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HISTORIA DEL MOVIMIENTO COMUNISTA EN CATALUÑA – EL BLOQUE OBRERO Y CAMPESINO por Joaquín Maurín. 1932
El Bloque Obrero y Campesino. Origen – Actividad – Perspectivas
Joaquín Maurín, 1932
Barcelona, C.I.B. (Centro de Información Bibliográfica)
7 de febrero de 1932
I. LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO COMUNISTA EN CATALUÑA
Cataluña, y Barcelona de un modo particular, parecía un terreno impermeable para el socialismo científico. En España se ofrecía la paradoja de que la ciudad más proletaria, el centro obrero más importante. estaba totalmente al margen de la socialdemocracia. El proletariado de Barcelona, y como consecuencia el de toda Cataluña y aún el de una gran parte de España, era un apéndice de la pequeña burguesía.
La historia de España se ha ido elaborando sin el concurso directo, sin la presión firme de la clase trabajadora como clase independiente.
El anarquismo con su abstencionismo político ha permitido que la burguesía tuviera una libertad completa de movimientos.
Pablo Iglesias dejó Barcelona abandonada a las experiencias anarquistas y pequeño burguesas. A través de Pablo Iglesias actuaba la burguesía que comprendía que la entrada de las masas trabajadoras de Barcelona en la socialdemocracia hubiese dado a ésta un carácter revolucionario que hubiera puesto en peligro la estabilidad del régimen. Pablo Iglesias fue uno de los puntales más firmes de la monarquía, como sus sucesores lo son de la república conservadora.
Convergiendo con el abandono de Barcelona realizado por la Socialdemocracia, ha habido otro fenómeno que ha contribuido grandemente al arraigo de las doctrinas anarquistas.
Barcelona, hasta la reciente crisis económica, ha estado constantemente desbordada por la inmigración campesina. Los campesinos de Andalucía, Levante y Aragón que acudían a Barcelona eran un verdadero torrente. El proletariado, falto de una educación socialista, no ha podido asimilar esa gran masa que llegaba a la ciudad. Esto ha creado una gran perturbación interna, una falta de solidez doctrinal y de cristalización orgánica del movimiento obrero.
El resultado de todo esto fue el anarquismo caótico de fines del siglo XIX, el lerrouxismo durante los doce primeros años del siglo actual, y el anarcosindicalismo posterior.
La Revolución rusa ejerció una gran influencia en nuestro movimiento. Mientras que la socialdemocracia española tomaba ante el hecho ruso posiciones completamente mencheviques, el anarcosindicalismo catalán, inmediatamente después de la conquista del Poder por los bolcheviques, se puso al lado de ellos. La simpatía sindicalista por la Revolución rusa culminó en el II Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo celebrado en Madrid, en diciembre de 1919, adhiriendo a la Internacional Comunista.
Pero la III Internacional, mal orientada, cometió una grave falta cuyas consecuencias se han pagado más tarde. Envió, en 1920, como delegado a España a Borodin quien en vez de ir directamente a los sindicalistas de Barcelona, que eran la única fuerza revolucionaria sólida y los únicos que habían testimoniado firmemente su compenetración con la Revolución rusa, se dirigió a Madrid para crear allí dentro de la socialdemocracia un grupo de comunizantes.
El error de Borodin, se explica, sin que pueda justificarse, como es natural. Partiendo de las ideas generales de que el movimiento comunista se formaba en todos los países con el ala izquierda de la socialdemocracia y de que el anarco-sindicalismo carecía de importancia, trasladó a España el mismo punto de vista. Y se daba la particularidad de que aquí, precisamente, todo ocurría de otro modo. La socialdemocracia era profundamente reformista porque tenía poca base proletaria, y el sindicalismo, en cambio, era una gran fuerza, la única, en realidad que podía constituir el núcleo vital de un fuerte movimiento comunista. Borodín dejó de lado a los sindicalistas de Barcelona, y en Madrid se puso en contacto con el grupo de “Nuestra Palabra”, que dirigía García Cortés y con el núcleo de jóvenes socialistas que acaudillaba Merino Gracia.
El acierto del primer delegado de la III Internacional puede medirse por el resultado, final de su actuación. García Cortés pasó más tarde al romanonismo y Merino Gracia a los sindicatos libres de Martínez Anido.
El fracaso de Borodin no fue una simple casualidad. Demuestra que siempre que se trata de transponer a un país con particularidades propias posiciones elaboradas sobre otras bases, se corre el riesgo de incurrir en un error.
Lenin con su inmensa autoridad, sabía lo difícil que es llegar al fondo del movimiento obrero de cada país. En la carta de adiós que dirigió a los obreros suizos, el 26 de marzo de 1917, decía:
“Hemos sido siempre muy circunspectos cuándo ha sido necesario dar nuestra apreciación sobre las cuestiones del movimiento obrero suizo que no es posible conocer más que después de un largo trabajo en el movimiento local.”
Borodin no sólo no conocía el movimiento obrero español sino que incluso ignoraba la lengua castellana. En esas condiciones, su labor inicial fue desastrosa.
La escasa vitalidad que ha tenido el movimiento comunista en nuestro país se debe, pues, entre otras razones, a esa falta de la III Internacional. Una equivocación cometida en los comienzos de un movimiento puede ser la causa de su crecimiento deficiente y de su fracaso final.
Históricamente, Borodin debió haber dirigido su atención mas que hacia la socialdemocracia, hacia el sindicalismo. Las cosas hubieran seguido otro rumbo.
Pero no fue así. El grupo comunista oficial que se formó en Madrid, Merino Gracia, Pumarega, Andrade, se dedicó, desde 1920 en el semanario “El Comunista”, a una campaña encarnizada contra los sindicalistas. Esto creaba una ruptura fatal. El sindicalismo al ver que los representantes oficiales de la III Internacional atacaban con furia, fue, como es lógico, tomando una posición de desconfianza.
