Irán se enfrenta probablemente a su decisión más difícil desde su victoria en la Revolución iraní en 1979.
Israel ha lanzado ataques profundos en el corazón de los suburbios del sur de Teherán y Beirut, fortaleciendo significativamente su posición estratégica.
[El martes, Israel hizo explotar explosivos en buscapersonas fabricados en Hungría, que fueron vendidos al Líbano y luego detonarlos a distancia, matando a 12 personas e hiriendo a más de 4.ooo. Hezbolá juró venganza contra Israel.]
Antes del ataque terrorista con buscapersonas, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, admitió que los dos ataques anteriores contra Irán y Líbano fueron un logro israelí, una concesión poco común por parte de cualquier líder árabe.
Sin embargo la audaz agresión de Israel debe entenderse en el contexto del fracaso estratégico de Tel Aviv para eliminar a Hamás en su guerra contra Gaza.
Israel tiene mano libre para matar
Israel ha logrado exterminar a decenas de miles de palestinos y dejar inhabitable gran parte de Gaza. Un Estado que históricamente ha mostrado pocos reparos a la hora de limpiar étnicamente a la población palestina nativa en favor de los inmigrantes europeos, ha vuelto a priorizar la seguridad de su ocupación por encima de las preocupaciones humanitarias y el derecho internacional.
Mientras Israel goce del apoyo incondicional de Estados Unidos, sabe que puede violar las normas internacionales y las leyes de la guerra, y tal vez incluso recurrir al despliegue de armas nucleares, con el respaldo de Estados Unidos.
Desde el asesinato de Qasem Soleimani, exjefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán, durante la administración Trump, Irán ha luchado por reafirmar su soberanía y proyectar disuasión ante Israel.
La sociedad relativamente abierta de Irán presenta vulnerabilidades, a diferencia del Irak estrictamente controlado de Saddam Hussein, por ejemplo, donde los extranjeros eran objeto de un minucioso escrutinio. La industria del turismo y la doble ciudadanía de Irán han permitido al Mossad infiltrarse en la sociedad iraní y reclutar espías y saboteadores.
Varios intentos de asesinato, algunos de ellos exitosos, han tenido como blanco a científicos y figuras del régimen iraní.
Además, Israel y Arabia Saudita han colaborado para financiar y apoyar a grupos de oposición étnicos y a la organización terrorista Mujahideen-e-Khalq (MEK), que anteriormente contaba con el apoyo del régimen de Saddam Hussein y ahora cuenta con el respaldo del Mossad, el régimen saudí y el lobby israelí en Washington (Estados Unidos la clasificó en su día como organización terrorista por sus reiterados atentados indiscriminados, pero Israel logró que la eliminaran de la lista).
Irán, una nación con diversas etnias y grupos religiosos, ha visto desde hace mucho tiempo cómo sus adversarios explotan estas divisiones internas. Estos enemigos se aprovechan de las desigualdades para fomentar el malestar y reclutar espías para el Mossad y otras fuerzas hostiles.
Estados Unidos, bajo la dirección de un presidente de dudosa agudeza mental, sigue apoyando a Israel incondicionalmente, incluso mientras se intensifica la violencia masiva de Israel contra los palestinos. Parece que no existen líneas rojas para la Casa Blanca, incluso si Israel recurriese a las armas nucleares contra sus enemigos.
Irán no desea enfrentarse directamente a Israel mientras Estados Unidos esté dispuesto a desplegar buques de guerra en toda la región para defender a Israel. La necesidad de Israel de una intervención militar directa de Estados Unidos con Europa y de los países árabes para defenderse de actores no estatales de Palestina y el Líbano de hecho expone las vulnerabilidades estratégicas israelíes.
Israel solía ser capaz de enfrentarse a varios ejércitos árabes sin apoyo militar externo y ahora clama por ayuda a la OTAN cuando se ve amenazado por los ejércitos relativamente pequeños de Hamás y Hezbolá.
La disidencia política en Irán
Las recientes elecciones presidenciales iraníes revelaron un descontento significativo entre la población iraní. La oposición al régimen ya no se limita a los jóvenes estudiantes universitarios de las grandes ciudades. En estas elecciones, un candidato alineado abiertamente con los Guardianes de la Revolución iraní se enfrentó a un representante de la llamada oposición reformista, y este último salió victorioso.
El régimen enfrenta una crisis de legitimidad a medida que las credenciales revolucionarias que alguna vez lo sostuvieron se desvanecen con el tiempo. La reforma económica y la creación de empleo se han convertido en las principales prioridades del gobierno, más importantes incluso que las represalias contra Israel.
Además, los visitantes recientes a Irán informan de fuertes manifestaciones de descontento entre la población con respecto al generoso apoyo iraní a la lucha palestina. Muchos iraníes sostienen que las necesidades del pueblo iraní deben tener prioridad sobre las exigencias militares de la resistencia árabe contra Israel.
