Fuente: https://www.jornada.com.mx/2024/04/04/mundo/024e1mun Jueves 4 de abril de 2024, p. 24
Netanyahu envía el mensaje de querer terminar este genocidio por medio del hambre y sin testigos, señala
Hay 2 mil toneladas de ayuda en las bodegas de Lárnaca para ser trasladadas en viajes que ya fueron suspendidos… comida que puede salvar a millones
Con el ataque del ejército de Israel que el lunes mató a siete trabajadores humanitarios del único equipo de cooperantes que se atrevió a romper el bloqueo en la franja de Gaza a través de un insólito puente humanitario, para llevar y repartir alimentos a la población en medio de la catástrofe, el gobierno de Benjamin Netanyahu cortó el único canal que quedaba para evitar que millones de palestinos mueran de hambre.
En entrevista telefónica desde el puerto de Lárnaca, Chipre, Oscar Camps, fundador y director de la organización Open Arms, entiende así el mensaje que Israel envía: con este ataque, con 200 cooperantes internacionales y 130 periodistas asesinados en Gaza anteriormente, el mensaje es: queremos terminar este genocidio con el hambre, sin testigos y sin ayuda. Primero echaron del territorio de Gaza a las agencias internacionales, incluidas las de la ONU. Y ahora atacan el convoy de World Central Kitchen (WCK), la única organización que estaba dando comida en este momento. Porque sí, el hambre es un arma
.
–Una flotilla con 400 toneladas de alimentos ha tenido que dar la media vuelta sin poder entregar la ayuda a las personas que están muriendo de hambre.
–Pero es que no son sólo esas 400 toneladas. Hay 2 mil toneladas esperando en las bodegas de Lárnaca, para ser trasladadas en otros viajes que ya no se van a hacer. La comida que puede salvar a millones de personas está a menos de 250 millas.
–Y esto ocurre justamente cuando la ONU declara una situación de hambruna inminente en Gaza, algo que podría ocurrir en junio si el bloqueo continúa (se considera situación de hambruna cuando dos adultos o cuatro niños mueren por desnutrición cada día).
–Es así. Se abrió un corredor que iba a ser bastante escalable. Debido al éxito que tuvimos en la primera misión y como iba marchando en esta segunda, todo se veía para que fuera creciendo. Empezaba a despertar mucho interés. Varias ONG con flotillas de barcos disponibles también pidieron autorización al gobierno israelí. Pienso que Israel ha sabido esto y ha decidido cerrarlo. Eso creo yo. Aunque quien sabe qué es lo que piensan en ese gobierno. Lo que están haciendo es tan inhumano que es difícil que un humano sepa lo que están pensando ellos.
Las últimas fotos desde el espigón
Atardecía el lunes 1º de abril cuando Camps, desde el puente del remolcador, tomó las últimas fotografías de las maniobras de descarga frente al pequeño muelle sobre la playa de Gaza, en Deir Balah. Desde lo alto del espigón, el polaco Damián Sobol (35 años) extiende los brazos, despidiéndose; la australiana Zomi hace un último gesto de abrazo, el palestino Saiffedim y los demás sonríen. Fueron sus últimas fotos en vida.
En este punto de la costa de Gaza, el equipo en tierra del WCK terminó las operaciones del desembarco y almacenamiento. Unos se disponían a seguir con una segunda y una tercera descarga, la de los barcos Jenifer, con bandera de los Emiratos Árabes, y el remolcador Hidra. Otro grupo de voluntarios se retiró en tres vehículos. En el techo de cada auto había un gran logo de la ONG, con su simpático sartén de colores. Las autoridades israelíes conocían paso a paso su plan de trabajo y sus movimientos. Ellos mismos lo habían autorizado tras un exagerado escrutinio y cantidad de condiciones que fueron acatadas. El convoy de tres vehículos no había recorrido ni dos kilómetros cuando fue atacado por aire. Tres certeros morteros israelíes mataron a siete del grupo.
Habíamos estado con ellos platicando. Nos despedimos con muchos abrazos. Ese primer paso había salido muy bien. Subimos al remolcador que nos llevó al barco, anclado a 25 millas de ahí. Y oímos las explosiones. Nunca nos imaginamos lo que había sucedido. Ya en la madrugada, cuando tuvimos Internet, supimos que los habían matado
, relata un Oscar Camps devastado.
