Fuente: http://loquesomos.org/era-tonta-la-brigada-politico-social Nònimo Lustre
Nònimo Lustre*. LQS. Agosto 2020
La policía política del franquismo, la odiada Brigada Político-Social (BPS), ¿era eficaz, profesional, instruida y periódicamente modernizada? Dejemos a un lado los temas políticos y los morales para concentrarnos en su eficacia represiva. Obviamente, su propósito fue la destrucción –teórica y física- de la oposición al llamado ‘Generalísimo’. Pero, ¿tuvo éxito en su objetivo? La pregunta es demasiado amplia para ser contestada en este lugar.
Reduciéndola a otros términos, ¿podríamos decir que sus éxitos –mayores, menores o nulos-, los consiguió gracias a la tortura? En esta línea discursiva, añadiremos: ¿sus sicarios torturaban por instinto homicida o sadismo o bien por pragmatismo científico? Y, en este último caso, ¿recibieron instrucción por parte de sus homólogos gringos? Todas estas interrogaciones nos han recordado la ominosa figura de un célebre gringo, maestro de torturadores, cuya peripecia nos apresuramos a sintetizar. [Para no dejar cabos sueltos que intriguen artificiosamente adelantaremos que, a nuestro juicio, la BPS fue eficaz pero no por razones técnicas o profesionales. Volveremos a este tema]
El gringo maestro de torturadores
Hace medio siglo, los Tupamaros uruguayos ejecutaron al asesino ítalo-gringo Daniel Anthony Mitrione. Este agente del FBI, de la CIA, de las agencias de desarrollo y de otros cubiles de espías, fue secuestrado por los revolucionarios con el fin de canjearle por un centenar largo de presos políticos pero, tanto sus empleadores gringos como el gobierno uruguayo, se negaron al trato. En consecuencia, el 10.agosto.1970, Dan Mitrione (DM) fue ejecutado –quizá el 09.agosto. Huelga añadir que sus funerales fueron fastuosos y que le lloró la flor y nata de la política mundial, cultureta incluida: su Presidente Nixon, el Papa, U Thant (Sec. Gral. de la ONU), la prensa amarilla, etc. Hasta Frank Sinatra y Jerry Lewis le homenajearon en varios festivales benéficos.
DM (1920-1970), comenzó su brillante carrera delictiva fungiendo como policía en Richmond, Indiana. Allí prohijó al joven Jim Jones, 11 años menor que DM quien le utilizó como chivato de los barrios negros y a quien consiguió un pasaporte [el Reverendo Jones perteneció al Partido Comunista USA, recibió la medalla Martin L. King, fue admirado por Harvey Milk y reinó sobre el San Francisco contracultural… hasta que emigró a Guyana donde protagonizó el celebérrimo asesinato de un congresista y el suicidio colectivo de sus feligreses –más de 900 víctimas en 1978]
En 1959, DM ingresó en el FBI pasando enseguida a ser miembro de su brazo ‘humanitario’ u ‘oenegero’, la International Cooperation Administration. Uno de sus primeros destinos fue en Brasil (1960-1967) Ya en esta fase, hay cierta confusión administrativa-secretiva. No está claro si era funcionario del FBI, de la CIA o de la super-ong USAID. Bah, da igual. Sea como sea, DM llegó a Belo Horizonte como agente de la USAID’s Office of Public Safety (OPS) Oficialmente, su cometido –no se rían- era enseñar a la policía brasileña a ser menos corrupta y más profesional. En la práctica, enseñó a los mandos policiales las refinadas técnicas de tortura que figuraban en el prestigioso manual Kubark –hoy disponible en internet. En la actualidad, el lenguaje de Kubark se mantiene casi incólume: habla de técnicas de enhanced interrogation y de prolonged constraint or exertion, que se materializan en ‘no-touch’ torture (stress positions), acompañada por calor-frío extremos, humedades y reducción progresiva de comida y de sueño. Pero a Mitrione lo que más le interesó de ese manual firmado por la CIA fue el uso del electroshock –lo comprobaron en sus huesos y nervios los revolucionarios brasileños, dominicanos y uruguayos.
En 1962, DM fue transferido a Rio de Janeiro. Dos años después, asesoró al golpe de Estado militar que derrocó a João Goulart al que siguieron 20 años de dictadura militar. En 1970, la USAID había entrenado a 100.000 policías brasileños, presumiblemente priorizando las técnicas de Kubark-Mitrione.
