Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2021/12/07/entrevista-con-ana-vergara-toledo/
Ana Vergara Toledo, hija de Luisa Toledo «El legado no se puede romper, ni con muertos, ni con presos, ni con el terror»
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Es primavera en la Wallmapu y un puñado de árboles dando sombra, a las faldas del cerro Mariposa de Temuco, acompañan la placa que recuerda la caída en combate de Aracely Romos y Pablo Vergara, uno de los hermanos Vergara Toledo, conocidos militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Distintas organizaciones sociales, feministas y de estudiantes, se reúnen en este lugar para mantener viva la memoria. Reivindican la vida y muerte de tantas y tantos combatientes que lucharon por el fin de la dictadura de Pinochet, que en otros cuerpos hoy siguen luchando por la construcción de un mundo donde quepan muchos mundos.
Luisa Toledo, madre y querida pobladora de la Villa Francia en Santiago, falleció, en julio de este año, sin conocer los detalles de qué sucedió ese 5 de noviembre de 1988, cuando material explosivo perteneciente al Ejercito de Chile detonó junto a los cuerpos de los dos jóvenes militantes del MIR. Así lo cuenta, Ana Toledo Vergara, que viajó desde Santiago para esta conmemoración y conversó, bajo esos mismos árboles, sobre su familia, la reciente muerte de su madre, su hermano Pablo, feminismos, rebeldías, desesperanzas, solidaridad y el amor.
¿Qué emociones te evoca estar en el cerro Mariposa, después de tanto tiempo?
Yo hace muchos años que no venía, ahora, justamente que falleció mi madre en julio de este año, la idea fue poder estar presente y estar cerca del lugar donde cayó Pablo. Siento emociones encontradas, al ver este grupo humano donde hay mujeres, hombres y niñes que son los que han mantenido este lugar de memoria vivo, con una animita, con distintos símbolos, banderas, lienzos y flores silvestres, que le gustaban mucho a mi mamá. También un poco de tristeza y nostalgia porque Pablo y Aracely, especialmente Pablo, que fue mi hermano, fue una persona muy querida, recordada y admirada por mucha gente, por nosotros también. Fue un luchador incansable, popular, un combatiente, un maestro revolucionario le decían en la Villa Francia, porque fue un hombre muy sencillo, cercano a la gente pobre, a los más humildes y con ellos aposto su vida, a organizarse junto a los pobres en ese contexto de dictadura (…) pero mis sentimientos son también de alegría de encontrarme con un grupo humano consciente y organizado, donde su expresión está muy representada por viejos combatientes, mujeres jóvenes que están peleando desde el feminismo, por jóvenes secundarios que están luchando desde su lugar como estudiantes y también muchas personas, compañeras y compañeros que tienen un trabajo en el campo o en las poblaciones de acá (wallmapu) y se han hecho presentes y tienen en la memoria a Pablo y Aracely de una forma muy sorprendente para mí, me voy muy contenta por eso.
¿Crees que hay similitudes en el contexto que se vivía esos años de “transición a la democracia” y la realidad “post revuelta” que hoy estamos viviendo?
En el proceso de cambio a la democracia se le ofrecía al pueblo una salida “democrática”, electoral, donde a la gente se le pidió, después de haber entregado su vida, sus hijos, su libertad… hoy se le está ofreciendo a la gente, nuevamente, creer en la vía electoral y el Pablo y la Aracely, en el momento que ellos cayeron era exactamente lo mismo. Una democracia pactada donde se negoció muertos, asesinados, torturados, encarcelados, donde hay mucha gente que todavía no puede entrar a este país porque fue combatiente, donde hoy tenemos a un Mauricio Norambuena encarcelado después de estar preso muchos años en Brasil, después de haber sido un combatiente ejemplar acá en Chile, ahora la democracia lo tiene preso. Y bueno, es un contexto muy parecido, muchos jóvenes como ellos apostaron que la salida a la democracia no podía ser tutelada, ni negociada, sino comandada por un pueblo organizado y eso es lo que no paso, realmente (…) y también no podemos desconocer que estamos en un contexto que se ha encendido un poco la mecha de la revuelta social y, en ese sentido, la propuesta de Pablo y Aracely tienen mucho eco en lucha que se está dando hoy día.
La familia Vergara Toledo, a la que tú perteneces, es un símbolo de lucha en la calle para muchas personas que comparten los ideales de justicia social ¿Cómo ha sido para ti llevar este rol, como hija, hermana y madre?
