Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2022/08/05/el-perro-del-hortelano-por-iramis-rosique-cardenas/
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Otro comentario (más) sobre la recurrente polémica en torno al marxismo-guion-leninismo
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Esta discusión se ha dilatado por demasiado tiempo. Forma parte de ese ajuste de cuentas con la conciencia socialista “anterior” que nos debemos, con la de ese socialismo que no fue y por no ser, murió; que poseía todo un conjunto de concepciones sobre la sociedad, el pensamiento y las revoluciones que tuvieron su cuota de responsabilidad en el suicidio más escandaloso del siglo XX, y que pueden arrastrar a todos los que pretendan asirse con mirada acrítica a ellas al mismo destino. ¿Pero es tan importante esa discusión sobre cuál marxismo? ¿Marxismo, marxismos, o marxismo-guion-leninismo?
Un amigo me preguntaba hace semanas ―y se preguntaba a sí mismo―, a raíz de una serie de trabajos publicados por el Instituto de Filosofía acerca del tema, si los comunistas cubanos debíamos ponernos a discutir por un guion. ¿Qué hacemos nosotros discutiendo por un guion? Cabe aclarar que mi amigo entiende que la discusión sobre “el guion” no es sobre tal pequeñez, sino que entraña la colisión de dos líneas de apropiación y socialización de la tradición marxista en Cuba. Pero su pregunta no deja de tener sentido.
En una sociedad en la que el marxismo, en general y sin apellidos, goza cada vez de menos prestigio, de menos atención y de menos presencia, ¿será que debíamos dedicar fuerzas a discutir sobre si este o aquel? El sentido hecho común pareciera sugerir que no, que el puñado de académicos que se debaten entre el guion y el no guion no pasan de ser unos majaderos que cierran los ojos al gigante de siete leguas que amenaza con ponerles la bota encima, para barrer no el guion, sino todo el marxismo; unos majaderos que andan de espaldas de los “verdaderos” problemas, a “la concreta”, entretenidos en veleidades filosofantes. Quizá sea cierto y haya en todo esto alguna pizca de cegueras o de sorderas, pero también hay una dosis enorme de lucidez, es esa lucidez la que los tiene dando la batalla.
Como ya se ha explicado en la mencionada serie de trabajos acerca del tema, pero que no está de más repetir aquí para conocimiento del lector, “marxismo-guion-leninismo” no es una denominación que se refiera a toda la tradición marxista existente desde Marx hasta hoy; no es tampoco una suma aritmética de la obra de Marx, Engels y Lenin, ni es descomponible en marxismo y leninismo. El marxismo-leninismo es una codificación doctrinal, una sistematización, de una interpretación muy concreta de Marx, Engels y Lenin, que fue producida en la URSS tras la muerte de este último y bajo la dirección de Stalin.[1]
El marxismo-leninismo no salió de la nada, ni siquiera en ese sentido es una creación original del período Stalin, del líder supremo o de sus sacerdotes: él también tiene sus “fuentes y partes integrantes”. Muchas de sus concepciones son deudoras de las lecturas mecanicistas y naturalistas sobre Marx y Engels que eran hegemónicas en la socialdemocracia alemana de los tiempos de Kautsky. También lo son del manual de divulgación sobre materialismo histórico realizado por Nikolái Bujarin, “Ensayo Popular de Sociología”, tan criticado años más tarde por Gramsci debido a su economicismo ramplón y su positivismo, y que quizá fue una de las razones para que Lenin dijera sobre Bujarin antes de morir que, si bien era de los jóvenes más brillantes del Partido, “jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica”1. No pueden dejarse de mencionar las “Cuestiones del Leninismo” y “Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico” de Stalin, donde él resuelve la teoría en un conjunto de definiciones, axiomas y ejemplificaciones. Todo esto cristalizó en un sistema que se atribuía el contener los principios de funcionamiento de todo lo existente: la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano. Una teoría tan general, tan ajustable a todo, que al final del día era incapaz de producir ningún nuevo saber sobre algo concreto. ¿Para qué sirven las supuestas leyes de la dialéctica, además de para poner ejemplos partiendo de ellas? ¿Qué conocimiento nuevo sobre la realidad, qué praxis nueva permiten producir? Cero. Más allá del místico atractivo que produce la coherencia doctrinal interna de ese sistema, como la puede producir un altar, o un objeto cualquiera de contemplación, el m-l no ha tenido mucha suerte en comunicarse con lo real, sobre todo dado que su naturaleza dogmática lo inclina a intentar encorsetar la realidad sus esquemas preelaborados en vez de atreverse a dinamitar esos esquemas. A ese sistema de pensamiento y no a otra cosa, se le llama en este texto, en la historia del marxismo, y en el devenir de esta vieja polémica, “marxismo-leninismo”, con guion.