DM era un asesino que, en EEUU, era reconocido como itinerante experto ‘anti-comunista’. Por ello, aunque radicado en Brasil, tras la revolución de abril 1965 y la correlativa invasión gringa en República Dominicana (27 soldados gringos muertos en acción –KIA- contra miles de dominicanos asesinados), DM fue enviado brevemente a ese país aterrorizado por Rafael Leónidas Trujillo, otro ‘generalísimo’ no menos despiadado que su héroe español. Oficialmente, DM trabajó en la zona desertizada de San Juan construyendo sistemas hídricos para paliar la sequía. Pero, en realidad, se dedicó a enseñar a los sayones de Trujillo “técnicas avanzadas de contrainsurgencia”. Además, tuvo tiempo para ayudar a Anthony Ruiz –CIA, obvio- en la organización en la capital ‘Ciudad Trujillo’ de la Banda Colorá, organización parapolicial que operó asesinó, desapareció y torturó a mansalva en la década de los 1960-1970’s. En los años siguientes, DM también participó en la organización de gavillas parecidas como La Mano Blanca y Ojo por Ojo en Guatemala y El Escuadrón de la Muerte en Brasil.
En 1969, ya célebre por sus habilidades interrogativas, DM fue destinado en Montevideo. Según el ex agente de la CIA Ralph W. McGehee, hasta ese año, “las fuerzas de derecha solamente habían utilizado la tortura como último recurso. Mitrione los convenció para que la usaran como una práctica rutinaria. Su dicho era: ‘El dolor exacto, en el lugar exacto, en la cantidad exacta para obtener el efecto deseado’”. Y, de paso, importó tecnología de vigilancia, metralletas y ‘penetration agents’ para infiltrar a los Tupamaros.
DM montó en Uruguay una especie de universidad del suplicio: “El curso especial se realizó por grupos de no más de una docena de alumnos. El primero se constituyó con antiguos agentes de reconocido crédito, adscritos a la Dirección de Información e Inteligencia… Las clases comenzaron insinuantes: anatomía y descripción del funcionamiento del sistema nervioso humano, psicología del prófugo y psicología del detenido, profilaxis social –nunca llegué a saber en qué consistía y la considero un elegante eufemismo para evitar otra denominación más severa–. Pronto las cosas tomaron un giro desagradable. Como sujetos de las primeras pruebas se dispuso de tres pordioseros conocidos en el Uruguay como bichicomes, habitantes de los suburbios de Montevideo así como de una mujer, aparentemente de la zona fronteriza con Brasil. No hubo interrogatorio, sino una demostración de los efectos de diversos voltajes en las partes del cuerpo humano, así como el empleo de un vomitivo –no sé por qué ni para qué– y otra substancia química. Los cuatro murieron… Lo que ocurría en cada clase era de por sí repulsivo. Lo que le daba un aire de irrealidad, de particular horror era la fría y pausada eficiencia de Mitrione; su vocación docente, su atención a los detalles, lo exacto de sus movimientos, el aseo e higiene que exigía a todos, tal si estuvieran en una sala de cirugía de un moderno hospital… Mitrione consideraba el interrogatorio un arte complejo. Primero debía ejecutarse el período de ablandamiento, con los golpes y vejámenes usuales. Nada de preguntas, sólo golpes e insultos. Después golpes en silencio exclusivamente. Sólo después de esto el interrogatorio. Aquí no debía producirse otro dolor que el causado por el instrumento que se utilizara” (cf. Manuel Hevia Cosculluela, Pasaporte 11333. Uruguay. Ocho años con la CIA; Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1983) Hevia fue un agente doble cubano que logró infiltrarse en la CIA –como todas las provenientes de espías dobles, es una fuente dudosa pero sus datos son plausibles. Asimismo, Hevia declaró que Mitrione le explicó directa y personalmente que el torturador debe “To act with the efficiency and cleanliness of a surgeon and with the perfection of an artist.” (Actuar con la eficiencia y la asepsia de un cirujano y con la perfección de un artista)
El final de su peripecia uruguaya ya lo sabemos: el 10.VIII.1970, DM fue encontrado en una calle de Montevideo, dentro de un coche Buick robado y con cuatro plomos alojados en zonas vitales.
Técnicas ‘científicas’ de tortura
DM fue un ‘innovador en psicología represiva’ -¿eso existe?- y también un inventor de parafernalia torturadora. Por ejemplo, en los cuarteles de Brasil popularizó “el refrigerador”, una caja donde apenas cabe un hombre doblado que está equipada con sistemas de calor/frío, altavoces y luces estroboscópicas –dícese que, enardecidos por DM, sus alumnos brasileños inventaron otro artilugio, la “Estatua de la Libertad”, donde se obligaba a un hombre encapuchado a permanecer sobre una superficie filosa de pie y cargando algo pesado; cuando el preso colapsaba y se sajaba, era incorporado a fuerza de electroshocks. Algo muy parecido vimos en unas fotos muy difundidas tomadas en 2003 en la prisión irakí de Abu Ghraib –dirigida entonces por la generala Janis Karpinski.