Pcstaña asistió, en 1920, al II Congreso de la Internacional Comunista. En Moscú, aun cuando no manifestaba una adhesión sin reservas a la obra de los bolcheviques, adhería, sin embargo, a la Revolución.
Lenin, con su intuición genial comprendía que en España el movimiento comunista había de salir desde la Confederación Nacional del Trabajo. Por eso Lenin tuvo grandes deferencias con Pestaña que contrastaban con la sonrisa -irónica-, despectiva en el fondo, con que recibía al “filisteo” Ferrando de los Ríos.
Desgraciadamente, la burocracia, los delegados y los subdelegados de la I.C. no supieron asimilarse ese don de Lenin, sino que siguieron, precisamente, un camino completamente inverso.
En 1921, la Confederación Nacional del Trabajo, aun sintiéndose rechazada, y ante el hecho de un constante fuego graneado por parte de los representantes oficiales del comunismo en España, quiso hacer un último esfuerzo. Mandó a Moscú una nueva delegación, que integraban: Ibáñez, Nin, Arlandis y el autor de estas páginas.
Pestaña había regresado y guardaba un prudente silencio. Era, en verdad, enormemente difícil para un hombre ecléctico como Pestaña salir en defensa de la III Internacional, cuando desde “El Comunista” los ataques de los comunistas oficiales contra el sindicalismo, y la posición mecánica, burocrática que éstos tomaban ante los diferentes problemas, creaba en las masas sindicalistas, un movimiento inevitable de reacción.
Durante 1920, se había producido un cambio muy sensible en los medios de la C.N.T., como resultado directo de la actuación equivocada de Borodin.
La segunda delegación de la C.N.T. iba, pues a Moscú al III Congreso de la Internacional Comunista en circunstancias extremadamente difíciles.
Los delegados de la C.N.T., al llegar a Moscú tuvimos que constatar que la C.N.T. había pasado a ser un invitado de segunda fila. La primera plaza la ocupaba un hipotético Partido Comunista Español cuyo líder era Merino Gracia.
Nuestra delegación hizo todo lo posible para evitar una ruptura con el madrugador Partido Comunista Español, más conocido en Moscú que en España. Trató asimismo de hacer comprender a los dirigentes rusos que el porvenir del comunismo en España iba íntimamente unido con la C.N.T. Hay que reconocer que Lenin y Trotsky con los que cambiamos impresiones, comprendieron perfectamente que, en efecto, era así. Pero ni Lenin ni Trotsky se ocupaban de España, que quedaba abandonada como una provincia lejana destinada a que hicieran el ensayo sobre ella revolucionarios e internacionalistas más o menos inéditos e inteligentes.
La delegación que la C.N.T. había enviado a Moscú no volvió en totalidad a España, Sólo regresamos dos camaradas: Ibáñez y yo. Nin y Arlandis juzgaron mas prudente quedarse en el extranjero.
A nuestra vuelta, se celebró en Lérida, a mediados de octubre de 1921, un plenario nacional de la C.N.T.. para tratar, después del III Congreso de la I.C. y del Primero de la Internacional Sindical Roja, sobre las relaciones con la Internacional.
La tendencia partidaria de la adhesión a Moscú triunfó por mayoría. Sin embargo, la corriente que propugnaba la separación era ya muy intensa. La táctica equivocada de los dirigentes del Partido Comunista Español daba fuerzas a los que deseaban la ruptura con la I.C.
La I.C. había tomado ya una posición firme continuando la labor de Borodin. El Partido Comunista se constituía con los fragmentos separados del viejo Partido Socialista. Los sindicalistas eran combatidos implacablemente. El equívoco no podía, pues, durar mucho tiempo.
En efecto, en junio de 1922 tuvo lugar la Conferencia de la C.N.T. en Zaragoza, en la que se decidió que la Confederación rompía toda la relación con Moscú. La tendencia anti-comunista, el anarco-sindicalismo, ganaba terreno.
Los sindicalistas que navegábamos contra la corriente éramos una ínfima minoría. Con Colomé y Bonet, publicábamos, en Lérida, el semanario “Lucha Social”, cuyo radio de acción era limitadísimo.
A pesar de que la Confederación volvía la espalda al movimiento comunista, el puñado de militantes que se había concentrado alrededor de “Lucha Social” no nos dejamos dominar por el pesimismo.
II. APARICIÓN DE “LA BATALLA”
A fines de 1922 hicimos aparecer, en Barcelona, “La Batalla”, para trabajar más en contacto con la base sindicalista. Queríamos hacer arraigar el comunismo en Cataluña.
Los amigos anarquistas y sindicalistas, con buenas razones, procuraban convencernos de que se trataba de una empresa condenada a no triunfar. “El carácter del obrero catalán es individualista” – nos decían. “Fracasaréis por las mismas razones que fracasaron los socialistas” – continuaban.
“La Batalla” empezó tirando tres mil ejemplares. Eramos en total tres camaradas para llevar a cabo esta labor. Yo la escribía, Bonet la componía y el camarada Foix la administraba.
En Barcelona, se vendían muy pocos ejemplares. A la provincia de Lérida iban unos trescientos, un centenar a Tarragona. El resto de la edición salía toda fuera de Cataluña. Las perspectivas no eran muy halagüeñas. Dábamos la sensación de ser completamente extranjeros al movimiento obrero. De momento no se veían los efectos de nuestra propaganda.
El terrorismo blanco dirigió sus tiros contra “La Batalla”. El camarada Foix fue asesinado por los pistoleros del Sindicato libre en abril de 1923, mientras paseaba por la calle de Tallers.
No teníamos ni local de Redacción ni de Administración. La correspondencia se recibía en un Apartado de Correos. El periódico se imprima en un simulacro de imprenta instalado en la calle del Tigre.
La labor de “La Batalla” no era infecunda, sin embargo. Iba produciendo efecto. El camarada anarquista que primero vino a nuestro lado era David Rey que entonces estaba en la cárcel. El compañero Rodríguez nos trajo la adhesión de un núcleo importante de Tarragona, que mas tarde ha sido el alma del B.O.C. Los camaradas Tusó y Sala fueron valiosos simpatizantes desde el primer momento.
