La conmemoración del 80º aniversario de la invasión del Día D de Normandía por parte de Estados Unidos, Reino Unido y Canadá es un ejercicio cínico de propaganda política y falsificación histórica. Incluso cuando apoyan el genocidio en Gaza e intensifican de forma temeraria la guerra contra Rusia, los voceros de EE.UU. y la OTAN están utilizando los eventos del 6 de junio de 1944 para justificar y glorificar las políticas criminales de los Gobiernos imperialistas en la actualidad.
Para ser francos, las políticas y los objetivos de la OTAN son inquietantemente similares a los del régimen nazi contra el que lucharon los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Hitler, si resucitara para la ocasión, se sentiría perfectamente en casa en compañía del presidente estadounidense Biden, el primer ministro británico Sunak, el presidente francés Macron y el canciller alemán Scholz. Aprovecharía la oportunidad que brinda la celebración de Normandía para ofrecerles consejos sobre cómo escalar la guerra de la OTAN contra Rusia.
Hitler ciertamente habría estado satisfecho con la decisión de Macron, en respuesta a las objeciones de los Estados Unidos y Reino Unido, de rescindir la invitación de Rusia a la conmemoración del Día D. La presencia de una delegación rusa habría sido un recordatorio no deseado de la monumental y decisiva contribución hecha por la Unión Soviética a la derrota del Tercer Reich. A pesar de la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo, Rusia siempre llevará, en la mente de las potencias imperialistas, el estigma de la revolución socialista de octubre de 1917.
“Lo dejamos en manos del Gobierno de Francia, que organiza la conmemoración en Normandía”, dijo un funcionario de la Administración de Biden a Politico el mes pasado cuando se hizo pública la invitación. “Pero tal vez esto les recuerde a los rusos que en realidad lucharon contra verdaderos nazis una vez, no contra los imaginarios en Ucrania”.
Los amantes de los nazis en el régimen de Kiev son bastante reales. Stepan Bandera, el asesino fascista ucraniano cuyas fuerzas lucharon junto a la Wehrmacht (el ejército de Hitler) contra la Unión Soviética y colaboraron en el Holocausto nazi, ha sido transformado en el mayor héroe nacional de Ucrania.
La cruda realidad es que mientras Biden y los demás líderes imperialistas celebran los 80 años del ataque anfibio contra la Francia controlada por los nazis, las potencias de la OTAN han adoptado el objetivo de la Alemania nazi en el frente oriental: la conquista y el desmembramiento de Rusia y la explotación de sus vastos territorios y recursos. El 80º aniversario se aprovechará para promover la guerra en Ucrania y allanar el camino para la intervención directa de la OTAN.
Además, esta lucha se lleva a cabo codo con codo con los descendientes políticos de Hitler y Mussolini. El propio Macron ha admitido que están creciendo las fuerzas políticas fascistas en toda Europa, mientras que él mismo elogia como un “gran soldado” a Philippe Pétain, el jefe del régimen de Vichy que colaboró con los nazis. La próxima semana, Biden regresará a Europa para una cumbre del G7 en Italia, la primera organizada por una fascista, la primera ministra Giorgia Meloni, una devota del culto a Mussolini desde hace mucho tiempo.
Además, los métodos de Hitler están siendo retomados bajo los auspicios de Estados Unidos en Gaza, donde las Fuerzas de Defensa de Israel están llevando a cabo una campaña genocida contra la población palestina, combinando masacres, bombardeos de barrios civiles indefensos y hambrunas masivas. Hasta la fecha, Israel ha lanzado más bombas sobre Gaza que todas las arrojadas sobre las ciudades de Londres, Hamburgo y Dresde durante la Segunda Guerra Mundial.
La visita del presidente Joe Biden a Francia para las ceremonias del Día D incluirá una reunión con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski para dar seguimiento al paquete masivo de ayuda militar que Biden finalmente aprobó en el Congreso y promulgó hace seis semanas. Biden también se reunirá con Macron, en una visita estatal formal, solo días después de que el presidente francés tomara la iniciativa, en nombre de las potencias imperialistas, de sugerir que las tropas de la OTAN deberían desplegarse en Ucrania, escalando el conflicto hacia una guerra abierta entre la OTAN y Rusia, lo que implica el peligro de una conflagración nuclear a gran escala.
Si bien Biden pronunciará frases sobre la defensa de la democracia, cada palabra será una mentira. El imperialismo estadounidense es el bastión de la reacción política y social global. Sus políticas están dirigidas a la esclavización, no a la liberación, de los pueblos del mundo.
Aparte del uso cínico de la conmemoración del Día D para justificar los crímenes contemporáneos del imperialismo, la glorificación de los acontecimientos del 6 de junio de 1944 siempre ha estado relacionada con una falsificación básica de los intereses que realmente animaron a Estados Unidos y Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial.
No hay duda de que los soldados que irrumpieron en las playas hace 80 años eran valientes y estaban motivados por el odio a Hitler y al nazismo. Los miles de jóvenes soldados que murieron ese día deben ser recordados y honrados. Pero su idealismo no era compartido por los líderes políticos del imperialismo estadounidense y británico, que entendían muy bien que la guerra solo podía encontrar apoyo en las masas si se vendía como una lucha contra el fascismo. Fue el período del frentepopulismo y la alianza militar con la URSS. Los estalinistas colaboraron codo a codo con los imperialistas para legitimar la guerra ante los ojos de la población.
