Israel convierte a Gaza en un campo de pruebas de inteligencia artificial y acelera la masacre. ¿Quién juzgará el algoritmo?


En una era dominada por la tecnología y en la que las innovaciones tecnológicas avanzan rápidamente, era de esperar que la inteligencia artificial trajera promesas de un futuro mejor para la humanidad, siendo una herramienta creada por los seres humanos para servirlos. Sin embargo, en Gaza, Israel ha invertido esas promesas y ha transformado la máquina inteligente en un asesino silencioso e implacable que toma decisiones asesinas a sangre fría. Un reciente informe del New York Times reveló este lado oscuro y peligroso, levantando el velo sobre la explotación por parte de Israel de la sangrienta guerra en Gaza como campo de pruebas para nuevas tecnologías militares respaldadas por inteligencia artificial: una guerra librada por algoritmos que no distinguen entre combatientes y civiles, entre objetivos legítimos y niños dormidos.
En este escenario, el ser humano no es más que un dato digital, apenas un objetivo en una pantalla de control remoto. El ataque contra el líder de Hamas, Ibrahim al-Bayari, basado en un algoritmo de voz que identificó la ubicación de su llamada telefónica, no diferenció entre un comandante militar y un bebé en brazos o una anciana. El resultado fue el asesinato de al-Bayari, junto con más de 125 civiles que fueron víctimas de un algoritmo que no conoce el significado de la vida ni respeta su sacralidad.
Lo que está sucediendo hoy, con la carrera desenfrenada de los grandes ejércitos para desarrollar “armas inteligentes”, abre la puerta de par en par a serias cuestiones éticas. ¿Las guerras modernas han llegado a ser conducidas por programas de computadora que deciden quién vive y quién muere? ¿Las consideraciones humanas han pasado a un segundo plano frente a la obsesión tecnológica por lograr “el golpe más preciso”?

Lo más peligroso de todo es que estas nuevas tecnologías amenazan con abolir la idea de responsabilidad. ¿Quién juzgará a un algoritmo que tomó la decisión de matar? ¿Y quién asumirá la responsabilidad de las masacres cometidas mediante ecuaciones matemáticas diseñadas para capturar al “objetivo ideal”, sin tener en cuenta las almas inocentes?
En Gaza, los barrios superpoblados se han convertido en campos de pruebas. Los humanos se convirtieron allí en números en experimentos no muy distintos de las pruebas de armas químicas o nucleares realizadas en décadas pasadas. Y frente a esta realidad, el silencio internacional —sobre todo por parte de las grandes potencias y los gigantes tecnológicos— no sólo significa complicidad, sino que también encubre el uso de la inteligencia artificial como instrumento de asesinato en masa .
Lea más noticias sobre Gaza en la sección Genocidio Palestino.
Los seres humanos crearon la ciencia para servir a la vida. ¿Cómo entonces aceptaste transformarlo en una herramienta para expandir el espacio de la muerte?
Hoy, antes de que este modelo se expanda y se convierta en la norma en futuros conflictos, debemos preguntarnos claramente: ¿quién pondrá límites al uso de la inteligencia artificial en la guerra? ¿Y quién protegerá a los inocentes de los programas que no conocen el camino de la misericordia?
Gaza no es un laboratorio. Y su gente no es un espécimen de prueba en un laboratorio militar. Son seres humanos de carne y hueso, que tienen derecho a la vida y a la dignidad, como cualquier ser humano sobre la faz de la Tierra.
El silencio ante esta decadencia ética es complicidad con el oscuro futuro que puede aguardarnos a todos.
Hoy en Gaza no sólo caen bombas, sino que con ellas se derrumban todos los valores de la humanidad. Cuando la inteligencia artificial se convierte en una herramienta para matar sin supervisión ni conciencia, el silencio se convierte en una doble traición. El silencio del mundo ante estos crímenes otorgará legitimidad a futuras guerras gestionadas por máquinas que no conocen el camino de la misericordia. Lo que está sucediendo en Gaza no es el final de una tragedia, sino el comienzo de una era oscura, a menos que la humanidad actúe inmediatamente para poner límites a la locura de la máquina.
Edición de texto: Alexandre Rocha
Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente las opiniones de Global South Dialogues.
