Estados Unidos negocia que otros países le saquen de la quiebra económica

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Biden acudió a la cumbre de Jeddah, en Arabia saudí, con toda su artillería pesada (Jake Sullivan, Brett McGurk y Antony Blinken), pero a los medios de comunicación mundiales, siempre tan pendientes de los más pequeños gestos de la Casa Blanca, no ha parecido importarles.

Es la mejor señal de que a nosotros sí nos debería importar y a falta de información tenemos muchas hipótesis. Con alguna de ellas podemos acertar.

El viernes Biden dijo en Maine que va a firmar un acuerdo de “normalización” con Riad. “Un acercamiento puede estar en camino”, dijo Biden que, en efecto, trabaja en un “pacto de seguridad mutua” con Arabia saudí que, de rebote, podría acabar en la “normalización” de las relaciones entre Arabia saudí e Israel.

Un pacto de seguridad mutua debería renovar el del Quincey y, al estilo OTAN, obligar a Estados Unidos a salir en defensa de Arabia saudí si fuera atacada (muy probablemente por Irán).

Además, debería contener un programa nuclear civil controlado por Estados Unidos.

También debería autorizar a Riad a comprar el sistema de misiles antibalísticos “Terminal High Altitude Area Defense”.

Al mismo tiempo, Estados Unidos debería garantizar que Israel no se anexione Cisjordania y que Tel Aviv haga concesiones a los palestinos que abran la posibilidad de una solución “a dos estados”, que fue la base de la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, que no se ha implementado nunca y que Riad relanzó en la última reunión de la Liga Árabe.

La alternativa saudí es: o bien Israel se anexiona Cisjordania, o bien opta por hacer las paces con Arabia saudí. Por lo tanto, debería cesar el expolio en curso de tierras palestinas en Cisjordania. Si Netanyahu aceptara algo así, perdería los apoyos de su gobierno, que son los más sionistas entre los sionistas.

Esa hipóteis involucra a demasiados actores siguiendo las órdenes de Washington y eso es algo que sucede cada vez menos en el mundo. Durante más de dos décadas, Estados Unidos ha tratado en detener los asentamientos sionistas en Cisjordania y no lo ha logrado. Mohammad Bin Salman no va a regalar nada a Biden con meras promesas, sabiendo que los asentamientos no se detendrán.

Además, los saudíes ya tienen garantías de seguridad, negociadas directamente con Irán y con China, están a punto de obtener un programa nuclear (en alianza con Irán y China) y quieren jugar un papel cabecero en los asuntos regionales… pero como miembros del bloque OCS-BRICS.

En consecuencia, Estados Unidos no le puede ofrecer nada a Arabia saudí que, por lo demás, tampoco quiere empeorar sus relaciones con China.

Las explicaciones tienen que ir por el lado económico. Estados Unidos quiere que Arabia saudí expulse a Huawei y demás gigantes tecnológicos chinos del mercado. Por supuesto, no admite que Riad acepte la divisa china para cobrar las ventas de petróleo porque tendría un impacto muy negativo en el dólar como la moneda más importante del mundo.

Pero hay más. Recientemente la Secretaria de Estado Yellen realizó una visita de dos días a Pekín, que se alargó a cuatro días. Tampoco hay muchas informaciones en la prensa occidental. El objetivo de la visita era persuadir a los chinos para que reanudaran sus compras de bonos del Tesoro estadounidense.

Con el límite de la deuda, la liquidez del Tesoro cayó casi a cero; necesita vender 1,1 billones de dólares en bonos del Tesoro a alguien… con urgencia. No hay posibilidad de que China compre bonos del Tesoro: aún así vendió 20.000 millones de dólares de bonos que tenía.

Para salir de la quiebra, Biden quiere que Riad también compre bonos del Tesoro. La visita a Jeddah sería una repitición de la de Kissinger en los setenta que dio origen al petrodólar y obligó a los saudíes a retrasar la quiebra de Estados Unidos mediante la compra de títulos del Tesoro.

Medio siglo después la situación del dólar es mucho más delicada. La inflación y las tasas de interés han subido y la cotización de los bonos ha bajado. La deuda de Estados Unidos se ha disparado y se espera que, por sí solos, el pago de intereses sobre esa deuda alcance un billón de dólares al año.

Muchos países han comenzado a comerciar en monedas distintas al dólar. El pago del petróleo saudí en yuanes es, por tanto, una de las muchas señales de alerta. Los mercados empiezan a desvincularse de las instituciones de Bretton Woods y de un sistema financiero colonial.

En coordinación con Moscú, Riad lucha actualmente para romper el control que ejercen las potencias occidentales sobre los precios de las materias primas, en particular el precio del petróleo. Si los saudíes son capaces de marcar el precio del barril de crudo, no necesita romper sus buenas relaciones con China ni seguir sosteniendo la hegemonía del dólar. Si el dólar se hunde va a ser un beneficio para todos… excepto para Estados Unidos, naturalmente.

Estados Unidos es un país que comienza a estar cada vez más aislado del mundo y del comercio mundial.

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