Kenia: Insurgencia de la Generación Z, la ola huelguística y lucha por la Revolución Permanente – Parte 2

Kipchumba Ochieng

Este artículo es el segundo de una serie de tres partes.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y la lucha contra el pablismo    

Armado con las lecciones de la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky, el movimiento trotskista, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), advirtió sobre el papel traicionero del nacionalismo burgués, respaldado por el estalinismo y las tendencias pequeñoburguesas, como los renegados pablistas del trotskismo liderados por Michel Pablo y Ernest Mandel. La sección británica del CICI, la Liga Laborista Socialista, lanzó una advertencia en mayo de 1961, dos años antes de la independencia de Kenia: 

Michel Pablo (derecha) con Ernest Mandel

Un principio esencial del marxismo revolucionario en esta época es la teoría de que la burguesía nacional en los países subdesarrollados es incapaz de derrotar al imperialismo y establecer un estado nacional independiente. Esta clase tiene vínculos con el imperialismo y, por supuesto, es incapaz de desarrollar un capitalismo independiente, ya que forma parte del mercado mundial capitalista y no puede competir con los productos de los países avanzados…

Si bien es cierto que el estadio de ‘independencia’ alcanzado por países como Ghana, y los movimientos de independencia nacional liderados por hombres como [Tom] Mboya de Kenia, actúan como un estímulo para los movimientos de liberación nacional en otros países, el hecho es que Nkrumah, Mboya, Nasser, Kassem, Nehru, Sukarno y otros similares representan a la burguesía nacional de sus propios países. Los principales arquitectos de la política imperialista, tanto en los EE. UU. como en Gran Bretaña, reconocen perfectamente que sólo entregando la ‘independencia’ política a líderes de este tipo, o aceptando su victoria sobre elementos feudales como Farouk y Nuri al-Said, pueden preservarse los intereses del capital internacional y las alianzas estratégicas en Asia, África y América Latina.

En este periodo, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), fundado en 1953, estaba librando una batalla crucial para defender los principios del marxismo revolucionario frente a la influencia del pablismo. Este conflicto político no era solo una disputa teórica, sino una lucha decisiva por preservar la independencia y la claridad del movimiento trotskista frente a las corrientes que buscaban diluirlo dentro de las estructuras burocráticas dominantes. Bajo la presión de la estabilización capitalista tras la Segunda Guerra Mundial, el pablismo promovía la idea de que los trabajadores debían subordinarse a las direcciones burocráticas, lo que representaba una grave amenaza para la supervivencia del marxismo como fuerza revolucionaria independiente. La sección británica del CICI, la Liga Laborista Socialista advirtió:

No es tarea de los trotskistas fomentar el papel de tales líderes nacionalistas. Solo pueden contar con el apoyo de las masas debido a la traición de la dirección por parte de la socialdemocracia y, en particular, del estalinismo, y de esta manera se convierten en amortiguadores entre el imperialismo y la masa de trabajadores y campesinos. La posibilidad de recibir ayuda económica de la Unión Soviética a menudo les permite negociar de manera más favorable con los imperialistas, e incluso permite que elementos más radicales entre los líderes burgueses y pequeñoburgueses ataquen las posesiones imperialistas y obtengan un mayor apoyo de las masas. Sin embargo, para nosotros, en todos los casos, la cuestión vital es que la clase trabajadora en estos países logre la independencia política a través de un partido marxista, que conduzca al campesinado pobre hacia la construcción de soviets y reconozca las conexiones necesarias con la revolución socialista internacional. En ningún caso, en nuestra opinión, deben los trotskistas sustituir eso por la esperanza de que la dirección nacionalista se convierta en socialista. La emancipación de la clase trabajadora es tarea de los propios trabajadores.

En todo el mundo, los pablistas promovieron a nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses, incluyendo al Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN), que tomó el poder tras la guerra de independencia argelina de 1954-1962 contra Francia, a las guerrillas de Fidel Castro que llegaron al poder en Cuba en 1959, y a los regímenes capitalistas que surgieron de la partición de India, impuesta como parte de la independencia formal de Gran Bretaña en 1947. En Kenia, fomentaron ilusiones en el flanco izquierdo de la KANU de Kenyatta.

