Francia tiene una dilatada trayectoria de políticas racistas

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Tras el asesinato de Nahel Merzouk, un joven francés de 17 años de ascendencia argelina y marroquí, a manos de la policía en el suburbio parisino de Nanterre, los medios han abierto las puertas a los “expertos” en sociología de pacotilla para trasladar el problema a los barrios. El problema no es el “gatillo fácil” sino los disturbios, los asaltos y los saqueos. El problema no es la policía sino los emigrantes que llenan esos barrios.

A diferencia de Estados Unidos, en Francia el racismo no está reconocido. Cuando Argelia era una colonia, los argelinos eran franceses… como los demás. Impera la retórica heredada de la Revolución francesa: igualdad y fraternidad.

Por el contrario, ahora ya no son franceses sino emigrantes, aunque lleven más de medio siglo viviendo en la metrópoli y tengan el pasaporte francés. Los hijos de los emigrantes también son siempre emigrantes, aunque no hayan conocido otra residencia que la de barrios, como Nanterre.

Como los demás países, Francia ha mutilado su propia historia, eliminando el colonialismo y la esclavitud porque eran prácticas reservadas a las “provincias de ultramar”. Pero si los franceses no conocen esa parte de su historia, los colonizados nunca la han olvidado, ni antes ni ahora, cuando las colonias se han trasladado al interior mismo de la metrópoli, a los barrios más pobres de las ciudades.

En 1925 la policía de París creó el Servicio de Asuntos Indígenas Norte-Africanos conocida como “Brigada del Norte de África”, que mantenía una vigilancia reforzada sobre los magrebíes, justificada por su supuesta “naturaleza criminal”, su adhesión al islam y su apoyo a la lucha anticolonial. En otras palabras, en París había que imponer sobre los magrebíes los mismos métodos de represión que en las colonias.

Asaltar reuniones políticas, tratar brutal y groseramente a esta población, en su mayoría pobre, y elaborar un censo racial de París fueron algunas de las actividades de la Brigada. Los servicios sociales franceses trabajaron en estrecha colaboración con la Brigada y como, a pesar del censo, no era fácil diferenciar a un magrebí de cualquier otro vecino del barrio, la represión extendió sus métodos a los latinoamericanos porque “parecían norteafricanos” y, por lo tanto, eran sospechosos de algo.

La Brigada del Norte de África elaboró mapas para identificar dónde vivían los norteafricanos en París y sus alrededores. Ciertos barrios se convirtiero en la diana de la represión, la vigilancia policial reforzada, los controles de identidad y las redadas.

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