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Las condiciones de degeneración del modo de producción capitalista se agudizan, y con ello toda una cadena de razones sistémicas confluye en el camino de la Guerra. Su crisis de sobreacumulación de capital tiene cada vez menos posibilidades de contrarrestarse, arrastrando tras de sí la dilución del valor y la mengua del plusvalor, la galopante reversión del capital a su forma simple de dinero, un endeudamiento público y privado insostenible, una economía crecientemente ficticia –con una inflación monetaria sin anclaje alguno al valor y un crecimiento con cada vez menor acumulación proporcional de capital– entre algunos de las más importantes consecuencias en el plano estrictamente económico o estructural.
En el ámbito infraestructural o ecológico (que sólo separamos del anterior con fines explicativos), las dinámicas del capitalismo degenerativo se traducen en otro conjunto de procesos como el manifiesto agotamiento de materiales y de energía fósil, la destrucción general de fuentes de la Vida o el deterioro de la Biosfera (con la 6ª mayor extinción ya en curso). A ello se une una imparable expansión de un “valor negativo”: plagas, epidemias, deterioro de recursos, saturación de sumideros, contaminación generalizada, pérdida de fertilidad, salinización, estrés climático, desaparición de nitratos y de fósforo, sobreexplotación, sobreempobrecimiento y extenuación de Naturaleza y de las poblaciones…. Teniendo en cuenta que la hipotética solución a uno de esos factores significaría el agravamiento inmediato de otros, las salidas de esta Crisis Sistémica, Civilizacional, se hacen cada vez más arduas, entrándose así en un impasse de creciente Complejidad. La destrucción social y ambiental, el desmoronamiento de las sociedades, así nos lo testimonia [tengo que remitir aquí para ahondar en mi explicación sobre ello a alguno de mis textos anteriores, como La tragedia de nuestro tiempo. La destrucción de la sociedad y la naturaleza por el capital (Antrhopos)].
Una vez que el capitalismo –y su ley del valor– se hizo enteramente global en la segunda mitad del siglo XX, su actual proceso de degeneración implica al conjunto del modo de producción capitalista y al Sistema Mundial a que dio lugar, cuya probabilidad de principiar su fase de colapso se va haciendo mayor. Lo que significa que un determinado Sistema ya no es capaz de regular sus crisis, de saltar por encima de ellas a nuevas fases ni de parar, por tanto, su descomposición.
Una de las principales consecuencias de todo ello, además de numerosas otras calamidades para la Humanidad y la Ecosfera toda (algunas aludidas renglones arriba) es que la Guerra, que siempre acompañó a las dinámicas de acumulación de capital a escala planetaria, también se va haciendo Total [en entrega anterior expliqué en qué consiste esto y sus dimensiones y características EXPLICANDO LA GUERRA TOTAL
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La Guerra Total en la que estamos (aun si buena parte de las poblaciones de las formaciones imperiales aún no termine de percibirla) es consecuencia, por consiguiente, de dos grandes líneas de colapso:
1. La de la Crisis del Capitalismo (que es mucho más que una nueva crisis capitalista: es una Crisis del Sistema en su conjunto –pasándose así de las crisis capitalistas ya fueran cíclicas o estructurales, al Capitalismo en Crisis–).
2. La de la Crisis de la Ecosfera, que atañe no sólo al conjunto de la vida (Biosfera), sino también al de los materiales y resto de recursos y fuentes de energía, así como a sumideros y, en general, a un hábitat planetario más y más contaminado y fragilizado.
A estas líneas de colapso se une una tercera razón
3. La Decadencia del actual hegemón del Sistema Mundial capitalista, EE.UU., y de las principales formaciones imperiales que moldearon bajo sus intereses ese Sistema a lo largo de los últimos 5 siglos, esto es, lo que llamamos el Imperio Occidental (nombre mucho más apropiado, a mi entender, que el de “Occidente colectivo”, que no explica gran cosa).
Es la primera vez desde la conformación de ese Sistema, que una potencia imperial no tiene sucesora ante su declive. En cambio, todo un conjunto de nuevos actores económicos y políticos van cobrando fuerza en el mundo, a la estela, y esto no conviene perderlo de vista, de la irrupción de China como potencia económica mundial. Los principales problemas para el Sistema Mundial capitalista y su Imperio Occidental con esta formación socioestatal, radican en que:
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China no tiene ni ha tenido históricamente ninguna expansión ni proyección imperialista. No interviene militarmente ni domina otros países o territorios de forma militar ni mediante el control financiero-económico-político, ya sea bilateralmente o a través del dominio de las estructuras de gobierno mundiales.
