El gobierno de coalición de la primera ministra tailandesa Paetongtarn Shinawatra está al borde del colapso tras la filtración de una llamada telefónica entre Paetongtarn y el exlíder camboyano Hun Sen. La llamada tuvo lugar el 15 de junio y fue publicada tres días después. Abordaba el aumento de tensiones entre los dos países debido a una disputa fronteriza que se intensificó bruscamente el mes pasado.
La llamada fue grabada y filtrada por Hun Sen, quien fue primer ministro de Camboya desde 1985 hasta 2023. Aunque transfirió la jefatura del gobierno a su hijo, Hun Sen sigue siendo presidente del senado camboyano y mantiene una influencia significativa.
Desde el choque fronterizo del 28 de mayo que resultó en la muerte de un soldado camboyano, las tensiones han aumentado, ya que ambos países reforzaron militarmente la frontera y restringieron los cruces y el comercio, elevando la posibilidad de una mayor escalada.
Ambos países mantienen una disputa fronteriza de larga data que se remonta a 1907 y a los mapas franceses elaborados durante el dominio colonial de Francia sobre Camboya. Aunque Tailandia nunca fue colonizada, se vio obligada a ceder territorio significativo a los franceses. A día de hoy, aproximadamente 195 de los 798 kilómetros de la frontera entre Tailandia y Camboya siguen sin estar demarcados. También se produjeron enfrentamientos armados en 2011.
Durante la llamada, Paetongtarn se dirigió a Hun Sen de forma deferente como “tío”, lo que sus oponentes políticos aprovecharon para afirmar que había hecho quedar débil a Tailandia. Los círculos derechistas y militares también acusaron a Paetongtarn de socavar al teniente general Boonsin Padklang, comandante de la Segunda Región Militar de Tailandia, responsable de la frontera con Camboya. El general ha estado promoviendo el sentimiento nacionalista desde el enfrentamiento fronterizo.
Paetongtarn le dijo a Hun Sen que Boonsin estaba “jugando a hacerse el duro”. Desestimó su postura beligerante como una mera exhibición para “verse bien y decir cosas que no le sirven al país; lo que realmente queremos es la paz”.
Tras la publicación de la llamada, el conservador Partido Bhumjaithai, con sus 69 escaños, se retiró de la coalición gobernante, liderada por el partido de Paetongtarn, Pheu Thai. La coalición ahora mantiene una estrecha mayoría de 260 escaños en la cámara baja de la Asamblea Nacional, que cuenta con 500 miembros. Algunos miembros destacados del Partido Nación Unida Tailandesa, ahora el segundo socio más grande con 36 escaños, exigen la renuncia de Paetongtarn como condición para permanecer en la coalición, algo que ella ha rechazado hasta el momento.
Si la coalición gobernante pierde su mayoría parlamentaria, Paetongtarn podría seguir en el poder. Sin embargo, la capacidad de su gobierno para aprobar leyes se vería gravemente limitada, haciendo prácticamente inevitable su dimisión.
El principal partido de oposición, el Partido del Pueblo, ha pedido la disolución del parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones generales, alegando que es necesario para prevenir un golpe de Estado. El jefe del ejército, el general Pana Klaewplodthuk, afirmó que el ejército está comprometido con la “democracia” y que las fuerzas armadas seguirán operando dentro de los “mecanismos existentes”.
Sin embargo, eso no garantiza que no se produzca un golpe de Estado, especialmente en un país que ha experimentado dos en lo que va del siglo. Ya se han realizado protestas antigubernamentales y se planean más. El ejército podría usar estas manifestaciones o la inestabilidad general del gobierno como pretexto para llevar a cabo un golpe con el argumento de restaurar el orden.
La lucha interna entre facciones dentro de la clase dominante tailandesa, que ahora sale a la superficie, no es consecuencia de una simple llamada telefónica embarazosa desde el punto de vista diplomático. Ha estado desarrollándose entre bambalinas durante meses y ya ha cobrado la cabeza de un primer ministro del Pheu Thai. Srettha Thavisin fue destituido del cargo por acusaciones éticas falsas en agosto del año pasado. Esta lucha es una expresión de las profundas contradicciones que aquejan no solo a Tailandia, sino a toda la región, bajo el impacto de la crisis del capitalismo global y las guerras impulsadas por Estados Unidos en Ucrania y Medio Oriente.