A mediados de 1923. empezó a notarse una variante muy importante en algunos sindicatos de Barcelona en sentido favorable a las tesis defendidas por nosotros. Las directivas del sindicato de la Metalurgia, del Transporte y Textil, se acercaban a nosotros. Eran los tres sindicatos mas importantes de la C.N.T.. El edificio anarco-sindicalista se cuarteaba. La experiencia demostraba que las masas obreras no eran anarco-sindicalistas. Habían aceptado la dirección anarquista porque nadie había hecho nada para que fuera de otro modo. En el momento que surgía una oposición en el seno de la misma C.N.T., el predominio anarco-sindicalista se esfumaba.
Hay que confesar que los dirigentes sindicalistas que se nos aproximaron entonces eran muy inseguros. La mayor parte de ellos se han evaporado durante el periodo de la Dictadura. Sólo se han salvado del naufragio los camaradas Casajuana y Domenéch.
El golpe de Estado haciendo imposible la vida sindical y política interrumpió el proceso iniciado. Hubo aún una última llamarada: la publicación del diario “Lucha Obrera”. Durante el mes de diciembre de 1923 apareció el diario sindicalista-comunista “Lucha Obrera” editado por nosotros con la colaboración abierta de los redactores de “Solidaridad Obrera”, interrumpida en su publicación por una imposición de los grupos anarquistas.
La C.N.T., perseguida por el Gobierno dictatorial, iba siendo reducida a la impotencia. A medida que los sindicatos desaparecían, era más fácil el triunfo de los anarquistas. Nuestro movimiento ascendente fue desbaratado.
“La Batalla” seguía publicándose, sometida a la previa censura. La persecución contra nuestro grupo se intensificó durante la segunda mitad del año 1924. La cárcel Modelo se llenaba de camaradas, que iban cayendo los unos después de los otros,
Nuestro movimiento había crecido. grandemente. Lo demostraba la policía con la persecución implacable desatada contra nosotros.
“La Batalla” se publicó por última vez a comienzos de 1924. Había vivido dos años, con algunas intermitencias. Moría suspendida por orden directo de Martínez Anido. El balance de su actuación no podía ser más satisfactorio. Había conseguido crear en el movimiento obrero de Cataluña una reacción favorable al comunismo.
En el otoño de 1924 surgió una crisis en el Partido Comunista. La tendencia representada por el grupo de “La Batalla”, que había ingresado oficialmente hacía poco en el partido, estaba en desacuerdo con la política seguida por la dirección del P.C. a la que considerábamos poco activa. Entendíamos nosotros que era necesario combatir contra la Dictadura con energía apelando incluso a todos los procedimientos ilegales.
La dirección del P.C.E. opinaba que el partido era imponente y que no había otra solución que amoldarse a la realidad esperando que las cosas variaran
En el pleno del partido celebrado a mediados de noviembre de 1924, el Comité Ejecutivo del P.C.E. presentó la dimisión, pasando de este hecho la responsabilidad de la dirección a la Federación Catalana, es decir, a nosotros.
Esto no duró más que breves días. Hicimos aparecer un periódica ilegal, “Vanguardia”. La represión se acentuó. Y en enero de 1925, nuestro núcleo fue diezmado. En la cárcel estábamos cuarenta o cincuenta camaradas presos.
En sustitución de “La Batalla” se hizo aparecer “Lucha Social”, pero su vida fue efímera.
Llegábamos al final de una etapa de trabajo que había empezado en 1920. Nuestro movimiento quedaba completamente destrozado por la represión policíaca. Durante cinco años, de una manera anónima. sin desfallecer. los camaradas que creíamos que la gran base para un amplio movimiento comunista había que buscarla mas bien en las zonas obreras influenciadas por el sindicalismo que en la socialdemocracia, realizamos nuestra difícil tarea. Los resultados, a juzgar por el aspecto exterior, no habían sido satisfactorios. Pero, en la cárcel nosotros, David Rey, Colomé, Bonet, Sala, durante los tres años de encierro, estábamos firmemente, persuadidos de que el trabajo hecho no seria estéril. El tiempo se encargaría de probar si teníamos o no razón.
III. LA DEGENERACIÓN BUROCRÁTICA DEL PARTIDO COMUNISTA
Mientras estábamos encarcelados surgió entre nosotros y el grupo de funcionarios que, aprovechándose de nuestro encarcelamiento, había asaltado la dirección del Partido Comunista, una seria divergencia.
Nosotros opinábamos que era necesario continuar la política que habíamos iniciado, es decir, proseguir la acción contra la Dictadura y al mismo tiempo, concentrar en Cataluña la actuación principal del partido.
Los funcionarios erigidos en dirigentes, durante dos años, impulsaron la marcha del movimiento comunista en España desde las mesas de la Rotonde de París. La separación entre nuestro núcleo y el que había asaltado la dirección del partido se agudizó grandemente entonces. Además de una discrepancia completa en los puntos de vista políticos, existía el hecho, inaceptable para nosotros, de que la dirección se mantuviera lejos, a un millar de kilómetros de la base obrera.
Bullejos, Trilla, trotskistas primero, luego furibundos antitrotskistas cuando Trotsky fue derrotado, trasladaron al Partido Comunista de España todos los vicios de la degeneración burocrática. faltos de la más elemental inteligencia política para dirigir un partido, al sentirse apoyados por la I.C., se hicieron fuertes en sus posiciones y se lanzaron a la magnífica tarea de “estructurar” el partirlo. Se expulsó a camaradas excelentes que aun admitiendo que sostuvieran tesis equivocadas no dejaban, sin embargo, de ser elementos valiosísimos. Las Federaciones fueron trituradas implacablemente. Se destituían los Comités a capricho del grupo de dictadorzuelos infatuados. En una palabra, el partido era “bolchevizado”. En tres años de actuación de la fracción tolerada por la Internacional, el partido quedó reducido a un montón de escombros. Desapareció del todo.
