Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/galicia-la-noche-neoliberal-que-no-cesa-y-algunas-implicaciones-y-ii Millán Fernández 26/07/2020
“O verdadeiro heroismo consiste en trocar os anceios en realidades,
as ideas en feitos”
Afonso Daniel Rodríguez Castelao, Sempre en Galiza
La primera entrega de este artículo puede leerse aquí: https://www.sinpermiso.info/textos/galicia-la-noche-neoliberal-que-no-cesa-y-algunas-implicaciones-i
El acordeón opositor y sus límites. Izquierdas y nacionalismo emancipador
Al cierre de estas líneas se confirma que el Partido Popular de Galicia (una vez concluído el recuento del voto procedente del exterior) consigue su escaño número 42 por la provincia de Pontevedra en detrimento del PSdeG-PSOE, que retendría 14 asientos en el Parlamento de Galicia. El equilibrio entre la mayoría conservadora y la oposición progresista en su representación en la cámara autonómica se reparte así en 42 escaños para los populares y 33 para la oposición en su conjunto (BNG-PSOE), con Feijóo alcanzando el resultado de Manuel Fraga Iribarne en 1997.
Con las salvedades que apuntamos, no obstante, en la primera parte de este artículo la semana pasada referentes a las particularidades propias del sistema político gallego (moldeado a medida del PPdeG) y que penalizan, mediante la barrera del 5% provincial, a otras formaciones en liza que habrían obtenido representación con unas reglas de juego algo más proporcionales y que visibilizasen la pluralidad política de la sociedad de mejor forma. Por ejemplo, simplemente manteniendo la barrera del 3% provincial, que es lo habitual en otras comunidades autónomas. Aquella no fué una decisión inocente.
Si echamos un vistazo, en perspectiva cronológica, a los resultados electorales de la oposición gallega desde aquel ya lejano 1997 constataremos algo evidente: la impotencia de su propuesta alternativa al proyectarse en la instancia política para lograr así desbancar al “todopoderoso” PPdeG. Sólo fué posible en 2005, con un “flamante” José Luis Rodríguez Zapatero recién escogido para presidir el ejecutivo central de Madrid, y un Manuel Fraga que daba evidentísimas muestras de agotamiento político y físico. Por lo demás, el apoyo porcentual al conjunto de la oposición representada casi siempre ronda el 45% aproximadamente. En aquel año (en circunstancias tan especiales y difícilmente repetibles) se alcanzó el 53% y se constituyó, en consecuencia, otra mayoría bajo un gobierno de coalición entre PSdeG-PSOE (Emilio Pérez Touriño) y BNG (Anxo Quintana). La experiencia duró menos de una legislatura y pudieron comprobar en carne propia que una cosa es gobernar y otra, bien distinta, tener el poder.
A la izquierda del PSOE, en el campo de las izquierdas y el nacionalismo, la cuestión fluctúa dependiendo de la oferta y de la fortaleza o debilidad del PSdeG. En aquel año 1997 el BNG obtiene el 25% de sufragios y el conjunto de la oposición un 45%. En 2001 esos apoyos descienden al 23% pero, en conjunto (PSOE-BNG), se mantiene ese mismo umbral del 45% mediante un ligero trasvase en dirección a los socialistas. Es en 2005 cuando esa tendencia se agrava con un BNG que entra en el gobierno descendiendo en número de apoyos al 19% pero aportando a un conjunto que suma un 53% en total, siendo esta vez suficiente para gobernar. En aquel momento contando con un PSdeG fuerte y, sobre todo, con el tirón del PSOE “federal” al presidir el gobierno español.
