Keir Starmer, el novisimo premier británico le ha faltado tiempo para poner «fuera de la ley» a los diputados mas radicales de su Partido.
La reciente «purga» de siete diputados de izquierda en el Partido Laborista del Reino Unido refleja las profundas divisiones internas y la influencia del capital en la política contemporánea. De acuerdo con la opinion de algunos observadores, este inesperado suceso pone en evidencia la continua «lucha de clases» dentro del partido y su impacto en la representación de los intereses de las clases trabajadoras.
Por MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
El Partido Laborista del Reino Unido, pese al triunfo arrollador obtenido en las urnas hace apenas unas semanas, se enfrenta ahora a una crisis interna de auténtica envergadura.
A solo días de la votación, el líder del partido, Keir Starmer, ha suspendido a siete diputados de la llamada ala izquierda del grupo parlamentario por desobedecer sus instrucciones en una votación clave.
Este suceso, aunque aparentemente es un conflicto interno más, refleja dinámicas históricas y económicas profundas que han caracterizado al movimiento obrero y su representación política.
CONTEXTO HISTÓRICO Y POLÍTICO
Desde su fundación en 1900, el Partido Laborista ha sido un pilar en la representación política de la clase trabajadora británica, aunque una cosa sea representarla en las instituciones y otra, muy diferente, representar objetivamente sus intereses.
No obstante, su historia ha estado fuertemente marcada por tensiones internas entre facciones moderadas y radicales. Durante la era del hoy defenestrado Jeremy Corbyn (2015-2020), el partido experimentó un giro a la izquierda, adoptando políticas más progresistas y socialistas. Este cambio representó una amenaza directa para los intereses capitalistas establecidos, lo que condujo a una intensa campaña mediática y política para desestabilizar el liderazgo de Corbyn.
La suspensión de estos diputados de izquierda, entre los que se encuentran figuras realmente destacadas como John McDonnell y Rebecca Long-Bailey, no es un hecho aislado. Más bien, es una continuación de una larga tradición de purgas internas dentro de los partidos socialdemócratas cuando las facciones más moderadas intentan consolidar su poder frente a los elementos más radicales.
LA VOTACIÓN Y SUS IMPLICACIONES
El conflicto reciente surgió cuando el Partido Nacional Escocés (SNP) propuso una enmienda para ampliar las prestaciones familiares al tercer hijo, rompiendo con la política actual que limita estas prestaciones a dos hijos. Siete diputados laboristas votaron a favor de esta enmienda, desobedeciendo así las directrices del partido que les ordenaba oponerse.
En respuesta, Starmer ha sido fulminante: los suspendió del grupo parlamentario por seis meses, lo que fue visto como un acto autoritario por muchos, incluyendo la diputada Bell Ribeiro-Addy, quien se abstuvo de la votación y, por lo tanto, no fue suspendida.
Esta reacción de Starmer hay que interpretarla como un intento de reafirmar su control sobre el partido y alinear a todos los diputados con su visión más moderada. Sin embargo, esta acción también pone de manifiesto las fracturas profundas dentro del partido y plantea preguntas sobre la democracia interna y la tolerancia a la disidencia.
EL CONTEXTO EN EL QUE TIENE LUGAR LA DEGOLLINA
No son pocos los que desde la izquierda interpretan esta purga como una manifestación de la lucha de clases dentro del propio aparato político del Partido. Los diputados suspendidos representan a una fracción del partido que busca políticas más redistributivas y que están desafiando directamente las estructuras capitalistas existentes, manifiestan algunos los observadores socialdemócratas. Su suspensión no solo es una táctica de control interno, sino también una señal de la presión externa ejercida por las clases dominantes que están viendo amenazados sus intereses.
La insistencia de Starmer en seguir una línea moderada refleja la decisiva influencia que están teniendo las élites económicas sobre la política laborista. La resistencia a ampliar las prestaciones familiares, una medida que beneficiaría directamente a las clases trabajadoras y más vulnerables, es un indicio claro de la prioridad que se da a mantener un equilibrio presupuestario que favorece al capital sobre las necesidades sociales.
¿LA HISTORIA SE REPITE?
A lo largo de la historia, dicen hoy algunos analistas de la izquierda británica, los movimientos socialdemócratas han enfrentado divisiones similares. La Revolución Rusa de 1917, por ejemplo, vio una ruptura decisiva entre los bolcheviques y los mencheviques, donde los primeros abogaban por una revolución proletaria, mientras que los segundos preferían reformas graduales dentro del marco capitalista. Del mismo modo, – aseguran- la España de la década de 1930 y los diversos gobiernos laboristas del siglo XX han sido testigos de purgas y conflictos internos cuando las facciones más radicales desafían el statu quo. Aunque no es esa nuestra opinión, si queremos dejar constancia del ambiente de rebeldía que parece detectarse en determinados ámbitos del laborismo británico.
Lo que si podemos afirmar es que en el contexto actual, la suspensión de los diputados laboristas de izquierda es una medida preventiva del líder de la derecha laborista para intentar prevenir un movimiento similar al que se produjo bajo el liderazgo de Corbyn, con un aparente resurgimiento de la ideas socialistas en el Partido Laborista, que el establishment interpretó como un intolerable desafio al neoliberalismo dominante en el Reino Unido desde los aciagos tiempos de la Sra. Thatcher.