El Sudamericano
Giovanni Jervis: El Buen Reeducador. Escritos sobre el uso de la psiquiatría y el psicoanálisis. Grijalbo. Barcelona. 1979, pp. 159-171
*
El principal interés de los escritos de Frantz Fanon reside en el hecho de que constituyen una importante contribución a la teoría marxista del sujeto revolucionario. El significado general de la cuestión es evidente, y para ello basta pensar en los perjuicios y derrotas que han causado al movimiento obrero las tendencias «objetivas» en la interpretación de la lucha de clases. Pero quizá ya no sea tan obvia la necesidad de que todo lector que se aproxime a la obra de Fanon no busque en ella un lenguaje única y exclusivamente político, o lo que es lo mismo, que procure no aferrarse a una concepción de la política como problema impersonal de gestión organizativa de las luchas (por lo demás, la concepción hoy en día dominante en el mundo occidental).
A diez años de distancia de la muerte de Fanon vemos cómo se ha reordenado y aclarado el cuadro general de las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias mundiales, al tiempo que se han visto modificados los instrumentos analíticos fundamentales de la izquierda. En estos años no han faltado decididos oponentes a Fanon, ni tampoco críticos que, tras haber alabado la importancia del personaje y el éxito de sus escritos, han revelado, con la típica seguridad de los continuadores y los teóricos de la política pura, la insuficiencia de algunas de sus ideas. Los errores de Fanon son el mito panáfricano, el recelo indiscriminado hacia el proletariado industrial, ya sea africano o metropolitano, su adhesión al proyecto de la lucha armada de independencia nacional como momento de auge socialista y una errónea evaluación de la correlación de fuerzas entre masas revolucionarias y neocolonialismo económico y político; en otros términos, la ideología y la esperanza tercermundista, el sueño de su unidad como bloque contrapuesto a la metrópoli colonialista.
Sin embargo, los escritos de Fanon caminan hacia un importante destinatario, pues en ellos se han reconocido tanto los jóvenes revolucionarios de América como los de Europa. Fanon es leído y comentado, y a medida que pasa el tiempo adquiere la categoría de clásico político. En África, Fanon ha visto proscrito su pensamiento, si bien es cierto que algunas veces ha sido exaltado como héroe nacional.
Para el movimiento negro de los Estados Unidos, Frantz Fanon representa mucho más que una imagen venerable. Sus análisis sobre el contraste y contraposición entre dos mundos, el del colono y el del colonizado, así como su teoría de la violencia revolucionaria, se ajustan a muchos aspectos ele la condición del proletariado negro en Estados Unidos. En este ámbito concreto, el análisis de Fanon se conforma también como una clara invitación a la acción y un discurso político popular en razón de sil capacidad de comunicación y la concreción de sus contenidos.
En Europa, y entre los intelectuales, no han faltado los equívocos. El personaje Fanon, psiquiatra de vanguardia, europeo, culto, hijo de la intelectualidad francesa y escritor, ha representado para muchos de sus lectores, buenos consumidores de papel impreso y copartícipes de su cultura, más bien una coartada que un testimonio acusador. La misma condena fanoniana a Europa y su cultura, retomada por Sartre, no dejó de ser leída en su vertiente paralizadora: antes que la toma de conciencia política y la autocrítica, la obra de Fanon fomentó la justificación de una solidaridad hecha de intenciones morales cuando no de secretas complacencias. Por tanto, las acusaciones de Fanon no siempre fueron entendidas, y sin embargo hubieran debido serlo, más allá de sus intenciones manifiestas, es decir, como una imitación a aproximar a nosotros el discurso revolucionario. El compromiso revolucionario del intelectual Fanon apareció como garantía de una huida de la propia ubicación nacional y social hacia la búsqueda de una redención siempre posible, un ejemplo de aquella «negación del rol», que en cierta época ilusionara a algunos como solución al problema político de los técnicos burgueses europeos. El abandono de Francia para trasladarse a tierra argelina, la famosa carta de dimisión como director del hospital psiquiátrico de Blida, el compromiso y la responsabilidad políticos y, por ultimo, su precoz y trágica muerte, junto a ciertos aspectos vitalistas y «malditos» de su personalidad, han contribuido a crear un mito que dificulta asimismo una lectura correcta de sus escritos.