La edición de enero-marzo de 1963 de Fourth International (Cuarta Internacional) de los pablistas

En la víspera de la independencia, la edición de enero-marzo de 1963 de Fourth International—el órgano teórico de los pablistas—afirmó que en relación con la cuestión de la tierra, el futuro de Kenia independiente se debatía entre el federalismo y el centralismo, las fronteras constitucionales, el regionalismo y la actitud hacia los colonos británicos:

La izquierda [del KANU] carece de claridad en todas estas cuestiones y es necesario que busquen una salida a la actual confusión y atmósfera reaccionaria en la política keniana. Deben basarse en una cosa: la enorme militancia de las masas africanas y, sobre todo, el deseo de las masas campesinas por la tierra. Es imposible que la militancia de las masas se desvíe hacia canales tribalistas durante mucho tiempo, ya que, a pesar de las constituciones reaccionarias que se elaboren, las demandas elementales de las masas surgirán. El Ejército por la Libertad y la Tierra [Mau Mau] es una garantía de que los políticos corruptos no podrán salirse con la suya en todo.

Las ilusiones sembradas en los nacionalistas de izquierda kenianos y en el campesinado radicalizado fueron refutadas por completo después de la independencia, lo que reivindicó la perspectiva del CICI.

La ‘izquierda’ se coaligó detrás del vicepresidente Odinga y Bildad Kaggia, un líder del Mau Mau. Para asegurar una base popular entre los trabajadores y las masas rurales que luchaban por el socialismo, promovieron un programa de desarrollo económico nacionalista-capitalista impulsado por el estado, dentro de los límites impuestos por el colonialismo, la expropiación de las plantaciones de los colonos europeos sin compensación y la rápida africanización del funcionariado. Estas eran medidas a ser implementadas por un gobierno capitalista que aprovechaba los estrechos lazos con la burocracia soviética contrarrevolucionaria, y no por la clase trabajadora en alianza con las masas rurales.

Kenyatta y Mboya eventualmente se volvieron contra la izquierda del KANU. Kenyatta y sus estrechos asociados saquearon vastas extensiones de tierra y riqueza, utilizando préstamos de EE. UU., Reino Unido y Alemania para comprar tierras a colonos blancos a expensas de las masas rurales. Los empleos en la administración pública y en empresas paraestatales, los contratos gubernamentales, los préstamos y los puestos ministeriales se asignaron a miembros de élite de todas las tribus, aunque los kikuyus de Kenyatta fueron los que más se beneficiaron, sembrando las semillas de la violencia tribal en las décadas venideras. Kenyatta también fortaleció las relaciones de Kenia con el imperialismo británico y estadounidense, permitiendo el establecimiento de bases militares que siguen existiendo hasta día de hoy.

En los años posteriores a la independencia, las fuerzas promovidas por los pablistas, provenientes de la ‘izquierda’ de la KANU y de los pequeños grupos restantes de luchadores del Mau Mau, fueron sistemáticamente reprimidas y eliminadas por el régimen de Kenyatta. El general Baimungi, uno de los últimos líderes del Mau Mau que permaneció en los bosques, fue ejecutado por orden de Kenyatta apenas unos meses después de la independencia, y las organizaciones del Mau Mau fueron prohibidas. Pio Gama Pinto, un ex luchador del Mau Mau y periodista, fue asesinado en 1965, seguido por el nacionalista populista J.M. Kariuki en 1975. El vicepresidente Oginga Odinga fue marginado antes de dejar KANU para formar la Unión del Pueblo de Kenia, de tendencia pequeñoburguesa, que fue prohibida y cuyos líderes fueron encarcelados en 1969.

El líder sindical estalinista Makhan Singh fue liberado solo en 1961, tras haber estado detenido durante 11 años por las autoridades coloniales británicas. Al ser liberado, declaró que ‘el deber de todos los pueblos amantes de la libertad en Kenia es unirse bajo el liderazgo de Jomo Kenyatta para lograr la independencia inmediata’. Se unió a la KANU y poco después al KLF de Mboya, e intentó obtener un escaño en el parlamento, pero fue marginado por la nueva élite política keniana debido a su asociación con Odinga y la burocracia soviética. Tom Mboya, un arquitecto clave del régimen posterior a la independencia, también fue asesinado en 1969, siendo Kenyatta el principal sospechoso.

La farsa de la “Segunda Liberación”

Al igual que en el resto de África—con Nkrumah en Ghana, Sékou Touré en Guinea, Nyerere en Tanzania, Machel en Mozambique y Mandela en Sudáfrica—el régimen de Kenyatta (1963-1978), seguido por el de su sucesor, Daniel arap Moi (1978-2002), expuso la incapacidad orgánica de los nacionalistas burgueses africanos para realizar las aspiraciones de las masas africanas por la libertad de la dominación extranjera, la democracia y la justicia social.