Llamarle polémica o discusión o debate a la historia de resistencias desde las propias filas del marxismo contra el marxismo-guion-leninismo es una enorme cortesía. En el pasado el marxismo-guion-leninismo ha tenido poca suerte para imponerse por la fuerza de la razón ante sus adversarios. Se ha impuesto como línea por la razón de la fuerza: Lukács sancionado y obligado a retractarse, los puntos de Mariátegui cuestionados por la Internacional Comunista, Gramsci colocado en un cono de sombras y silencio, la Escuela de Frankfurt demonizada, el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana cerrado, la revista “Praxis” cesada, y un largo etcétera. Y aunque en varios de estos casos el desenlace vino precedido de polémicas más o menos violentas, más o menos brillantes, entre tirios y troyanos, estas no tuvieran mucha relación con los resultados finales. No importó demasiado si Lukács o sus críticos tenían razón con respecto a “Historia y conciencia de clases”, ni quién fue más brillante y ganó la polémica sobre los manuales que tuvo lugar en Cuba a finales de los sesenta: lo único importante es que Lukács se autocriticó, y que los manuales ―y el tipo de pensamiento que ellos producen― en Cuba permanecen hasta nuestros días.
Señalo esto porque el debate de hoy tiene la condición particular de que parece unidireccional, al menos en el ámbito público. Si bien contamos en los últimos meses con toda una serie de textos que explican la necesidad de reemplazar el viejo marxismo-guio-leninismo por un marxismo vivo y abierto, no hay equivalencia con la exposición pública de las razones para defender la doctrina del guion. Y sin embargo es no se traduce tampoco en una victoria de los críticos del marxismo-guion-leninismo, ni esa ausencia significa en lo absoluto ausencia de defensores o de argumentos.
Una línea de argumentación reduce el asunto a una discusión de nombres: “con guion o sin guion, ¿qué más da?”. Esto trivializa el problema porque parte del falso ―pero extendido― presupuesto de que no existen diferencias de esencia entre el marxismo-guion-leninismo y otros marxismos. Esto, si se tiene en cuenta lo que hemos explicado anteriormente, implica un profundo desconocimiento del marxismo, de su historia y de sus polémicas.
Por otro lado, está el socorrido uso de la autoridad, muy frecuente en los manuales de m-l, que emplea una cita suspendida en el éter, fuera de la historia, para argumentar la pertinencia del marxismo-guion-leninismo o, peor aún, del nombre, como si ese nombre no fuera ya un contenido. Lo mismo se puede echar mano al Che que al mismísimo Martínez Heredia, pero estando en Cuba como estamos, el más socorrido para este tipo de manejos es Fidel, y podría mencionarse, por ejemplo, su reflexión del 7 de mayo de 2015 donde reivindica “el derecho a ser marxistas-leninistas”.[2]
Alguien podría agitar esa reflexión como diciendo “miren, el Comandante en persona, hasta al final de su vida dijo marxista-guion-leninista”. Vamos a hacer abstracción del hecho de que Fidel no encaja en los márgenes del marxismo-leninismo por la simple razón de que Fidel hizo una Revolución ―con mayúsculas― donde los manuales de m-l decían que no se podía hacer, y por buscarla e intentar alumbrarla fue acusado de putchista y aventurero por los marxistas-leninistas profesionales del viejo PSP (2), tan doctrinario, ordenado y disciplinado, pero incapaz de hacer una revolución. Obviemos ese minúsculo detalle y creámonos por un segundo que Fidel, en efecto, era marxista-leninista. ¿Y? Si Fidel o el Che lo hubieran sido ―cosa que estoy convencido de que es teóricamente muy difícil de sostener luego de un análisis de su praxis concreta― ¿eso significa que el pensamiento social y revolucionario cubanos desde entonces y para siempre deben ceñirse, constreñirse a ese corralito? ¿Debe suponer eso una razón para privilegiar al m-l por encima de todo lo otro que el pensamiento emancipador ha producido en Cuba y en el mundo? ¿Qué pasa entonces con los marxismos no leninistas, o con los leninistas sin guion? ¿Es dañino o inútil estudiarlos?[3] ¿Cuál es el punto?[4]
