La primera huelga contra Tesla se ha convertido en el paro más largo vivido en Suecia en un siglo. Y la mecha solidaria ha prendido en otros sectores: correo, servicios de limpieza, taxistas, estibadores…
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha encargado recientemente a Elon Musk, propietario de Tesla y hombre más rico del planeta, que lidere –junto a Vivek Ramaswamy– un nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental que, en palabras del propio Trump, debería allanar el camino para que su Administración desmantele «la burocracia gubernamental, reduzca el exceso de regulaciones, los gastos innecesarios y reestructure las agencias federales, algo esencial para el movimiento ‘Salvar a Estados Unidos’». El nombramiento se produce después de que el controvertido magnate sudafricano donase 200 millones de dólares a la campaña de Trump y se convirtiese en uno de sus principales apoyos públicos. Por otro lado, la elección ha tenido consecuencias que van más allá de las estrictamente políticas y su red social X –antigua Twitter–, a la que muchos usuarios consideran un simple megáfono al servicio de la extrema derecha y cuyo algoritmo potencia las teorías de la conspiración y el racismo, ha sufrido un reguero de abandonos de anunciantes y usuarios hacia plataformas que consideran menos tóxicas.
Bajo todo este ruido, el conflicto que enfrenta a Musk con los sindicatos suecos cumplió recientemente un año. Lo que en un principio parecía una disputa menor causada por la negativa de Tesla a negociar un convenio para poco más de un centenar de mecánicos en sus factorías suecas, ha acabado extendiéndose a otros sectores e incluso ha generado una insospechada solidaridad fuera del país.
Los detractores del nuevo responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental destacan su ego, su falta de empatía y su tendencia al narcisismo. A ello sin duda habría que sumarle un rechazo frontal a todo lo que huela a sindicalismo. Él no lo esconde: «No estoy de acuerdo con la idea de los sindicatos, pues generan ambiente negativo en las empresas y una especie de situación de señores y campesinos», aseguró en declaraciones realizadas en el DealBook del New York Times de 2023, una reunión de magnates de la industria y las finanzas.
La fobia antisindical encaja a la perfección con la personalidad de Musk, que se vende a sí mismo como el ejemplo de trabajador que quiere para sus empresas, dedicado «siete días a la semana y sin reparar en horas extra». Los efectos que esas dinámicas tengan para sus trabajadores no parecen importarle tanto, como explicaba en declaraciones a La Sexta, Javier Salas, jefe de la sección de Tecnología de El País, quien aportaba el dato de que su empresa estrella, SpaceX, cuenta con «una tasa de accidentes laborales que multiplica por siete veces la del sector» y la presión a sus empleados es tal «que pone en riesgo sus vidas».
En la masiva huelga de la industria de la automoción estadounidense convocada por el United Auto Workers el año pasado, que se extendió a los principales fabricantes, General Motors, Ford y Stellantis, y que llegó a contar con el apoyo del presidente Joe Biden, las instalaciones de Tesla fueron de las pocas no afectadas por los paros. La razón es simple: sus empleados no estaban sindicados y cada intento de organización fue previamente desmantelado por la empresa antes de que arraigara. La huelga finalizó con importantes incrementos salariales para los trabajadores en las tres grandes corporaciones, pero no parece que el ejemplo de los logros conseguidos en otras empresas haya afectado en lo más mínimo a la plantilla de Tesla, que sigue resistiéndose a la implantación sindical en sus factorías norteamericanas.
Un caso similar tuvo lugar en Alemania donde, aunque Tesla no pudo frenar la entrada del IG-Metall en su nueva factoría de Berlín, la oportuna presentación de una candidatura proempresa consiguió al menos la exigua mayoría por un voto en el comité, y parar –al menos momentáneamente– la embestida sindical.
Con estas experiencias, lo que no se esperaba Musk era que la negativa a pactar con apenas un centenar de trabajadores suecos fuera a generarle mayores problemas, así, y pese a la reiterada disposición del sindicato IF Metall por negociar un convenio colectivo para sus mecánicos, la respuesta por parte de Tesla fue siempre la negativa por «una cuestión de principios», ya que los derechos laborales no forman parte de su «concepto de la compañía».