A medida que se hacía evidente el papel traidor de la burguesía nacional, surgieron en Kenia durante las décadas de 1970 y 1980 tendencias maoístas clandestinas con la perspectiva de luchar por una “Segunda liberación.” Esta era una reinterpretación de la reaccionaria “teoría de dos etapas” de Stalin—primero la independencia y la democracia burguesa, y en la siguiente etapa, el socialismo—.

Donde los nacionalistas burgueses habían tomado el poder e impuesto dictaduras capitalistas respaldadas por potencias imperialistas, como en Kenia, los maoístas insistían en que la etapa “democrática” no se había completado. Para ello, buscaban construir alianzas con fuerzas supuestamente “progresistas” y “patrióticas” entre todas las clases, incluida la burguesía.

Nikita Jrushchov en 1962 [Photo by Nationaal Archief, the Dutch National Archives, and Spaarnestad Photo / CC BY-SA 3.0]

El maoísmo surgió como una tendencia estalinista distinta a finales de la década de 1950, después de que el presidente soviético Nikita Jrushchov pronunciará su ‘discurso secreto’ en 1956, en el que denunciaba algunos de los crímenes de Stalin, pero excluía deliberadamente de su lista de víctimas a los líderes de la Oposición de Izquierda trotskista y a aquellos condenados a muerte en los Juicios de Moscú.

Mao denunció el “imperialismo social soviético” y, en 1971, dio un giro pragmático hacia el imperialismo estadounidense, formando una alianza de facto anti-soviética con Washington. Su acercamiento a EE. UU. fue la condición previa esencial para la inversión extranjera y el aumento del comercio con Occidente, lo que iniciaría las reformas de mercado y la restauración del capitalismo. Los herederos de Mao transformaron a China en la fábrica del mundo tras aplastar brutalmente a la clase trabajadora en la Plaza de Tiananmen en 1989. Los estalinistas soviéticos también restauraron, en última instancia, el capitalismo en la antigua URSS en 1991.

La ruptura con la burocracia soviética llevó a divisiones dentro de los partidos comunistas estalinistas en todo el mundo, lo que resultó en la formación de grupos maoístas, especialmente en países oprimidos de Asia, África y América Latina. Estos partidos desempeñarían un papel importante en bloquear la construcción de verdaderos partidos marxistas.

En las antiguas colonias, el maoísmo se proyectó como una alternativa de izquierda al estalinismo soviético. El primer ministro chino Zhou Enlai visitó 10 países africanos entre 1963 y 1964, prometiendo apoyo económico, técnico y militar a los estados recién independientes y a los movimientos de liberación nacional burgueses, regresando en junio de 1965 para visitar Tanzania, donde declaró que “África está madura para la revolución”, un mensaje claramente dirigido en gran medida a Kenia bajo el liderazgo de Kenyatta, quien reaccionó aumentando las tensiones con Pekín.

El presidente de EE. UU., Nixon, estrechando la mano de Zhou Enlai, mientras se encuentran al pie de la rampa de escaleras del Air Force One, con Pat Nixon y funcionarios chinos cerca, 21 de febrero de 1972 [Photo: Nixon White House Photographs, 1/20/1969 – 8/9/1974 Collection]

Sin embargo, el maoísmo se fundamentó en la misma ‘revolución de dos etapas’ estalinista y su correlato, ‘el bloque de las cuatro clases’, codificado como la lucha por una ‘revolución nacional democrática’. Se basó en una combinación ecléctica de nacionalismo burgués, radicalismo campesino y estalinismo.

En país tras país, los maoístas formaron alianzas con una u otra facción de la burguesía, bloqueando la construcción de verdaderos partidos revolucionarios proletarios y provocando catástrofes.

El caso más notable fue el de Indonesia. Allí, el partido comunista más grande del mundo alineado con Pekín subordinó a la clase trabajadora al régimen nacionalista burgués de Sukarno. Esto dejó al proletariado indonesio políticamente desarmado ante un golpe militar, lo que resultó en el exterminio de aproximadamente un millón de trabajadores y campesinos en 1965.

Continuación

(Publicado originalmente en inglés el 4 de octubre de 2024)

https://www.wsws.org/es/articles/2024/10/09/thwb-o09.html?pk_campaign=wsws-newsletter&pk_kwd=wsws-daily-newsletter

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