pie, dijo. Eso se traduce de la siguiente manera: el compromiso de la CIA con Ucrania sigue en pie.