Con la dictadura del aparato burocrático corría pareja la táctica equivocada de la Internacional Comunista que no comprendió jamás la escuela de la política española. En 1927 como demostración palpable de su incomprensión absoluta, quiso imponer al Partido Comunista de España la intervención en la Asamblea consultiva de Primo de Rivera. Esto significaba, literalmente, la muerte del comunismo en España para una larga época. La I.C. hizo una resolución famosa, en enero de 1927, obligando al partido a que tomara parte en la Asamblea de Primo de Rivera.
“La táctica del boicot a la Asamblea –decía la Resolución– estaría únicamente justificada en el caso de que la situación política de España fuese inmediatamente revolucionaria, en el caso de que hubiere una situación en la que las masas fueran arrastradas a movilizarse espontáneamente contra el Directorio de una manera activa. Pero en la situación presente, la convocatoria de la Asamblea y sus trabajos eventuales deben ser considerados como un punto de partida para un trabajo de agitación y organización de masas del mismo modo que la composición y los trabajos de una asamblea representativa cualquiera (Parlamento, municipalidad, etc.). Esta línea, que corresponde a la tradición bolchevique y a la práctica del Partido Comunista Ruso, es la única que se adapta a la situación actual de España y del Partido Comunista Español…”
De modo que la I.C. que no había sabido prever, el golpe de Estado de 1923 y, en consecuencia, no había hecho nada para impedirlo, impulsaba a su Partido Comunista a una capitulación vergonzosa ante Primo de Rivera.
Cuatro años más tarde habíamos de ver repetirse el mismo fenómeno en Alemania, al obligar la I.C. al Partido Comunista alemán a votar al lado de los fascistas de Hitler.
Si el Partido Comunista no intervino finalmente en la Asamblea de Primo de Rivera, no fue por falta de voluntad de la I.C., sino porque Primo de Rivera hizo desde arriba la elección de los asambleístas y, con gran asombro de los minúsculos burócratas del partido, no se acordó de ellos.
La I.C. no había sabido meditar aquella constatación hecha por Engels al decir que “en España la oposición ha ganado siempre la batalla recurriendo a la abstención.” La I.C. quería aplicar mecánicamente las experiencias rusas de hace veinte o treinta años, sin pararse a reflexionar un momento en las condiciones subjetivas.
La tesis de la I.C. produjo un gran desconcierto dentro del Partido: Lo poco que quedaba aún en pie, a pesar de los desaciertos y. de la guillotina permanente de la burocracia, fue deshaciéndose en presencia de una política tan desacertada. El partido entró en la fase de una plena liquidación.
En Cataluña. el antiguo grupo de “La Batalla” que había resistido una dura represión, no viendo posibilidad alguna, con una táctica tan errónea, de poner en pie un movimiento comunista que se había iniciado con tantas dificultades, se disgregó, en parte.
Muchos camaradas reflexionaban así:
“Nuestra posición ha sido fuerte y hemos hecho grandes progresos mientras que hemos estado al margen de la I.C., trazándonos nosotros mismos el camino. Pero en el momento en que hemos aceptado la disciplina y la política de la I.C., nos hemos convertido en extranjeros a nuestro movimiento obrero, nos hemos divorciado inmediatamente de la realidad”.
Su razonamiento era justo: Era cierto. En tanto que nosotros hicimos comunismo espontáneamente, sin recibir mandatos superiores, adaptando nuestra acción al ritmo del movimiento obrero, habíamos adelantado enormemente. Las cosas cambiaron completamente cuando nos incorporamos al grupo oficial.
Nuestro núcleo se escindió entonces. El camarada Colomé creyó que no era posible hacer nada dentro del partido oficial y que era mejor trabajar desde fuera y junto con Arquer, Miravitlles, Farré Gasó, Rodes, Garseball, Coll, Montserrat, Pamies, Vila y otros camaradas, se consagró a organizar el Partit Comunista Català.
Otros creíamos que era preciso llegar hasta el último extremo para evitar la escisión del movimiento comunista. Decidimos permanecer dentro del partido y de la Internacional abrigando una esperanza, aunque muy débil, es cierto, sobre la rectificación de la I.C.
Pero la I.C., muerto Lenin, se había burocratizado enormemente bajo el mando de Zinoviev.
Bujarin, que le sustituyó, no hizo nada más que cambiar de equipo. El régimen era el mismo. El afán de ahogar la personalidad de los partidos y la mecanización absurda que se imponía a todos ellos había llegado al límite máximo.
La I.C. había conocido el fracaso en Alemania en 1923, en Estonia en 1924, en Bulgaria en 1925, en China en 1927.
En 1922 no había sido capaz de impedir la toma del poder por los fascistas de Musolini. Su política había hecho posible el triunfo de Hindenburg, como presidente del Reich, en 1926.
Al sistema “putchista” de Zinoviev sustituyó la política de derecha de Bujarin-Stalin que culminó en la alianza con Tchang-Kai-Shek, cuando Tchang-Kai-Shek preparaba el exterminio brutal de los heroicos comunistas chinos.
¿Cómo podía salvarse nuestro pequeño movimiento comunista en medio de ese desconcierto?
IV. LA INCAPACIDAD POLÍTICA DEL PARTIDO COMUNISTA
Tenia que celebrarse en 1929 el III° Congreso del Partido Comunista. La Internacional Comunista pretendía que había que dejar que el Congreso decidiera y resolviera, en la plenitud de su soberanía.
El Congreso fue convocado para mayo, en París. Sin embargo, se dio la “casualidad” de que los tres delegados que de un modo más firme habían de llevar la batalla contra la dirección, fueron detenidos en la frontera…
El Congreso se retrasó. Acudieron otros delegados. La reunión se hizo en agosto. Bonet y yo que habíamos sido mandatados por la Federación Comunista Catalana no fuimos admitidos como delegados, El enviado de la Internacional hizo coro con la dirección del partido español para cerrarnos el paso. El pretexto invocado era que según un artículo de los Estatutos, Bonet y yo debíamos ser miembros del Partido Comunista Francés y no del español.
