Explosiones en fábricas, agua contaminada y descarrilamientos: el coste de hacer negocios para el capitalismo estadounidense

Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/04/01/pers-a01.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws                    Tom Hall                                                                                          02.04.23

La semana pasada, una enorme explosión estremeció la pequeña ciudad industrial de West Reading, Pennsylvania. El estallido ocurrió en la fábrica de chocolate R.M. Palmer, sacudió varias cuadras de la ciudad y arrojó escombros por el aire.

Trabajadores de emergencia y equipo pesado en el sitio de la mortal explosión en la fábrica de chocolate en West Reading, Pennsylvania, 25 de marzo [AP Photo/Michael Rubinkam]

La explosión es uno de los desastres laborales estadounidenses más mortales en años. Se han confirmado siete fallecidos hasta ahora: Xiorky Nunez, de 30 años; Susan Halvonik, 63; Michael Breedy, 62; Diana Cedeno, 44; Judith Lopez-Moran, 55; Amy Sandoe, 49; y Domingo Cruz, 60. Diez trabajadores más sufrieron lesiones.

Está en marcha una investigación, pero, como siempre, la evidencia inicial apunta a negligencia criminal por parte de la gerencia. La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés) inició una indagación específica sobre una presunta explosión de “gas natural” y un incendio.

Por meses, los trabajadores de la planta se quejaban de un olor de gas y la gerencia presuntamente, que evidentemente se rehusó a detener la producción para lidiar con el olor, presuntamente los ignoró.

La horrenda catástrofe en West Reading es parte de una serie interminable de tragedias laborales en Estados Unidos. Pocos días antes, el miércoles, seis trabajadores de la construcción murieron cerca de Baltimore, Maryland, cuando un vehículo colisionó con su área de trabajo.

Según el Gobierno estadounidense, 5.190 trabajadores fallecieron por lesiones laborales en 2021, según los datos más recientes disponibles. Un reporte separado de la confederación sindical AFL-CIO descubrió que 120.000 trabajadores mueren cada año por enfermedades ocupacionales.

El capitalismo no solo mata a los trabajadores con una regularidad impactante, sino que envenena a las comunidades. De hecho, el mismo día de la explosión en West Reading, el suministro de agua en el área metropolitana vecina de Filadelfia, que tiene 6 millones de habitantes, fue contaminado por el derrame de más de 8.000 galones de acrilato de butilo, una sustancia tóxica. Este es uno de los químicos derramados el mes pasado por el descarrilamiento en East Palestine, Ohio. Las autoridades del sistema hídrico de Cincinnati se vieron obligadas a cerr ar el suministro de agua por la detección de acrilato de butilo del desastre en el río Ohio.

Pero los residentes de Filadelfia ni siquiera fueron notificados del derrame por dos días, cuando los noticieros locales finalmente lo reportaron. Esto provocó un pánico de compras de agua embotellada, mientras las autoridades titubearon al imponer y luego levantar el aviso sobre el agua. Finalmente declararon, sin presentar ninguna evidencia clara, que era seguro tomar el agua. Esta es una repetición de la respuesta del Gobierno al desastre en East Palestine, donde los oficiales mintieron que era seguro tomar el agua y, por más de un mes, se rehusaron incluso a realizar pruebas de dioxinas, un grupo de químicos letales.

Los descarrilamientos, que se producen tres veces cada día en EE.UU., siguen ocurriendo frecuentemente después de lo acontecido en East Palestine, lo que demuestra que no ha habido ninguna respuesta significativa para prevenir tales desastres. Los descarrilamientos grandes más recientes incluyen un tren que llevaba asfalto líquido y etilenglicol en Dakota del Norte, un tren desbocado que se descarriló pocas horas después en California cuando viajaba a 130 km/h y otro descarrilamiento e incendio el jueves de 22 vagones, incluyendo algunos con químicos, en Minnesota.

Otros accidentes importantes recientes incluyen:

  • El miércoles, en Louisville, Kentucky, una barcaza que contenía 1.400 toneladas de metanol, un químico tóxico, se desprendió y comenzó a hundirse.
  • En septiembre, los hermanos Ben y Max Morrissey murieron en una explosión en una refinería cercana a Toledo, Ohio. Después de una investigación de seis meses, el Gobierno federal multó a la empresa apenas $156.250 este mes.

Lo que emerge es la imagen de una sociedad en crisis. Estados Unidos es el país más rico del mundo y tiene acceso a tecnologías de punta que debieron haber eliminado las muertes laborales como algo del pasado. Pero tal desarrollo se ve minado por el afán de lucro irracional y caduco de la clase gobernante, que domina el país y utiliza la tecnología para intensificar de forma ilimitada la explotación de los trabajadores. Esto ha vuelto los lugares de trabajo menos seguros.

