Jean Paul Marat: Escritos, cartas, discursos y libro PdF (1789-1793)

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2020/03/06/jean-paul-marat-escritos-cartas-y-discursos-1789-1793/                 

JEAN-PAUL MARAT. Escritos, cartas y discursos (1789-1793)

Jean Paul Marat

Principios de Legislación Penal. 1790

–Algunos enlaces de descarga debajo (en inglés)–

PLAN DE LEGISLACIÓN CRIMINAL

Sobre el orden social

“…Por poco que se tenga en ánimo inclinado a la reflexión, no es casi posible investigar sobre lo que turba el orden social sin examinar antes en qué consiste ese orden. De esta manera, llevados a examinar los lazos de la sociedad hay que dar por admitido absolutamente un convenio entre sus miembros. Iguales derechos, ventajas reciprocas, ayuda mutua, he ahí lo que deben ser sus fundamentos. Libertad, justicia, paz, concordia, felicidad, he ahí lo que deben de ser los resultados…

Sobre la obligación del sometimiento a la ley

“…Los hombres se reúnen en un cuerpo social por su interés común. No han hecho las leyes más que para establecer sus derechos respectivos y no han establecido un gobierno más que para asegurar el disfrute de esos derechos.

Si renuncian ejercer la venganza por su propia mano es para confiarla al brazo público. Si renuncian a la libertad natural es para adquirir libertad civil. Si renuncian a la comunidad primitiva de bienes es para poseer como propio alguna parte.

A la generación que suscribió el pacto social le sucede la generación que lo confirma; pero el número de miembros del Estado cambian sin cesar. Además, cuando no se toma ninguna medida para prevenir el aumento de las fortunas privadas, dejado su libre curso a la ambición, a la industria, a las capacidades, una parte de los individuos se enriquece siempre a expensas de los otros, y por la imposibilidad de disponer de los bienes a favor de los extraños cuando no existen herederos naturales, pronto la riqueza se va acumulando en un número reducido de familias. Al final se encuentran en el Estado una multitud de indigentes que dejarán a su posteridad en la miseria.

Sobre una tierra cubierta por doquier de posesiones de otro y de la que no pueden apropiarse, quedan reducidos a morir de hambre. De manera que si no obtienen de la sociedad más que desventajas, ¿están obligados a respetar la leyes? No, sin duda. Si la sociedad les abandona, vuelven al estado de naturaleza y cuando reivindican entonces por la fuerza los derechos a los renunciaron para asegurarse una ventaja mayor, toda la autoridad que se oponga a ellos es tiránica y el juez que les condene a muerte no es más que un cobarde asesino.

Si es preciso que para mantener la sociedad les fuerce de respetar el orden establecido, ante todo, esa sociedad debe tenerlos a cubierto de las tentaciones de la necesidad. Les debe por lo tanto asegurar la subsistencia, un vestido adecuado, una completa protección, ayuda en la enfermedad, socorro en la vejez, puesto que no pueden renunciar a sus derechos naturales más que en tanto que la sociedad les ofrezca una condición preferible al estado de naturaleza. De manera que solamente tras haber cumplido sus obligaciones hacia todos sus miembros, la sociedad tiene el derecho de castigar a los que violan las leyes…

El robo supone el derecho de propiedad, pero, ¿de dónde deriva este derecho?

El usurpador se fundamenta sobre el derecho del más fuerte, como si la violencia pudiese establecer algún título sagrado.

El poseedor lo hace fundar sobre el derecho del primer ocupante, como si una cosa fuese adquirida con mayor justicia por haberle puesto antes la mano encima.

El heredero lo fundamenta sobre el derecho a testar como si se pudiese disponer a favor de otro algo que no es propio.

El agricultor lo fundamenta en su trabajo. Sin duda el fruto de vuestro trabajo os pertenece pero su cultivo exige un suelo, y, ¿en virtud de que título os apropiáis de un trozo de esa tierra que fue dada en común a todos sus habitantes? 1 ¿No os dais cuenta que no es sino después de un igual reparto de todo, cuando se os puede asignar una parte alícuota? E incluso, después de realizado ese reparto, ¿no tendríais derecho sobre la parte que cultiváis más que en cuanto que es absolutamente necesario para vuestra existencia?

Diréis que puesto que el número de habitantes de la tierra cambia sin cesar, ese reparto se hace imposible. Pero ¿es menos justo por ser impracticable? El derecho de poseer deriva del de vivir: así, todo lo que es indispensable para nuestra existencia es nuestro y nada superfluo puede pertenecer legítimamente a unos mientras que otros adolecen de lo necesario. Este es el fundamento legítimo de toda propiedad, tanto en el estado de naturaleza, como en el estado de sociedad…

Sobre los falsos crímenes de Estado

Desde que los que tienen las riendas del gobierno se consideran como amos absolutos de los pueblos, ¡cuántos pretendidos crímenes de Estado que no tienen por objeto el Estado existen!

