Entre las ruinas

Fuente: https://kaleidoskopiodegabalaui.com/2023/11/19/entre-las-ruinas/                                                                                        19.11.23

Hablamos de masculinidad tóxica y miles de masculinidades tóxicas se indignan. El discurso que pretende deconstruir una masculinidad ofensiva y privilegiada no provoca en primera instancia indignación sino confusión. Pone en cuestión lo que hemos pensado y hecho durante años, algo que nos dijeron que era lo correcto, lo propio de nuestra naturaleza. Se hacía porque era lo que correspondía a la esencia del hombre. El discurso feminista cortocircuita el aprendizaje de una manera vivir la masculinidad.

La que agrede y violenta a la mujer, que ha sido asimilada como la natural en las relaciones hombre y mujer. Lo que nos han enseñado, ahora nos dicen que no es bueno. Esto desconcierta hasta al mas recalcitrante. La indignación surge en la relación con iguales, en los grupos de hombres en los que se refuerzan esas ideas que son cuestionadas por el discurso feminista. Es en la relación con mi igual donde reafirmo mi esencia, la que me dijeron que me tocaba por ser hombre, y convierto el discurso que invita a reflexionar en un ataque a mi naturaleza. Niego ser agresor para convertirme en agredido. Me siento atacado y devuelvo el ataque. Las redes sociales han permitido que discursos machistas, que se circunscribían al ámbito privado o personal, se convirtieran en públicos y que muchos se vieran reconocidos en las palabras de sus iguales. Ya dejaron de estar solos en una sociedad que empezaba a cuestionar la esencia del ser masculino. Ahora eran multitud.

La reacción mundial del conservadurismo frente a los discursos emancipadores tiene su origen en el cuestionamiento de los privilegios aceptados de determinados colectivos. Los partidos políticos extremistas dan voz a miles de personas que consideran que su mundo está amenazado por la igualdad y la diversidad. La emoción que está detrás es el miedo y por eso los discursos extremistas alientan el miedo frente a lo diferente y frente a la otredad. Ante el miedo las respuestas que se pueden dar son la huida, la sumisión y la lucha. Han elegido la lucha ciega. Es en este marco emocional donde se comprenden las reacciones ofensivas y agresivas del conservadurismo. Han identificado un agresor, que está representado en la abstracción de la izquierda, y combaten, con un cuchillo entre los dientes, cualquier idea que provenga de las filas enemigas, aunque les fueran favorables. Ante un mundo, su mundo, que se derrumba, han optado por coger los cascotes y tirárselos a aquellas personas que quieren construir nuevas realidades basadas en formas de relación más libres, dignas e igualitarias. Todos los cambios generan una reacción, incluidos los buenos cambios, porque modifican realidades que conocemos y nos colocan ante la incertidumbre de lo que puede ser. El ser humano suele optar por el estado de las cosas que conoce aunque no le sea favorable.

Cuatro jóvenes pasan al lado de un restaurante de comida vegetariana. Se miran entre ellos y se ríen. Además de ser vegetariana, macrobiótica. Qué comen. Donde esté un buen filete. Cuando el ministro Alberto Garzón afirmó que había que comer menos carne, algunos combatientes se comieron un lechazo. Era su manera de responder a lo que consideraban una intromisión en su libertad de elección. Iba a venir ahora, un ministro comunista, a decirles, a ellos, lo que tienen que comer. No importa que la reducción de la ingesta de carne sea beneficiosa para la salud. Lo importante es que era comunista y que atenta contra un modo de vida, aunque sea poco saludable. El aumento de personas que optan por una dieta vegetariana y vegana ha venido acompañado de una reacción ofensiva contra el vegetarianismo y el veganismo, y por extensión, contra la defensa de un trato digno a los animales. Las burlas y el desprecio forman parte de su respuesta ante un modo de vida respetuoso. Ahora en los territorios con gobiernos conservadores se incentivan los toros y se coloca a toreros en puestos de responsabilidad. Lejos de ser el vegetarianismo y el veganismo una corriente hegemónica en la sociedad española, su mayor visibilidad y aceptación se vive como una amenaza y forma parte de la munición contra los discursos emancipadores.

Entre las ruinas de un mundo en descomposición aparecen otros mundos más complejos y libres. El ruido, el polvo y la peligrosidad de los cascotes, que se desprenden de los antiguos edificios de lo que tiene que serde lo que se tiene que pensar y de lo que se tiene que hacer, crean contextos marciales en los que los de la mirada monocroma se encuentran perdidos, atemorizados y furiosos. Pelean por agarrarse a lo que un día fue hegemónico, solido, tangible y hoy se le deshace entre los dedos. Este es el drama contemporáneo del conservadurismo.

 

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