Mientras DM asesinaba sin recato en América Latina, en los EEUU de los años 1960’s, en plena guerra fría, proliferaban los manuales de contrainsurgencia, anticomunismo, técnicas de interrogatorio, etc. Cada organismo de seguridad y/o de control social, escribía sus vademécums contra El Enemigo. Entre toda esta plétora inflacionaria, escogemos al Kubark como paradigma de la teoría represiva –coercive, escribe [Kubark no es acrónimo sino el nombre clave que utilizaba la CIA durante la guerra de Vietnam, un criptónimo formado por Ku y Bark, las siglas con las que la Agencia se refería a sí misma]
Kubark es un conjunto de manuales redactados por la CIA con la vista puesta en las sublevaciones armadas que abundaban en América Latina. Suma más de mil páginas entre las que, por su interés policíaco, seleccionamos el folleto titulado “KUBARK Counterintelligence Interrogation” (Julio 1963; 128 págs. mecanografiadas con abundante bibliografía; desclasificado en 2014) Este Manual de Tortura, todavía nos sorprende por la notoria contribución de los psicólogos lo cual le da un aire, más de ensayo científico que de folleto técnico. En él, hay más psicología que mecánica popular puesto que se recomiendan más procedimientos seudo-psicoanalistas que la aplicación de artilugios destructores –hay pocas devices materiales en un informe al que, antes de leerlo, suponíamos una manía tan gringa como es presumir de ingeniosidad (ingenuity) mecánica.
Cuestiones banales y/o de sentido común se presentan como ingeniosas maravillas cuando, en realidad, todo su ingenio se acaba en el título. Kubark nos ilustra sobre técnicas con unos nombres tan llamativos como vacíos: Alice in Wonderland (confusión causada por preguntas surrealistas o sorpresa que aleja al prisionero de la lógica cotidiana), Ivan Is A Dope (“tus jefes no se preocupan por ti, yo sí porque no pertenezco a la antigua banda”), Nobody Loves You (“me han informado tus próximos”), Spinoza and Mortimer Snerd (después de preguntar trivialidades al prisionero, se le pregunta por algo que sabe, eso le alegra y le predispone a contestar la verdad)
En cuanto a los artilugios mecánicos, Kubark es francamente escéptico llegando en ocasiones a negar su utilidad. Así sucede, por ejemplo, con el Polígrafo del que asegura que “tiene una fiabilidad del 1%” (pág. 79), una afirmación quizá algo temeraria cuando la industria poligráfica estaba en auge, amparada quizá en la acreditada antigüedad del aparato –escrito en 900 ane, el Papyrus Vedas hindú está considerado como el más antiguo documento sobre la detección de mentiras; en 1581, Galileo inventó el pulsilogium, máquina para registrar metódicamente el pulso de una persona, antecesor por ende de la actual fruslería televisiva; y desde aquel siglo XVI, incontables polígrafos han brotado como las setas.
A su vez, para Kubark, la Grafología es poco más que una seudociencia cuya validez “has not been established” (pág. 81) Por lo que atañe al pentotal (suero de la verdad, truth serum), no le parece rentable porque, asegura, parecidas confesiones se pueden obtener con placebos. Como rezaba la canción (“Encerrado en este hospital / tomando Pentotal / y sin poder hablar”; El Hospital, Alaska y los Pegamoides, 1980), el pentotal real podía bloquear la locuacidad del preso mientras que el terror inducido al informarle que le habían suministrado esa droga –aunque hubiera sido un placebo-, podía ser suficiente para desatarla.
La BPS, arcaica y monolingüe
Es de suponer que la traducción del manual Kubark llegaría a la BPS cinco o seis años después de su publicación; es decir, hacia 1968, en pleno tardofranquismo -de ahí que lo hayamos reseñado. Es plausible suponer que introdujera en España la psicología conductista pero está comprobado –faltaban siete años para la muerte de Franco- que la BPS no se amilanó por los formalismos gringos sino que siguió anclada en la arbitrariedad que genera la impunidad. Más aun, continuó oponiéndose explícita y públicamente a la modernidad que representaba el Kubark. Criados y crecidos en una sociedad arcaizante que había retrocedido desde las clases –y su lucha- hasta las castas, la BPS era la guardiana de la ‘tradición’ si por ese término entendemos una posición quietista que también podríamos definir como anti-modernidad. Obviamente, la modernidad del Kubark era sólo hipocresía con adobo leguleyo pero llegó a España hace medio siglo y todavía aletea. Por otra parte, daba la casualidad de que, en aquel país petrificado desde 1939 donde la corrupción y la ausencia de normas humanitarias eran la norma, los anti-franquistas eran los modernos por vocación y por antonomasia. Dicho de otra forma, los únicos que podían leer el Kubark eran precisamente los detenidos.