La Federación Catalana, no obstante, envió al Congreso su proyecto de Tesis políticas.
Las Tesis de la Federación Comunista Catalana quedarán en la historia de nuestro movimiento como una intuición magnifica de cómo había de desarrollarse el movimiento revolucionario en España. Se decía en ellas que la revolución sería democrática. v se acababa propugnando como consigna, en ese momento de Dictadura: la República Federal Democrática.
Las Tesis de la Federación Comunista Catalana fueron rechazadas por la I.C. como derechistas. Y, en cambio, se tradujeron al español las Tesis de exportación de la “dictadura democrática de los obreros y campesinos”.
La I.C. volvía a equivocarse en España. No comprendía que estábamos en vísperas de la revolución democrática, y que la fórmula dada provocaría como resultado un divorcio completo entre las aspiraciones políticas de las grandes masas obreras y el Partido Comunista. Pedir como sustitución de un régimen de dictadura otra dictadura era el suicidio. Además, ni en 1929, ni en 1932, ni en 1950, los obreros españoles llegarán a asimilarse el galimatías de “dictadura-democrática”.
La oposición de la burocracia dirigente y de la I.C. a que la delegación comunista catalana tomara parte en el Congreso significaba el propósito deliberado de acentuar la separación con el núcleo comunista de Barcelona.
La I.C. desde Borodin, en 1920, a Manuilsky, en 1932, no ha querido nunca que las posibilidades del movimiento comunista español fueran ligadas al proletariado catalán. La concepción pabloiglesista ha anclado profundamente en la burocracia de la I.C.
El III° Congreso del Partido Comunista de España constató que el partido no existía. No había en España ni quinientos afiliados.
La evidencia del fracaso era tan palpable que el Congreso no tuvo más remedio que deponer a la dirección que había hecho posible tal estado de cosas. El delegado de la I.C. aceptó que recayeran sobre la dirección del P.C.E. las culpas de un desastre demasiado grande para que pudiera ser negado
El partido, dotado de una tesis política completamente falsa, continuó marchando sin variación sensible alguna. Cayó Primo de Rivera sin que el Partido Comunista lo previera. Al contrario, la dirección creía, unos meses antes, que nunca la dictadura había estado tan fuerte. El secretario general del partido comentó la caída de Primo de Rivera en la “Correspondencia Internacional”, diciendo que “no había pasado nada”.
La revolución se había iniciado y la dirección del P.C.E. todavía no se había dado cuenta. Claro está que esta ceguera era debida a que la burocracia miraba el panorama político a través de los lentes ahumados de la I.C.
El pontífice máximo de la I.C. en esta nueva etapa, Manuilsky, comentó olímpicamente los acontecimientos que tenían lugar en España, diciendo que “carecían de importancia”.
Un par de meses después de la caída de Primo de Rivera, cuando el movimiento revolucionario, contra la opinión de Manuilsky, empezó a tomar amplias proporciones, la I.C. decidió celebrar la llamada Conferencia de Pamplona.
Esta Conferencia, bajo la presión del delegado de la I.C., acordó volver a entregar la dirección del partido al mismo grupo que había destituido el Congreso celebrado en agosto de 1929. La I.C. lo creía así, y el P.C.E. tenía que aceptar. La I.C. necesitaba una dirección completamente identificada con su política, y esta dirección no podía ser otra que “su” dirección Bullejos-Trilla.
La Conferencia de Pamplona ratificó –¡cómo no!– la tesis oficial de la I.C. , falsa –como los acontecimientos han demostrado– que la dictadura no podía ser derrocada nada más que con el triunfo de la clase trabajadora. La fórmula “institución de una dictadura democrática de los obreros y campesinos que tendrá como base los soviets de obreros y campesinos y por expresión un gobierno obrero y campesino”, fue nuevamente puesta en el candelero.
Durante el año 1930, de gran agitación revolucionaria, de fermentación intensa de las masas obreras, el Partido Comunista, con la “luminosa” idea de la dictadura-democrática fue distanciándose completamente del movimiento revolucionario. Los funcionarios del partido y los numerosos delegados de la I.C. tenían mas interés en impedir que el movimiento comunista pasara a ser dirigido por la Federación Catalana que en hacer que el partido creciera y se trocara en un factor revolucionario importante.
La dirección del partido quiso inaugurar en Cataluña una doble política que hubiese hecho imposible todo ascenso comunista: laborar por el escisionismo sindical en la C.N.T. y combatir al Partit Comunista Català constituido por camaradas como Colomé, Arquer, Ramón Fuster, Farré Gassó, Coll, Miravitlles, Pamies, Montserrat, etc.
La Federación Catalana se opuso. Entendíamos que había que conquistar la C.N.T. desde dentro y no dando vida a una esquelética tercera central sindical. El Partit Comunista Català, que había surgido como consecuencia lógica de la incomprensión política de la burocracia del P.C.E., no debía ser combatido, sino que lo que precisaba hacer era una política de atracción para unificar todo el movimiento comunista de Cataluña.
En julio-agosto de 1930, todos los militantes de la Federación Catalana fuimos excluidos del partido comunista ofical.
V. LA FEDERACIÓN COMUNISTA CATALANA Y EL BLOQUE OBRERO Y CAMPESINO
Se inauguraba una nueva etapa.
Después del ensayo, que había durado seis años de trabajar en el partido comunista haciendo esfuerzos por seguir la línea trazada por la I.C., nos encontrábamos rechazados como heterodoxos. ¿Qué hacer? ¿Abandonar la lucha? Hubiéramos dejado de ser comunistas.
Persuadidos firmemente de que el movimiento comunista progresaría en Cataluña solamente si nosotros, es decir, el grupo que se había ido formando en torno de “La Batalla” se mantenía fuerte, nos trazamos la ruta, señalamos el objetivo y nos pusimos en marcha.
Precisaba, inmediatamente, ahora que éramos ya dueños de nuestros movimientos, hacer la fusión con el Partit Comunista Català.