Y lo que es más importante
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No se guía principalmente a escala interna por los dictados del capital, aunque haya tenido que recurrir a las reglas del juego capitalista, y mantiene una proyección y vocación socialistas expresadas en diversos renglones como el de la planificación económica que tiene a raya los intereses privados del capital global y condiciona la tasa de ganancia al beneficio social. Una formación estatal con todavía muchas cuestiones que resolver y tensiones internas entre la aceleración del paso al socialismo o una involución al capitalismo, pero con creciente relevancia mundial, comandada por un Partido Comunista fuerte y hoy por hoy a todas luces capaz.
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China está articulando unas relaciones diferentes al nivel planetario, que comienzan a sustituir los viejos moldes del Sistema Mundial capitalista, abriendo la posibilidad, por primera vez en 500 años, de que se puedan dar procesos de auténtica soberanía, tejiendo una nueva modulación planetaria, con actores importantes aunque también altamente contradictorios, implicados en ello, como India, Irán, Suráfrica, Brasil… y por supuesto Rusia (que además es la segunda si no la primera potencia militar mundial, al menos en términos defensivos).
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La alianza chino-rusa actual, a pesar de sus posibles líneas de sombra y distancias, es uno de los nudos gordianos más fuertes, consistentes y arraigados a los que se ha de enfrentar el Imperio, de manera que por primera vez en la historia de las luchas anticapitalistas un posible intento o vía de ruptura con el capitalismo, o al menos un facilitador de ello, adquiere más fuerza económica que el conjunto de potencias dominantes de ese modo de producción, igualando al mismo tiempo su poderío militar.
Es decir, que en este caso no se trata sólo de que una potencia imperialista dé o no paso a otra, sino de que frente al declive del Imperio y su hegemón no hay recambio imperial a la vista, con el consiguiente aumento del riesgo sistémico para el modo de producción capitalista.
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El Imperio Occidental desata la Guerra Total
La consecuencia teórica más importante que extraer de todo esto es que el Imperio Occidental Decadente no va a dejarse sustituir sin Guerra, sin desatar toda la Devastación, Caos y Barbarie que es capaz de generar contra el Mundo Emergente y, por prolongación de ello, contra el conjunto de la Humanidad (lo que incluye también, en un grado u otro, a la mayor parte de sus propias poblaciones).
Esa Guerra lleva años desatándose en diferentes Frentes de Batalla y con una enorme variedad de dimensiones [como desarrollo en la Primera Parte]. Siendo los frentes de Ucrania y Asia occidental los que han cobrado hasta ahora mayor virulencia.
Los objetivos principales de esa Guerra Total, por orden de escala de sencilla a mayor complicación, son:
I. Devastar las formaciones socioestatales que puedan articularse en las redes asiático-africanas de conexión china, especialmente en su proyecto de Una Franja Una Ruta. Afganistán, Iraq, Yemen, Siria, Somalia, Sudán… son los ejemplos más evidentes de ello. Prevenir al mismo tiempo que otras puedan hacerlo, como Mali, Burkina Faso o Níger, formaciones sociales a las que se agrede mediante el terrorismo directo, descarnado, que pasa por la permanente infiltración de yihadistas en sus territorios.
II. Eliminar (destruir) a las formaciones que tuvieron mayores vínculos con la Unión Soviética e independencia frente a los dictados de EE.UU., para impedir la continuidad de su relación y mutua asistencia con Rusia. Aquí Libia y de nuevo Siria, también Yugoslavia, son casos destacados, pero no podemos olvidar a Argelia como un bastante posible próximo objetivo.
III. Quitarse de en medio los obstáculos estatales para poder enfrentar aisladamente a sus principales adversarios, Rusia y sobre todo, China. Una vez desestabilizado Pakistán (con un golpe de Estado que llevó a su presidente no alineado con Washington a la cárcel), sólo queda en centro Asia el díscolo Irán, acosado por el Imperio desde 1979 y objetivo último de la «guerra proxy» que le hace a través de su ente sionista en la región.
IV. Asediar por todos los medios (políticos, diplomáticos, económicos, financieros, mediáticos, cibernéticos y militares), debilitar y finalmente desmembrar a sus dos principales potencias rivales del Mundo Emergente: China y Rusia. Como la primera es en realidad el objetivo principal, EE.UU. y el conjunto del Imperio Occidental han intentado primero derrotar a Rusia (la fuerza armada de la dupla) a través de una Guerra Integral, multidimensional, con casi 30.000 sanciones para doblegarla y una “guerra proxy”, por intermediación de una nazificada Ucrania (tras otro golpe de Estado o “revolución de color”), que busca el fin de Rusia como formación estatal soberana, e incluso como país.