Con general aprobación se atribuyó a su obra el carácter de una exaltación política del poder clarificador y liberador de la rebelión violenta. Al simplificarla así, la teoría fanoniana de la violencia inhibida y la violencia liberada de «los condenados de la tierra» podía ser reincorporada a las tradicionales mitologías del activismo extremista pequeñoburgués. Gracias a un equívoco análogo, Fanon fue leído también como teorizador de una nueva categoría política, la de la exclusión. Junto a los negros, los miserables sin historia ni status, los colonizados, los humillados, el subproletariado urbano y los enfermos mentales aparecían «los condenados de la tierra» argelinos y africanos para convertirse en una categoría más existencial que política, en un nuevo mito no clasista que acababa por colocar absurdamente a Fanon en compañía de hombres tan heterogéneos como Genet, un cierto filón de Marcuse e incluso Sartre, con los que, excepto en un primer momento, no guardaba en el fondo afinidades sustanciales.
La realidad de Fanon y sus escritos es muy otra, mucho más concreta y válida. Muy probablemente Fanon no se trasladó de Francia a Argelia por una elección política consciente; tras la carta de dimisión al ministro residente siguió por algún tiempo en su cargo de director; no abandonó jamás la psiquiatría, sino que a ella se dedicó con entusiasmo en Túnez durante los últimos años de su vida; nunca fue un combatiente ni desempeñó cargos o misiones de responsabilidad en el GPRA;1 en momento alguno dejó de ser intelectual, técnico, hombre de acción en su campo de trabajo, comprometidísimo políticamente, pero sin llegar a consolidar jamás una ruptura definitiva con su destino de inquieto tránsfuga de la intelligentsia europea.
Pero si se comparan los escritos de Fanon con los de otros teóricos revolucionarios de nuestro siglo veremos que (de un modo que cabe calificar de único) se hallan impregnados de una serie de intuiciones interiores, es decir, de las componentes subjetivas de la realidad cotidiana de colonizados y revolucionarios. La necesidad primaria subyacente a los escritos de Fanon fue la de dar a conocer el significado de la revolución nacional argelina. Por entonces, dicha revolución poseía un valor ejemplar para África y el Tercer Mundo: a través de sus descripciones de la misma, Fanon nos mostraba su capacidad para abstraer y enseñar con nitidez una serie de contenidos políticos generales, desenmascarar la mala fe del blanco, analizar las indicaciones proporcionadas por los momentos más reveladores de la opresión y, sobre todo, de la liberación a nivel individual y social del pueblo colonizado. Las vivencias personales de Fanon, las consideraciones sobre el racismo, las experisncias e intereses en los terrenos de la filosofía, la psicología y la psiquiatría, sus dotes literarias y el vigor de su personalidad confluían al unísono y por completo en su responsabilidad de escritor político.
Fanon jamás se planteó como objetivo establecer directrices políticas para amplias masas, ni siquiera la obligación de aclarar los fundamentos y aplicaciones teóricas del pensamiento marxista-leninista a la situación argelina. Su palabra, si se excluyen los artículos escritos para El Moudjahid, tenía el doble privilegio de no hallarse vinculada a la oficialidad y a la responsabilidad de ejercer una dirección teórica y política, mientras que al mismo tiempo estaba impregnada de la experiencia que recogiera a través de una cotidiana y profunda relación con los campesinos norteáfricanos e inserta en el contexto y vicisitudes de la lucha de liberación y de la política arbitrada por el Gobierno provisional. Cuando Fanon redacta sus ensayos políticos no los dirige primordialmente a los argelinos, a los combatientes, sino a los dirigentes y responsables políticos y culturales de los demás países africanos, a los tunecinos y, qué duda cabe, a los europeos.
En base a todas estas consideraciones, creo imprescindible la comprensión correcta del significado de la actividad práctica y teórica de Fanon como psiquiatra, ya que como veremos contribuirá a esclarecer la aportación de Fanon como teórico político.
Fanon buscó y experimentó formas de asistencia psiquiátrica muy avanzadas, tanto en Blida como (y sobre todo) en Túnez, donde asumió con extraordinario coraje la difícil gestión de un «hospital de día» en las proximidades de la capital. Sus esfuerzos se encaminaron a la creación de una psiquiatría liberadora, ligada a la vida de las masas y utilizable en el marco de la realidad africana postcolonial, en abierta polémica y como alternativa a la psiquiatría manicomial europea. El valor de aquellas experiencias es indudablemente enorme, sobre todo si tenemos en cuenta tanto la época y países en que se llevaron a cabo (caracterizados por un planteamiento en extremo retrasado y autoritario de la asistencia), como la estrecha vinculación entre estos intentos y el clima político y civil generado por la revolución argelina. No obstante, poco nos ha quedado de su obra, ya sea en el terreno de los escritos como en el de las experiencias y testimonios, y muy poca es también la huella que dejara su paso en cuanto concierne a la asistencia psiquiátrica en Argelia y Túnez.
