Esperando desde noviembre la anunciada contraofensiva ucraniana

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Desde el comienzo, la Guerra de Ucrania se ha caracterizado por la aplastante superioridad del ejército ruso, que siempre ha mantenido la iniciativa. Se ha combatido donde y cuando el mando militar ruso ha decidido. Hasta la fecha Ucrania nunca ha mostrado la más mínima posibilidad de ganar la guerra; ni siquiera ninguna batalla.

Por eso, desde noviembre del año pasado, el gobierno de Kiev lleva hablando de una contraofensiva, que primero se aplazó para la primavera y ahora para el verano. Pero es difícil que los ucranianos puedan reunir fuerzas suficientes. Tampoco tienen tropas experimentadas.

Gran parte de sus unidades, así como de la defensa territorial, ya han sido destruidas en Mariupol, Bajmut, Soledar, Popasnaya, Lisichansk, Severodonetsk y en las batallas de las regiones de Jerson y Jarkov en el verano. Desde entonces no han logrado formar nuevas unidades con el mismo nivel de experiencia y equipamiento.

Queda saber si lo harán próximamente. La OTAN y Estados Unidos no pueden entrenar y armar razonablemente a más de tres o cuatro brigadas ucranianas en el tiempo disponible.

El Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, declaró tras la reunión del Grupo de Contacto de Ramstein a principios de año que los países occidentales habían conseguido preparar nueve brigadas acorazadas. Sin embargo, un despliegue de esa magnitud requeriría al menos 837 tanques. Después de Ramstein, Austin informó de entregas de 230 carros de combate, lo que sugiere una tergiversación deliberada del tamaño de las unidades ucranianas.

Algunos dicen que Ucrania ha acumulado 200.000 reservistas, lo que es una exageración. Para invadir Irak, en 2003 Estados Unidos y la OTAN acumularon 160.000 efectivos.

Un cálculo más ajustado arrojaría, como máximo, la cifra de unos 100.000 soldados entrenados dentro y fuera de Ucrania desde el inicio de la guerra. De ellos sólo 20.000 estarían realmente preparados para iniciar una ataque. El resto serían fuerzas de apoyo.

Una contraofesiva ucraniana tiene un serio problema: no podrían sorprender al ejército ruso. Cada uno de los movimientos del ejército ucraniano está vigilado al milímetro y es prácticamente imposible acumular una fuerza de 20.000 soldados sin que se pongan en alerta. Si renuncian a agrupar a sus tropas y distribuyen las fuerzas a lo largo del frente, perderán la ventaja de la superioridad.

El tiempo juega a favor de Rusia. Las fuerzas que están siendo golpeadas actualmente en Bajmut constituyen la mitad de las unidades ucranianas listas para el combate.

Retrasar más la contraofensiva multiplicaría los acuciantes problemas de los socios de la OTAN, comprometiendo la ayuda financiera y militar, sin la cual el ejército ucraniano no puede sobrevivir ni un minuto más.

Cada día que pasa no refuerza Ucrania sino a Rusia. Al Kremlin le basta con sus propias fuerzas, Kiev depende de terceros, de que los equipos militares lleguen a tiempo y de que sean los que necesitan, y no los sobrantes.

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