Ante esa actitud, IF Metall, uno de los sindicatos más grandes de Suecia, que principalmente representa a los trabajadores de la ingeniería y la metalurgia, puso pie en pared y el 27 de octubre de 2023 convocaba a todos sus afiliados a sumarse a un paro con el que presionar a la empresa. «Lo único que exigían nuestros afiliados eran condiciones justas, aumentos salariales, jornadas laborales reducidas, pensiones a tiempo parcial y seguros, por nombrar algunos ejemplos de lo que actualmente carecen debido a la ausencia de un convenio colectivo. Estamos hablando de unas condiciones que tienen otros empleados de la industria, lo queríamos era asegurar unas condiciones de trabajo decentes y seguras», explica Sladana Pasalic, responsable de IF Metall en Uppsala, una de las ocho localidades con la plantilla en huelga.
La primera huelga contra Tesla ha acabado convirtiéndose también en el paro más largo del país escandinavo en un siglo. Y la mecha ha prendido en otros sectores gracias a diversas acciones de solidaridad: los carteros se niegan a repartir su correo, los empleados de limpieza y mantenimiento no trabajan en sus instalaciones, los taxistas no compran sus automóviles, los estibadores no los descargan… Acciones que han traspasado las fronteras con los estibadores de Dinamarca y Noruega uniéndose en su negativa a descargar sus vehículos.
Los sindicatos tienen un poder considerable en Suecia: según las últimas estadísticas, actualmente el 69% de los asalariados están sindicados –un 86% en 1995–, fundamentalmente a los mayoritarias LO, TCO y Saco, aunque existe una importante minoría encuadrada en sindicatos independientes como la Asociación de Pilotos Suecos, la anarcosindicalista SAC o el Sindicato de Trabajadores Portuarios. Estas organizaciones funcionan como columna vertebral de un sistema laboral en el que el 90% de los empleados están acogidos a convenios colectivos que normalizan la mayoría de las condiciones de trabajo. «En Suecia tenemos una forma única de regular los salarios y las condiciones de empleo, lo que denominamos ‘el modelo sueco’, en el que empresarios y sindicatos negocian juntos. Gracias a ello, el trabajo se ha vuelto más humano y, en comparación con otros países, experimentamos menos huelgas y conflictos laborales. Las empresas suecas obtienen buenos resultados y los salarios aumentan (…) Para nosotros es fundamental salvaguardar este modelo porque ha beneficiado al país y a sus trabajadores durante más de 100 años», explica la sindicalista.
La importancia de los convenios es algo en lo que coincide Rasmus Hästbacka, abogado laboralista de la SAC: «Los convenios colectivos son más importantes que nuestras leyes laborales. Para que te hagas una idea, no existe salario mínimo por ley, pero sí suele reflejarse en este tipo de acuerdos. Es más, las partes que pactan un convenio pueden en gran medida aplicar normas específicas que mejoren las generales del derecho laboral y su firma suele supone un antídoto contra los conflictos laborales, pues habitual es que contengan una cláusula antihuelga». Con estos mimbres, no es pues extraño que los sindicatos suecos se hayan tomado la negativa de Tesla como una afrenta al sistema de cooperación que viene funcionando en el país desde siempre y hayan aceptado el pulso de Musk con una conflictividad desconocida para la realidad laboral del país.
Un año después del inicio de la huelga, las espadas siguen en alto, y aunque el magnate afirmaba hace algunos meses que «en realidad, creo que la tormenta ha pasado en ese frente y las cosas están razonablemente bien en Suecia», a finales de 2023 la justicia sueca le daba otro baño de realidad dictaminando que no podía obligar a PostNord, el principal servicio postal local, a reanudar las entregas a Tesla y por tanto, a poner fin a la acción solidaria de los carteros, sentando un precedente para el resto de gremios movilizados.
«Seguimos contando con las acciones de solidaridad de otros 11 sindicatos nacionales, incluido el sindicato de administrativos, que ha dado el paso recientemente, y contamos con el apoyo de trabajadores en Noruega, Dinamarca y Finlandia. Musk va a tener que negociar. Si Tesla se establece aquí, debe respetar el modelo y adaptarse», concluye Pasalic.
Imagen: “Elon Musk Dreaming of a Brighter Future” by jurvetson is licensed under CC BY 2.0.
El pulso entre Elon Musk y los sindicatos suecos continúa un año después