Sus escritos primordialmente psiquiátricos no ofrecen un interés comparable a los ya conocidos y publicados de corte político, ya sea porque tienen una temática más circunstancial y marginal, ya sea, básicamente, porque manifiestan un compromiso de tipo aún tradicional, e incluso académico, además de una menor tensión en la búsqueda de significados de interés general. El discurso teórico sobre la psiquiatría europea como práctica opresiva y sobre la extrañación de sí mismo que sufre el colonizado, pese a haber sido proclamado con nitidez, iamás fue desarrollado por Fanon con la necesaria sistematicidad como para constituir un enriquecimiento sustancial de sus obras más políticas como Les damnes de la terre.2 (Por lo demás, no quiero decir con ello que intuiciones, apuntes y desarrollos parciales de una «psicopatología política» fanoniana no merezcan someterse a una exploración más sis temática. Y no hay la menor duda de que hoy, con la perspectiva que produce el paso del tiempo, tales escritos hallan confirmada su profundidad. La propia dialéctica de la «desviación» psiquiátrica nos la presenta Fanon, sin simplificaciones, como contradicción irresuelta entre aquel aspecto de la locura que se manifiesta como ausencia de libertad, regresión, estéril incapacidad para reinsertarse activamente en el mundo histórico, y su opuesto, que escoge como manifestación una elección activa de no participar en los valores culturales del psiquiatra y, tanto en el sufrimiento del cuerpo como en el símbolo gestual, es expresión de una rebelión parcialmente consciente más sofocada por la opresión que por la propia enfermedad.) Hace unos años me propuse recoger en un volumen los escritos psiquiátricos de Fanon, pero renuncié al proyecto precisamente en razón de la insuficiencia teórica y política apuntada de sus páginas «técnicas», y además por la imposibilidad de encontrar el inédito quizá más interesante, a saber, las cintas grabadas de las lecciones que profesó en la universidad de Túnez.
En realidad, el pensamiento del Fanon psiquiatra debe rastrearse en otros aspectos, no siempre los más evidentes, de los escritos generalmente considerados como «políticos». Lo que a Fanon le interesa no es comentar y explicar el significado psicológico de las particularidades del caso clínico concreto o de cierto tipo de trastornos en función de interpretaciones psicoanalíticas, psiquiátricas o sociopsiquiátricas (a lo que cabe añadir que sus argumentaciones no son siempre convincentes cuando aborda con breves pinceladas este tipo de digresiones). El objetivo de Fanon se centra en la psiquiatría contemplada globalmente, a la que pone en cuarentena y para la que busca una nueva definición: de ahí que extrapole el significado del término «alienación» a la condición psicológica de todo pueblo colonizado, demuestre que la aparición de determinadas crisis de comportamiento tiene como origen factores estrechamente históricos y de clase, y analice con frecuencia (con un rigor que no siempre se trasluce a causa de un uso deliberado de lenguaje no técnico) las modalidades psicológicas de la opresión y liberación del hombre y la mujer en las que se diluyen las tradicionales concepciones de normalidad y anormalidad psiquiátrica. La forma en que el colonizado se ve a sí mismo, al mundo y al colono; el modo en que el colono, el médico y el psiquiatra blancos contemplan al colonizado; el miedo, la miseria y los errores de unos y otros; la insubordinación del colonizado, que finalmente halla un objeto real a la propia agresividad, que es la que ha traído en su mismo seno el colonialismo; y finalmente, la toma de conciencia, el aspecto psicológico de la transformación política del militante en su acción: he aquí algunos elementos pertenecientes a un mismo discurso articulado de mil formas diversas y continuamente reelaborado y recuperado. El discurso de Fanon jamás se halla plenamente sistematizado, y quizás aún fuera más exacto afirmar que se trata de un discurso indirecto y entre líneas, aunque es indudable que en él están englobados la psiquiatría, el ataque a la psiquiatría occidental y los problemas de la conciencia, de la toma de conciencia y de los obstáculos e instigaciones que surgen en este itinerario humano de liberación de sus pacientes, de sus argelinos, de «los condenados de la tierra».
Poco después de la muerte del revolucionario africano, Raniero Panzieri rememoró su obra en cierta ocasión hablando de «psiquiatría postfanoniana», con lo que aludía explícitamente al radical cambio de perspectiva de la psiquiatría gracias a los escritos de Fanon. La profundidad de tal intuición no fue captada en aquel momento por ninguno de los presentes; y quien escribe estas líneas recuerda que le ocurrió lo mismo, así como la ulterior maduración de un itinerario personal determinado en buena parte por las enseñanzas de Panzieri, pues la frase en cuestión, recordada alguna que otra vez, acabó por mostrárseme finalmente en su pleno significado. La «nueva psiquiatría» actual, política y problemática con respecto a sí misma, es ciertamente postfanoniana, aunque lo sea sin plena conciencia de serlo. A Fanon le debe la primera formulación clara de una temática que le es consustancial, y en su obra halla tanto los interrogantes como la terminología que poco a poco vuelve a descubrir.
Fanon no rehuye el perturbador problema de la auténtica inferioridad personal, de la miseria psicológica de las masas. Los campesinos, los míseros habitantes de los bidonvilles, los que desde generaciones atrás sólo se reconocen como súbditos, no sólo son personas prisioneras de tradiciones y condicionamientos reaccionarios y obtusos, sino también individuos disminuidos y castrados en sus potencialidades psicológicas a causa de una alimentación insuficiente y una escasa salud, pero sobre todo en razón de la humillación y la esterilidad cotidianas de la miseria, la repetitividad de una vida que siempre ha sido pobre en imágenes, palabras, ideas, posibilidades de elección y de crítica, al tiempo que preñada de sombría violencia, sumisión y miedo. En estos años hemos descubierto que los hospitales psiquiátricos están llenos de este tipo de personas; que muchos jóvenes y campesinos pobres fracasan en la escuela y que los centros de educación especial, los institutos médico-pedagógicos y asilos regentados por instituciones pías no son más que ghetos clasistas; que en las montañas, en las tierras más pobres, entre los inmigrantes y en las barracas de las ciudades existe una situación casi universal de conflicto psicológico, de frustración y de ansiedad; que cuando aumenta hasta límites peligrosos el conflicto, todo confluye para que se conviertan en objetos de una opresión abierta, en categoría patológica y en marginación organizada.
Por lo demás, la imposibilidad de convertirse en sujeto político y participar en la historia, así como los sufrimientos que derivan de la misma, no afectan tan sólo a campesinos pobres y subproletariado. En la industria de nuestros días, la impresionante multiplicación y agravamiento entre los obreros de ciertos estados de sufrimiento subjetivo, tenaz y cotidiano (generalmente minimizados por los médicos como trastornos de tipo «neurótico» o «psicosomático», pero que no pocas veces son realmente graves y aniquiladores), se nos muestran en toda su crudeza como la expresión de una impaciencia, un rechazo y una violencia interna muy estrechamente vinculados a las condiciones de trabajo imperantes en las fábricas. Esta impaciencia, este rechazo y esta violencia no consiguen canalizarse y hallar su expresión plena en auténtica violencia, es decir, en la organización y acción revolucionarias. Las fuerzas del obrero se dirigen entonces contra sí mismo y contra su familia, acabando por expresarse mediante el abandono del trabajo, la enfermedad declarada e incluso bajo formas de agresividad culturalizada. Frente a esta situación, que Fanon había descrito y aislado muy bien en la psicología del colonizado, la psiquiatría occidental actúa y juzga de modo sustancialmente idéntico a como lo hace la psiquiatría colonial. Los cambios introducidos no afectan a cuestiones esenciales, la dinámica seguida en ambos casos es análoga (aunque Fanon no se percatara plenamente de ello), y la puesta en marcha de nuevos mecanismos teóricos y organizativos no puede evitar que médicos, psicólogos y psicoanalistas, en no menor grado que enseñantes y asistentes sociales o miembros del sistema judicial, entren a formar parte institucionalizada de un vasto y multiforme aparato de control de las desviaciones que se inserta plenamente en el sistema represivo del estado. El propio desarrollo de las organizaciones asistenciales es un nuevo instrumento, cada día más importante, de aumento y planificación de los consumos, además de complemento necesario de las organizaciones encargadas de la selección. Paralelamente, la progresiva reducción del momento productivo contribuye a determinar, en el seno de la sociedad capitalista avanzada, nuevas exigencias de un «más amplio» control sobre la clase obrera. Quienes precisan de asistencia ya no son sólo los subproletarios, y el propio concepto de marginación se ve reabsorbido en un claro miento de racionalización y funcionalización económica de todos los roles sociales. Una vez más se confirma la tesis denunciada por Fanon de que el engaño de la inferioridad de clase despachada como inferioridad psico-biológica tiende a extenderse más allá de los confines del módulo racista tradicional para convertirse en cobertura «científica» de una articulación de destinos individuales que responde a intereses muy precisos del capital.
Fanon ha dicho bien claro que es hipócrita hablar de psiquiatría si antes no se explicitan los puntos de vista y compromisos que se sostienen sobre la psiquiatría como práctica social, que hablar de casos clínicos es una abstracción sí antes no se aclara de dónde proceden estas personas y cuáles son los problemas de los que no se etiquetan como «casos». Es asimismo ambiguo referir los problemas psicológicos del individuo a su familia hasta que no se hayan examinado las relaciones interpersonales que se dan en ella, en función de una muy concreta situación social e histórica, muy especialmente si se trata de una familia proletaria; y lo seguirá siendo hasta que no se haga explícita la propia ubicación personal y el juicio político que se sostiene ante los estereotipos y ritos familiares usuales. Del mismo modo que se guarda muy mucho de teorizar una panpsiquiatrización de los problemas de las masas, Fanon evita caer en el error opuesto, a saber: ignorar los problemas específicos, incluidos los profesionales, que plantea el sufrimiento psicológico individual. Por lo demás, en ningún momento afirma ni deja entender que todos los problemas psiquiátricos se deban directamente al colonialismo o al capitalismo, ni tampoco que todos ellos se verán automáticamente resueltos con el advenimiento del socialismo. Más equilibrado que algunos de sus epígonos, Fanon insiste sobre todo en la relación que existe entre opresión política y opresión y sufrimiento psicológicos, así como en los aspectos subjetivos (en tanto que relativos a la conciencia) del proceso de liberación personal dentro de la lucha revolucionaria.
Precisamente es este punto el que nos permite una correcta lectura del Fanon político a través de su concepción de la psiquiatría. Su preocupación por los aspectos humanos de la lucha revolucionaria se halla también descrita, más que teorizada, en sus obras políticas. Esta preocupación por los hombres y mujeres colonizados, sus pensamientos y su visión del mundo no derivan ni de una ideología «humanitaria» ni de una confusa antropología (pues en el fondo nada hay más ajeno al pensamiento de Fanon que conceptos y términos atractivos a la par que mistificadores, como «socialismo a la medida del hombre», «política de rostro humano», etc.); por el contrario, son expresión de la justa exigencia revolucionaria de referirse constantemente a una valoración de la conciencia de los militantes y de actuar como una palanca sobre la maduración de este nivel de concienciación para hacer avanzar la lucha. Quizá en este punto concreto tampoco tengan demasiada importancia los errores de Fanon en algunas de sus previsiones, ni si sus ideas sobre la transformación de la mujer y la familia argelinas en el seno de la revolución pecaron de adhesión a una vena ideológica populista por reflejos ideológicos existencialistas o por un cierto optimismo al querer vincular las exigencias de la lucha armada y la liberación política y social de los individuos. Lo que cuenta es la atención prestada a la base revolucionaria y su fe en la capacidad del «simple» militante para asumir plena y rápidamente una nueva forma de actuar y un sentido crítico distinto, por lo demás observación metodológica de inapreciable valor. Para Fanon, el militante asume una capacidad y una inventiva ante las decisiones totalmente nuevas para él, siente brotar en su interior nuevas ideas, no fantasías o impulsos como postula un cierto concepto de espontaneísmo con el que nada tiene que ver el pensamiento fanoniano; el militante, en definitiva, adquiere un auténtico poder político.
Por tanto, constituye mérito específico de Fanon haber puesto al descubierto la importancia y significado de la concepción del mundo propia del colonizado, y como consecuencia la del revolucionario. Del mismo modo, hay que reconocer a la Revolución Cultural el mérito de haber demostrado que esta transformación de la visión del mundo que sufre el militante es consecuencia (y al mismo tiempo condición necesaria) de la lucha de clases, instrumento de liberación de la capacidad de las masas para actuar, continuo y violento choque de ideas y comportamientos bajo la dictadura del proletariado y la guía del partido. Quizá sea difícil y prematuro expresar un juicio acerca de la influencia ejercida por los escritos de Fanon sobre los movimientos revolucionarios mundiales; pero parece ciertamente lícito sostener que hoy por hoy, también en Italia, resulta útil estudiar nuevamente sus textos y extraer de ellos enseñanzas políticas sin duda no marginales.
* * *
1 Gobierno Provisional de la República de Argelia.
2 Franz Fanon: Los Condenados de la Tierra, traducción de Julieta Campos, prefacio de Jean-Paul Sartre, FCE, México, 1965.