Helena Maleno: Mujeres en la frontera

Fuente: Umoya num. 97 4º trimestre 2019

HELENA MALENO: Mujeres en la frontera
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Helena Maleno, periodista e investigadora, especializada en migraciones y trata de personas, pronunció una charla en Madrid bajo el título “Mujeres en la frontera”. Acudimos a escucharla a una abarrotada sala del Centro San Ignacio, del Servicio de Jesuitas a Migrantes.
La encomiable labor de Helena Maleno en defensa de la vida y de los derechos de los migrantes le ha merecido innumerables premios, reconocimientos y apoyos, pero también un proceso judicial abierto en España y trasladado después a Marruecos, intentado criminalizar su trabajo. Afortunadamente, ahora ese proceso está cerrado.
Antes de empezar, agradece la presencia de una amiga de Salvamento Marítimo en la sala, “antes de sufrir el apagón informativo que sufren ahora, publicaban imágenes positivas, historias de fuerza, y no la pornografía del dolor que suele publicarse sobre los rescates en el mar”; cuenta que había rescates muy duros, durísimos y Salvamento Marítimo hacía su trabajo como servicio público, “tienen la obligación de hacerlo y todos y todas las españolas podemos estar muy orgullosas de ellos”.

Según Maleno, tenemos que cambiar algunos conceptos como el de frontera, hay que empezar a hablar de necro-frontera, tomando el término del pensador camerunés Achile Mbembe, porque la política que se implementa en las fronteras hoy son políticas de muerte, son necropolíticas. En la necro-frontera dejar morir o hacer sufrir a cuerpos de grupos de personas considerados mercancías es un negocio. Un negocio que alimenta principalmente a dos industrias: la de la guerra y la de la esclavitud.
Para el negocio de la guerra el negocio es doble; por un lado, son ellos los que venden armas a países terceros y, por otro, son ellos los que, cuando la gente huye de la violencia generada por las armas, también controlan el movimiento de esas personas. Así vemos en las lista de las principales industrias de venta de armamento  en la frontera  a las mismas industrias que controlan nuestras fronteras, Airbus, Tales, Finmecánica, Safra e Indra. Esta última, española, es la que más dinero ha ganado con el control de fronteras en Ceuta y Melilla, la que más ha ganado con el secuestro democrático en el que se encuentran Ceuta y Melilla, debido al control migratorio.
Al negocio de las armas se une el de las industrias criminales que viven de la esclavitud. Este negocio, que las autoridades llaman “las mafias”, en realidad constituyen todo un entramado de empresas criminales que se retroalimentan con las industrias de la guerra. Por ejemplo, los centros de detención pagados por la UE en Libia son los mismos centros donde se secuestra a las personas migrantes cuando son devueltas desde el mar y se chantajea a las familias para que paguen un rescate.

El cuerpo de las mujeres vale más para las industrias criminales

En la necro-frontera el cuerpo de las mujeres alcanza otro valor debido a la demanda de esclavitud sexual que existe en Europa. Maleno afirma que cuando ha hecho investigaciones sobre formas de trata, las propias mafias lo explicaban abiertamente: “Mira, ahora las niñas nigerianas que están cruzando por Libia son cada vez más jóvenes porque los mercados europeos lo exigen, es el modo que tenemos de competir con las esclavas blancas de Europa del este, ofrecer niñas pequeñas”.
En España, los cuerpos de las niñas y adolescentes son tratados de forma diferenciada a los de los hombres a causa de esta industria: muchas adolescentes vienen para explotación sexual y se identifican como mayores de edad. Sabemos que en el caso de los varones, cuando se identifican como niños, se les hace una prueba de determinación de la edad, pero cuando son niñas las que se identifican como mayores de edad, aunque sea más que evidente que son menores, nadie les hace una prueba para determinar si es cierto”, nuestro sistema las encamina directamente al mercado de la explotación sexual.
Además, existe la violencia sexual como arma de conflicto en la guerra de fronteras: cuando hay una redada, o cuando después de detener una embarcación en el mar se les devuelve a otros países, una mujer tiene muchas probabilidades de ser violada, de sufrir agresiones sexuales.
La feminización de las migraciones comienza a producirse en nuestra frontera a partir del año 2000. A partir de esa fecha, empiezan a aparecer las mujeres, pero no a ser visibles. Se empiezan a visibilizar a través de informes, como el de MSF del año 2010 donde, por primera vez, aparece la violencia específica que sufren las mujeres en contextos de frontera.
Pero el modo en que empiezan a ser visibles, el modo en que construimos el imaginario migratorio desde aquí, no tiene nada que ver con el relato que ellas quieren construir sobre sí mismas. El imaginario que se construye desde los medios, desde las instituciones, pasó de no ver a las mujeres, a verlas solo como víctimas, gracias a las políticas de la compasión, que se ha inventado la socialdemocracia. Ante tanta violencia, ante unas sociedades con actitudes fascistas cada vez más arraigadas en el modo de enfrentarnos al diferente, hemos reaccionado con las políticas de la compasión y no con políticas de derechos. “Ahí es donde muchas compañeras cuestionan toda la industria humanitaria que se genera en torno a las fronteras, gracias a las políticas de la compasión y no a los derechos humanos, que no pone a las personas en el centro”, explica.
Las mujeres migrantes buscan espacios para construir sus propios relatos. Ahora es un momento clave en el Estado Español, porque hay muchas mujeres, como las kelis racializadas, que se están organizando y quieren construir un relato diferente, “y nuestra obligación es darles espacio para que ese relato se pueda construir, se pueda compartir y se pueda difundir”, añade. En un informe, se preguntaba a las mujeres migrantes, “¿Cómo crees que te ve la sociedad?”, a lo que ellas respondían, “La sociedad me ve como una puta, me ve como mala, me ve como negra, como basura, me ve como pobre…”; para contrastar, se les preguntaba, “y ¿Cómo te ves tú?”, y ellas decían “Yo me veo una tía fuerte, una tía que ayuda mucho, es verdad que estoy sufriendo, pero estoy luchando estoy peleando, soy poderosa…”. Ellas nos dicen que el camino las ha cambiado, “somos más fuertes, hemos aprendido mucho, aunque también tenemos más rabia, más tristeza, más dolor”. Pero sobre todo, tienen esa sensación de haber aprendido cosas y de haberse convertido en mujeres más sabias y más fuertes.

