Mucho antes de empezar a fotografiar a los protagonistas de esta obra, comencé a pensar en ellos. En cómo se sentirían encerrados en los zoológicos, en cómo sus vidas se volvieron en blanco y negro cuando fueron capturados y encerrados, y en cómo yo podría ayudar a cambiar su realidad. Pensé que darles visibilidad sería un buen comienzo. Y pensé, también, que los animales en cautiverio están sometidos a una cadena perpetua.

Este es un proyecto artístico sobre los animales que viven en los zoológicos, sobre lo perjudicial que es para cada individuo la cautividad y sobre las diferencias a las que se ven sometidos los animales encarcelados respecto a su vida en libertad. Durante los dos años de trabajo he observado a través de mi lente que si un animal no puede ejercitar su cuerpo ni estimular su mente, el individuo desarrolla comportamientos estereotipados o repetitivos. La documentación recabada en este tiempo, apoyada por diversos estudios, afianza que la confinación produce además alteraciones en su comportamiento e incluso enfermedades físicas.

Mientras pasaba largas horas mirando tras el objetivo, y lamentándome de mi presencia allí, observaba la tristeza en los ojos de los animales encarcelados. Pero, además, algunas especies de gran inteligencia y similitud con los humanos, como los simios, eran conscientes de su realidad. Una realidad que les mantiene encerrados de por vida.

Recuerdo la mirada clavada y los suspiros de desesperación de un gorila en el Zoológico de Madrid. Un espalda plateada que observaba, que conocía su situación, que intentaba esconderse para no ser visto y, tras no conseguirlo, me miró fijamente, de arriba abajo, y su mirada me preguntó: ¿qué delito cometí para ser un prisionero?

A medida que nacen más generaciones de animales en cautiverio, el comportamiento de estos se separa más y más del comportamiento natural de los individuos salvajes. Si visitamos un zoológico, debemos pensar en que el animal cautivo es un ser vivo privado de su vida natural, expuesto a entretenimientos, utilizado para provecho económico.

Los animales sienten dolor físico y emocional, y aunque esto es una obviedad para muchos de nosotros, lo cierto es que los humanos actúan en demasiadas ocasiones como si eso no importara. Debemos plantearnos nuestros principios éticos y no proclamar la superioridad y el ego desde el otro lado de la vidriera, si eso supone sufrimiento para los animales no humanos. La información y la educación a las nuevas generaciones es el inicio del camino hacia el respeto animal.

‘CADENA PERPETUA’ pretende dar la información necesaria para abrir la mente y el corazón de cada espectador, dejando a un lado el ego humano y dando paso a la empatía hacia el resto de seres sintientes.