“De inmediato recibimos la orden: abortar la Operación Safeena. El Jenifer y el Hidra, los otros dos de la flotilla, dieron la media vuelta con la carga de comida a cuestas.”
Mancuerna para salvar vidas
El marinero y rescatista Oscar Camps y el chef José Andrés, catalanes ambos, habían trabajado juntos en una misión similar cuando estalló la guerra en Ucrania. Con todas las fronteras cerradas, la única forma de llevar alimentos era por el Mar Negro y por el río Danubio y sus afluentes. La mancuerna Open Arms-WCK culminó ahí cuatro misiones.
En noviembre del año pasado, Camps recibió una llamada del famoso chef.
–¿Qué dices? ¿Lo hacemos? –le preguntó el cocinero, dueño de varios restaurantes por todo el mundo y autor de celebrados libros de cocina.
–Pues me parece casi imposible. No hay puertos abiertos ahora mismo. Y hace 20 años que no se intenta un puente marítimo a Palestina –respondió el marinero, dedicado desde hace 10 años en cuerpo y alma al rescate de migrantes náufragos que cruzan el Mediterráneo de África a Europa.
–Bueno, déjame intentarlo –contestó el chef que ha alimentado a poblaciones en situación de desastre, desde los huracanes Katrina en Nueva Orleans, Otis en Acapulco, hasta en situaciones de conflicto, como Haití o Ucrania. José Andrés, presidente de WCK, es además asesor de la Casa Blanca para asuntos alimentarios y tiene excelentes contactos por todo el mundo.
El 20 diciembre se enteraron de que Israel autorizaría la apertura de un corredor humanitario marítimo desde Chipre hacia Gaza. Cuando vimos esta noticia dijimos: bueno, a movernos
. Open Arms, un barco viejo pero aguantador, puso proa hacia Lárnaca.
Una vez en Chipre empezamos las presiones políticas. Había problemas técnicos porque en Gaza no había ningún sitio para desembarcar. Y ahí es donde José Agustín entra con toda su inventiva. Ideamos una plataforma de grandes dimensiones que acepta carga y la acerca a la orilla
. En la playa se construyó un muellecito, un espigón que sale hasta alcanzar dos metros de profundidad. Ante la falta de materiales, los voluntarios de WCK usaron escombros de los edificios bombardeados. Y así, desde unas 20 millas, la nave puede remolcar con sus embarcaciones auxiliares la plataforma hasta el espigón, donde el equipo de trabajo en tierra con grúas puede descargar.
Ya con esa solución técnica José Andrés se desplazó a Israel, habló con el ministerio de Exteriores, con todas las autoridades que fueron necesarias, le dieron largas por cuatro semanas; voló a Aman para hablar con el rey de Jordania. Israel exigió que se modificara el plan. Aceptaron, hicieron todos los cambios necesarios, admitieron todas sus condiciones de revisión y supervisión. Y un día con buena mar emprendieron el primer viaje.
El primer operativo fue un éxito. Bajo vigilancia de la marina israelí, Open Arms acercó al espigón 200 toneladas de comida –había una buena dotación de dátiles, ya que eran los días de Ramadán y con ello se quiso llevar un poco de alivio también espiritual a los musulmanes en situación de desastre– y los trabajadores humanitarios de WCK pudieron llevar a sus 60 cocinas comunitarias desplegadas en el norte de Gaza las comidas salvadoras.
Ante el éxito obtenido se planificó un segundo viaje, la Operación Safeena. Y de golpe, siete asesinatos cortaron de tajo la ilusión de salvar vidas.
–¿Qué se va a hacer más adelante? ¿Habrá una estrategia para retomar el proyecto?
–Es demasiado pronto para hablar de ello. Estamos todos en duelo. Acaban de sacar los cuerpos de nuestros compañeros por Egipto. Estamos esperando explicaciones, investigaciones. Hoy nos reunimos todos a bordo del barco, todos juntos y no podíamos ni hablar, sólo llorar y abrazarnos.