Existía un enorme apoyo popular a la lucha de la Unión Soviética contra la invasión masiva de Hitler, el mayor ataque militar de la historia, cuyo objetivo era erradicar el marxismo y el socialismo a través del asesinato en masa. A pesar de los crímenes indescriptibles de Stalin, incluida la purga sangrienta de trotskistas y otros revolucionarios, entre ellos toda la dirección del Ejército Rojo, y su firma del pacto con Hitler, las masas soviéticas lucharon con todas sus fuerzas en defensa de las conquistas restantes de la Revolución de Octubre. El Ejército Rojo estaba perdiendo 10.000 soldados al día en batallas como la de Stalingrado. En comparación, las bajas estimadas del Día D, el día más sangriento en el oeste, llegan a poco menos de 5.000 muertos.
Si bien Roosevelt sacó provecho efectivamente de los sentimientos populares democráticos y antifascistas, entre bastidores se libraba una lucha furiosa entre un imperialismo estadounidense en ascenso y el Imperio británico, su aliado en nombre. Churchill se resistió y retrasó el lanzamiento de un “segundo frente” occidental, a pesar de las súplicas desesperadas de Stalin, con tal de desangrar a la URSS y concentrar las operaciones británicas en el sur de Europa, Oriente Próximo y, sobre todo, en el subcontinente indio. Incluso impulsó un ataque estadounidense-británico desde Italia a través del Adriático hacia Yugoslavia para adelantarse a la lucha revolucionaria en ese país, salvaguardar los intereses británicos en Grecia y conseguir una posición favorable para que los aliados intervinieran, del lado de Alemania, en un asalto contra el Ejército Rojo.
Cuando las fuerzas estadounidenses, británicas y canadienses desembarcaron en Normandía, el Ejército Rojo había derrotado decisivamente a las fuerzas nazis en Ucrania y Rusia occidental, había puesto fin al asedio de Leningrado, había recapturado los Estados bálticos y estaba a punto de entrar en Polonia como parte de una contraofensiva general dirigida hacia Viena y Berlín. Según la mayoría de las evaluaciones históricas, Hitler había desplegado dos tercios de sus fuerzas militares, unas 200 divisiones, para enfrentar al ejército soviético, dejando apenas 50 divisiones esperando el desembarco a través del canal y las fuerzas aliadas avanzando por la península italiana (la liberación de Roma se produjo el 4 de junio de 1944, dos días antes del Día D).
Nueve días después de los exitosos desembarcos del Día D, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt describió los objetivos de guerra del imperialismo estadounidense en un discurso en el que sentó las bases para el eventual establecimiento de las Naciones Unidas, como el instrumento político para el reparto del botín entre los vencedores de la guerra. Un comentario en The Militant, entonces el periódico trotskista en los Estados Unidos, argumentó:
Los soldados aliados no están derramando su sangre ni para liberar a los pueblos europeos del nazismo, para asegurar el ejercicio del derecho de autodeterminación de todas las naciones y pueblos, ni para hacer valer las “Cuatro Libertades” en los cuatro rincones de la tierra, sino para restaurar el viejo equilibrio de poder de tal manera que garantice la dominación mundial del imperialismo estadounidense.
El periódico trotskista luego describió el propósito político principal de la alianza imperialista estadounidense y británica con la burocracia soviética, entonces liderada por el asesino de masas contrarrevolucionario Stalin:
Otra función de la nueva triple alianza envuelta en el celofán de una “organización internacional” es vigilar Europa y todo el mundo contra el peligro mortal de la revolución socialista. Stalin, al igual que los imperialistas, teme la revolución socialista. La burocracia soviética sabe que una revolución socialista exitosa en cualquier parte de Europa la derrocará del poder.
El patrón de esta función policial ya se ve claramente en Italia y el norte de África, donde las dictaduras policiales-militares se están forjando con bayonetas aliadas. Estos son los objetivos oscuramente reaccionarios de los amos de Wall Street. Estos son sus “objetivos de guerra”. Estos son sus “planes de posguerra”.
Mientras la Operación Overlord del Día D estaba en marcha, 18 líderes trotskistas estadounidenses estaban en prisión por su oposición a la guerra mundial y cuatro líderes trotskistas británicos habían sido juzgados y condenados y pronto serían sentenciados a penas de prisión por una posición similar de principios contra la guerra.
Ochenta años después del Día D, el mundo se encuentra al borde de una nueva conflagración global. Antes de la conmemoración, Biden y otros líderes imperialistas autorizaron que Ucrania ataque el territorio ruso con misiles suministrados por la OTAN, intensificando masivamente la guerra de la OTAN contra un Estado con armas nucleares. Al mismo tiempo, la escalada de la guerra demuestra la bancarrota de la política exterior reaccionaria de la oligarquía rusa encabezada por Vladímir Putin, que busca utilizar la presión militar para inducir a sus “socios” imperialistas a llegar a un acuerdo favorable a los intereses de Moscú.
La celebración oficial del Día D es una reunión de belicistas imperialistas que están involucrados, como los líderes del Tercer Reich, en “crímenes contra la paz” y “crímenes contra la humanidad”. Sus santurrones homenajes a los soldados que perdieron la vida el 6 de junio de 1944 serán seguidos el próximo mes por una reunión en Washington D.C., donde los líderes de la OTAN, bajo la dirección de la Administración de Biden, implementarán la expansión de la guerra contra Rusia y planearán sus futuras operaciones contra China.
El desafío primordial ahora es la construcción de un movimiento obrero internacional de masas contra el genocidio y la implacable escalada militar que amenaza con la destrucción del planeta.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de junio de 2024)
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