Exportar metales y minerales sí, pero refinados: la batalla de África por rentabilizar las materias primas

Fuentes: https://elpais.com/planeta-futuro/2023-09-22/exportar-sus-metales-y-minerales-si-pero-refinados-la-batalla-de-africa-por-rentabilizar-las-materias-primas.html                                         RODRIGO SANTODOMINGO                                           

El continente exporta oro, litio o cobalto sin refinar porque carece de infraestructuras o financiación. Ahora, algunos gobiernos impulsan planes ambiciosos para convertirse en los principales beneficiados de sus propios recursos

Sierra Leona
Mineros congoleños trabajan en una mina de oro artesanal cerca de Kamituga, al este de la RDC.STRINGER (REUTERS)

John D. Cooper, director de investigación en el Ministerio de Recursos Minerales de Sierra Leona, pospone una entrevista por videoconferencia con este diario debido a una reunión imprevista. Horas después se disculpa. “Estábamos hablando sobre cómo dar un paso adelante que nos lleve más allá de la mera extracción de metales y minerales para venderlos en bruto”. Cooper menciona planes todavía sin concretar para generar más progreso a partir de “la bendición del suelo sierraleonés”. Las entrañas de este país situado en África occidental contienen oro, hierro o bauxita y cerca del 70% de lo que exporta el país proviene de su sector extractivo. Pero casi todos los minerales se trasladan en bruto al extranjero, donde se refinan.

“Queda mucho por avanzar, pero ya está sobre la mesa la necesidad de un cambio. Hasta hace poco, estábamos dormidos”, añade Cooper, refiriéndose no solo a Sierra Leona, sino al continente entero. El pasado agosto, este experto y otros especialistas abordaron, durante un encuentro del Banco Africano de Desarrollo (BAD) celebrado en Abiyán, la capital de Costa de Marfil, vías posibles hacia un mayor rendimiento de los recursos naturales de África. Allí se habló de desarrollo sostenible y transición energética. Son inmensos retos que, según los asistentes, solo serán factibles si el continente deja atrás el paradigma de región que se limita, por norma, a exportar materias primas baratas que otros rentabilizan al máximo gracias a su mayor poder tecnológico. “Se trata de una opinión compartida por expertos que, poco a poco, va filtrándose al ámbito político”, sostiene Cooper.

Algunos países africanos están pasando de las vagas intenciones a las medidas drásticas. En diciembre del pasado año, Zimbabue prohibió la exportación de litio sin procesar. Namibia siguió sus pasos este julio, añadiendo al preciado mineral (componente básico de las baterías eléctricas) otros más difíciles de encontrar —aunque también fundamentales en la descarbonización del planeta— como el disprosio y el terbio, utilizados en las turbinas eólicas o en los coches eléctricos.

Zimbabue prohibió la exportación de litio sin procesar en diciembre del pasado año, y Namibia siguió sus pasos este julio

Al sur de ambos países se encuentra Sudáfrica, alumno aventajado en el sector extractivo del continente. Dotado con las principales reservas globales de platino, allí se refina, en plantas de multinacionales como Implats o Anglo American, la inmensa mayoría de todo este metal precioso que se comercializa en el mundo. Más al norte, en la región de los Grandes Lagos, países como Tanzania, Ruanda y Uganda han puesto últimamente en marcha ambiciosas refinerías de oro, mediante colaboraciones público-privadas. El objetivo es doble: capitalizar mejor el dorado metal y poner coto a las refinerías ilegales que abundan en aquella zona.

La voluntad de cristalizar una cadena de valor africana no se limita a metales de lujo o a la llamada minería verde (por su alto valor en la lucha contra el cambio climático). En la vieja economía de energías fósiles, el hombre más rico de África, el nigeriano Aliko Dangote, está resuelto a zanjar una anomalía que aqueja a su país desde hace décadas: ser al mismo tiempo un gran productor de petróleo y un gran importador de gasolina. Su gigante empresarial, Dangote Group, inauguró este mayo una gigantesca refinería de crudo en las afueras de Lagos, la capital económica de Nigeria. El plan pasa por abastecer al mercado doméstico y exportar el remanente. Se espera también, según un informe de la consultora panafricana Hawilti, que las nuevas instalaciones estimulen indirectamente la puesta a punto de las cuatro refinerías estatales nigerianas, una especie de mastodontes casi en ruinas.

Un minero emerge de un yacimiento de oro con bolsas de rocas rotas, en Nsuaem Top, Ghana, en noviembre de 2018.
Un minero emerge de un yacimiento de oro con bolsas de rocas rotas, en Nsuaem Top, Ghana, en noviembre de 2018.ZOHRA BENSEMRA (REUTERS)

El desafío de la electricidad

Para Silas Olang, asesor para África del Instituto de Gobernanza de los Recursos Naturales (IGRN), la clave de una transformación regional a gran escala pasa por adoptar “una mirada estratégica” en la que los gobiernos africanos colaboren estrechamente con el capital privado. Con una “débil gobernanza”, advierte, se corre el riesgo de perpetuar la “maldición de los recursos” en África, agravando incluso sus efectos perversos: conflictos armados, corrupción y desigualdad.

Este marco de acción, continúa Olang, debería sustentarse en “la transparencia y en nuevos mecanismos de financiación”. El asesor del IGRN distingue entre un “nacionalismo de los recursos que busca beneficiar a los ciudadanos de los países que los poseen”, y las nacionalizaciones masivas, que son un grave error, en su opinión. Y admite que, salvo contadas excepciones como el Dangote Group o Implats, las empresas africanas no están por ahora en condiciones de propiciar un cambio profundo. Las inversiones, argumenta Olang, deben correr a cargo del capital foráneo, de los propios Estados africanos y de organismos regionales como el Banco Africano de Desarrollo.