Washington está intensificando sus preparativos en toda la región del Indo-Pacífico para una guerra contra China y ejerce presión sobre países como Tailandia para que se alineen con sus planes militares, incluyendo los aranceles “recíprocos” impuestos por Trump. Tailandia podría enfrentar un arancel del 36 por ciento cuando estos entren en vigor el 9 de julio si no se alcanza un acuerdo comercial.
Estas negociaciones son cruciales para la estabilidad económica de Tailandia. En 2024, Tailandia exportó bienes por valor de 63.300 millones de dólares a Estados Unidos. Pero el intento de coerción por parte de Washington está avivando las tensiones internas en Bangkok. China es el principal socio comercial de Tailandia y uno de sus mayores inversionistas extranjeros. Hay facciones dentro de la clase dominante tailandesa, incluso en el ejército, que favorecen relaciones amistosas con Pekín.
Entre 2016 y 2022, bajo la junta militar que tomó el poder en el golpe de Estado de 2014, Tailandia compró armamento por valor de 394 millones de dólares a China, en comparación con 207 millones de dólares a Estados Unidos.
La administración Trump está utilizando las negociaciones comerciales con Tailandia y otros países como Vietnam e Indonesia para presionarlos y obligarlos a alinearse contra China. Washington exige que Bangkok compre equipamiento militar estadounidense, como 130 vehículos blindados Stryker y otras armas.
Tailandia también es el aliado militar más antiguo de Estados Unidos en Asia. Jugó un papel importante en la guerra de Vietnam, suministrando aproximadamente 40.000 soldados y bases aéreas clave desde las cuales aviones estadounidenses lanzaban bombas sobre Vietnam del Norte, Laos y Camboya. No cabe duda de que Washington espera que Tailandia juegue un papel similar en una guerra contra China. Actualmente, Tailandia, junto a Estados Unidos, también organiza Cobra Gold, los ejercicios militares multinacionales anuales más grandes de la región del Indo-Pacífico.
Además, la clase dominante tailandesa está profundamente preocupada de que la crisis del capitalismo desencadene una explosión de la lucha de la clase obrera que Paetongtarn y el Pheu Thai no serán capaces de contener. El PIB de Tailandia creció solo un 2,5 por ciento en 2024, aproximadamente la mitad del crecimiento promedio de otros países de la región. Sin un acuerdo arancelario, analistas financieros pronostican que podría caer hasta solo el 1 por ciento este año.
Según el Centro de Investigación de Kasikorn (KResearch) de Tailandia, en 2025 cerrarán más fábricas que en los dos últimos años, durante los cuales hubo una pérdida neta promedio de 53 fábricas al mes. Estos cierres han sido particularmente frecuentes en sectores como la electrónica, la automoción y el procesamiento de alimentos, que dependen en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos.
La industria automotriz tailandesa, la décima más grande del mundo, vio contraerse las ventas de automóviles en un 1 por ciento en la primera mitad del año, y se espera que disminuyan otro 1,7 por ciento en la segunda mitad del año, según KResearch. En general, se espera que la producción nacional de automóviles caiga un 6 por ciento en 2025.
La confianza del consumidor cayó a 54,2 en el Índice de Confianza del Consumidor en mayo, según la Universidad de la Cámara de Comercio Tailandesa, el nivel más bajo desde marzo de 2023. Una puntuación inferior a 100 indica pesimismo generalizado sobre el estado de la economía, mientras que una superior a 100 indica optimismo.
El crecimiento del crédito en Tailandia también se está volviendo negativo por primera vez desde la crisis financiera global de 2008, con una previsión del KResearch de –0,6 por ciento para 2025. Los préstamos incobrables (es decir, los que entran en mora en sus pagos) aumentarán del 2,7 al 3 por ciento.
La clase dominante tailandesa recurre al nacionalismo y al militarismo para proyectar estas crecientes tensiones internas hacia un enemigo externo. Aún está por verse si el gobierno de Paetongtarn caerá, pero ninguna fracción de la clase dominante tiene una solución progresista ante las crecientes crisis que enfrenta la clase trabajadora.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 24 de junio de 2025)