España ¿imperial?

José M. Murià
Esa recóndita pretensión española de convertirse en una suerte de capitana moral de los países latinoamericanos, viene de tiempo atrás.

Se basa en que su rey ejerza una suerte de liderazgo en dicho cotarro, lo cual cuenta en nuestras naciones con el respaldo de una buena masa reaccionaria y fascistoide con fuertes raíces en los beneficios que les ocasionó a sus ancestros la dominación española.

En Guadalajara y otras ciudades muy criollas del centro de México, todavía se echan de ver güeros que en ocasiones especiales, como el 12 de octubre, salen a lucir medallas, bandas y cintas adquiridas habitualmente mediante una corta feria a profesionales del asunto que medran descaradamente con su anacrónica vocación nobiliaria.

Conocemos a bastantes hombres y mujeres decentes a quienes el tema de la mexicanidad cabal no les acaba de cuadrar y si no adolecen de hispanofilia procuran ser gringos.

En ocasiones del Quinto Centenario que gustaban de llamar el descubrimiento de América y les volteamos en ese tiempo el chirrión por el palito, con aquello de Encuentro de dos mundos –que ganó la partida– me tocó pulsar la pervivencia, lo mismo aquí que allá, de esa vocación por conservar una cierta pleitesía por Su Majestad… a pesar de lo borrachín y pillastre que era, y también a su entonces príncipe heredero.

Recuerdo que éste, cuando vino a Guadalajara, el entonces director de la Biblioteca Iberoamericana, en la reunión que tuvimos, se dirigió a él varias veces como alteza…, mientras que los demás nos comportamos con un sentido más republicano.

Por cierto que, en aquella época, en una reunión habida en Costa Rica de las Comisiones conmemorativas del Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos, el presidente de la española, Luis Yáñez-Barnuevo, aprovechó para pedir a todos los presentes disculpas, a nombre de su país, por todos los desfiguros cometidos durante la Conquista y toda la época colonial. A pesar de su buena intención, quedó mal parado el hombre porque se dirigió a los nicaragüenses, siendo que el único que había era Ernesto Cardenal…

Podrían recordarse más gestos hegemónicos, pero me concentro en la actitud de su presidente legalmente elegido, respecto del triunfo chueco o derecho de Maduro en Venezuela. ¡Con qué desfachatez interfiere en asuntos ajenos, el tal hijo de Sánchez! Y no es el primer caso…

Asimismo, conviene recordar que el actual rey de España tiene una genealogía espuria. El borrachales de su señor padre, fue impuesto por el generalísimo Francisco Franco, aunque no le correspondía a él, porque se lo vio más sumiso al salvaje dictador. Éste, no debería ser necesario recordarlo, fue un auténtico paladín de la antidemocracia que se proclamó caudillo de España por la gracia de Dios, y gobernó España con mano durísima y brutal durante más de 35 años, después de haber asumido el gobierno gracias al respaldo de Hitler y de Mussolini.

Felipe VI no sólo no gobierna por elección popular, sino que las encuestas exhiben que no lo quiere una respetable mayoría de españoles, como los que ahora están a favor de López Obrador y de la señora Sheinbaum. Lo malo es que no se dejan sentir en México porque la prensa española es mucho más conservadora y estricta que la mexicana, aunque ello sea mucho decir. Pero la verdad es que en España son muchos los antimonárquicos y simpatizantes del planteamiento mexicano.

Si no fuera dudosa la legitimidad del rey, ya habrían aceptado hacer un plebiscito sobre su permanencia como lo requieren los progresistas españoles. No son pocas las regiones o naciones de que se compone España que votarían abrumadoramente volver a ser una República, como lo fue antes de que las fuerzas nazifascistas impusieran a uno de los dictadores más criminales de que tieSne noticia la historia de la humanidad, cuya presencia no se ha dejado de sentir, especialmente en todo lo que corresponde al Poder Judicial.

Los mexicanos de verdad no pueden solidarizarse con esa gentuza.

https://www.jornada.com.mx/2024/10/05/opinion/008a1pol

 

 

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