Con la derrota bipartita en aquellas elecciones anticipadas y la llegada al gobierno de Feijóo, el BNG continúa incrementando su caída hasta el 16% (siendo el más penalizado de la experiencia bipartita) en un conjunto que ronda el 47% y dejándose por el camino seis puntos porcentuales. En 2012 irrumpe contra pronóstico AGE, y la suma de esta formación y el BNG arrojan un 24% que suma para un inamovible 45% entre las tres fuerzas de la oposición (PSdeG-AGE-BNG). Poco varía la cuestión con su evolución a En Marea (con la incorporación de Podemos-Galicia) y el candidato Luís Villares, en donde esta y BNG si ascienden ahora hasta el 27% en el campo de las izquierdas a la izquierda del PSdeG-PSOE, pero en donde el conjunto (PSdeG-En Marea-BNG) vuelve a repetir con un fatídico y casi siempre inamovible 45%. Ya ahora en 2020 vemos como el conjunto sigue sumando practicamente lo mismo: 45% (si descontamos lo que aporta una Galicia en Común que queda fuera del Parlamento y aportaría al total hasta el 49% en el campo progresista, en ese supuesto).
Qué ocurre entonces? Nos encontramos ante “vasos comunicantes” permanentemente. Vasos comunicantes entre la oposición y, además, ante un “acordeón” en el campo de las izquierdas a la izquierda del PSOE. Ese acordeón, cuanto más “se estira”, más suele restar al PSdeG, pero rara vez (sólo una!) logra desplazarlo suficientemente hacia al “centro” (no necesariamente ideológico) para que pueda erosionar la base conservadora. A la hora de cambiar de inquilino en Ponte Pío (lugar de la residencia oficial del presidente de la Xunta de Galicia) tenemos, al menos, dos problemas: la falta de unidad de acción en la amplitud y pluralidad de las izquierdas a la izquierda del PSOE, y la debilidad estructural de un PSdeG-PSOE que opera más como un “sindicato de alcaldes localistas”, muy dependiente de dinámicas estatales, que como un partido gallego autónomo, estable y con clara “visión de país”. Algo que no le ocurre al PPdeG, que es capaz de fidelizar a un 50% de votantes que se declaran “de centro” contando entre sus apoyos electorales, además, con un 27% de votantes que se sienten “unicamente gallego/a”. En un país en donde el 27,3% se declara abiertamente, según algunos estudios, “nacionalista galego”. De ese porcentaje, 1 de cada 3 votó a Feijóo en 2016 (fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas).
El acordeón es un instrumento armónico de viento bastante utilizado en el folclore y la música tradicional gallega desde hace décadas que consta de un fuelle, un diapasón y dos cajas de madera. Más allá de particularidades técnicas y posibilidades musicales…en su funcionamento, se abre y se cierra, se estira y se encoge…pero tiene límites: nunca puede encogerse más de un límite, y nunca se estira más allá del otro en dirección opuesta, o podría romperse.
A la izquierda del PSdeG-PSOE siempre hubo partidos o coaliciones en la órbita nacionalista (o no) con representación parlamentaria. Y otras tantas sin ella: Partido Socialista Galego-Esquerda Galega (PSG-EG), Esquerda Galega, BNG, Partido Comunista Galego…o, más tarde, Alternativa Galega de Esquerdas, En Marea, etc…e, incluso, una formación “de centro nacionalista” que llegó a ser en su día tercera fuerza, como la Coalición Galega de Pablo González Mariñas (alcanzó 165.425 votos, representando casi un 13% de voto válido en la demografía electoral).
De entre todo este conglomerado de siglas y gracias a la pericia y el trabajo constante de sus principales cuadros y militates, favorecido indirectamente por los cambios del sistema electoral y por acuerdo entre distintas tendencias, fué resultando el BNG como espacio nuclear que consiguió aglutinar la mayor parte del nacionalismo y de la izquierda. El punto más álgido, en el cual pudo atraer a un mayor número de votantes y apoyo porcentual, fué en 1997 con Beiras como un candidato que, por aquel entonces, se encontraba en el apogeo de su liderazgo carismático.