La mayor parte de los camaradas del P.C.C, comprendieron que no había motivo alguno para estar separados, sobre todo después de la ruptura con la fracción oficial del P.C.E.
El Partit Comunista Català acordó por mayoría, en el Congreso celebrado en noviembre de 1930, fusionarse con la Federación Comunista
* * *
El Congreso de fusión de ambos grupos tuvo lugar el día 1º de marzo de 1931.
Sumados, éramos setecientos afiliados. Esta agrupación de casi un millar de comunistas, en Cataluña, no hubiera sido posible sin una libertad de acción. Sujetos como hasta agosto de 1930 a la tiranía de la “línea”, no hubiéramos pasado de lo que habíamos sido hasta entonces: un grupo minúsculo sin valor ni peso específico alguno.
Setecientos militantes comunistas en Cataluña, eran una garantía de que el movimiento obrero seria finalmente conquistado para las ideas comunistas. La Federación Comunista Catalana unificada representaba ya más adherentes que el Partido Comunista en toda España.
En el Congreso de unificación se acordó organizar el Bloque Obrero y Campesino. Habíamos llegado a la conclusión de que la adopción rígida de los métodos de organización de los Partidos Comunistas en un país como España, en donde hay una tan escasa tradición organizativa política, nos condenaría al fracaso. Los partidos socialdemócratas, con sus formas de organización, respondieron a una realidad. No era posible proceder de otro modo. El sistema bolchevique, copiado al pie de la letra, había dado resultados desastrosos en la mayor parte de los países. En Francia, por ejemplo, la “bolchevización” había hecho perder al Partido Comunista las tres cuartas partes de sus afiliados. Había que encontrar, pues, una fórmula de organización de organización que se adaptara a las particularidades de nuestro movimiento obrero. Esa fórmula fue el Bloque Obrero y Campesino.
El B.O.C. desempeñaba, además, otro papel importante. Sería el lugar de concentración de las masas obreras que se aproximaban al comunismo. El B.O.C. se trocaría en la antesala de la Federación Comunista.
Nosotros previmos que llegaría fatalmente el momento en que la clase trabajadora acudiría en avalancha, digámoslo así, a nuestro partido. Era necesario crear un pasillo de selección.
Más todavía. Nuestro partido –Federación Comunista– necesitaba, para llevar a cabo su cometido, establecer una alianza con los campesinos explotados, que, naturalmente, no podían ir al partido. El B.O.C. aportaba asimismo la solución.
La Federación Comunista, convertida en directora del Bloque Obrero y Campesino, se lanzaba, pues a este ensayo audaz. La fracción comunista oficial empezó, inmediatamente una fuerte campaña contra el B.O.C. Decía que el B.O.C. seria acaparado por la burguesía, que conducía a la contrarrevolución, etc. Ponía en juego, mal traducidos al castellano, los argumentos en serie de la oficina de Agit-Prop.
El B.O.C. empieza a actuar. Estamos en vísperas de las elecciones del 12 de abril que han de decidir la caída de la monarquía. El B.O.C. es invitado oficialmente por la “Esquerra de Catalunya” a formar un bloque electoral con ella.
La dirección del B.O.C. sabe que yendo solo a la lucha electoral obtendrá resultados muy reducidos. Pero quiere dar la impresión de su carácter intransigente de clase.
En las elecciones del 12 de abril, el B.O.C. obtiene en Barcelona 2.176 votos. Esta cifra parece insignificante. ¿Qué son 2.176 votos en Barcelona?
Son la avanzada. Hay en Barcelona 2.176 obreros que en un momento de entusiasmo republicano general, se colocan resueltamente al lado del partido obrero revolucionario.
El 14 de abril es proclamada la República.
Delante de la revolución, la Federación Comunista y el B.O.C. adoptan una posición justa:
“Estamos en presencia de una revolución democrática. Hay que impulsar la revolución adelante espoleando a la burguesía. Las masas obreras, ilusionadas con el espejismo de la democracia burguesa, necesitan hacer la experiencia del gobierno republicano de la burguesía. Después vendrán a nosotros…”
Contrasta esta interpretación nuestra de la revolución con la “putchista” del partido oficial que el día 15 de abril grita “¡Abajo la república burguesa! ¡Viva la república de los soviets!”
El partido oficial, una vez más se divorcia de las masas trabajadoras, no comprendiendo, ni remotamente, el carácter de nuestra revolución.
Esta diferencia de interpretación se matiza de una manera inequívoca el día 1º de mayo, quince días después de proclamarse la República.
Se celebra en Barcelona en locales contiguos un mitin del B.O.C. y otro del Partido Comunista oficial. A nuestro mitin acuden más de doce mil trabajadores y al del Partido oficial, unos centenares de curiosos
El B.O.C. empieza a desarrollarse de una manera vertiginosa. De todas partes de Cataluña llegan invitaciones para que vayan compañeros nuestros a hacer actos de propaganda y a organizar.
Vienen las elecciones de junio. El B.O.C. obtiene en Cataluña. 12.000 votos. En Gerona, en Tarragona, en Lérida, en Barcelona, capital y provincia, el B.O.C. hace acto de presencia solo, pobre, desafiando la borrachera republicana general.
12.000 simpatizantes en Cataluña, son una base magnífica para arraigar y extender la influencia política. El B.O.C. ha impuesto su marca de fábrica. Unos meses más, y el tiempo nos dará razón.
Durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre, los militantes del B.O.C. se dedican a una intensa labor de propaganda. Recorren Cataluña de un extremo al otro, haciendo la exposición de las doctrinas y tácticas del B.O.C. En todas partes encuentran una cálida simpatía. El B.O.C. tiene. la sensación de que es la vanguardia exploradora de una próxima grandiosa transformación de nuestro movimiento obrero.
En octubre el B.O.C. pulsa el sentir de las masas trabajadoras. En las elecciones complementarias que tienen lugar, en Barcelona, el día 4 de octubre, el B.O.C. presenta candidato frente a todos los partidos. El B.O.C. obtiene 8.000 votos pasando delante de los socialistas y del partido federal.