No hay de que sorprenderse: hombres que querían destruir la libertad temían todo lo que la podía mantener, y para deshacerse de los que tienen la valentía de oponerse a ese negro designio, era necesario considerarles culpables y de inmediato convirtieron en un crimen el amor a la patria.

Destruida la libertad, temieron todo lo que podía recordársela en el ánimo y erigieron en crímenes la desobediencia a leyes injustas, la reclamación de derechos del hombre, las quejas de los desgraciados oprimidos.

Llegados a no contarse más que ellos en el Estado, calificaron con el nombre de crimen todo lo que les hiciese sombra y la tiranía cavó abismos por doquier bajo los pies de los ciudadanos.

Cuando el príncipe se hubo amparado del poder supremo, los aduladores le prodigaron los títulos pomposos de ‘rey de reyes’, ‘emperador augusto’, ‘sagrada majestad’, y erigieron en crímenes de lesa majestad, en crimen de Estado, todo los que les molestaba.

Desesperado por encontrar siempre resistencia a sus deseos, cansado de sus propias crueldades, carcomido por la inquietud, y víctima del pánico, todo déspota corre tras una tranquilidad que sin cesar se le escapa, se da cuenta que no puede conseguirlo más que con ayuda de la superstición.

Siempre una ciega obediencia supone una ignorancia extrema. Así, después de haber obrado para envilecer los corazones, se dedica a embrutecer el espíritu. Para poder ceñir sobre las frentes la cinta del error ¿qué hace el déspota? Pretende saber todo con una ciencia cierta, derivar su autoridad del cielo, no dar cuenta de sus actos más que a los dioses. Luego, trata de culpable a todo aquel que ose poner en duda esta grosera impostura, poner su mirada sobre los asuntos de gobierno o controlar su conducta.

Durante demasiado tiempo esos odiosos tiranos han desolado la tierra. Su reino va a terminar. Ya la antorcha de la filosofía ha disipado las espesas tinieblas en donde habían hundido a los pueblos. Atrevámonos por tanto a acercarnos al recinto sagrado donde se retranquea el poder arbitrario, atrevámonos a desgarrar el velo sombrío con el que cubre sus atentados, atrevámonos a arrancarle esas armas temibles y siempre funestas para la virtud y la inocencia. Que ante estas palabras de estúpidos esclavos palidezcan de espanto. No han de herir los oídos de los hombres libres: felices los pueblos que habéis roto el duro yugo bajo el que gemíais, es gracias a nuestra noble atrevimiento a lo que debéis vuestra felicidad.

Comencemos por restablecer la verdadera noción de las cosas.

Nada es más indignante que las falsas ideas que leguleyos infradotados han dado sobre los crímenes de Estado. Han incluido bajo esta denominación todo lo que se hacía contra el príncipe y, cuando quisieron añadir más, la sustituyeron por la de crímenes de lesa majestad a las diferentes autoridades.

Dando al príncipe el título de majestad cualquier delito que se cometía contra él es crimen de lesa majestad, sin duda, pero los crímenes de lesa majestad no son crímenes de Estado.

Dando al soberano 2 el título de majestad que no pertenece sino a él, es evidente que todos los crímenes de lesa majestad son crímenes de Estado, pero los delitos contra un príncipe no son delitos de lesa majestad.

NOTAS:

1 Cualquiera que sea el objeto de la posesión, las consecuencias son las mismas: puesto que los hombres están sujetos por naturaleza a las mismas necesidades y modelados del mismo barro, tienen todos en este mundo los mismos derechos. De los bienes de la tierra cada uno no puede apropiarse más que de una parte alícuota.

2 Entiendo siempre bajo el término “soberano” la nación misma reunida en cuerpo por si misma o por sus representantes

LAS CADENAS DE LA ESCLAVITUD

Jean Paul Marat

Textos Escogidos, Ed. Labor, colección Maldoror, libro n° 17. Madrid. 1973.

“…Cuando la educación no ha cultivado las almas y los gobiernos no fomentan el desprecio por el oro, la pobreza deprime los corazones y los somete a dependencia, lo que lleva inevitablemente a la servidumbre. ¿Cuántos hombres envilecidos por su miseria pueden alcanzar el amor a la libertad? ¿Cómo podrían tener la osadía de resistirse a la opresión, y derribar el impero de los poderosos ante el que se mantienen arrodillados?

Cuando el amor a la frugalidad es fomentado por las instituciones sociales, es otra cosa.

