Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2024/01/26/pers-j26.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=w Patrick Martin 26/01/24
La victoria del expresidente Donald Trump en las primarias presidenciales republicanas de New Hampshire aumenta la probabilidad de que las elecciones estadounidenses de noviembre sean una contienda entre el republicano fascista y el presidente actual demócrata Joe Biden, quien instigó la guerra contra Rusia en Ucrania y el genocidio israelí en Gaza.
Esta es una “elección” aborrecible para la gran mayoría de la población estadounidense. Según las encuestas de opinión, más de la mitad de los estadounidenses dicen que nunca votarían por Trump. Al mismo tiempo, la popularidad de Biden ha caído a solo el 40 por ciento, y el 57 por ciento de la población desaprueba su gestión.
Mientras el sistema bipartidista y la clase gobernante de patrones y oligarcas financieros gira hacia la derecha, la clase trabajadora, especialmente los jóvenes, están girando hacia la izquierda. La dicotomía política se refleja en las huelgas cada vez mayores y las protestas continuas contra la masacre israelí de palestinos en Gaza, que ha sido apoyada por EE.UU.
A pesar de su victoria en los primeros dos comicios para la nominación presidencial republicana, Trump no se encuentra en una posición poderosa. Obtuvo el 51 por ciento del voto republicano en los caucus de Iowa y el 54 por ciento del voto republicano e independiente en New Hampshire. En cada caso, sumó apenas la mayoría.
Como resultado, los comentarios de la prensa advierten que no ha consolidado el apoyo de los votantes de su propio partido, ni hablar de avances entre votantes demócratas o independientes de inclinación demócrata. Entre los republicanos registrados en New Hampshire, Trump derrotó a su única oponente para la nominación, la exgobernadora de Carolina del Sur y exembajadora ante la ONU, Nikki Haley, por un margen de 74 a 25 por ciento, pero solo ganó el 31 por ciento de los independientes de inclinación republicana, lo que representa un porcentaje menor al que recibió en 2020.
En cuanto a Biden, Dan Balz del Washington Post escribió: “Su activo más importante es que su posible oponente hace más para motivar a los partidarios demócratas y a algunos independientes anti-Trump que el propio Biden”.
En New Hampshire, Biden derrotó fácilmente al legislador Dean Phillips, a pesar de no aparecer en la papeleta por una riña entre el partido nacional y estatal en cuanto a que las primarias iniciales fueran en New Hampshire, mientras que Biden y el partido nacional insistían en que fuera Carolina del Sur.
Un 72 por ciento de los votantes demócratas de New Hampshire escribieron el nombre de Biden, mientras que solo el 20 por ciento votaron por Phillips, quien ha estado atacando a Biden desde la derecha. El congresista de Minnesota ha insinuado que podría abandonar el partido y buscar la candidatura de No Labels, un grupo de fachada creado por varios multimillonarios para operar en el pequeño espacio que separa a demócratas y republicanos.
La mayor parte de la oposición a Biden entre los votantes demócratas procede de la izquierda, sobre todo por su apoyo efusivo e incondicional a la ofensiva israelí contra Gaza. Su Gobierno ha enviado miles de millones de dólares en armamento al Gobierno de Netanyahu en Israel, financiando y armando su campaña de asesinatos en masa, que ya va por su cuarto mes.
Las apariciones de Biden en campaña se han visto acosadas por manifestantes con banderas palestinas que denuncian al presidente como “el genocida Joe”. Una de esas protestas tuvo lugar el lunes en un acto de campaña de Biden y la vicepresidenta Kamala Harris a las afueras de Washington, dedicado a promover al Partido Demócrata como defensor del derecho al aborto.
Los manifestantes también interrumpieron el discurso de Biden el miércoles en la conferencia del sindicato United Auto Workers (UAW) en Washington, donde Biden aceptó el respaldo del sindicato en la contienda presidencial. Los burócratas del UAW silenciaron a los manifestantes con cánticos de “¡UAW! ¡UAW!”, dejando claro su apoyo tanto al Partido Demócrata como al genocidio de Gaza.