El cuerpo de votantes de aquel BNG que fué segunda fuerza estaba casi dividido a la mitad entre aquellos que se declaraban nacionalistas y aquellos que no. Es decir: mucha gente votaba BNG sin considerarse soberanista o reconocerse bajo la etiqueta “nacionalista”, basando buena parte de sus apoyos en un discurso combativo contra el poder, la corrupción o en la defensa del medio ambiente y de las libertades y los derechos sociales. El “acordeón” en su punto de mayor “estiramiento”. Bajo otros ensayos y pluralizando la oferta (con AGE y En Marea) “el acordeón” también se estiró hasta el límite si atendemos a la sociología de identidades (cleavage nacionalismo/no-nacionalismo en el marco de la izquierda). Pero tampoco fué suficiente. Que habría pasado, en su día, si AGE y BNG (o BNG y En Marea) concurren en una suerte de “UTE” (Unión Temporal de Empresas) electoral con un programa político común y de mínimos? Habrían logrado mobilizar a un mayor número de tradicionales votantes abstencionistas amenazando así la imagen de invencibilidad del PPdeG? Se podría haber “roto el acordeón” en beneficio conjunto? Sería suficiente con un PSdeG que no contaba con un liderazgo “fuerte” como fué en su día el de Emilio Pérez Touriño? Sería este capaz de penetrar en esos espacios a priori “proclives” a los que nos referimos anteriormente, pero que votan PPdeG de manera habitual? Nunca lo sabremos.
Lo que si sabemos es que, a día de hoy, en la histórica y difícil relación (teórico-práctica) entre izquierdas y soberanismo o nacionalismo casi siempre nos encontramos en un escenario de “suma 0”. En estas últimas elecciones el BNG absorvió practicamente en su totalidad el espacio AGE-En Marea logrando, a su vez, mantener el electorado propio: 19 escaños, frente a 20 de la suma En Marea+BNG en 2016, quedando el PSdeG-PSOE con los mismos que tenia (14 finalmente).
Si en todos los partidos tienen más o menos claras todas estas cuestiones básicas de sociología electoral, por qué no son capaces de orientar estrategias conjuntas para (por patriotismo e higiene democrática) desalojar al PPdeG de la Xunta de Galicia? En estos últimos años casi podría parecer que el objetivo compartido de la oposición no fué, efectivamente, ganar el gobierno si no competir entre si y ganarse a si misma en el plano institucional. No ocurrió así en espacios de la sociedad civil, en donde se ganaron batallas y se articularon movimientos de protesta en los que cabía la diversidad ideológica sobre la base de objetivos comunes: luchas contra los proyectos mineros, plataformas en defensa de la sanidad pública, movimientos sociales en los ámbitos agrario o educativo, o en la defensa de la pluralidad e independencia de los medios públicos, etc… Es como si parte de la sociedad hubiese estado a la altura, pero no tanto los dirigentes de los partidos políticos y, ya no digamos, buena parte de los representantes en el Parlamento de Galicia que dedicaron muchos esfuerzos a batallas internas (demasiadas veces con asuntos que no tenían que ver con insalvables diferencias ideológicas) ante la estupefacción y desaliento de la ciudadanía común que en su día les apoyó. Muy especialmente en el espacio AGE-En Marea-Galicia En Común. Los resultados de la sobredosis de desencuentros potenciados y amplificados por la prensa sistémica son bien elocuentes y saltan a la vista.
En esta hora el BNG tendrá por delante el reto de no sucumbir a ese estéril cainismo interno. Es muy probable que lo consiga porque es un partido cohesionado y con un grupo parlamentario que combina algunos rostros ya conocidos y muy fieles a Ana Pontón con otros no tan experimentados, de procedencias y edades heterogéneas, pero que serán fieles a las directrices del partido.