Migrar como estrategia de búsqueda de derechos

Debemos empezar a escuchar sus relatos de fortaleza y resistencia porque, según Maleno, la migración es una estrategia de resistencia para las mujeres. “Son mujeres que usan la migración para luchar contra el empobrecimiento; para huir de las violencias machistas, de la exclusión social… pero sobre todo es una estrategia de resistencia y de superación, de búsqueda de derechos”. Lo que más desean es tener un proyecto de futuro, ser independientes, tener acceso a derechos, aunque solo sea el derecho a la libertad de movimiento.
“Las mujeres más pobres del mundo nunca van a poder viajar si no ponen su cuerpo. Entrar en la trata, en muchos países, se ha convertido en una estrategia migratoria. Hay regiones donde la trata es endémica, por ejemplo, en la zona de Benín City, Nigeria, donde, desde los años 80, una parte importante del producto interior bruto de la región lo aportan todas esas mujeres que se han ido a Europa y que mandan remesas y pagan las deudas con las redes de trata. Es decir, es una estrategia migratoria, que se convierte en algo endémico y además construye la sociedad de tres generaciones de esta forma. Y eso no solo sucede allí, sucede también en Camboya, sucede en Colombia, en Vietnam y en muchos otros lugares. La esclavitud sexual es la segunda industria criminal del mundo y mueve una parte importante del PIB mundial”.
Ellas reprochan a Europa: “No tenemos derecho a migrar, pero tampoco tenemos derecho a no migrar”, “me hubiera gustado tener derecho a no migrar, pero no lo he tenido, no nos dejáis migrar, pero no nos dejáis quedarnos en casa”.
A la pregunta de “¿A qué tienes miedo?”, las mujeres de la necro-frontera dicen: “a morir en el camino, a morir en el agua, pero sobre todo tengo miedo de que se mueran mis hijos. Tengo miedo a sufrir violencia, a sufrir racismo, tengo miedo a ser explotada…”. Pero hay un miedo que era muy importante también para ellas y que no tenemos en cuenta: el miedo a no poder realizar sus proyectos migratorios. Tenían miedo a ser estigmatizadas en las comunidades de origen y por las familias porque, cada vez más, las familias apuestan más por las mujeres, “porque se supone que nos sacrificamos más, que cuidamos más a la familia, que vamos a enviar las remesas y que no vamos a olvidar a los que dejamos”.

La mifa, la petite famille, “la familia lo es todo”

La familia es muy importante. Helena Maleno se define como una “mujer atravesada por la frontera”. Igual que todas las compañeras con las que trabaja día a día en la resistencia frente a la injusticia, en la defensa de unas a otras, de los derechos de todas las personas, “todo esto es algo que solo se comprende y alcanza desde lo colectivo”, en comunidad, como una familia.
Existen las mafias, claro que existen las mafias, pero también existen las redes de solidaridad y auto-organización. Ellas dicen “La familia lo es todo”, la mifa, la petite famille, “te permite aguantar y soportar”, por eso, para una mujer, separarse de sus hijos es algo terrible, aunque aquí no seamos capaces de comprenderlo. La administración española separa a los bebés de sus madres, a veces durante mucho tiempo. Hay un caso emblemático en Melilla, se trata de una mujer que ha estado más de seis meses separada de su hijo, incluso tras realizar los test de ADN. A la administración le cuesta mucho devolver sus bebes a las madres porque son niños y niñas adoptables por otro tipo de familias.
La charla termina con una foto de una mamá camerunesa que al subirse a la patera estaba a punto de dar a luz, acababan de haber una redada y su hijo pequeño jugaba entre los escombros y los plásticos quemados, “ella me miró y me dijo «¿Ves? Está todo quemado, pero mi hijo está ahí jugando… no nos van a vencer nunca, porque ellos provocan muertes, pero nosotras traemos vida»”.

NOTA
El año pasado, la Federación de Comités de Solidaridad con África Negra – Umoya destinó la mitad de los fondos recaudados durante la campaña de Navidad al colectivo ‘Caminando Fronteras’ que la propia Maleno fundó en Tánger, (Marruecos), donde reside y trabaja. Compartíamos con el resto de España la preocupación por su seguridad personal

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