Mientras las riquezas del estado se encuentren limitadas a su territorio y la tierra se reparte aproximadamente de manera igual entre sus habitantes, todos tienen las mismas necesidades y los mismos medios para satisfacerlas; por lo tanto, los ciudadanos, teniendo entre ellos las mismas relaciones, dependen unos de otros. Es la posición más propicia para gozar de toda la libertad que un gobierno es susceptible de ofrecer.

Pero cuando, por una serie de rapiñas y de bandidaje, por la avaricia de unos y prodigalidad de otros, la tierra pasa a caer en pocas manos, esas relaciones necesariamente se alteran, las riqueza, esa ocultada vía para conseguir poder, se convierte infaliblemente en servidumbre; mientras se desvanece la clase de ciudadanos independientes, el Estado no se compone más que de amos y súbditos.

Los ricos buscando gozar, y los pobres subsistir, las artes se toman por necesidades mutuas, y los indigentes no son más que instrumentos para el lujo de los privilegiados.

Debilitados por profesionales sedentarios y por el lujo de las ciudades, los artistas, artesanos y mercaderes, ávidos de beneficio, se convierten en viles intrigantes cuya única intención es la de encender las pasiones de los ricos, mentir, engañar, y, como pueden gozar por doquier de los frutos de su actividad, no tienen patria alguna.

El primer golpe que los príncipes asestan a la libertad no es violar atrevidamente las leyes, sino hacerlas olvidar. Para encadenar al pueblo se comienza por adormecerle

Mientras los hombres mantienen la cabeza caliente por la idea de la libertad y que la imagen sangrienta de la tiranía esta aún presente en todos los ánimos, detestan el despotismo y vigilan con ojo avizor la gestión del gobierno. Entonces, el príncipe temeroso se guarda mucho de comprometerse en alguna aventura. Al contrario, aparenta ser el padre de sus súbditos y su reino parece ser un reino de justicia. En un primer momento, la administración es tan suave que parece que contempla incluso el aumento de la libertad, lejos de querer destruirla.

No teniendo nada que debatir, ni sobre sus derechos, que no se discuten, ni sobre su libertad, que nadie ataca, los ciudadanos no se preocupan ya de atender a la conducta de su jefe. Poco a poco dejan de estar vigilantes y se desprenden finalmente de toda preocupación para vivir con tranquilidad.

Así, de esta manera, a medida que se aleja la época tormentosa en que tuvo lugar el nacimiento de su constitución, se pierde de vista paulatinamente, la libertad. Para adormecer los espíritus, no hay más que dejar las cosas desenvolverse por sí mismas. Sin embargo no hay que fiarse solo del transcurso del tiempo para esto.

Es necesario que los diferentes pueblos comercien entre ellos. El deseo de ser bienvenidos unos y otros, los hace sociables, suaviza las costumbres y les cura de la opinión demasiado aventajada que tienen de sí mismos, de los prejuicios ridículos del amor propio.

Al procurarse cada uno los productos de diferentes orígenes, aparecen nuevas necesidades, al dárseles nuevos placeres, al ablandarles por la afición a lo superfluo, al corromperles con placeres de lujo.

Un auténtico mercader es un ciudadano del mundo. Ávido de riquezas, recorre la tierra entera para acumularlas, se apega al país que le ofrezca más recursos y su patria será siempre aquella donde hace mejores negocios. Sin cesar de ocuparse de sus beneficios, su cabeza no se amuebla sino con objetos de comercio, especulaciones lucrativas, cálculo, medios para amontonar oro y para despojar a los demás. Todo el resto le es extraño, su corazón se cierra a los afectos más nobles y el amor a la libertad se extingue junto con el amor a la patria.

Incluso entre los hombres más honrados, el espíritu mercantil envilece el alma, destruye el amor por la independencia. A base de someter todo a calculo, el comerciante llega a valorar cada cosa por su precio, para él todo es venal y con oro se pagan igual servicios, actos heroicos, talentos, virtudes, que salarios de trabajo, productos de la tierra u obras de arte.

Calculando sin cesar sus intereses rigurosamente, adquiere un carácter de estricta equidad, o mejor dicho, de avaricia, se hace enemigo de todo sentimiento de generosidad, de toda nobleza, de todo inspiración elevada, sublimes cualidades que brotan del sacrificio que hace el hombre de sus intereses personales en pro de la felicidad de sus semejantes y de la dignidad de su ser.

El espíritu mercantil hace que se contemple l riqueza como el bien supremo, la sed de oro entra en el corazón y cuando fallan los medios de adquisición honrados, cualquier bajeza es bien recibida. Estas consecuencias son patentes a los ojos de los menos clarividentes, pero hay otras que no se muestran más que a los ojos más experimentados.

