Fuente:https://periodicogatonegro.wordpress.com/2023/10/21/el-show-debe-continuar/
El mal menor no se trata de una elección que se hace cada cuatro años y listo, sino que se trata de instalar una forma de vida. Resulta vivir resignades a un presente desolador por miedo a un futuro aún peor. El motor de esta militancia no es ya la transformación de la realidad sino su reforzamiento a través del miedo.
Reforzamiento también de una realidad de clase mierda que avisora la catástrofe del dólar, la tragedia de menos consumos, la desdicha de un cotidiano más ajustado… ¿Qué se comenta en los pasillos de las villas del dólar, de los consumos, del ajuste? Hace rato que en las villas la vida se vive igual ajustada, sin dólares y consumiendo lo que se puede. Hace años que se comparte lo que no sobra y se hace colecta para el cajón del amigo asesinado. Hace tiempo que el hambre y la desesperación bailan entre cumbias y desamores.
El miedo a perder lo poco que tenemos se ha instalado y pareciera convertir al capitalismo en un sistema inmune a la crítica. Puesto que la máquina capitalista no parece ser otra cosa que la forma más desarrollada del proceso social de vida, pareciera que no hay modo alguno de sustraerse a la misma.
Vote lo que se vote, el ciudadano solamente se realiza en tanto participa del ritual abstracto, sagrado, separado, denominado democracia: votar cada cuatro años, cada dos años, votar lo que sea pero votar. Una vez terminado, ya se puede volver con la conciencia tranquila y en silencio al lugar que le corresponde al trabajador: producir, consumir, obedecer. El irresponsable acto de delegar es presentado como el acto más responsable. Y, esta vuelta, bajo amenazas de todo tipo si no votas y evitando ver que el juego está al desnudo nacional e internacionalmente: el juego de la muerte se está jugando a muerte.
Cansadxs por el esfuerzo cotidiano que conlleva reproducir nuestras existencias, alienadxs y asustadxs ahora también por la incertidumbre, nos rendimos ante la elección de las falsas alternativas propuestas por el espectáculo. “Alguien tiene que gobernar”, se escucha. En última instancia, a pesar de quién tome el bastón, la democracia siempre gana. Su esencia: la contemplación pasiva de imágenes predefinidas por otros. Los políticos pasan, la alienación queda.
El show debe continuar
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