Fuente: Iniciativa Debate/Domingo Sanz 0
Ocurre con algunos defensores de “causas”, y más si se están jugando la pasta, que, ante la derrota que asoma, comienzan a disparar sin parar y el ruido que les rompe los tímpanos no les deja ver el fuego que está quemando sus naves.
Algo parecido debe estar ocurriendo con muchos de los muy importantes que, con tal de salvar al rey de ahora, no paran de contarnos las tropelías del rey anterior y sus maletines llenos de billetes. Unos fajos que recibían el visto bueno del rey en esa máquina de contar dinero que Felipe VI aún no nos ha enseñado por la tele. Por cierto, no es necesario que espere al discurso de Navidad para hacerlo, si es que llega con ganas a esa fecha y, además, tiene la cara tan dura como para articular dos palabras que no parezcan que están ocultando un delito.
Circulaba, el efectivo, entre La Zarzuela, Suiza, Corinna y otros paraísos fiscales, transportado unas veces por padre de Felipe VI y otras por sus “asesores” y, que no se me olvide decirlo, si Felipe VI no nos quiere mostrar la maquinita billetera, que entre la Guardia Civil a buscarla por los rincones más envenenados de esa Zarzuela.
Un asunto, este de los delitos del padre de Felipe VI, que terminará siendo pasto de la prensa de la bragueta gracias, precisamente, a una investigación judicial que en España nunca se habría iniciado porque, con los mismos fundamentos, la justicia de aquí siempre se ha negado. Ni siquiera han aceptado una investigación parlamentaria.
Y lo del fiscal ese que dicen que habla con el de Suiza, mejor que no nos cuenten mentiras. Para perseguir a un delincuente llamado rey de España me fio mucho más de la demanda judicial instada por el Omnium catalán, que ha comenzado por pedir el bloqueo del dinero que pueda tener en Suiza el padre de Felipe VI.
Por cierto, no recuerdo que Felipe VI, en aquel comunicado de marzo, el del mismo día del Estado de Alarma, anunciara que había solicitado el bloqueo de cualquier dinero que su padre pudiera tener en cualquier país. Por ejemplo, en España, aunque quizás en este país extraño no tenga nada.
El caso es que las informaciones que van apareciendo para no hablar de Felipe VI proceden, casi todas, de las copias del procedimiento abierto en un juzgado de Suiza en el que el fiscal Bertossa está cumpliendo un papel decisivo. Corrijo: el papel que debe cumplir un fiscal que pertenezca a una justicia independiente de todos los demás poderes.
Entonces viene la primera pregunta sobre lo de ponerle al rey el nombre de un golpe de Estado, o viceversa: ¿Es la Justicia española independiente de una Monarquía que constitucionalmente se puede burlar de esa misma Justicia?
Como cualquier respuesta que no viole la lógica más elemental solo puede ser negativa, resulta conceptualmente imposible, dicho sea de paso, que la Justicia española sea independiente.
Y que haya alguien, por ejemplo, un rey, que constitucionalmente esté por encima de la Justicia, y de todo lo demás, resulta una condición legal de lo más oportuna para que ese rey, y esos colaboradores fieles que siempre estarán dispuestos a morir o matar por él porque la sombra del DEMAEHE* sigue presente, puedan desarrollar una estrategia de amenaza institucional permanente, desestabilizadora y dirigida siempre contra el presidente del Gobierno como expresión máxima de la democracia.
Esa estrategia, ayer contra Rajoy y hoy contra Sánchez, adquiere en la España de hoy una evidente dimensión de golpe de Estado porque Felipe VI sabe perfectamente que la vulnerabilidad de los presidentes del Gobierno en España es mucho mayor que durante el paraíso de la corrupción que el bipartidismo garantizaba. Y más si están, que estaba, en funciones. Pero el análisis de esa fase de la estrategia desestabilizadora lo haremos en posteriores entregas.
En cualquier caso, Felipe VI y sus colaboradores, por muchos nervios que se les rompan en medio del incendio que abrasa la monarquía, no pueden olvidar que estamos en el siglo XXI y saldrán perdiendo si intentan romper el envoltorio democrático que adorna la política.
Excesos calculados para provocar, véase el de Jorge Campos, líder de Vox en Illes Balears y diputado en su Parlamento celebrando el golpe de Estado del DEMAEHE* como la “efeméride más importante” y, además, “secundado en esa acción por la Asociación Unificada de la Guardia Civil”, según publica hoy mismo en portada el Diario de Mallorca, son hechos que hacen pensar que los defensores más radicales de la monarquía están comenzando a tener prisa. Como la tuvieron Milans y Tejero. El de la Guardia Civil.
¡¡¡Marlaska, ¿vive alguien ahí?
Regresaremos a las naves que se queman y a Suiza.
“Casi todas” las informaciones proceden de Bertossa, subrayaba en el séptimo párrafo de esta primera entrega sobre el golpe de Estado llamado Felipe VI.
A las cinco a.m. del 16 de julio el influyente Zarzalejos decidió hacer estallar, desde la portada de El Confidencial, una bomba que convirtió un funeral de Estado abarrotado de políticos de todas las clases en un aquelarre de miradas cuyos gestos multicolores se salvaron de las pantallas gracias a las mascarillas obligadas por una pandemia cuyas víctimas estaban siendo homenajeadas.
“Felipe VI informó al Gobierno hace un año sobre la fundación panameña de su padre”.
Fue el titular, desestabilizador como ningún otro hasta el momento, de la madrugada del jueves 16.
Se trata de una de las pocas informaciones sobre la monarquía española que no han tenido que cruzar los Pirineos para regresar a España.
Es evidente que se concibió entre La Moncloa y La Zarzuela y, un año después de “hace un año”, desde alguno de ambos palacios alguien ha disparado esa “bala”, recibiendo, todo hay que decirlo, tan estruendoso silencio por parte del resto de influyentes embarcados en la causa de salvar la monarquía, que solo podemos pensar en un agarrotamiento sobrevenido, a la espera de novedades.
Nada puede decir Felipe VI, tan comunicativo a la hora de contar cuentos renunciando a herencias, porque es el sospechoso principal de una filtración cuya traducción exacta es “aquí estoy yo, y mucho cuidado conmigo”.
Y Pedro, ¿qué puede decir? Es el conductor del coche oficial donde han hecho estallar la “bomba” y, de momento, está aprovechando Europa para ver si se olvidan algunos de esos tan cercanos, a los que quizás debe una explicación.
La información de aquella madrugada en El Confidencial es decisiva para seguir investigando en la versión Felipe VI de golpe de Estado que estamos viviendo en uno de los momentos menos estables de nuestra historia reciente y que, como casi todo lo que implica a la Monarquía, proyecta la sombra larga del DEMAEHE*.
Para que quede claro, desde esta primera entrega, que el título no es una metáfora ni una frase provocadora para llamar la atención, diré que, en democracia, solo me refiero a “golpe de estado” cuando “alguien” que pretende alterar las decisiones del gobierno lo hace apoyándose en alguno de estos “argumentos”:
· Empleando la violencia armada, especialmente la del ejército o la de las fuerzas represivas.
· Amenazando expresamente con emplear la violencia armada.
· A sabiendas de que el Gobierno piensa que puede emplear la violencia y ese “alguien”, el golpista, no destruye esa amenaza ni renuncia a alterar las decisiones del gobierno.
· Si ese “alguien” conoce la existencia de fuerzas armadas que están dispuestas a protegerlo por encima de lo que ordena el gobierno y tampoco renuncia expresamente a esa protección especial, aunque le cueste el cargo, o deja de intentar alterar las decisiones del gobierno.
Si en España hay algún “alguien” cuya fuerza ha procedido en el pasado, y procede en el presente, de alguno de esos cuatro argumentos, es el rey.
En las próximas entregas seguiremos analizando el comportamiento de Felipe VI desde su coronación, en 2014, y realizaremos, hasta su abdicación, un marcaje sistemático de todos sus movimientos y decisiones. Dentro de la ley, por supuesto.
Continuará…
(*) DEMAEHE son las iniciales del Despreciable Español Mayor Asesino de Españoles de la Historia de España. Resulta que estoy harto de llamarlo por su primer apellido, como si fuera una persona. Además, los piadosos calificativos de “golpista” o “dictador” se quedan muy lejos de lo que corresponde a su amplio y acreditado currículum.