Fuente: Portal Libertario OACA Rosalino Rodríguez 26 Mar 2020 11:30 AM PDT
«Cuando el tiempo está enemigo, cielos negros, días de hielo y tormentas, la alfalfa recién nacida se queda quieta y espera. Los tímidos brotecitos se echan a dormir, y en la dormición sobreviven, mientras dura el mal tiempo, por mucho tiempo que el mal tiempo dure.
Cuando por fin llegan los soles, y azulea el cielo y se entibia el suelo, la alfalfa despierta.
Y entonces, recién entonces, crece. Tanto crece, que uno la mira y la ve crecer, empujada, desde la raíz, por un viento que no viene del aire».
Contratiempos de E. Galeano
El nacimiento de los miedos
El mundo en crisis no es una novedad. La historia, normalmente contada por los vencedores, lo sabe. El tema es que hoy las dificultades son duraderas, efectivas y mortíferas. Y tal como está el asunto, dudo mucho que esto se termine, pues el gran virus que se llama Capitalismo, muta, se recicla, y salta cualquier vacuna constantemente.
Cuando nos largamos a caminar dieron comienzo los miedos, los primeros fueron en relación al cosmos, luego a la naturaleza, más tarde a los múltiples dioses y cuando las guerras y las cruzadas comenzaron a frecuentar las tierras, el miedo se centro en un dios. Los portadores de su palabra repetían a grito pelado, que el susodicho nos mandaba plagas para jodernos la vida por querer ser libres.
Es muy larga la lista de mecanismos de miedos con el fin de apalear libertades y acusarnos de vivir en pecado como en el jardín de la delicias del Bosco. Pasaron reyes, revoluciones, autoritarismos, fascismos, dictaduras; gobiernos tras gobiernos los miedos se fueron afinando.
Hoy los miedos son decenas. Hay uno muy amplio, es el digital y tiene una particularidad, anuncia el suceso antes que este ocurra, no hay pandemia que no tenga nombre y número. Los medios de comunicación portadores de cierta cepa viral reproducen el veneno al cerebro paralizando toda acción y pensamiento sobre quién nos metió en este hoyo.
Todos a bordo rezan cuando se esta por hundir el barco, aunque en los papeles y en la acción siempre aclaran, los de primera clase más los oficiales y altos rangos son los que se suben a los botes. Varios ricos en estos tiempos de reiteradas convulsiones salieron a tirar solidaridad desde la comodidad de sus salas, mayormente acompañados por su familia cual foto de navidad, sonrientes y relajados metiendo frases como “ de esto salimos todos juntos”.
Quién no se emociona cuando un millonario te dice “quedate en casa” que un virus anda suelto en el barrio. Para qué pensar en la explotación de la naturaleza, en la desigualdad social, en los millones de personas que salen todos los días a parar la olla y, por efecto del sistema, reproducen a un millonario que parlotea su frase desde su piscina.
Con lo que viene pasando en el mundo, no justamente y sí ahora también, nos tendríamos que poner en pie de resistencia y en definitiva terminar con este modelo de nuestro propio expolio.
En un muro de la ciudad de Zurich alguien escribió “ la humanidad es el virus, el corona la solución”. No comulgo con ese arrebato expresivo y provocativo, pero podemos pensar cierto problemas que apuntalan el asunto (por ejemplo el tema “medio ambiente”).
Cuando se agudizó la cosa en Italia, las imágenes periodísticas salieron por miles, la desolación de muchas ciudades, la quietud, y claro la paradoja, en muchos lugares volvió la vida, el lento cause de la naturaleza, en Venecia volvieron los peces, las aguas claras donde los cines las surcaban nuevamente. Hay un antecedente cercano de observación y reflexión del asunto de equilibrio…muerte y vida, es la catástrofe de Chernobyl . Mucho se a escrito sobre lo sucedido. Acá un documental. https://youtu.be/
Aviones de Papel
En el edifico escucho a un niño correr, retumba el piso, me lo imagino tirando de un lado a otro un avión de papel. Y un buen día los aviones en su mayoría dejaron de surcar los cielos, no fue por una decisión de salvar el planeta de la contaminación y mostrar las ventajas de viajar en tren o en grandes buses o en bicicleta, o caminar, nada de eso. Fue por una falla, un corto circuito humano en esto de andar rápido a cualquier precio, se multiplicaron las toces, los estornudos, las fiebres, el intruso se extendía en los viajes propagando dolores de cabeza y llegó el momento que todo se detuvo, trayendo incertidumbre en las empresas con la pregunta ¿hasta cuando?.
Hubo fiesta en la naturaleza, los pájaros volvieron a ser reyes de los cielos, las tibias ventolinas maravillaban a las flores, los ratones dormían hasta tarde pues no había contaminación acústica, los halcones dejaron de ser vigilantes de aeropuertos y volvieron a los bosques, hubo un inmenso silencio que lo invadió todo, repuntando las canciones de los insectos poco escuchadas por el ruido de motores, el sol puso a disposición de todos su calor sin molestas sombras que lo taparan y en el fondo muy en el fondo todos saben que esta fugas, juerga en un mundo largamente enfermo, será recordada por muchos siglos.
Máscaras que viajan
Las guerras biológicas fueron creadas para los más crueles exterminios. Cuando los conquistadores pisaron América además de sus espadas, estandartes y cruces, traían el gen del exterminio del otro. Las estrategias fueron muchas, una muy usada fue en los encuentros “amistosos” con los originarios, a quienes les obsequiaban espejos, alcohol y frazadas contaminadas con pestes que allí no se conocían.
Saltando los siglos en la primera guerra mundial se comenzó a probar todo tipo de venenos, las guerras evolucionaron así como el odio, hay una foto que muestra a una niña desnuda corriendo y gritando luego de ser alcanzada por el Agente naranja en Vietnam, una imagen que llega hasta nuestros días, reproduce y amplia el dolor, la impotencia del mundo ante esta violencia, el cine de EEUU siempre quiso corregir el asunto mostrando que todo su accionar era por la libertad, cabe recordar que la empresa encargada de la producción de este químico mortífero fue Monsanto.
Hoy las guerras biológicas pueden ser fácilmente trasladadas por los turistas, el mundo se atrinchera cierre de fronteras, estados policíacos, seguridad, vigilancia, cuarentenas, decretos, máscaras de todos los colores, los mercados que se desploman; otros también se benefician como las farmacéuticas, sufre lo público recortado año a año por las políticas neoliberales. La vida social, ya herida, hace mucho definitivamente se apaga, estamos a punto de tocar la lona y esto no se resuelva cantando en los balcones o aplaudiendo. Y tal vez habrá que esperar como la alfalfa buenos soles. El tiempo dirá cuales son las preguntas correctas que tenemos que hacernos para que las respuestas sean correctas y soñar que la acción sepulte el virus del capitalismo.
Rosalino Rodríguez