Yo no me pongo en un lugar de víctima, me pongo en el lugar de mucha gente que vive en este territorio ocupado por el estado chileno, mucha gente que también fue parte de una generación a la que pertenezco, que en los años 80 salimos a la calle y nos organizamos. Esto de ser parte de una familia tan luchadora también ha sido algo muy duro, no ha sido fácil, porque la represión nos golpeó desde temprano, desde inicios de la dictadura. Esto de representar a la familia, con la muerte de mi madre ha sido bastante difícil porque ella no era solamente mi mamá y la del Eduardo, el Rafa y el Pablo, sino que ella llenaba un lugar en la casa y en la población, significaba mucho lo que ella representaba como mujer, madre y pobladora. Nosotros nos quedamos con un gran vacío, porque la muerte de mis hermanos, a pesar de que fue algo muy doloroso para todos, era parte de lo que podía suceder en esta lucha, como pasa hoy con muchas presas y presos que están tras las mazmorras del estado, mucha gente que han asesinado (…) este año ha sido muy significativo haber venido porque mi madre no está físicamente y yo siento que ella siempre supo que su hijo, de alguna manera, estaba acá, su sangre y su cuerpo quedo aquí, a pesar de que la memoria no tiene tiempo, ni espacio, este lugar es muy significativo para nosotros como familia. Aquí fue el lugar donde Pablo pudo dar sus últimos pasos, en este cerro…
Me contabas que Luisa entregó un mensaje a la familia previo a su muerte…
Una de las últimas palabras que dijo Luisa, fue un llamado a los jóvenes, sobre todo; nos dijo que la lucha revolucionaria debe considerar a las niñas y niños, no podemos dejarlos en manos de este sistema terrible donde los convocan solamente a obedecer y a consumir. Tenemos que preocuparnos de los niños, de una maternidad y paternidad responsable, ella decía que no vale combatiente revolucionario que deje botado a sus hijos, eso nos dijo. Y nuestro semillero, que son los niños, el presente no el futuro, son los más importantes, nosotros tenemos harto de patriarcado en nuestras formas de relacionarnos, incluso en como gestionamos el amor, como lo esperamos y como lo entregamos. Creo que la palabra de Luisa fue muy sabia cuando dijo que aquí no vale el compañero o compañera que deje botado a sus hijos en pos de la lucha, hay que incluirlos (…) las últimas palabras de Luisa a nosotros como familia, en vez de hablarnos de la revolución nos habló de los niñes (…) En ese, y en muchos otros sentidos, ella admiraba al pueblo nación mapuche porque ellos dan la pelea con todo, con sus hijos al lado. Esto es un desafío para todos, especialmente para los hombres, porque hay muchos niños y niñas que está sin sus padres.
En ese mismo contexto, el movimiento feminista ha tomado fuerza la última década en todo el territorio, ¿Cómo crees que han avanzado las reflexiones en el “mundo político de izquierda” frente a los machismos y el patriarcado?
Creo que las mujeres han logrado instalar, por lo menos, en la conciencia, discurso y práctica de muchos de nosotros, lo que implica vivir en una sociedad que está totalmente modelada bajo nociones patriarcales. Que desde el día que nacemos somos marcadas como una mujer, y se nos indica un lugar, una función y un quehacer. Se ha avanzado mucho, no solo contra la violencia que se ejerce hacia las mujeres, que eso siempre ha existido, sino también en nuestra participación y a nuestro protagonismo como mujeres en todos los espacios, no solo en la casa y con la pareja, ni en la maternidad, sino también en los espacios públicos y políticos. Ahora yo creo que el feminismo tiene que definirse, mi postura es que debe tener un carácter clasista y también popular, porque la mujer trabajadora, la mujer pobladora, la mujer obrera, nuestras niñas y niños pobres, no viven la misma realidad que vive la mujer profesional que nace en una cuna protegida y con todas las necesidades básicas cubiertas. Creo que el feminismo es muy importante, pero creo en un feminismo radical, no contra el hombre como tal sino un feminismo consciente en que esta sociedad está sustentada sobre un pensamiento patriarcal, un estado policial que tiene sus bases en lo mismo, el patriarcado, y también sustentado en una sociedad capitalista. Es verdad, que el patriarcado nos atraviesa a todas y todos, de alguna manera lo llevamos y es muy difícil desprenderse porque esta todo regulado por él. No basta con discursear los feminismos, el desafío es poder vivirlos y practicarlos desde los más pequeños, niños y niñes, hasta las mujeres más vividas, adultas, nuestras madres, ancianas.
Vivimos en un territorio difícil, o quizás todos los territorios tienen su dificultad. ¿Cómo trabajan la desesperanza? ¿Cómo podemos mantener nuestras rebeldías en alegría?
Una de las cosas importantes y que la aprendí con mis padres, en la población, es la solidaridad entre nosotros, eso da esperanzas. La solidaridad entre las pobladoras, entre las mujeres y vecinos, creo que eso sustenta cualquier tipo de relación más profunda, la solidaridad, el respeto entre nosotros, el respeto y la solidaridad, el compañerismo, el no dejarnos solas, entendernos, escucharnos, el poder contar con otros… nosotros nunca hemos estado solas en la casa, siempre hemos tenido el apoyo de mucha gente y no es un apoyo económico ni material, ha sido un apoyo amoroso (…) El tema de la desesperanza, los que nos ha mantenido parados es eso, la solidaridad y el amor de nuestros vecinos, que siempre hemos estado juntos, desde el primer día que llegaron a la población, sobre todo las mujeres viejas como de la generación de mi mamá, siempre supieron de solidaridad entre ellas. Una se enferma y todas la van a ver, una está mal, todas la van a ver, la cuidan, se van intercambiando, esa afinidad entre pobladoras, compañeras, hermanas y hermanos es algo al que este estado policial más le teme, y ese legado no se puede romper ni con muertos, ni con presos, ni con el terror. Eso es lo que nos ha mantenido en pie: el amor de la gente.