El día 11 se repite la elección a causa del “ballotage”. El candidato del B.O.C. logra 13.863 votos, constatándose que en las secciones en donde el B.O.C. había tenido control,[fiscalizado las mesas] la votación a su favor superaba a la del candidato burgués.
Las elecciones de octubre sirven de barómetro para medir la presión de las masas trabajadoras. El movimiento obrero, no cabe duda, va reaccionando en sentido favorable al B.O.C.
Precisa seguir un ritmo acelerado y aprovechar bien todos los instantes, La clase obrera de una manera cada vez más acentuada pone sus confianzas en el B.O.C.
Los militantes del B.O.C., tienen que excederse en su trabajo.
Es creada la Escuela Marxista que funciona hasta fines de año, con regularidad, y a la cual asiste un grupo considerable de alumnos. El B.O.C., sin olvidar que estas son horas de batalla encarnizada, quiere iniciar la educación doctrinal de sus adherentes. La Escuela Marxista en su primer curso, es un proyecto, un esbozo de lo que será mañana.
La actividad de propaganda y organización es febril durante los últimos meses de 1931. Los “raids” permiten a veces celebrar once mítines en veinticuatro horas. La red de organización del B.O.C. se extiende por toda Cataluña. Quedan pocas poblaciones importantes en las que no haya un centro del B.O.C.. En 1932 la organización quedará completamente terminada. Al comenzar este año, el número de afiliados al B.O.C. es de seis mil. Todo hace prever que esta cifra crecerá considerablemente durante el año 1932. El día que el B.O.C. cuente solamente en Cataluña con quince mil afiliados, el B.O.C. será la fuerza política más considerable en Cataluña.
VI. El TRIUNFO DEL BLOQUE OBRERO Y CAMPESINO
¿A qué ha sido debido este triunfo formidable del B.O.C. y por qué todo hace prever que el porvenir le pertenece?
Indudablemente el acierto de su creación y a su política inteligente delante de los problemas planteados. La separación del Partido Comunista oficial promulgada desde arriba por los burócratas del P.C.E. ha sido, de retruque, enormemente beneficiosa para el movimiento comunista. Si la Federación Comunista hubiese continuado esclavizada por la “línea”, el movimiento comunista en Cataluña casi no existiría. La experiencia del partido oficial es bien concluyente. A pesar de disponer mil veces de más medios materiales que el B.O.C., a pesar de sus equipos permanentes de propaganda y funcionarios pagados, a pesar de los consejos más o menos acertados de los delegados de la I.C., el partido oficial no ha logrado arraigar en Cataluña. Es una planta parásita, sin vida propia. Es decir, no existe.
Pudiera creerse que era debido al carácter españolista del partido oficial lo que había hecho que éste encontrase un ambiente poco propicio. Pero el grupo trotskista, que sabe traducir al catalán las doctrinas de Trotsky, predica también en el desierto.
El B.O.C., ha sabido realizar el milagro de interpretar el sentir de las masas trabajadoras fundiéndose completamente con ellas. El comunismo no ha sido de ese modo algo extraño, traducido, sino cosa propia. El B.O.C., en un año de actuación, ha llevado a cabo una verdadera revolución en la conciencia de la clase trabajadora de Cataluña. La ha aproximado al comunismo. Le ha hecho comprender que precisa que los obreros hagan su partido de clase, que hay que separarse orgánica e ideológicamente de la burguesía.
El B.O.C. ha salvado a la clase trabajadora de una catástrofe de graves consecuencias. Después de haber hecho la prueba de la “Esquerra” demagógica, el movimiento obrero desengañado, al constatar el fracaso, hubiera reculado víctima del escepticismo suicida. Ese momento de depresión hubiese sido aprovechado por la reacción para dar un rudo golpe e imponerse. El B.O.C. ha evitado eso. Las masas trabajadoras intentan, en efecto, una acción de retroceso, pero frente a ellas se alza otra bandera, la del B.O.C., y los obreros la siguen, marchando confiados ahora, sabiendo que por fin pisan terreno firme.
La historia de España durante los últimos sesenta años ha sido en gran parte determinada por la ausencia política del proletariado de Cataluña. Este largo paréntesis se ha terminado ya. Lo ha cerrado el B.O.C. El proletariado de Cataluña entra en la arena política definitivamente. Las consecuencias de esta mutación serán grandiosas.
El B.O.C. es combatido por la secta impotente de los trotskistas como un movimiento puramente catalanista. El B.O.C. ha sabido dar a la cuestión nacional una interpretación leninista que los pedantes trotskistas son incapaces de asimilar. Ha visto la gran fuerza revolucionaria democrática que posee el movimiento de liberación nacional y ha buscado su concurso, como se ha procurado asimismo el de los campesinos. El B.O.C. cree que hay que ser separatistas del Estado semifederal español que deja intacto la República, pero no de las diferentes repúblicas ibéricas que un día, juntas, formarán la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas.
El B.O.C. no quedará reducido a Cataluña. Por el momento quiere hacerse fuerte aquí. Lo que el viejo Liebknecht decía cuando él y Bebel comenzaban a organizar la socialdemocracia alemana: “Conquistemos Prusia y luego tendremos toda Alemania”, podemos decir nosotros: “Cuando hayamos logrado la dirección del movimiento obrero en Cataluña, obtendremos la confianza de los trabajadores del resto de España”.
El proceso evolutivo del B.O.C. es el mismo que el de la C.N.T.. La Confederación empezó por ser la organización de los trabajadores de Cataluña. Cuando Cataluña estuvo completamente conquistada, los obreros de España pasaron en masa a la C.N.T.
La irradiación peninsular del B.O.C. va íntimamente ligada a la solidez inexpugnable de sus posiciones en Cataluña. Todo hace prever que muy pronto comenzará de una manera intensa la expansión bloquista.
