El paraíso de las energías renovables vuelve sobre sus pasos

mpr21

 

Nueva Zelanda aspiraba a lograr un suministro de electricidad 100 por cien renovable para finales de la década, pero el gobierno de Nueva Zelanda va a poner fin a la prohibición de explorar los recursos fósiles marinos, vigente desde 2018. Considera que el gas, en particular, es “esencial” para el país.

En 2022 el país produjo y consumió alrededor del 86 por cien de la electricidad baja en carbono, según la Agencia Internacional de Energía (AIE). Gracias a sus centrales hidroeléctricas (casi el 60 por cien de la electricidad producida), a sus parques eólicos y solares, pero también a sus sistemas geotérmicos (casi el 20 por cien de los casos).

Aparte de limitar las posibilidades de identificar nuevos recursos de petróleo y gas, la prohibición redujo las inversiones en el desarrollo de los yacimientos ya conocidos. Esas inversiones son necesarias para mantener los niveles actuales de consumo de combustibles fósiles, sin los cuales el gobierno espera que el país pronto enfrente un problema de carestía de suministro.

“El gas es esencial para mantener nuestras luces encendidas y nuestra economía en funcionamiento, especialmente durante los picos de demanda de electricidad y cuando la producción disminuye debido a fuentes más intermitentes como la energía eólica, solar e hidroeléctrica”, afirma Shane Jones, ministro de Recursos.

La propuesta se presentará al Parlamento en la segunda mitad de este año. Para complementar las disposiciones tomadas por la Ley de Minerales para restaurar la confianza en los combustibles fósiles, se simplificarán los trámites administrativos para otorgar derechos de exploración de petróleo y gas.

La oposición opina que el país “tendría una economía más sostenible y más eficiente dando prioridad a las energías limpias”. Cuando aún estaba en el gobierno, en agosto del año pasado, pidió una inversión de 1.200 millones de dólares para acelerar la producción eólica y solar y respaldarla con el almacenamiento en baterías y la producción de hidrógeno “verde”, precisamente para alcanzar el reto de un suministro energético 100 por cien renovable.

También se lanzó un enorme proyecto de almacenamiento de electricidad por bombeo en el lago Onslow para garantizar el suministro de electricidad y evitar recurrir a la central eléctrica de carbón de Huntly cuando se acabaran el sol o el viento. El proyecto tendría una capacidad de 1.200 megavatios, nada menos que el 12 por cien de la capacidad máxima del país.

Algunos “expertos” dijeron que era una forma de estabilizar los precios de la electricidad durante los próximos cien años. Sin embargo, la gigantesca obra se volvió contra sus patrocinadores: el impacto medioambiental de la estructura era insostenible.

A finales del año pasado el nuevo gobierno abandonó el proyecto antes de que se completara el estudio.

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