El veto de Brasil a Venezuela y las verdaderas razones de la diplomacia del castigo

Beto Almeida                                                                                                                      26 de octubre de 2024 Hora: 12:34

Hace unos meses, al recibir al presidente Nicolás Maduro en Brasilia, el presidente Lula apoyó la solicitud de Venezuela de unirse a los BRICS. Fuente: EFE.


«Ruptura de confianza». Con esta frase, el Asesor Especial Internacional de la Presidencia, el ex canciller Celso Amorim, pretende justificar el veto de Brasil a la entrada de Venezuela en la Alianza BRICS, que ahora cuenta con 13 nuevos socios, entre ellos dos latinoamericanos, Cuba y Bolivia. Pero, ¿cuáles son los criterios para el veto de Brasil? ¿Es un veto punitivo? Vale la pena recordar que hace unos meses, al recibir al presidente Nicolás Maduro en Brasilia, el presidente Lula apoyó la solicitud de Venezuela de unirse a los BRICS. ¿Qué justificaría un cambio tan radical en la diplomacia brasileña?

Sin duda, el gobierno brasileño tendrá muchas discrepancias en política internacional con los gobiernos de Arabia Saudita y Turquía, por ejemplo. El presidente turco Erdogan fue acusado a bombo y platillo de haber dado un golpe de Estado preventivo para defenderse de una intentona golpista desestabilizadora patrocinada por Estados Unidos para desalojarlo del poder, al igual que ocurrió en la misma época con la ex presidenta Dilma Rousseff, que fue destituida prácticamente sin reacción, a diferencia del gobierno turco. Nada de esto representa una quiebra de confianza para la diplomacia brasileña en relación con el nuevo socio de los BRICS. ¿Qué decir de la confianza de Itamaraty en el gobierno saudí, acusado de no apoyar sinceramente la causa palestina, tan valorada por la diplomacia brasileña? Arabia Saudita también ingresó en los BRICS, sin objeción brasileña.

¿Está Itamaraty inaugurando una Diplomacia del Castigo? La Venezuela bolivariana ha sido blanco constante de golpes de Estado, sabotajes, agresiones, sanciones y medidas coercitivas que han hundido drásticamente su economía, con graves consecuencias para el nivel de vida de los venezolanos y perjudicando sus notables programas sociales. Entre los agresores se encuentra el incalificable Jair Bolsonaro. Eso no impidió que la Venezuela bolivariana enviara toneladas de oxígeno solidario para salvar miles de vidas brasileñas en Amazonas, cuando ese estado se estaba convirtiendo en un cementerio a cielo abierto por la negligencia criminal del gobierno de Bolsonaro, que incluso planeaba participar en una invasión al país vecino.

Cuando Lula fue injustamente encarcelado, uno de los países que más defendió la inocencia de Lula, junto con Cuba, frente a los medios internacionales guiados por la Casa Blanca, ¡fue el gobierno de Nicolás Maduro! Este mismo criterio de diplomacia de castigo ya fue aplicado a Nicaragua, otro latinoamericano vetado por Itamaraty, que, como Venezuela, ostenta excelentes relaciones con Rusia, China e Irán, lo que irrita a la Casa Blanca.

Pero con respecto a Israel, ¿no hay señales de cambio en la postura de Brasil, que sigue enviando petróleo y carne para mantener en funcionamiento la maquinaria israelí de matar palestinos y libaneses? Entonces, ¿cuáles son los criterios para castigar a un país que podría ser el mejor socio de Brasil en la integración de América del Sur, violando la propia Constitución brasileña, que establece el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la construcción de una Comunidad Latinoamericana de Naciones?

El verdadero criterio para el veto de Brasil es que Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, y EE.UU. está presionando para su privatización. No aceptan que un país con este potencial energético se coordine con Rusia, China e Irán, fortaleciendo el Sur Global, lo que contradice el propio discurso del presidente Lula en los Brics.

El veto brasileño -negociado por el embajador de Bolsonaro, Eduardo Saboya- sirve a los intereses de la Doctrina Monroe de EEUU, siempre en proceso de actualización. Al fin y al cabo, si consiguieron que Brasil desnacionalizara el Presal -desnacionalización lograda tras el golpe contra Dilma y el encarcelamiento de Lula-, ahora también quieren desnacionalizar la riquísima cuenca petrolífera del Orinoco. ¡Este es el verdadero criterio del veto brasileño!

Por último, para entender el contexto de la posición de Brasil, basta citar las declaraciones de la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Ejército de los EE.UU.», que ya ha hecho comentarios críticos sobre la creciente cooperación de Brasil con China, que han sido respondidos enérgicamente, no por Itamaraty, sino por la Embajada de China en Brasil. Según el jefe militar estadounidense, «nuestra región -dijo- posee las mayores reservas de petróleo ligero y dulce, descubiertas frente a las costas de Guyana hace más de un año. También tiene los recursos de Venezuela con petróleo, cobre, oro. Tenemos el Amazonas, el 31% de las reservas mundiales de agua dulce están también en esta región».

*Beto Almeida, periodista. Consejero de la ABI. Director de Telesur y TV Comunitária de Brasília, miembro de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.

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