El discurso del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en la Convención Nacional Demócrata el lunes por la noche fue una representación completamente falsa de la realidad. La descripción del presidente de los resultados de sus cuatro años en el cargo fue delirante, y su retrato de la situación social y económica actual no guardó ninguna relación con las condiciones reales que enfrenta la gran mayoría de la población.
Sin embargo, Biden hizo una declaración de suma importancia. Hacia el final de sus comentarios, dijo que esta elección será la primera desde el intento de golpe de Estado de Trump del 6 de enero de 2021. “Ese día”, dijo, “casi perdimos todo sobre quiénes somos como país. Y esa amenaza, esto no es una hipérbole, esa amenaza todavía está muy vigente”.
Biden declaró:
Donald Trump dice que se negará a aceptar el resultado de las elecciones si vuelve a perder. Piénsenlo bien. Está prometiendo un baño de sangre si pierde, en sus palabras. Y que será un dictador desde el primer día, en sus propias palabras.
Como para contrarrestar cualquier escepticismo de su audiencia, añadió:
Por cierto, este imbécil lo dice en serio. No, no es broma. Piénselo bien. Alguien más dijo que en el pasado, uno pensaría que estaba loco, uno pensaría que era una exageración, pero lo dice en serio.
Hay que suponer que, como presidente de los Estados Unidos, su comentario se basa en la inteligencia que ha recibido, así como en los pronunciamientos públicos del propio Trump.
Hay varios aspectos que vale la pena señalar. En primer lugar, está la respuesta, o la falta de respuesta, en la propia convención. El presidente y líder del Partido Demócrata afirmó que cree que el candidato del Partido Republicano no aceptará los resultados a solo dos meses y medio de la jornada electoral, y que instigará violencia en todo el país si pierde.
Se podría esperar que esto introdujera un tono de seriedad en los procedimientos. Pero no fue así. Las declaraciones de Biden han sido pasadas por alto sin comentarios, y la convención continuó el martes como si nunca se hubieran pronunciado.
Los medios de comunicación casi han ignorado el acontecimiento. Los informes sobre el discurso de Biden en el New York Times, el Washington Post y Politico ni siquiera lo mencionaron. Aunque no se refirió explícitamente a las declaraciones sobre Trump, el columnista del Times David Brooks criticó a Biden por ser “poco sonriente” y “gruñón” en lugar de “exuberante y alegre”. Brooks añadió: “La ira y la indignación no son el espíritu que Estados Unidos quiere ahora”.
Claramente, la clase dominante no quiere discutir ni, más precisamente, alertar a la población sobre el hecho de que las elecciones se están llevando a cabo en condiciones de un colapso de toda la estructura política de los Estados Unidos.
Volviendo al discurso de Biden, a pesar de advertir que Trump recurrirá a la violencia durante y después de las elecciones, Biden no indicó que haría nada al respecto. La única solución que propuso es votar por Kamala Harris en las elecciones, cuyos resultados acababa de declarar que Trump no aceptaría.
Biden no señaló el hecho fundamental de que, a diferencia de hace cuatro años, él será el presidente de los Estados Unidos el día después de las elecciones, hasta la inauguración. No indicó que usaría los poderes de su cargo para garantizar el fracaso de cualquier intentona golpista.
Tanto la respuesta a las declaraciones de Biden como su propia presentación demuestran la dinámica política que caracteriza las elecciones presidenciales estadounidenses. El peligro que representan Trump y el Partido Republicano es muy real. El expresidente se ha comprometido, si regresa al poder, a desplegar al ejército en todo el país para detener a los inmigrantes y reprimir violentamente la oposición popular. Habla en nombre de sectores de la oligarquía que han roto con cualquier semblanza de formas constitucionales de gobierno y que están girando hacia el fascismo y el autoritarismo.
Sin embargo, no existe ninguna base de apoyo en la clase dominante, incluido el Partido Demócrata, para preservar las formas democráticas de gobierno. Durante los últimos cuatro años, la prioridad del Gobierno de Biden ha consistido en la intensificación de la guerra: en primer lugar, la instigación de la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, que está entrando en una nueva y peligrosa fase, y en segundo lugar, el genocidio respaldado por el imperialismo en Gaza.
Para llevar a cabo esta guerra, Biden ha buscado un acuerdo bipartidista con los republicanos, comenzando con su declaración después del golpe de Estado del 6 de enero pidiendo un Partido Republicano “fuerte”. De hecho, incluso cuando advierte sobre un segundo intento de golpe, Biden tuvo cuidado de presentarlo únicamente como un problema de Trump como individuo, y no del propio Partido Republicano.
Esto se debe a que el Partido Demócrata defiende los mismos intereses sociales y el mismo sistema económico que Trump y los republicanos. Cualesquiera que sean sus diferencias, ambos forman parte de la oligarquía corporativa y financiera.
Contrariamente al retrato de la realidad social presentado por Biden en su discurso, bajo su mandato, el ingreso real promedio de los trabajadores se ha derrumbado. Su Gobierno llevó a cabo la mayor transferencia de recursos sociales a la oligarquía financiera en la historia de Estados Unidos, mayor incluso que la crisis financiera de 2008. La riqueza de los milmillonarios estadounidenses, hasta marzo de 2024, aumentó un 88 por ciento durante los cuatro años de la Administración de Biden-Harris. Este récord explica la capacidad de Trump para capitalizar el descontento generalizado, que no encuentra expresión dentro de la élite política.
En la resolución aprobada en su Congreso Nacional a principios de este mes, el Partido Socialista por la Igualdad escribió: “Las causas objetivas fundamentales del giro de la clase dominante hacia el fascismo y la dictadura son: 1) la escalada de la guerra imperialista global; y 2) el crecimiento extremo de la desigualdad social”.
Estos mismos procesos se han fortalecido enormemente durante los cuatro años del Gobierno de Biden.
Sería el error más grave pensar que es posible defender los derechos democráticos y oponerse a la dictadura a través del apoyo al Partido Demócrata. Como se indica en la resolución del SEP:
Incluso si Trump es derrotado en las elecciones de noviembre, y no lleva a cabo otro golpe de Estado, las contradicciones económicas y sociales objetivas del imperialismo estadounidense llevan a las élites gobernantes, con o sin Trump, a la dictadura. El trumpismo es un síntoma de una crisis sistémica que no puede resolverse democráticamente en el marco del capitalismo.
La defensa de los derechos democráticos es inseparable de la movilización de la clase trabajadora en oposición a la oligarquía corporativa y financiera. Esto requiere una ruptura política absoluta con el Partido Demócrata. No es a través del Partido Demócrata que el fascismo puede ser derrotado, sino en la lucha contra ambos partidos y el sistema capitalista de ganancias.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de agosto de 2024)
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