¿Se cierra el círculo que se abrió en Galicia por Galicia? Unidas Podemos, ante un precipicio
El 14 de Julio de 2012 se celebra la asamblea fundacional de Anova-Irmandade Nacionalista bajo el lema “Novo Proxecto Común” con el objetivo de iniciar una etapa en la historia del movimiento nacionalista gallego, para dotarlo de un nuevo impulso ante los síntomas de estancamiento y retroceso electoral, y también para recuperar algunos de los principios que se habían ido perdiendo con la experiencia (un tanto frustrante) del paso por el gobierno: decenas de asambleas abiertas locales y comarcales auto-organizadas se extendieron por el país con aquellos grupos de militantes que habían abandonado el BNG a través de la corriente interna Encontro Irmandiño más la incorporación de ciudadanía que no procedía de la militancia partidaria pero que si había vivido sus primeras experiencias políticas a través del movimiento 15-M o a través del activismo en otros movimientos sociales como, por ejemplo, las plataformas de afectados por las hipotecas, etc…Militantes de otras formaciones del ámbito del independentismo gallego como Frente Popular Galega, Fronte Obreira Galega, Movemento pola Base o Causa Galiza también participaron de los debates que fueron dando forma al surgimiento de una nueva organización política declaradamente republicana, anticapitalista y que apuesta por hacer efectivo el derecho de autodeterminación del pueblo gallego “en el camino de su independencia”.
Unos días más tarde de su constitución como “partido-movimiento” (el 25 de Julio, Día da Patria Galega) se celebra en la Plaza de Mazarelos en Santiago de Compostela un acto en el que Xosé Manuel Beiras lanza un mensaje al conjunto de las izquierdas y el nacionalismo emancipador para la constitución de un Frente Amplio sobre la base del principio irrenunciable de la autodeterminación del pueblo gallego y el combate frontal en las instituciones contra las depredadoras políticas neoliberales. Ese llamamiento, bastante audaz puesto que rompía una frontera en cuanto a lo que había ensayado el nacionalismo en las últimas décadas (pero si había experimentado en los años 30 del pasado siglo), interpela al BNG y a la “izquierda federal” (Esquerda Unida de Galicia) y, a raíz de ello, se celebran encuentros, debates y diálogos con la intención de materializarlo. Algo que finalmente no fue posible. El resto de la historia, es sabida: el BNG se descuelga de la oferta pero se constituye Alternativa Galega de Esquerdas, en una coalición entre Anova, Esquerda Unida, Espazo Ecosocialista y Equo. Esa coalición irrumpe meses después en el Parlamento con 9 escaños y superando al BNG, que obtiene 7.
En aquella campaña electoral colaboró como asesor un joven Pablo Iglesias Turrión, quien pudo comprobar la potencialidad del discurso radical de AGE ante la grave crisis social y de régimen político que comenzaba a evidenciarse, a raiz de la crisis financiera de 2008 y la incompatibilidad entre democracia social, Constitución monárquica de 1978 y el fanatismo neoliberal a propuesta de las instituciones de la Unión Europea. Puede decirse que AGE y Galicia funcionaron como laboratorio electoral de lo que posteriormente se fraguó en el resto del estado pero también se estaba probando en otros países del Sur de Europa, como Syriza en Grecia o el Bloco de Esquerdas en Portugal. En aquel momento AGE mantenía un discurso “rupturista” con el régimen político y económico, señalando a los principales responsables de las políticas que estaban siendo, directamente, homicidas. Poco más tarde se presenta en Madrid el manifiesto Mover Ficha, que se considera el pistoletazo de salida para la creación de Podemos a nivel estatal (De Beiras a Podemos, Anxo Lugilde. Meubook) y que tiene su bautismo electoral en los comicios al Parlamento Europeo de 2014, con unos resultados que sorprenden a propios y extraños. El corrompido sistema político-mediático español entra en pánico y comienza toda la ofensiva político-parapolicial-mediática para derribar a este movimiento político de nueva creación y que comenzaba a ser tan popular, en buena medida, gracias a la participación en debates televisados de actualidad de su líder principal. Todo lo que sigue a posteriori es también conocido, resultando una sucesión de acontecimientos que evidenciaban la crisis de régimen y de la cultura consensual de la llamada “Transición”: abdicación de Juan Carlos I, repeticiones electorales varias, re-cambios de liderazgos en los principales partidos por otros rostros más jóvenes, impulso desde el corazón del sistema a nuevas herramientas electorales (como Ciudadanos, o algo más tarde VOX) y toda una larga fase de inestabilidad en el sistema político de 1978 que dura hasta nuestros días y que se potenció tanto con la primavera municipalista de 2015 como con la fase de desobediencia que se venía gestando años atrás por parte del soberanismo catalán y cuyo punto más álgido situamos en octubre de 2017 con todas las consecuencias político-judiciales que evidenciaron el comportamiento autoritario del estado postfranquista español.