La política exterior es una gran prioridad para el régimen, pero no lo es tanto para la población, y no debemos descartar la posibilidad que la propaganda occidental haya tenido éxito dentro de Irán como lo tuvo en los países del antiguo bloque soviético durante la Guerra Fría.
El Irán del Sha no sólo no se preocupaba por la difícil situación de los palestinos, sino que además era un aliado muy cercano de Israel y ayudó a financiar y armar a sus clientes en la región, incluida la Falange y sus aliados en el Líbano, ya en 1958, durante la Mini-guerra civil (y la posterior guerra civil de 1975).
Fue el propio Ayatolá Ruhollah Khomeini quien inyectó a Palestina en el núcleo de la doctrina gobernante del gobierno e incluso de la ideología político-religiosa que llegó al poder en Irán.
Algunos elementos de la oposición reformista, alineados con el dúo formado por el ex presidente Hassan Rouhani y el ex ministro de Asuntos Exteriores Javad Zarif, creen que si Irán hiciera más concesiones, Estados Unidos levantaría las sanciones y daría paso a la prosperidad económica.
El gobierno de Rouhani actuó bajo esa premisa y negoció un acuerdo nuclear que, en última instancia, no favoreció los intereses de Irán. Cometió la tontería de aceptarlo en los últimos días de la administración Obama sin conseguir un tratado duradero aprobado por el Senado de Estados Unidos.
Como resultado, cuando Donald Trump asumió el cargo, desmanteló fácilmente el acuerdo, a pesar de que había sido previamente refrendado por una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con el asentimiento de Estados Unidos.
La decisión de Irán
Irán debe tener en cuenta todos estos factores al considerar cómo responder a las múltiples violaciones directas que Israel ha infringido a la soberanía de Teherán durante el último año: primero con el ataque a su consulado en Damasco y, más recientemente, con el asesinato de un dirigente de Hamás en una casa de huéspedes del gobierno en Teherán.
Si bien la respuesta de Irán a la primera violación fue simbólica pero contundente, una respuesta simbólica similar a la segunda podría perjudicar la posición estratégica de Irán con respecto a Israel. Irán desea enviar un mensaje claro de disuasión, pero no quiere que la situación se convierta en una guerra total.
También teme ingenuamente que Israel pueda arrastrar a Estados Unidos a una confrontación militar.
Si bien es posible que una segunda administración de Trump, o la actual, apoye a Israel en un ataque contra Irán, es muy poco probable que Estados Unidos participe en una guerra a gran escala contra Irán, especialmente después de los fracasos de las recientes intervenciones militares estadounidenses en Medio Oriente.
Como advirtió una vez en West Point el ex secretario de Defensa Robert Gates, cualquier presidente que considere iniciar una nueva guerra en Medio Oriente debería hacerse examinar la cabeza.
Para Irán, depender demasiado de sus aliados regionales para responder a la agresión israelí podría dañar su posición en el mundo árabe. Debe responder en sus propios términos, o su influencia regional se verá afectada.
Los medios de comunicación del Golfo ya han acusado a Irán de evitar la confrontación directa con Israel, a pesar de que no existe una frontera geográfica entre las dos naciones. Estos mismos medios rara vez desaprovechan la oportunidad de socavar el apoyo a Irán en nombre de Israel.
Esta guerra, en la que participan aliados clave de Irán como Hamás y Hezbolá, es una de las más largas en la historia del conflicto árabe-israelí (quizás con la posible excepción de la guerra de desgaste entre Egipto e Israel, de 1968 y 1970).
Si bien Irán sigue siendo el único país dispuesto a arriesgar su propia estabilidad y bienestar económico para brindar apoyo militar y financiero a los grupos de resistencia árabes, existe una creciente presión de la opinión pública árabe para que Irán adopte medidas más directas contra Israel si quiere mantener su apoyo a la causa palestina.
Irán no puede permitir que Israel viole su soberanía una y otra vez, tanto en Siria como en Irán. Se trata de una vulnerabilidad importante que el “eje de la resistencia” debe abordar en algún momento, y probablemente en coordinación con el gobierno ruso,que todavía permanece poco claro sobre la agresión israelí en Siria.
Irán tendrá que abordar en algún momento el asunto de Israel, pero lo hará en sus propios términos, no según el cronograma que le dicten sus enemigos.
Irán tendrá que decidir: cómo proteger la soberanía iraní y la disuasión estratégica sin iniciar una guerra regional con Israel e instigar una intervención militar estadounidense directa contra la república islámica.
Por lo tanto, no le queda otra opción que esperar a que termine este período de intensa presencia estadounidense en las aguas de Oriente Medio.