Algo que ha contribuido mucho a la fortaleza del B.O.C., aunque en ciertos momentos constituya un motivo de grandes dificultades, es su pobreza. No tiene otros recursos que los que consigue con las cotizaciones. No obstante, ningún otro organismo político en Cataluña, ha demostrado una actividad tan amplia e intensa.
El B.O.C. ha establecido la costumbre de que los mítines sean pagados por los concurrentes. La simpatía de los trabajadores se testimonia así de una manera evidente. En los mítines centrales que el B.O.C. celebra en Barcelona obtiene regularmente una recaudación voluntaria que oscila entre trescientas y cuatrocientas pesetas, que es lo que, aproximadamente importan los gastos del mitin (local, carteles, etc.)
Los afiliados al B.O.C., además de los trabajos políticos a que están obligados, tienen que aportar también su ayuda material, pagando de tanto en tanto cotizaciones extraordinarias para subvenir a los gastos generales de propaganda y organización.
La ayuda económica que los Partidos Comunistas oficiales reciben de la I.C. es extremadamente perniciosa. Se crea una burocracia permanente que acaba por estar de acuerdo de una manera sistemática con quien manda. La burocracia oficial está más cerca de Piatnitstky [asesinado por la GPU] que de Manuilsky… Así las cosas, la actividad de los partidos depende del tanto por ciento de protección que reciben. La personalidad de los partidos desaparece, quedando convertidos en piezas de una gran máquina burocrática.
La consistencia del B.O.C. es en gran parte hija de su honrada pobreza. Sus militantes trabajan desinteresadamente. Forman todos juntos una especie de cooperativa. El Bloque asciende merced al esfuerzo anónimo de sus militantes.
La experiencia ha demostrado de un modo asaz concluyente que el régimen de dictadura burocrática que impera en los Partidos Comunistas oficiales es tremendamente funesto para la vitalidad del movimiento comunista.
Los comunistas no somos antidemócratas, Hacemos la distinción entre democracia burguesa y democracia obrera, pero no negamos el valor de la democracia. Lenin habló siempre de la democracia en el seno del movimiento obrero. La dictadura interna del partido aniquila la fuerza y la iniciativa de la base obrera, que es trocada en autómata.
El B.O.C. reivindica la democracia obrera y cree que en ella hay una gran fuerza creadora. Rechaza la teoría de que sólo una pequeña minoría es la que ha de pensar y la gran masa obedecer, y actúa de manera que sea por la acción y el pensamiento de todos sus adherentes que el B.O.C. triunfe y trace su línea de conducta.
Sindicalmente, el B.O.C. posee una fuerza considerable dentro de la Confederación Nacional del Trabajo. La mayor parte de los sindicatos de Lérida, Gerona y Tarragona están ya bajo el control de camaradas del Bloque. Nuestros avances son importantes. En la Conferencia de la Confederación Nacional del Trabajo, celebrada en diciembre de 193I, hubo veintisiete delegados del B.O.C. Era la primera vez que las Asambleas de la C.N.T. veían una minoría de oposición tan considerable.
Los dirigentes de la C.N.T. previendo la conquista de la Confederación por nosotros, hacen todo lo posible para impedir nuestro ascenso. Varios sindicatos, en Gerona, Lérida y Manresa, han sido expulsados de la C.N.T. por estar dirigidos por camaradas nuestros.
El B.O.C. cree, sin embargo, seguir fielmente las orientaciones dadas por Lenin a propósito del trabajo en los sindicatos y se niega de una manera rotunda a todo intento de escisión sindical en la C.N.T. como ha sostenido la Internacional Sindical Roja.
Los sindicatos expulsados se mantienen autónomos hasta que las puertas de la C.N.T. les sean reabiertas de nuevo.
La C.N.T. es una conquista valiosísima de la clase trabajadora española, y nosotros rechazamos toda maniobra que quiera debilitarla: –Comité de Reconstrucción de Sevilla, Conferencia de Unidad de San Sebastián, etc.
La táctica sindical que el B.O.C. ha empleado ha sido acertada, como lo demuestran los progresos que ha conseguido. Nada indica que haya que variarla.
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La clase trabajadora española se encuentra colocada ante una grave constatación: la revolución democrática es ahogada por la burguesía, ayudada por la socialdemocracia.
Existen condiciones objetivas favorables para que la revolución triunfe completamente: incapacidad y caos, arriba; malestar, abajo, provocado por la tremenda crisis económica que padece el país. Falta, sin embargo, que el proletariado comprenda, realmente, que sólo si él toma el Poder, la revolución democrática podrá triunfar plenamente, que exista un fuerte Partido Comunista –Federación Comunista– y que se cree una alianza entre proletarios y campesinos – Bloque Obrero y Campesino.
El B.O.C. y la Federación Comunista tratan de dar a la clase trabajadora española los instrumentos revolucionarios que históricamente les son necesarios.
La Federación Comunista y el Bloque Obrero y Campesino, iniciados en Cataluña, comprenden que es indispensable extender su organización por toda España para que el triunfo final de la clase trabajadora sea posible.
En Cataluña, el B.O.C. y la F. C. tienen, además, una misión especial.
Estamos en presencia del fracaso tremendo de los hombres de la “Ezquerra”.
La “Esquerra”, después de haber tenido en sus manos los destinos de Cataluña, ha permitido, de concesión en concesión, que la burguesía pan-española se impusiera triunfante.
El Estatuto que aprobará el Parlamento no soluciona, ni remotamente, la cuestión nacional. El Estatuto aun siendo una simple caricatura de autonomía debe ser aprovechado por las masas trabajadoras y campesinas. Hay que hacerse fuertes en las posiciones obtenidas.
La “Esquerra”, habiendo fracasado rotundamente, no puede aspirar a dirigir la vida política de Cataluña. La clase obrera, por medio del B.O.C., ha de asaltar la Generalidad y desde allí con el apoyo de las masas trabajadoras transformar Cataluña en una República Socialista.
La República Socialista de Cataluña será la avanzada de la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas.
[*] Cursivas y negrillas, en esta edición