Una prueba de que la BPS estaba no menos petrificada es que, en los años 1960’s, la policía franquista más ilustrada dependía aún de las teorías del psiquiatra Antonio Vallejo Nájera. Aunque su ‘ciencia’ declinaba, todavía se creía que los rojos eran genéticamente rojos por lo que estaban locos y ya se sabe que los majaras deliran a toda hora, interrogatorios incluidos. La solución era radical: debían ser encerrados en los frenopáticos donde -exclamaba tan optimista como fatuo el tal doctor-, la curación llegaba al 95%. En resumen, las experiencias de los gringos estaban superadas por la ciencia hispana (cf. AVN, “Divagaciones psiquiátricas policiales”, pp. 3-14, en Policía. Revista Técnico Legislativa, nº 144, feb. 1954)
No eran, pues, los ‘sociales’ quienes se ilustraban mirando ‘a la CIA’ sino los rebeldes estudiosos: “La CIA dedica importantes esfuerzos para perfeccionar sus técnicas de tortura psicológica. Pero, al mismo tiempo, ha dedicado grandes sumas de dinero para la mejora de sus métodos de tormento físico. Entre ellos se encuentra el uso del agua, denominado ahora como waterboarding, la misma fórmula, aunque más eficaz y controlada, que la tortura conocida en Euskal Herria como la bañera, es decir, sumergir la cabeza de la víctima en agua para provocar sensación de asfixia” (Xabier Makazaga, p. 67, Manual del torturador español, Txalaparta, 2009)
Según Hevia Cosculluela, Mitrione enseñaba que “Durante la sesión debía evitarse que el sujeto perdiera toda esperanza de vida, pues ello podría llevarlo al empecinamiento.” En este punto, vislumbramos una hipótesis que merecería ulteriores investigaciones: durante el tardofranquismo –y no digamos en las anteriores fases del franquismo-, el preso español sabía que estaba en peligro de muerte. Por ende, se empecinaba incluso en negar la evidencia más aplastante –por ejemplo, haber sido detenido con las manos en la masa. De ahí que, a menudo, la policía franquista conseguía con su zafiedad congénita que los interrogatorios tremendistas fueran inefectivos –o que terminaran con el asesinato prematuro del preso.
Como escribíamos al principio de estas notas, “a nuestro juicio, la BPS fue eficaz pero no por razones técnicas o profesionales”. ¿Por cuáles? Veamos: la efectividad de los policías franquistas –grande en unos casos y mínima en otros- no se asentaba en la ciencia “mitriónica” –DM sostenía que la muerte del prisionero debía ser evitada- sino en las delaciones de la masa de españolitos franquistas. Eran los serenos, los somatenes, los guardias jurados, los picoletos jubilados, los falangistas enchufados, los chivatos profesionales y los aficionados, los temerosos de Dios, los trepas de empresa, los vecinos y, en general, los ‘colaboradores voluntarios’, los que informaban a la policía con detalles, a veces banales, a veces significativos. Estamos, sin duda, ante un hecho descorazonador por ‘antipopular’. Luego, durante los interrogatorios, la tendenciosidad política –“este marrón se lo van a comer los vascos, o los catalanes, o los anarquistas… o ese fulano que cae mal a mi cuñada”- se hundía en la arbitrariedad y la inoperancia con el consiguiente peligro de muerte del represaliado. De “psicología coercitiva” no conocían ni el término. No hablemos de hipnosis, regresiones o narcosis porque en España aún no había psicólogos, sólo había psiquiatras. Todo esos adelantos, se subsumían en electroshocks chapuceros y, en definitiva, en palo y tente tieso. Enfin, menos mal que, gracias a su provincianismo, no leían directamente a Mitrione ni al Kubark.
Efemérides. Hace 57 años, el 17.agosto.1963, los jóvenes anarquistas Francisco Granados y Joaquín Delgado fueron asesinados legalmente en la prisión de Carabanchel, Madrid. El tiempo demostró que ambos eran inocentes de los delitos que les adjudicaron intencionalmente para asesinarles con un barniz de legalidad franquista. Según reza el infecto parte oficial, murieron por “asistolia y traumatismo bulbar”; dicho en plata, por garrote vil. Sus verdugos fueron Vicente López Copete (analfabeto, torero aficionado, falangista, estraperlista, trilero, legionario, confidente de la policía y verdugo) y Antonio López Guerra. Cada uno recibió 7000 ptas. como gratificación, más que su sueldo mensual.
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