Todo esto lleva, por si fuera poco para la madeja en la que se teje el colapso capitalista, a la desarticulación de las cadenas del valor, a un proceso de desglobalización y proteccionismo “nacional”, que corre parejo al auge de nuevos nacionalismos añorantes de los tiempos del capitalismo monopolista estatal y la búsqueda de protección del Estado por parte de las poblaciones de las formaciones sociales imperiales (para las que el término de “aristocracia obrera” puede hacerse extensible ya a una buena porción de ellas, si utilizamos patrones globales de contraste). Esto va de la mano de procesos de re-fascistización que el Imperio Occidental imprime a sus sociedades, de cara a prepararlas y disciplinarlas para los procesos de Crecimiento Militarizado y Crecimiento Represivo (sin real acumulación proporcional de capital –por eso los términos de William Robinson de “acumulación militarizada” y “acumulación represiva” no me convencen, menos aún el de «acumulación por desposesión», de Harvey–), que en adelante se impondrán más y más en el decrépito modo de producción capitalista.
Ante el fracaso del frente de Ucrania el Imperio Occidental ha incendiado desde hace un año el de Asia occidental, y muy especialmente Palestina, seguida ya en estos momentos por Líbano, y probablemente en breve por el conjunto de territorios del Eje de la Resistencia, con Irán como objetivo principal, en lo que está a punto de constituir una nueva fase de la Guerra Total: una explosión regional de la misma con entrada en escena de diferentes potencias mundiales y un armamento cada vez más destructivo, si no directamente nuclear.
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El peón sionista de la Guerra Total
En este frente el Imperio Occidental utiliza a su despiadado y brutal brazo armado en la zona: la entidad sionista que algunos llaman “Israel”.
Aquí conviene hacer una parada para explicar brevemente esa entidad y su conexión con el Imperio Occidental y el Poder Sionista Mundial.
La consolidada alianza entre el sionismo y el Eje Anglosajón (Inglaterra más USA –a las que a veces se suman las formaciones “occidentales” de la Commonwealth británica–) es fácil de entender desde que Inglaterra se decidiera a establecer en el lugar de convergencia entre Europa, Asia y África a la entidad sionista, lo cual nada tenía que ver con razones históricas, étnicas o bíblicas, sino puramente geoestratégicas, para disponer de un enclave de contención de cualquier amenaza procedente de Asia, máxime por si las entonces exitosas revoluciones soviética y china pudieran extenderse al llamado “Mundo Árabe”. Se trataba de implantar una base militar (sin constitución ni fronteras definidas) para el control del territorio y de sus recursos, y al tiempo como fortaleza de vigilancia y dique de posibles sublevaciones y/o amenazas contra el Imperio. Un ente político-militar, en suma, de ocupación y apartheid territorial, que poco a poco se convertiría en el bastión o atalaya adelantada del Sistema Capitalista y su Imperio Occidental en Asia, permitiendo asimismo el control de África y, en el intersticio entre tres continentes y dos mares, de buena parte de los flujos comerciales, de materias básicas y recursos energéticos mundiales.
Con el surgimiento de China como actor principal en Asia y la reorientación de Rusia hacia ese continente, aquel enclave resulta vitalmente estratégico para el Imperio Occidental en su conjunto –dirigido en buena medida por el Poder Sionista Mundial (para el cual “Israel” es un mero peón1)–, por lo que hará cualquier cosa para mantenerlo a flote, aun a costa de todo tipo de atrocidades.
De ahí también el inseparable entrelazamiento entre el imperialismo y el sionismo (que no es sino una forma de fascismo, por lo que todos las organizaciones fascistas, así como de derechas y ultraderechas, otrora antijudías –no sionistas–, le apoyan hoy sin pestañear, al igual, por cierto, que el resto de fuerzas políticas institucionalizadas del Imperio, que no sólo no cuestionan su derecho como Estado, sino que lo promocionan).
Al ente sionista como base militar destacada que importa continuamente “colonos” armados, es decir, paramilitares, para ocupar más y más tierra ajena y expandirse en la región, se le tiene encomendado hoy desatar la guerra de agresión a escala regional como parte de la Guerra Total. Posibilidad que incluye la dimensión nuclear. De ahí la fascistización talmúdica que experimenta y sus crecientes acciones más allá del horror, amparadas en el hecho de que este puesto avanzado del Imperio en Asia, como decimos, tiene bula para cualquier cosa que haga por monstruosa que sea, según se comprueba cada día (lo cual nos habla claramente de la decadencia civilizacional del capitalismo, y de su instauración de la Barbarie y en la Barbarie). Porque las instituciones globales, sean económicas, diplomáticas o jurídicas, están bajo control del Imperio, con gran participación dentro de él del Poder Sionista Mundial.
Así que lejos de pensar que es “Israel” o aún más, el “loco” de Netanyahu, el que atrae a EE.UU. a la guerra o pone a la UE en aprietos (en una simplista personificación de las relaciones sociales –que se traduce en atribuir la responsabilidad de lo que son procesos estructurales, a personas concretas–), la explicación es bien diferente, y es precisamente la que nunca nos dan nuestros grandes medios de difusión de masas ni los numerosos “expertos” que parlotean sobre el tema.