Se hace obligado aquí recordar muy especialmente los años 2015-2017, puesto que son años clave y en los cuales pudo haber cambiado profundamente la historia política del estado español. Por un lado fueron las “candidaturas de unidad popular” de las izquierdas las que consiguieron hacerse con el poder en bastantes capitales importantes: A Coruña, Compostela, Ferrol, Madrid, Barcelona, Iruña, Valencia, Cádiz…en una jornada que podía rememorar las elecciones municipales de abril de 1931, cuando las opciones republicanas superaron en muchos lugares a las monárquicas dando como resultado el advenimiento y proclamación de la II República Española y provocando el exilio de Alfonso XIII de Borbón, quien más tarde apoyaría fervientemente al bando sublevado fascista. En aquellas candidaturas la presencia de Podemos e Izquierda Unida (hoy Unidas Podemos) era importante y en algunos casos hegemónica, o muy mayoritaria. Pero se trataba de un movimiento mucho más amplio todavía y, especialmente, en las nacionalidades históricas como Galicia: Marea Atlántica, Ferrol en Común o Compostela Aberta eran espacios bastante más plurales, en donde participaban con mayor o menor presencia otras formaciones políticas y colectivos ciudadanos, sobre la base organizacional asamblearia. Incluso en alguna de ellas, a penas había participación de elementos activos de Podemos.
Más allá de algunos logros notables en los ámbitos social, cultural, ambiental, anticorrupción o el simbólico y por la recuperación de la memoria democrática todas ellas se encontraron con límites impuestos tanto por el ordenamiento jurídico vigente como por la tiranía del régimen económico para poder acometer, desde lo local, cambios sustanciales en tan poco tiempo. Fué Podemos quién trató de capitalizar un movimiento que tenía una composición mucho más plural, dependiendo de cada casuística particular. Vimos posteriormente como, de todas ellas, tan sólo la alcaldía de Cádiz y la de Barcelona (esta última con dificultades y mediante pactos tácitos cuestionables) pudieron sobrevivir al haber importunado a tantos poderes fácticos así como a competidores electorales que, aún siendo afines en lo ideológico, a veces pusieron demasiados obstáculos anteponiendo intereses de partido a otras cuestiones más importantes para la gente. Un caso paradigmático es el de la pérdida de la alcaldía de Santiago de Compostela, en donde buena parte de los poderes político-mediáticos, económicos o eclesiásticos de la ciudad no dieron un día de tregua al equipo de gobierno, desde el minuto cero. El médico nacionalista Martiño Noriega fué, como alcalde, víctima de una campaña de desprestigio constante convirtiendo su mandato en un verdadero calvario mediático, aún habiendo intentado llevar a término bastantes cuestiones que habrían sido positivas para la revitalización de la capital del país y habiendo dejado, entre otras cosas, unas arcas públicas saneadas después de años y años de corrupción y sobreendeudamiento.
