El Pentágono confiesa que en Ucrania han llegado a un callejón sin salida

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«Estamos en un callejón sin salida”, lamenta el director del Gabinete de Inteligencia del Pentágono, John Kirshhofer, en declaracionies a la agencia Bloomberg. Washington descartó cualquier paz negociada con Rusia, creyendo que podría obligar al Kremlin a rendirse a bajo costo sin arriesgar una participación mucho mayor de la OTAN. La estrategia ha fracasado y los miembros de la OTAN se arrojan los trastos a la cabeza.

Vilna será recordada como la cumbre de la OTAN donde estallaron las tensiones. Los belicistas no encontraron el apoyo que esperaban, a pesar de los esfuerzos de Biden.

La cumbre se caracterizó por una diatriba de Zelensky contra los cabecillas de la OTAN por no haber admitido a Ucrania en su seno y por el enfado de sus interlocutores, que le tuvieron que pedir que se calmara un poco. Finalmente, el encuentro entre Zelensky y Biden, que estaba diseñado para ser el plato fuerte del espectáculo, pasó casi desapercibido.

Los belicistas se enfadaron con Biden por no introducir a la Ucrania en la OTAN, por las buenas o por las malas. Comienzan a despellejarse unos a otros. La contraofensiva ucraniana no ha estado a la altura de las expectativas, el campo de batalla está plagado de enormes cantidades de armas occidentales muy caras, reducidas a escombros humeantes, el número de bajas ucranianas es horrendo y Estados Unidos está tan por debajo de los proyectiles de artillería de 155 milímetros que se ve obligado a enviar bombas de racimo.

El esfuerzo de guerra se está volviendo cada vez más caótico. Ya no sabe qué hacer. Habían vendido al mundo sus utopías como otros tantos dogmas indiscutibles. La visita sorpresa del presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, a Kiev es otra vuelta de tuerca más para conseguir armamento surcoreano, que tendrá el mismo destino que el anterior.

La situación de las tropas ucranianas en el campo de batalla es dramática. Ellos lo saben mejor que nadie. Saben que las armas de la OTAN, desde las bombas de racimo hasta los misiles Storm Shadow y similares, no cambiarán la situación. Ningún arma es el Santo Grial que buscan los ucranianos.

Ante el flagrante fracaso de las ilusiones que habían prevalecido hasta entonces, la OTAN debería haber revisado su estrategia para combinar la guerra con los esfuerzos diplomáticos para ponerle fin. Ese cambio no se ha visto en Vilnius.

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