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Papel de Rusia y China en la región
Hace años Rusia frenó en seco la expansión de yihadistas (y otros paramilitares) de EE.UU. en Siria. Sin embargo hoy parece dejar al ente sionista bombardear a su antojo a Siria, que es aliada suya, e incluso ha recibido ya un ataque israelí en una de sus propias bases en territorio sirio. Rusia sabe o debe saber que por ese camino de inacción puede perder en semanas lo que ganó en años de contraterrorismo en Siria.
Por eso y por la creciente agresividad mostrada por la OTAN contra ella, cada vez hay más voces internas que presionan sobre el hecho de que ha llegado el momento de concebir que Rusia no está en una “operación especial”, sino en una Guerra Total con la OTAN, en la que se juega su propia existencia. Eso implica, según esas voces, entre las que destaca la facción orientalista de Rusia y partidos como el comunista y “Esencia del tiempo”, asumir posiciones cada vez más serias, coherentes y contundentes en esa Guerra, insistiendo en la movilización de al menos 3 millones de reservistas, y la utilización creciente de un puño de hierro en distintos lugares vitales o líneas rojas desde el punto de vista geoestratégico de autodefensa.
Hasta ahora, no obstante, el sector pro-occidental de sus fuerzas económicas, políticas y militares, es reacio a ello. No hay que pasar por alto, en ningún caso, que tras la derrota de la URSS en la Tercera Guerra Mundial, el Eje Anglosajón penetró sus instituciones y sembró el país de informantes y colaboradores, espías de distinto tipo, hasta en las más altas esferas. Bastantes de ellos permanecen todavía como “agentes dormidos”.
Por su parte, China ha preferido mantener desde su revolución popular un bajo perfil en los conflictos internacionales. Tradicionalmente no se decantó por el internacionalismo que tanto practicó la URSS, así como Cuba y otras experiencias de transición y movimientos populares en general. Ha buscado no confrontar con el Imperio, sino más bien superarlo con sus propias reglas del juego. Razón por la cual EE.UU. y la UE están cambiando las reglas: ya no les interesa “el libre comercio” si no son ellos los que pueden beneficiarse a costa de otros. Dando marcha atrás también a la “globalización” o al menos poniéndola en cuarentena parcial.
Pero en estos momentos, y por eso mismo, ese “juego” de China ya no será más posible. Esta formación socioestatal, como vimos más arriba, ha sido detectada en su “amenaza” para los oligopolios capitalistas y señalada como “enemiga”, por lo que buena parte del diseño de la Guerra Total está preparado contra ella. Porque el enfrentamiento final de la Guerra Total es con China.
De ahí que el Partido Comunista chino hay llegado a la conclusión de que ya no puede permitirse dejar avanzar más al enemigo imperial en Asia. Así que ante la ofensiva del Imperio Occidental a través de su ente sionista, la implicación directa de China puede resultar cada vez más inevitable.
Debemos repetir las veces que haga falta que estamos ante diferentes batallas que pueden ir adquiriendo cada vez mayor intensidad y extensión, pero que forman parte de un proceso bélico integral, que incluye todas las dimensiones posibles, desde la económicas a las médicas, cibernéticas y cognitivas [Guerra Cognitiva – Contra OTAN y bases], entre muchas otras. Una Guerra Total con un ya largo recorrido, como vimos, que puede hacerse nuclear en cualquier momento, pero que en principio está pensada para acosar, desgastar, destruir, caotizar, todavía a lo largo de esta y la próxima década, cuanto menos. Como una “guerra de los 30 años” (tras la que por cierto, surgió un nuevo orden internacional), los mismos, más o menos, que duraron los enfrentamientos bélicos por el relevo de Inglaterra como potencia líder mundial. El Imperio Occidental está arrastrando a la Humanidad entera a esa Guerra, para perpetuarse a través de la Barbarie. De hecho, es toda la Humanidad su campo de batalla.
Los años por venir serán años de Guerra, cada vez más inocultable para todos, cada vez afectando más al conjunto de poblaciones. Tiempo doloroso, sin duda, pero en medio del sufrimiento hay que considerar que se abre una situación inédita, la de que la Humanidad pueda superar por fin el capitalismo, ya en degeneración, transitando por una nueva senda.
Oponernos a la Barbarie del Imperio del Caos, levantarnos en cada lugar por la emancipación humana es nuestra mejor contribución no sólo para aliviar “los dolores del parto”, sino para que la senda que pueda desbrozarse apunte hacia el socialismo, y se emprenda cuanto antes.
La lucha por la PAZ con justicia constituye hoy, para ello, el primer paso.
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NOTA: