mpr21 Juan Manuel Olarrieta
Los imperialistas custodian el Mediterráneo colocando un perro guardián en un extremo, que es Israel, y otro en el opuesto, que es Marruecos. La diferencia entre ambos perros es que la monarquía cherifiana aspira a mucho más en el norte de África, y para ello cuenta con Francia, la antigua potencia colonial. A medida que París se ve obligado a retirarse del Sahel, cuenta con Marruecos como nueva base de operaciones.
Por lo tanto, Marruecos es un país estrechamente ligado al imperialismo y a Israel, como se demostró en 2020 con los llamados Acuerdos Abraham y al año siguiente con el Caso Pegasus. Uno de los pocos países árabes que mantiene los Acuerdos es Marruecos, que de esa manera destapó lo que hasta entonces era un secreto de polichinela.
El trueque consiste en que Marruecos reconoce al Estado de Israel e Israel reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara.
Pero a diferencia de Israel, Marruecos es la puerta de entrada de África en Europa y puede jugar un papel regional que a los sionistas le resultaría imposible, ni siquiera con los Acuerdos Abraham en el bolsillo.
Lo mismo que otros países, en julio Francia también tuvo que pagar su peaje con Marruecos y reconocer su soberanía sobre el Sáhara, que se produce en un contexto de colapso de su tradicional influencia en la región.
Detrás de Francia vendrán otros países europeos, como Alemania.
Después de décadas de constantes idas y venidas entre sus dos antiguas colonias, Marruecos y Argelia, Francia ha decidido apoyar resueltamente a la primera, a pesar de la importancia de las exportaciones de gas argelino para Francia. Parece claro que los hidrocarburos no lo son todo, como suponen algunos.
La decisión francesa refleja el papel creciente de Marruecos en África y en la escena internacional, en un momento en el que el gobierno de Macron se enfrenta la evacuación forzosa de tropas y diplomáticos franceses en otras partes de la región. En París consideran la estabilidad política y económica de Marruecos como un medio para garantizar su propio futuro estratégico y económico en la región.
Este éxito diplomático permitirá a Marruecos y a sus socios internacionales explotar mejor el potencial económico de su territorio meridional. El Sáhara tiene algunas de las mayores reservas de fosfatos del mundo, un componente clave de los fertilizantes. Dado el aumento de la demanda de fosfato marroquí tras la ruptura de la cadena de suministro debido a la Guerra de Ucrania, Marruecos ha aumentado su capacidad para exportar fosfatos hacia los mercados mundiales.
Marruecos es la puerta de entrada, pero también la de salida. Las exportaciones de capital europeo hacia el reino cherifiano son cada vez mayores. Los productos agrarios que entran a Europa procedentes de Marruecos a tan buenos precios, las obtienen empresas europeas y, epecialmente, españolas.
Lo mismo ocurre con las llamadas “energías renovables”, especialmente las plantas de hidrógeno “verde”, así como los planes para tender cables, gasoductos y tuneles a través del Estrecho de Gibraltar. El proyecto del túnel ferroviario de alta velocidad con España se ha reactivado y está en fase de estudio un gasoducto desde Nigeria de 7.000 kilómetros de recorrido que sortea a Argelia, la gran perdedora de esta estrategia europea (después del Sáhara).
A cambio de los caramelos, Europa le está exigiendo a Marruecos que se convierta, además de guardían de Estrecho, en la aduana de entrada al continente. La policia marroquí deberá encargarse de controlar el flujo de emigrantes africanos que pretenden cruzar el Mediterráneo o llegar a Canarias.
La política europea está agudizando las contradicciones en la región. Argelia ha retirado a su embajador en París. El ministro argelino de Asuntos Exteriores, Ahmed Attaf, describió la postura de Francia como “peligrosa” para la región, añadiendo: “No se trata simplemente de llamar a consultas a un embajador. Es una rebaja del nivel de representación diplomática. Es un paso importante para expresar nuestra condena a la postura de París”.
Por enésima vez, las resoluciones de la ONU sobre el Sáhara son papel mojado y lo mismo cabe decir de las resoluciones de los tribunales europeos. Reiteradas sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea prohíben cualquier actividad de las empresas europeas en los territorios saharauis ocupados, especialmente la pesca en las aguas jurisdiccionales saharauis.
En Bruselas, en París y en Madrid se burlan del derecho internacional, mientras alardean de ser sus más fieles custodios.
El otro perro guardián del Mediterráneo también tiene malas pulgas