Por ejemplo, los avances en las tecnologías computarizadas de seguridad como Positive Train Control en los ferrocarriles, se utilizan principalmente para eliminar puestos de trabajo de las tripulaciones y los despachantes. Consecuentemente, no son meramente accidentes trágicos que ocurrieron al azar, sino casos de asesinato social causados por decisiones deliberadas.

Mientras tanto, en defensa de los intereses globales del imperialismo estadounidense, no se escatima ningún recurso para enviar armamento a la masiva matanza en los campos de batalla en Ucrania ni para los programas masivos de construcción naval de la Armada como parte de los preparativos de guerra contra China. La misma élite política luego alega a los trabajadores que mueren a diario en los centros laborales estadounidenses que no tiene dinero y no puede hacer nada para prevenir estas muertes.

Después de cada desastre, el sistema político demuestra ser incapaz de dar una respuesta significativa ni disimular interés. Actúa como facilitador, eliminando todas las protecciones que existían y protegiendo a las empresas de cualquier responsabilidad financiera o legal.

Los sindicatos, que están controlados por burocracias corruptas y totalmente integradas en el sistema capitalista, son instrumentos críticos para suprimir cualquier respuesta en la clase trabajadora. Se dedican abiertamente a bloquear huelgas e imponer las malas condiciones laborales. En diciembre, los sindicatos ferroviarios colaboraron estrechamente con Washington para prevenir una huelga nacional y ganar tiempo para que el Congreso la prohibiera. En el sindicato United Auto Workers (UAW), la nueva dirección “reformista” elegida en una votación en la que fueron excluidos cientos de miles de trabajadores, ya está preparando una traición de las negociaciones contractuales este año.

La indiferencia de las instituciones oficiales a la vida humana se está demostrando a gran escala en la pandemia de coronavirus, que sigue matando a aproximadamente a 500 estadounidenses cada día, a pesar de los intentos de los oficiales de declarar que ya se acabó. Los expertos serios demostraron que el virus pudo haber sido contenido en cuestión de semanas en 2020 por medio de una respuesta globalmente coordinada que incluyera un rastreo de contactos agresivo y cuarentenas.

Estas medidas nunca se tomaron o se implementaron solo brevemente porque se consideró que el costo de estas medidas era “peor que la enfermedad”, para usar la frase acuñada por el columnista multimillonario del New York Times, Thomas Friedman. En otras palabras, en vez de poner fin rápidamente a la pandemia, prefirieron la muerte prevenible de 20 millones de personas, incluyendo a más de 1 millón de estadounidenses.

Pero la oposición está aumentando rápido en la clase trabajadora y la lucha de clases está sentando las bases para atender seriamente estos problemas. Está aumentando la militancia de los trabajadores de base, así como la consciencia de que se enfrentan a todo el sistema social, el capitalismo, que los oprime. Esto no solo lo demuestra el aumento de la actividad huelguística, como la huelga la semana pasada de 65.000 trabajadores escolares en Los Ángeles, sino también a través de la expansión de organizaciones nuevas e independientes de la clase trabajadora. El domingo pasado, la reunión de trabajadores automotores estadounidenses, auspiciada por la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB) fue un gran hito.

En países de todo el mundo, incluyendo Francia, Reino Unido, Alemania, Israel, Grecia y Sri Lanka, millones de trabajadores están participando en huelgas y protestas masivas a nivel nacional, en oposición a la austeridad y la creciente represión política. Esto también vendrá a Estados Unidos. El centro del capitalismo mundial también es el centro de la miseria social, la desigualdad y de las decisiones sociales irracionales. Pero la cuestión crítica para los trabajadores de todo el mundo es la perspectiva de este movimiento.

En el Programa de Transición, el documento fundacional de la Cuarta Internacional, León Trotsky escribió, “Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las demandas que surgen de las calamidades que él mismo engendra, entonces déjenlo morir”.

La lucha por condiciones laborales seguras y todas las demás cuestiones sociales plantean las interrogantes de cómo, quién y en beneficio de quienes deben tomarse esas decisiones. Esto suscita a su vez la cuestión del control obrero y la abolición del sistema de lucro en sí. La lucha de la clase trabajadora debe orientarse hacia la lucha por el socialismo y la utilización de los vastos recursos en todo el mundo para satisfacer las necesidades humanas y no el lucro privado.

(Publicado originalmente en inglés el 29 de marzo de 2023)

 

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