Por otro lado, en aquellos años, se vivió intensamente el procès de Catalunya, con mobilizaciones pacíficas masivas en reclamación y ejercicio efectivo del derecho de autodeterminación, en un camino que desembocó en el referendum del 1 de octubre y la declaración unilateral de independencia. En esos días, que marcarán años, acontecieron muchas cosas cuyos efectos perduran: se desnudó el carácter violento y autoritario de un sistema político mucho menos democrático de lo que dice ser y que ya venía dando muchas muestras de sus incapacidades para gestionar la discrepancia y la disidencia en su seno. Desde el 15-M y la respuesta a las reclamaciones de aquel movimiento político y cultural (criminalizándolo), pasando por la respuesta al auge de Podemos y formaciones aliadas, hasta la gestión del conflicto catalán (o, durante décadas el vasco, con el elemento distorsionador de la/s violencia/s) la respuesta del stablishment español no fué naturalizar estas reclamaciones y vehiculizarlas a través de los canales propios de una cultura política democrática, como son el diálogo y el acuerdo, si no por la vía agresiva de la negación, cuando no directamente represiva. Tanto la cuestión socioeconómica como las cuestiones nacionales y su forma de abordarlas para darles cauce, fueron las grandes batallas de la última década (realmente ambas son cuestiones históricas, pero que se recrudecieron en este tiempo).
Y en ese contexto Unidas Podemos, una vez entendidas e incorporadas esas cuestiones de época y mediante sus alianzas plurinacionales, logró alcanzar 75 diputados en el Congreso de los Diputados. Con un discurso mucho más radical que el actual y con la vocación primigenia de acometer cambios de calado en el sistema, incluso hablando de la necesidad de un proceso/s constituyente/s una vez diagnosticado el agotamiento del Régimen del 78. En aquel momento el PSOE no quiso pactar la formación de un gobierno.
Fué en 2017 cuando Podemos se manifestó en contra de la celebración del referéndum de Catalunya y se opuso en la práctica a que ese eventual “proceso de procesos constituyentes” pudiese dar lugar, en una posición que le valió muchos problemas internos allí y le generó desconfianzas con sus socios al no llevar realmente a la práctica el declarado respeto por la autodeterminación de los pueblos. Esto, junto al intento de patrimonialización de todo un espacio político amplio y muy plural que transcendía sus siglas, y escisiones internas (Íñigo Errejón y otras bajas importantes), además de otras cuestiones estratégicas (entrar o no en el gobierno, etc etc) llevan a Unidas Podemos a un escenario de pérdida continuada de influencia y poder. Aún teniendo ahora mismo presencia importante en el Gobierno central. Si en aquellos años se hubiesen retroalimentado tanto el poder municipal del espacio “del cambio”, con un UP-75, el procés en Catalunya y (ficción) se hubiese iniciado algo similar en Euskadi, probablemente le hubiese costado mucho más sobrevivir a la Monarquía en España.
Lo acontecido en Galicia con la vuelta al mapa político de los años 90s es un síntoma claro de agotamiento de ciclo y de unas perspectivas no muy halagüeñas para Unidas Podemos como proyecto. La fuerza de su idea inicial de la mano de “las confluencias” se sustanciaba, en buena medida, gracias al entendimiento de la realidad plurinacional del estado español y cierta complicidad con sus soberanismos (Unidas Podemos representaba inicialmente también la idea de aspirar a ser un proyecto soberanista, aunque español). Una vez esto se pierda completamente, se verá seriamente comprometido. Unidas Podemos en Galicia pareció despreciar, en esta ocasión, que los resultados obtenidos por AGE o En Marea se debían en buena medida a que, durante algún tiempo, se operaba en un plano más igualitario la relación de equilibro entre el nacionalismo gallego que podía representar Anova, y el supuesto federalismo. Nunca tomaron muy en serio sus dirigentes que, como en ocasiones anteriores, un aporte muy importante al conjunto del espacio procedía de la tradición política que encarnaba el beirismo. Galicia en Común ya había dejado esto de lado por la composición de las listas electorales, pero también a nivel discursivo o con la elección tan desacertada del candidato presidencial a la Xunta de Galicia, siendo este diputado en el Congreso y sin abandonar el escaño. Todo ello, explica también su fracaso el pasado 12 de julio.