A fin de cuentas, ¿los defensores del marxismo-guion-leninismo qué es lo que defienden? ¿La pureza de una doctrina, un pensamiento o un nombre? Y si es una doctrina, ¿es el pensamiento de Fidel o son los manuales filosofantes de Kostantinov? Porque ambas cosas con incompatibles. Entiendo qué atacan los críticos del m-l, pero sobre sus defensores tengo muchas dudas. En resumen, yo en lo personal no he podido acceder aún a una argumentación contundente que me explique por qué el cuerpo doctrinal denominado marxismo-guion-leninismo debe seguir gozando del señorío y los privilegios de los que goza en la docencia y en la investigación social. No obstante, ahí permanece, aunque haya sido expulsado de otros lugares como pueden ser el discurso político o la prensa ―y no en favor de un marxismo otro, revolucionario―. Siguen siendo centenares las aulas en las que se continúa “enseñando” todo aquello de las fuentes y las partes, las tres leyes, las veinte categorías, y toda esa quincalla filosófica ―como diría Engels―, que poco sirve a los nada interesados estudiantes para comprender el mundo contemporáneo y mucho menos la Cuba actual. Así mismo miles y miles de tesis están obligadas a declarar en sus marcos teóricos que se emplea el método dialéctico materialista, aunque luego en el contenido concreto de la investigación no haya demasiada dialéctica ni demasiado materialismo. Esos formalismos al parecer mantienen tranquilos algunos corazones con la plácida certeza de que el marxismo goza de buena salud. ¿Serán esos programas docentes y marcos teóricos lo que se pretende proteger? No lo sé, no está muy claro.
Si el viejo marxismo-guion-leninismo chapotea en esas parcelas tan acotadas, alguien podría preguntarse qué sentido tiene entonces la batalla que dan contra él algunos intelectuales serios. El viejo marxismo-guion-leninismo tiene muchos defectos, a decir verdad, pero uno de los más odiosos es el de presentarse como “el único marxismo verdadero”. Por desgracia, esa mentira ha terminado por convertirse en una verdad para muchas personas alrededor del mundo. En Cuba esto es más dramático porque el espacio principal de socialización del marxismo es el aula, justo allí donde ese m-l conserva parte de su señorío. Entonces lo que la gente aprende a identificar como marxismo es esa teoría muerta, una entelequia cerrada internamente incapaz de dialogar con la realidad o de orientar a las personas en su vida. Ese es el marxismo realmente socializado en Cuba hoy y que responde al significante “marxismo-guion-leninismo”, y por tanto embarra con su descrédito a todo el marxismo. Y esa misma doctrina no solo ocupa una posición de privilegio en la arquitectura educacional cubana, sino que su mera permanencia ahí bloquea la posibilidad de que ese espacio sea ocupado por un marxismo vivo y creador que aproveche esa oportunidad de librar, en un territorio excepcional, una batalla por los sentidos que estructuran la vida de la gente, por el modo en que las personas se explican el mundo, por fortalecer y expandir la hegemonía del proyecto revolucionario. A este otro marxismo a la vez le cuesta hacerse de sus espacios propios, porque también la burocracia académica y educacional ha diseñado cuáles son los compartimentos estancos del marxismo, los “autorizados”, nuestra suerte de “marxistas legales” ―lo que sin Plejanov, basta recordar el comienzo de El Dieciocho Brumario…―. El marxismo-guion-leninismo en ese aspecto es como el perro del hortelano: ni come ni deja comer.
