Fuente: La Jornada Ángel Guerra Cabrera 26.01.23
Pero las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas enfrentan hoy nuevos y graves desafíos. El más importante de ellos es el ascenso de las extremas derechas y del neofascismo, dispuestos a utilizar todos los medios para derrocar o desconocer las victorias de las fuerzas progresistas, como hemos visto recientemente en Brasil o se observa en Argentina con hechos tan ominosos como el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y las embestidas contra la democracia del partido judicial aliado al macrismo. O, en los días previos a la séptima cumbre de la Celac, las provocaciones y actos de violencia contra el presidente Nicolás Maduro que preparaban las fuerzas políticas vinculadas al ex presidente Macri y sus amiguetes de Miami, siempre asociados a las embajadas de Estados Unidos e Israel. El tiro les salió por la culata, pues no pudieron conseguir su objetivo de reventar la reunión y aunque el presidente Maduro se abstuvo muy acertadamente de viajar, la presencia venezolana y bolivariana fue muy activa.
Mientras tanto, en Perú continuaba con la mayor pujanza el único movimiento popular a escala nacional movilizado en toda su historia tras demandas políticas, según lo catalogaba Hector Béjar, uno de los intelectuales y luchadores sociales más lúcidos del país. Y agregaba: estamos en un proceso destituyente del antiguo sistema y constituyente de uno nuevo. Y lo más probable es que… si este movimiento subsiste y se incrementa, la demanda por una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución continuará creciendo hasta hacerse hegemónica.
En otras palabras, la dictadura parlamentario-militar-mediática de extrema derecha implantada plenamente en el país andino después del golpe de Estado contra el presidente constitucional Pedro Castillo ha cerrado los caminos políticos. Pero el hecho de gran notoriedad política es que el creativo movimiento popular peruano está demostrando, con valentía e inteligencia, que, no obstante la feroz represión policial y militar de la señora Boluarte, puede reabrir esos caminos y, eventualmente, llegar a imponer su agenda a través de la movilización de masas. Después de ser derrotada la extrema derecha regional en su intento de abortar la cumbre de la Celac en Buenos Aires, en Perú se gesta lo que podría ser otra gran derrota para ella, si el movimiento popular, como ha sido apuntado antes, consiguiera hacer hegemónicos sus reclamos de convocatoria a una Asamblea Constituyente y la redacción de una nueva Constitución que revoque la fujimorista, en vigor actualmente. Debe considerarse que quechuas y aymaras, fundamentales protagonistas de la rebelión peruana, junto a estudiantes, trabajadores, pequeños empresarios y cada vez más regiones y capas de la población que se les suman, no pueden haber dejado de tomar nota de la contundente victoria de sus hermanos bolivianos contra el golpismo y la dictadura que pretendieron tronchar su proceso emancipador.
La séptima cumbre de la Celac puede calificarse de histórica. Con la presidencia argentina continuó el camino de reanimación de la unidad e integración latinocaribeña tan brillantemente iniciado por México y relanzó, con la importantísima reincorporación del Brasil de Lula, una nueva etapa muy prometedora de trabajo. Con la elección como nuevo presidente pro tempore de San Vicente y las Granadinas, por primera vez recae esa responsabilidad en el Caribe de habla inglesa. Su experimentado primer ministro, el capaz Ralph Gonsalves, seguramente le dará un nuevo impulso. Fueron muy notables las condenas, reiteradas en varios documentos, al criminal bloqueo a Cuba y la exigencia para que Washington la excluya de su espuria y dañina lista de países supuestamente promotores del terrorismo, otra terrible vuelta de tuerca al bloqueo.
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