Especulaciones de todo tipo llevan necesariamente a la creación de compañías privilegiadas en ciertas ramas del comercio exclusivo: compañías que se forman siempre en perjuicio del propio comercio de los particulares, sean manufacturas, artesanía o mano de obra, porque destruyen la competencia. De esta manera, las riquezas que hubieran fluido por mil canales diversos para fecundar el Estado, se concentran en manos de unas asociaciones que devoran la sustancia del pueblo y engordan con su sudor. Con estas compañías privilegiadas nacen los monopolios de toda clase, la acaparación de obras de arte, de los productos de la naturaleza, y sobre todo de los recursos de primera necesidad. Acaparamiento que hacen precaria la subsistencia el pueblo, y lo dejan a la merced de los ministros, que son los jefes normales de todos los acaparadores.

Respecto de las relaciones políticas, esa horda de especuladores, de hecho en todos los países, las compañías de negocios, de financieros, traficantes, acaparadores, agentes de cambio, especuladores, agiotistas vampiros y sanguijuelas públicas, todos ellos son aliados de los gobiernos, son sus más celosos apoyos.

En las naciones comerciantes, los capitalistas y rentistas al hacer causa común con los tratantes, los financieros y los especuladores, hacen que en las grandes ciudades no existan más que dos clases de ciudadanos, la de los que vegetan en la miseria y la de los que les desborda lo superfluo. Así, en las repúblicas, la extrema desigualdad de fortunas pone al pueblo entero bajo el yugo de un puñado de individuos. Es lo que se ve en Venecia, en Génova o en Florencia cuando el comercio ha hecho traer las riquezas de Asia. Y es lo que se ve hoy día en las Provincias Unidas donde opulentos ciudadanos son los amos de las repúblicas mientras que a la multitud le falta el pan. […]

De esta manera el comercio metamorfosea a los ciudadanos opulentos e indigentes haciendo de ellos respectivamente instrumentos de opresión y de servidumbre.

Desde el momento en que la riqueza es el precio e todo lo que debe considerarse, ocupan el lugar del talento, del mérito, la virtud. Cada cual lo busca como si fuese el bien supremo, la codicia sopla en los corazones como un veneno mortal para tener oro no temen cubrirse de infamia.

Por estos medios, se divierte al pueblo, se le impide reflexionar sobre su situación y apercibirse de las trampas que se le está tendiendo […]

De esta manera la mayor desgracia que puede ocurrir en un Estado libre, donde el príncipe es poderoso y emprendedor, es que no haya discusión pública, ni efervescencia, ni partidos. Todo está perdido cuando el pueblo se hace indiferente y, sin inquietarse por conservar sus derechos, no toma parte en los asuntos públicos…”

ESCRITOS DE JEAN PAUL MARAT

International Publishers, New Yorh. 1927 (en Inglés)

LEER Y DESCARGAR ESTE LIBRO AQUÍ

Marat-Escritos

INTRODUCTION by Paul Friedländer

  • A FIENDISH ATTEMPT BY THE FOES OF THE REVOLUTION
  • ARE WE UNDONE?
  • A FAIR DREAM AND A RUDE AWAKENING
  • NOTHING HAS CHANGED!
  • THE FRIEND OF THE PEOPLE TO THE FRENCH PATRIOTS
  • MARAT, THE PEOPLE’S FRIEND, TO THE BRAVE PARISIANS
  • MARAT, THE PEOPLE’S FRIEND, TO THE FAITHFUL PARISIANS
  • GUARD AGAINST PROFITEERS
  • MARAT TO DESMOULINS (JUNE 24, 1790)
  • MARAT TO DESMOULINS (AUGUST, 1790)

EXPLANATORY NOTES

*

“El amigo del Pueblo”

Prospectus for L’Ami du Peuple, 1789
Jews, Executioners, and Actors, Diciembre 1789
Illusion of the Blind Multitude on the Supposed Excellence of the Constitution, January 1791
The Flight of the Royal Family, Junio 1791
Freedom is Lost, Diciembre 1791
The Hébertists Back Marat, Abril 1792
What Men Are More Vain than the French?, Julio 1792

Journal de la république française

Prospectus for Journal de la république française, Agosto 1792
To Louis-Philippe-Joseph d’Orleans, French Prince, Septiembre 1792
Louis Capet at the Bar of the Convention, Deciembre 1792
The Execution of the Tyrant, Enero 1793
What is a Law?, Abril 1793

Correspondencia de Jean-Paul Marat

Letter to the Representatives of the Commune, 23 de Agosto, 1789
Letter to the Convention, 2 de Julio, 1793
Letter to the Jacobins, 1793
Letter to the Convention on the Sections, 21 de Junio, 1793

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *