Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/02/28/per1-f28.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Tomas Castanheira
El estallido de la crisis capitalista global, reflejado en la intensificación de la guerra y las convulsiones económicas cada vez mayores, está poniendo al descubierto la miseria política de las organizaciones pseudoizquierdistas que representan a secciones de la clase media privilegiadas y atadas inseparablemente al capitalismo y los Estados nacionales.
La revista Jacobin simboliza la respuesta política de estas capas de la clase media-alta al colapso del capitalismo y la marcha hacia una guerra mundial.
Respaldada por los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), una facción pseudoizquierdista del Partido Demócrata, Jacobin ha buscado proyectarse en la última década como la publicación ideológica oficial de la pseudoizquierda. Recientemente, ha invertido mucho en expandir su influencia en Latinoamérica, incluyendo la inauguración de una edición regional en español y una edición brasileña en portugués.
Todas las fuerzas que Jacobin ha ensalzado como ejemplos de “renovación del socialismo” en el siglo veintiuno” han demostrado ser instrumentos de la reacción capitalista, comenzando por el propio DSA. Los miembros del DSA en el Congreso estadounidense están votando junto al resto de representantes del imperialismo estadounidense a favor de expandir la guerra contra Rusia en Ucrania y, a nivel nacional, reprimir las crecientes luchas de la clase trabajadora.
En América Latina, durante los últimos dos años, los partidos y políticos vinculados a la “marea rosa” de tendencia nacionalista burguesa han regresado al poder en varios países golpeados por la pandemia de COVID-19, el aumento de la desigualdad social y un estancamiento económico persistente. Jacobin ha retratado este proceso como “un recordatorio que la política socialista sigue ofreciendo una alternativa a un sistema en crisis”.
De hecho, los representantes cada vez menos “rosas” de la burguesía latinoamericana tan solo han continuado los ataques de sus predecesores derechistas contra la clase trabajadora y han orientado sus países cada vez más abiertamente hacia el imperialismo europeo y estadounidense.
Un ejemplo crítico fue el del breve Gobierno de Pedro Castillo en Perú, cuya inauguración en julio de 2021 fue descrita por Jacobin como una señal de “una nueva marea rosa en curso”. La revista pseudoizquierdista encubrió criminalmente sus brutales políticas favorables a los capitalistas desde sus primeros meses en el poder, alegando fraudulentamente que este giro derechista se debió a la “mentalidad popular” atrasada.
Desde el final catastrófico de esta experiencia con el golpe parlamentario en diciembre de 2022, Jacobin no ha hecho ninguna evaluación de su apoyo al Gobierno que abrió paso al fortalecimiento del ejército y las fuerzas políticas fascistizantes en Perú y al régimen ilegítimo y asesino de Dina Boluarte.
El más reciente fraude promovido por Jacobin en Latinoamérica es que el regreso al poder de Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil representa “una gran victoria para la izquierda global”. Solo puede afirmar esto ocultando el historial de ataques a la clase trabajadora a manos del PT en sus 13 años en el poder y el carácter abiertamente derechista de la campaña presidencial de Lula.
La primera y anticipada visita del nuevo presidente brasileño a EE.UU. el 10 de febrero puso de manifiesto el proyecto político totalmente ruinoso del PT y sus partidarios pseudoizquierdistas.
Jacobin falsifica la agenda proimperialista de Lula en EE.UU.
En su reporte sobre el viaje de Lula a Washington, Jacobin ocultó los discursos y acuerdos del líder brasileño con el presidente demócrata Joe Biden y buscó representar su gira como una misión izquierdista a Norteamérica.
Las breves reuniones de Lula con los congresistas demócratas pseudoizquierdistas Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) fueron interpretadas en un artículo de Jacobin, titulado “Lula sabe exactamente quiénes son sus aliados políticos”, como el evento más importante de todo su viaje. No importa que, a diferencia de su viaje con Biden, estos encuentros no fueron más que oportunidades para fotografías.
El hecho de que el líder del PT, según los informes obtenidos por la revista, pidió reunirse con Sanders y Ocasio-Cortez fue presentado por Jacobin como una señal de “apoyo y afinidad ideológica de Lula con respecto a ambos”. Según los estándares corrompidos de la pseudoizquierda, este gesto es el equivalente político de la beatificación por el mismísimo Papa.
Jacobin escribió: “Lula es el líder mundial actual más cercano a ser un icono de la izquierda internacional. Aunque tiene detractores en la izquierda brasileña y en otras partes, es considerado abrumadoramente como un modelo para la organización y la gobernanza obreras”. Con base en esto, concluyen:
…[E]s revelador que Lula señalara a Sanders y AOC –que sus detractores insisten en que son lacayos demócratas y proveedores de un electoralismo baladí y hostil a la auténtica política de la clase trabajadora— como representantes de la izquierda en Estados Unidos. Este gesto cuadra con la inveterada insistencia de Lula en que la política electoral es un vehículo crucial para el progreso social y que la construcción del poder político para ofrecer mejoras significativas a los pobres y a la clase trabajadora es más importante que los juegos de pureza ideológica”.
Se trata de una argumentación tautológica: Lula es el “icono de la izquierda internacional” porque es “considerado abrumadoramente” de esta manera. Ocasio-Cortez y Sanders son los “representantes de la izquierda en Estados Unidos” porque así los considera Lula.
Volveremos más adelante a los “detractores” de Lula, Sanders y Ocasio-Cortez, que son el blanco principal de este artículo y de los ataques del DSA y de la pseudoizquierda en general.
Por ahora, debemos señalar lo significativo que es que Jacobin reconozca abiertamente que sus representantes políticos son vistos como “lacayos demócratas y proveedores de un electoralismo baladí y hostil a la auténtica política de la clase trabajadora”. Incapaz de refutar esta acusación, se contenta con indicar que a Lula no le molesta.
Pero el objetivo del viaje de Lula a Washington no era promover a Sanders, Ocasio-Cortez, ni a los burócratas de la confederación sindical AFL-CIO con los que también se reunió. Esas reuniones simplemente sirvieron como tapadera de “izquierda” para los verdaderos objetivos del PT de desarrollar relaciones estratégicas con el imperialismo estadounidense.
Bajo el lema de profundizar la integración política y económica de Brasil con Estados Unidos y “defender la democracia” en ambos países, la reunión entre Lula y Biden reflejó la creciente subordinación del Gobierno brasileño a la incendiaria política exterior de Washington.
Tras declarar que su propósito en Estados Unidos era “reposicionar a Brasil en la nueva geopolítica mundial”, Lula aceptó firmar una declaración conjunta con el Gobierno de Biden, que se encuentra en una guerra de facto con Rusia, condenando a Moscú por la “violación de la integridad territorial de Ucrania”.
La promoción demagógica por parte de ambos presidentes de su “alianza en defensa de la democracia” tenía el propósito, en primer lugar, de encubrir la crisis mortal del sistema político democrático tanto en Brasil como en Estados Unidos.
Según esta narrativa fraudulenta, la amenaza de la irrupción del fascismo en la política estadounidense y brasileña –demostrada por la invasión del Capitolio de Washington el 6 de enero de 2021 y la más reciente invasión de la sede del Gobierno en Brasilia el 8 de enero de 2023— ya fue superada gracias a las “fuertes instituciones” estatales.
En realidad, los intentos golpistas llevados a cabo en ambos países por sus respectivos expresidentes, Donald Trump y Jair Bolsonaro, son manifestaciones agudas del colapso en marcha de las formas democráticas de gobierno, un proceso impulsado por la crisis capitalista mundial. En Brasil y Estados Unidos, las fuerzas fascistas están creciendo dentro del aparato estatal, mientras que tanto los demócratas como el PT buscan ganárselas sobre la base de los intereses comunes de la clase dominante.
La “defensa de la democracia”, una justificación habitual e hipócrita del imperialismo estadounidense para todas sus guerras e intervenciones criminales, también le sirve de pretexto a Lula para acomodar su Gobierno a la agresiva agenda global de Washington.
La declaración conjunta anunció: “Como líderes de las dos mayores democracias de América, el presidente Biden y el presidente Lula se comprometieron a cooperar para fortalecer las instituciones democráticas y dieron la bienvenida a la segunda Cumbre para la Democracia que se celebrará en marzo de 2023”.
La Cumbre para la Democracia, ahora arropada por Lula, no es más que una vulgar fachada para las provocaciones del imperialismo estadounidense contra Rusia y China. Su primera edición, celebrada en diciembre de 2021, se dedicó a atribuir la subversión de la democracia en Estados Unidos y otros países a la “presión exterior de los autócratas”, una referencia a Beijing y Moscú. Exponiendo el fraude total de su iniciativa, Biden invitó a figuras notoriamente antidemocráticas y fascistas como el expresidente de Filipinas, Rodrigo Duterte; el títere de Washington en Venezuela, Juan Guaidó; y el propio Jair Bolsonaro.
El giro de Lula sobre la guerra de Ucrania
En sus primeros dos meses en el cargo, Lula ha dado un bandazo hacia acomodar su Gobierno a los intereses del imperialismo europeo y estadounidense.
Hace menos de un año, cuando aún era candidato, el líder del PT se opuso al relato fraudulento de Washington de que la invasión de Ucrania había sido un ataque “no provocado” por parte de Rusia. En una importante entrevista con la revista Time en mayo de 2022, Lula declaró: “Putin no debió haber invadido Ucrania. Pero Putin no es el único culpable. Estados Unidos y la Unión Europea también son culpables”.
Cuando el canciller alemán Olaf Scholz vistió Brasil a inicios de enero este año, Lula dio el paso sin precedentes de firmar una declaración conjunta con el Gobierno alemán condenando “enfáticamente la violación de la integridad territorial de Ucrania por parte de Rusia”.
Sin embargo, en la misma ocasión, Lula avergonzó al líder alemán, quien se preparaba en ese momento para enviar tanques a Ucrania, rehusándose públicamente a su pedido de que Brasil suministrara municiones. Provocando una mueca en Scholz, Lula también propuso la creación de un “Club de la paz” encargado de impulsar el fin de la guerra y que incluiría a China.
Las posturas adoptadas por Lula dos semanas luego en Washington demuestran que sus propuestas a favor de la paz mundial no son solo representan un callejón sin salida, sino que ofrecen una cubierta cínica a los principales perpetradores de la guerra.
Después de sus conversaciones con Biden, para el cual la “paz” significa el derrocamiento de Putin y el reparto de los territorios y recursos naturales de Rusia, Lula llegó a la conclusión de que el “comandante en jefe” de las Fuerzas Armadas estadounidenses es el líder perfecto de su “Club de Paz”. Cuando regresó a Brasil, tuiteó: “Necesitamos crear un grupo de países que se organicen a favor de la paz… Considero que Biden entiende claramente que la guerra debe parar”.
El corolario del respaldo del Gobierno del PT al imperialismo estadounidense en Washington fue su decisión de apoyar la última resolución de la ONU condenando a Rusia, que rompió el patrón de Brasil de abstenerse en votaciones similares anteriores. La resolución, que pide el retroceso de Rusia a las posiciones anteriores a 2014 y que Putin rinda cuentas “por los crímenes más graves del derecho internacional”, prepara el escenario para la escalada de la guerra promovida por las potencias imperialistas en su primer aniversario.
Más que un zigzag político subjetivo, la posición cambiante de Lula sobre la guerra en Ucrania es una expresión de los cambios dentro de la clase dominante brasileña que el PT representa.
Mientras que los fuertes lazos económicos de Brasil con China y Rusia han inspirado a su burguesía nacional a buscar la neutralidad en los conflictos instigados por EE.UU. y las potencias europeas, existe una creciente preocupación de que esta actitud pueda marginar su posición en un nuevo reparto imperialista del mundo.
Dando voz a esos sentimientos, el columnista de Folha de São Paulo y editor jefe de Interesse Nacional (Interés Nacional), Daniel Buarque, argumentó en un análisis reciente que “la tradicional imparcialidad del país en disputas internacionales como la invasión de Ucrania” es un gran impedimento para colocar a “Brasil en el centro de las grandes decisiones globales”.
La pseudoizquierda contra la independencia política de la clase obrera
El hecho de que la descripción de Jacobin de Lula como el “icono de la izquierda internacional” no tenga nada que ver con la realidad no se debe a un mero malentendido político.
Las relaciones internacionales del DSA son una extensión de su orientación política nacional, destinada a proteger al imperialismo estadounidense, a Wall Street y a su sistema político bipartidista del desafío de la clase obrera.
Las operaciones del DSA y de Jacobin en América Latina siguen una larga tradición del Departamento de Estado de EE.UU. en cuanto a utilizar el aparato sindical y a sus agentes supuestamente “progresistas” para imponer los objetivos de Washington.
La burocracia sindical anticomunista de la AFL-CIO, defendida incondicionalmente por el DSA y con la que Lula también se reunió en Washington, ha actuado históricamente como fachada de la CIA en Brasil, bajo su Instituto Americano para el Libre Desarrollo Laboral (AIFLD, por sus siglas en inglés) y su sucesor, Solidarity. El AIFLD financió un conjunto de sindicatos de derecha en Brasil, situados en sectores estratégicos de la comunicación, que ayudaron a llevar a cabo el golpe militar respaldado por Estados Unidos en 1964.
Dentro del entorno pseudoizquierdista y pequeñoburgués brasileño de académicos y tendencias estalinistas, pablistas y posmodernistas que han competido por la cobertura en las páginas de Jacobin Brasil, tanto las políticas del DSA como la orientación del PT al imperialismo estadounidense encuentran una amplia resonancia. Estas capas han servido de conducto para la propaganda imperialista a favor de la guerra e incluso para llamamientos a la participación directa de Brasil en el conflicto de Ucrania.
Una de las expresiones más gráficas de esta tendencia ha sido la campaña del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), de tendencia morenista, cuyos representantes en la burocracia sindical han apoyado en envío de armamento masivo a Ucrania y el desarrollo de la industria bélica en Brasil. Agitando a favor de este programa ultraderechista, los morenistas se unieron a un desfile de carnaval la semana pasada con carrozas de una batería de misiles aéreos Astros 2020, producidos por la empresa local Avibras, apuntando a un muñeco de Putin.
Mientras que tanto la pseudoizquierda estadounidense como la brasileña buscan en sus relaciones internacionales promover sus propios intereses nacionalistas, convergen sobre todo en su determinación común de bloquear la alianza revolucionaria de la clase obrera en EE.UU. y América Latina.
El principal enemigo de todas estas tendencias procapitalistas de clase media, que Jacobin tilda de “detractores” tanto de Lula como de su propio “electoralismo baladí” y hostilidad a la clase obrera, es el movimiento trotskista, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). El CICI y su World Socialist Web Site se oponen irreconciliablemente a todas las agencias nacionalistas promovidas por la pseudoizquierda para suprimir a la clase obrera como fuerza política independiente, desde los partidos burgueses falsamente “progresistas” hasta la policía industrial de las burocracias sindicales.
La crisis que está conduciendo al capitalismo hacia una nueva guerra mundial y una reacción política universal está creando también las condiciones para la revolución socialista internacional. En las crecientes luchas obreras en todo el mundo, el Comité Internacional lucha por el desarrollo de la conciencia de la clase obrera de su propio poder y de sus intereses sociales independientes, y por movilizarla como fuerza unificada internacionalmente para derrocar al capitalismo.
(Publicado originalmente en inglés el 25 de febrero de 2023)