El resultado más bochornoso de esta situación es que el actual m-l, de manera inconsciente, está sirviendo de coartada al avance del pensamiento liberal en nuestra sociedad. En primer lugar, su propia grisura e inutilidad, su desapego a lo real, su “ladrillismo”, han logrado que el liberalismo pueda parecer en Cuba como novedoso, sofisticado, interesante, a pesar de que lleva ciento cincuenta años tarde al cementerio de las ideologías. En segundo lugar, la persistencia del descrédito y la esterilidad del marxismo-leninismo otorga todos los días a sus verdaderos enemigos antagónicos argumentos para que sea “optimizado”, es decir, suprimido de los currículos universitarios, de los debates políticos de alto nivel, de la academia, de los medios: “¿no sería mejor que las universidades se ahorraran tiempo y recursos al prescindir algo que no sirve para nada, ni da ranking o dinero?” “¿no sería mejor dejar de consultar a especialistas armados con una teoría incapaz de explicarse con coherencia y lucidez?” “¿no es mejor dejar de publicar sobre ese tema que a nadie le interesa?” Todas estas preguntas, formuladas por personas a las que no les interesa cuál marxismo, sino que buscan salir del marxismo, le deben bastante al estado y el devenir del marxismo-guion-leninismo existente. Además, en las universidades, por poner un ejemplo, la parcelación burocrática del conocimiento sirve de paraván para “librarse” del marxismo que es “función” de otro departamento para el efecto creado. Entonces el lugar del marxismo son las clases de la disciplina marxismo-leninismo, y fuera de ahí puede hasta ser mal visto insistir en el marxismo, ya sea en otras clases o en espacios de extensión universitaria como círculos de estudios marxistas.
La guerra cultural, tan mencionada en los últimos tiempos,[5] no es solo un asunto de operaciones de inteligencia o de manejos mediáticos, es un proceso muy profundo que involucra todas las dimensiones de la espiritualidad de un pueblo. En ese sentido es un combate sin cuartel en el que la producción y reproducción de un pensamiento revolucionario, contrahegemónico y emancipador vigoroso es imprescindible para resistir y para vencer. El viejo marxismo-guion-leninismo como ideología está imposibilitado de ser eso, y solo agoniza de manera lenta y vergonzante desde hace años, conectado testarudamente a un respirador artificial por obra y gracia de designios puramente administrativos que no lo dejan acabar de morir para que pueda su cadáver abonar el suelo de lo nuevo y lo vivo. En ello hay un grave peligro que puede resumirse con las siguientes palabras de Fernando Martínez Heredia, un revolucionario que siempre fue un hereje, un crítico y un excomulgado de la iglesia del marxismo-guion-leninismo: “Hay que evitar que esa ideología arrastre en su caída a todo el marxismo posible”(3). Eso significaría arrastrarnos a todos con ella.
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NOTAS:
1) V. Lenin: “Carta al Congreso”, en Obras escogidas T.3, Editorial Progreso, Moscú, 1961.
2) “Todo el mundo sabe que el Partido Socialista Popular es el único que ha señalado el camino justo para resolverla crisis cubana: el camino de rechazar resueltamente las aventuras, el terrorismo, las ‘expediciones’, el camino de rechazar las ‘componendas’ y el aislacionismo (…) El camino escogido por Fidel Castro y sus compañeros es falso. Nosotros, que apreciamos su limpieza moral y que estamos convencidos de su honradez, tenemos que decir que el putch, que la acción armada desesperada y con categoría de aventura, no conducen a otra cosa que, al fracaso, al desperdicio de fuerzas, a la muerte de su objetivo” (Carta Semanal, n. 16, 20 de octubre de 1953)
Citado por Caridad Massón: “Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958”, en el libro 1959: Una rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y Ruth Casa Editorial, La Habana, Panamá, 2009.
3) Fernando Martínez Heredia: “Izquierda y marxismo en Cuba”, La Tizza, 12 de junio de 2021.
[1] http://www.cubasocialista.cu/2020/12/01/ser-marxistas-leninistas-como-fidel-por-rafael-emilio-cervantes-martinez-y-otros/
[2] También puede leer Homenaje de Fidel a Marx: “Soy marxista leninista y lo seré siempre”
[3] Fidel, martiano y marxista-leninista
[4] También puede leer Ser marxistas-leninistas como Fidel. Por Rafael Emilio Cervantes Martínez y otros
[5] Citas de Fidel. Marxismo-Leninismo