El ciclo de cambio, o de intento de cambio, que en su día comenzó por Galicia podría comenzar su declive también por Galicia. Para el Régimen monárquico español actual sería mucho más cómodo y deseable mantener “controlados” los problemas nacionales (en el caso de Galicia aspira a ver a un BNG subalternizado al PSOE, lo cual intentarán promover a partir de ahora) e irse deshaciendo de la “distorsión” y “anomalía” que supone el poder (menguante) de Unidas Podemos en las instituciones, con la intención de llevar a cabo un lifting del sistema a través, también, de una paulatina restitución del sistema bipartidista. En la medida en la que el conflicto catalán se vaya encauzando o sobrellevando y “Podemos” acabe por dejar de ser una amenaza, también se irá desactivando o desinflando a VOX. La resultante sería lo que en su día alguien (Jaime Miquel) llamó la Perestroika de Felipe VI.
Alternativas republicanas, soberanismos y plurinacionalidad
Por lo afirmado anteriormente pudiera desprenderse que las elecciones en Galicia supondrán, en la práctica e inevitablemente, un cierre de ciclo y el cierre de una ventana de oportunidad que se abrió hace ya casi una década en todo el estado. Sería demasiado atrevido afirmarlo con total rotunidad, pero lo cierto es que la posibilidad existe y es real. No sería unicamente debido a las últimas elecciones al Parlamento de Galicia, puesto que Unidas Podemos en Euskadi tampoco obtuvo grandes resultados y también se venía manifestando ya una negativa tendencia electoral. Todo ello, unido al paso por el gobierno central, tendrá seguro consecuencias importantes en el futuro de esa formación política.
Más allá del nombre y de la existencia de esta u otras formaciones políticas, en el estado español hay un sentimiento bastante generalizado de que el modelo político presenta síntomas claros de agotamiento. Pero seguramente también tenga gran capacidad para “auto-regenerarse” lampedusianamente, aunque ello tarde años. En ellas está desde la abdicación de Juan Carlos I. Hay fortísimos intereses y esfuerzos orientados a restablecer el “orden viejo”, en donde Partido Popular y PSOE (a veces apoyándose circunstancialmente en el nacionalismo vasco o catalán para facilitar “la gobernabilidad”) se repartían casi en exclusiva el juego y reparto del poder (y las prebendas) con altísimas dosis de impunidad. Por no hablar del papel de la Jefactura del Estado en todo este tiempo además de todo lo que ahora se conoce públicamente acerca de las actividades ilícitas e inmorales del rey emérito y que, aunque intenten hacer ver lo contrario, son cuestiones que también afectan muy directamente a su sucesor y, en general, a la institución.
La situación actual, en tiempos de pandemia y en un contexto internacional tan delicado con el auge del neofascismo y la aparición de las disrupciones que la aparición del virus está provocando en las sociedades, lleva a que (como en toda crisis) las elites político-económicas aprovechen para desenvolver “agendas ocultas” en ámbitos muy dispares de la sociedad, lo cual tiene siempre consecuencias para las mayorías. La salida a esta nueva grave crisis, que empieza a provocar desempleo, incremento de la pobreza y de las desigualdades y toda una realidad incómoda e inquietante requerirá de que continúe existiendo quien imagine otro mundo posible y otras formas de organización social más democráticas, justas, libres, igualitarias y sostenibles. Será indeferente el nombre de las herramientas políticas que se empleen para conseguir los fines pero el conjunto de las izquierdas y las fuerzas soberanistas del estado español, si algún día quisieran materializar algunos de sus objetivos estratégicos compartidos, tendrán que seguir colaborando y entendiéndose en el futuro. Seguramente cada vez más, si es que los efectos de esta crisis van a ser tan duros y prolongados como los de 2008.
Los “enemigos” son muy poderosos y actualmente se organizan mejor, lo vimos con la nueva mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo. Pero no son invencibles.