Jeremías Perez Rabasa 12/09/25

Líder revolucionario, intelectual y político, dedicó su vida a la independencia de Guinea-Bissau y Cabo Verde. Amilcar Cabral combinó la lucha armada con la educación, la cultura y la movilización popular, dejando un legado de unidad y justicia que aún inspira en África y el mundo. Entre otras de sus múltiples virtudes, hacía poesía al calor de la lucha revolucionaria. A poco más de cien años de su nacimiento celebramos su vida y legado.

Amílcar Lopes da Costa Cabral nació el 12 de septiembre de 1924 en la ciudad de Bafatá, en Guinea-Bissau, entonces bajo dominio colonial portugués, que integraba también a Cabo Verde, lugar de origen de sus padres. Durante estos primeros años de formación Cabral se conectó con la poesía, una pasión literaria que no abandonaría nunca y que hoy más de cien años después de su nacimiento nos permite conocer un aspecto poco explorado de este ícono mundial revolucionario. En 1945 viajó a Portugal para estudiar agronomía, y en la Universidad de Lisboa obtuvo además un doctorado en antropología. Durante estos primeros años escribió Mi Poesía Soy Yo:
…No, Poesía:
No te escondas en las grutas de mi ser,
no huyas de la Vida.
Quiebra los barrotes invisibles de mi prisión,
abre de par en par las puertas de mi ser.
Sal…
Sal para el combate (la vida es lucha).
las gentes de ahí fuera te llaman,
y tú, Poesía, también eres persona.
Ama los poemas del mundo entero,
ama a los Hombres.
Derrama tus poemas sobre todas las razas,
a todos los seres del mundo.
Confúndete conmigo (…)
Finalizados sus estudios en 1952, regresó a Guinea-Bissau y trabajó como ingeniero agrónomopara el gobierno colonial en la elaboración de un censo agrícola. Ese recorrido por el país consolidó su convicción de que la independencia era el único camino frente al régimen colonial fascista de Portugal. En 1956, tras un largo proceso de reflexión y activismo, Amílcar Cabral fundó el Partido Africano para la Independencia de Guinea-Bissau y Cabo Verde (PAIGC), con el objetivo de unificar a los guineanos y caboverdianos en la lucha por la independencia. El partido logró una notable adhesión en todos los sectores de la sociedad, urbanos y rurales, impulsado por las duras condiciones socioeconómicas del régimen colonial y el auge de los movimientos de liberación en la región. En pocos años, Cabral se consolidó como un líder revolucionario reconocido tanto en Guinea-Bissau y Cabo Verde como en el resto de África, y en 1961 participó en la fundación de la Conferencia de Organizaciones Nacionalistas de las Colonias Portuguesas (CONCP).
Gracias a huelgas, movilizaciones masivas y los esfuerzos diplomáticos de Cabral en el extranjero, en 1962 el PAIGC logró el reconocimiento de las Naciones Unidas como representante legítimo de Guinea-Bissau y Cabo Verde. Para 1963, la resistencia armada se había transformado en una guerra abierta, pero Cabral insistía en que la lucha debía abarcar no solo lo militar, sino también la educación, la cultura y la movilización popular, consolidando una visión integral que luego inspiraría teorías de educación popular en Latinoamérica.
Reconocido internacionalmente por su liderazgo estratégico y carismático, en 1972 defendió ante el Consejo de Seguridad de la ONU la legitimidad de la lucha armada de su pueblo, y ese mismo año una misión especial del organismo reafirmó al PAIGC como representante legítimo de ambos territorios, aislando al régimen colonial portugués. El 20 de enero de 1973, a pocos meses de que el PAIGC estuviera a punto de alcanzar la victoria, Cabral fue asesinado por agentes del ejército portugués. Aunque no vivió para ver la independencia completa, su liderazgo fue decisivo, el 24 de septiembre de 1973 el PAIGC proclamó unilateralmente la independencia de Guinea-Bissau, reconocida por Portugal en 1974, y Cabo Verde logró su independencia formal en 1975.
Hoy, a 101 años de su nacimiento, Amílcar Cabral sigue siendo recordado como un líder visionario, cuya vida y obra representan un símbolo de unidad, ética revolucionaria y perseverancia en la lucha por la libertad y la justicia. Uno de sus poemas más bellos dedicado al continente que lo vio nacer, da cuenta de esta tozuda insistencia con la que vivió:
“Madre África
vejada
humillada
pisoteada hasta las lágrimas
confía y lucha
y un día África será nuestra…”
“… ¡Ah! Como me gustaría
besar la boca de la aurora
pasear mis dedos
por la cabellera del porvenir
para que la paz y la libertad
sean universales…”