Además, para cimentar un África metalúrgica es necesario primero edificar sistemas energéticos estables. “Refinar requiere muchísima electricidad”, apunta Andrew Gulley, investigador del Estudio Geológico de Estados Unidos y buen conocedor de los derroteros históricos del cobalto en la República Democrática del Congo (RDC).

Si se va la luz de manera puntual, no es el fin del mundo, ya que contamos con potentes generadores propios. Pero si el corte dura días y días, comenzamos a ver las consecuencias

Benedikt Sobotka, ERG

Bautizado, junto al coltán, como el oro del siglo XXI, el cobalto es indispensable para la fabricación de móviles o coches eléctricos. El 70% de su producción mundial se arranca de minas congoleñas, pero el 80% se refina en China. Cuenta Gulley que no siempre fue así: hasta los años setenta, la RDC refinaba casi todo su cobalto. Pero entonces llegaron décadas de guerras, destrucción, nacionalizaciones y mantenimiento deficiente. “El país ha sido incapaz de consolidar una infraestructura que genere y transmita energía con la regularidad necesaria”, explica Gulley.

En Euroasian Resources Group (ERG), empresa controlada por el Estado de Kazajistán y los principales oligarcas de este país, conocen bien el desafío que supone procesar metales y minerales en ciertas zonas de África. El grupo trabaja el cobalto o el cobre en países como la RDC, Zimbabue o Zambia. “El sistema eléctrico es altamente inestable”, admite Benedikt Sobotka, su consejero delegado. “Si se va la luz de manera puntual, no es el fin del mundo, ya que contamos con potentes generadores propios. Pero si el corte dura días y días, comenzamos a ver las consecuencias”, continúa.

Sobotka añade más obstáculos que ahuyentan a los flujos financieros imprescindibles para convertir a África en una potencia refinadora: “Hacen falta mejores infraestructuras de transporte, marcos regulatorios estables y estabilidad política”. Aun así, ERG está construyendo una nueva instalación en RDC para producir hidróxido de cobalto, “un elemento poco contaminante y anhelado por los fabricantes de baterías”, continúa Sobotka.

El consejero delegado de ERG sostiene que Indonesia podría ser un buen modelo para África. Cuenta Sobotka que allí pusieron restricciones para exportar material no refinado, al tiempo que fijaban medidas que atrajeron dinero extranjero. Hoy, explica, se refina en territorio indonesio “la mayoría del níquel extraído, y pronto van a fabricar coches y baterías eléctricas”.

Colaboración regional

Cooper, del Ministerio de Recursos Minerales de Sierra Leona, también corrobora la urgencia de resolver el problema energético antes de pasar a mayores: “Sierra Leona cubre actualmente el 35% de sus demandas energéticas. Necesitamos llegar al 80% para que la industria metalúrgica sea viable a largo plazo”. Este experto sierraleonés enumera otros factores que alentarían el surgimiento de más refinerías en el continente. Por ejemplo, la valentía política para exigir al capital extranjero condiciones que favorezcan la retención del valor originado en los subsuelos africanos: “A veces tenemos miedo de que, si pedimos demasiado, las empresas foráneas se irán a otros países”, resume. Y también la colaboración regional: “Apenas nos hablamos, cada país va por libre” lamenta.

Cooper insta por último a impulsar la formación STEM (acrónimo inglés para referirse a las disciplinas científico-tecnológicos) con vistas no solo al refinado de metales y minerales, sino a la manufactura de los productos que los precisan.

En 2022, Zambia y la RDC firmaron un acuerdo para fabricar baterías eléctricas en una zona económica especial compartida por ambos países. Se trata de un proyecto integral, con una cadena de suministro que empieza en la mina y termina con el producto final listo para su venta.

Hasta que no rompamos con la dependencia y empecemos a vivir de lo que generamos, no podremos ser libres

John D. Cooper, director de investigación en el Ministerio de Recursos Minerales de Sierra Leona

A finales de año, Estados Unidos se subió al carro de la iniciativa con generosas promesas de financiación. El Fondo Carnegie para la Paz Internacional, un influyente laboratorio de ideas estadounidense, diseccionó en un artículo publicado el pasado agosto la relevancia geopolítica de esta colaboración. Su autor, Folashadé Soulé, sostenía que el trasfondo del movimiento de EE UU es la rivalidad con China por asegurarse el acceso a los elementos imprescindibles de la transición energética. Soulé explicaba que si lleva a cabo el proyecto simbolizaría un cambio de paradigma: una nueva África que juega hábilmente en las aguas revueltas de la rivalidad entre superpotencias.

Sobotka se muestra escéptico sobre el éxito del proyecto. “Para ser competitiva, esta planta entre Zambia y la RDC tendría que contar con electricidad estable, buena logística y plazos de entrega fiables, pero en la frontera entre ambos países, puede haber atascos de 80 kilómetros durante un mes”, cita. El consejero delegado del ERG contrapone a este caos “el perfecto ecosistema que ya existe en la ciudad de Ningde, la capital mundial en la producción de baterías, situada al sur de China”. Un engranaje difícil de replicar en cualquier otro lugar, no solo en África, advierte Sobotka.

A pesar de las dificultades, Cooper no ceja en su entusiasmo. Sin ignorar los escollos que África encontrará en la senda industrial, no ve otra alternativa. Hay que ir paso a paso, insiste: “Hasta que no rompamos con la dependencia y empecemos a vivir de lo que generamos, no podremos ser libres”.

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