Tanto la campaña de Trump como la de Biden declararon que, a todos los efectos, los resultados de New Hampshire marcan el final de las primarias y el comienzo de la campaña para las elecciones generales, más de siete meses antes de que los votantes acudan realmente a las urnas.
Trump denunció a Haley por continuar su campaña, con su habitual mezcla de obscenidades, vilipendio personal y amenazas de represalias. Biden emitió un comunicado desde la Casa Blanca en el que declaraba: “Ahora está claro que Donald Trump será el candidato republicano. Y mi mensaje al país es que lo que nos jugamos no podría ser mayor”.
Luego afirmó que la democracia, la libertad personal y la supuesta recuperación económica tras el COVID estaban en juego, pero no hizo mención alguna del foco central de su Administración: continuar la guerra contra Rusia en Ucrania y apoyar la aniquilación de Gaza a manos de Israel.
La contienda Trump-Biden, versión 2.0, comienza en un terreno aún más derechista que el del final de la campaña de 2020. Trump inicia su campaña para las elecciones generales con una defensa a ultranza de sus partidarios fascistas que invadieron el edificio del Capitolio de EE.UU. el 6 de enero de 2021, buscando detener la certificación de la derrota de Trump por parte del Congreso y mantenerlo en la Casa Blanca como presidente-dictador.
Biden ha puesto en práctica la esencia de la crítica demócrata durante todo el primer mandato de Trump —de que fue demasiado conciliador con el presidente ruso Vladímir Putin— instigando una guerra con Rusia en Ucrania, en la que el Gobierno estadounidense ya ha invertido más de 100.000 millones de dólares. Con el fin de obtener otros 60.000 millones de dólares para esta guerra de la Cámara de Representantes, que ahora es controlada por los republicanos, Biden prepara una escalada drástica de la guerra contra los migrantes que tratan de cruzar la frontera entre Estados Unidos y México.
Al mismo tiempo, todas sus promesas de reformas sociales sustanciales y de aumentos del gasto en salud y otros servicios vitales se han esfumado. Sin embargo, la promesa de Biden de ser un presidente “prosindical” se ha materializado, al utilizar repetidamente los sindicatos para estrangular las luchas de los trabajadores, ya sea traicionando las huelgas, bloqueándolas por completo o, como en el caso de los ferroviarios, paralizándolas hasta que el Congreso pudiera aprobar una legislación antihuelga.
A cambio de reconocer el papel de los sindicatos como valiosos policías industriales, Biden ha recibido el apoyo de todos los sindicatos importantes, incluido el UAW el miércoles. Los sindicatos gastarán decenas de millones de dólares y movilizarán su aparato burocrático, sobre todo en los principales estados “disputados” como Míchigan, Pensilvania, Wisconsin y Georgia, en apoyo de la campaña demócrata.
El apoyo de los sindicatos a Biden es una traición aún mayor a los trabajadores que cualquier huelga vendida. Pretenden atar a la clase obrera a un Gobierno cada vez más odiado, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, y que es la punta de lanza de la guerra imperialista, de los ataques a los derechos democráticos y de la destrucción de los empleos, los niveles de vida y las prestaciones sociales.
La tarea política principal para los trabajadores estadounidenses y sus aliados de la clase obrera de todo el mundo es movilizar su gran fuerza contra la clase dominante estadounidense y su reaccionario sistema bipartidista. Deben oponerse a Trump y a Biden con la misma fuerza y hostilidad. No hay ningún “mal menor” en esta contienda entre el autoritarismo fascistizante y la guerra genocida.
La clase obrera debe luchar por una alternativa política al bipartidismo capitalista y al capitalismo en su conjunto, basada en un programa revolucionario socialista y antibélico.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de enero de 2024)