Según Cyabra, empresa que monitorea la desinformación en Internet, 49 por ciento de los contenidos sobre el tiroteo en esta red social alientan teorías de la conspiración. PeakMetrics, firma de ciberseguridad que rastrea las narrativas en línea, asegura que las menciones a Trump en las redes sociales se dispararon hasta 17 veces por encima de la cantidad diaria promedio tras los sucesos del sábado.
Junto con Instagram y Youtube, la cultura tiktoker
propicia y ampara todo lo que entretiene y divierte, en todos los dominios de la vida social y, por eso, las campañas políticas y las justas electorales son cada vez menos un cotejo de ideas y programas, y cada vez más eventos publicitarios y espectáculos. En vez de persuadir, los candidatos y los partidos tratan de seducir y excitar, apelando a las bajas pasiones o los instintos más primitivos, a las pulsiones irracionales del ciudadano antes que a su inteligencia y su razón.
TikTok, en particular, es perfecta para el entretenimiento infinito. Su mundo es el aquí, el ahora y la hipervelocidad. Sesenta por ciento de sus usuarios tienen entre 13 y 21 años y no habían nacido cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, ni vivieron la guerra contra el terrorismo de Bush, ni el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos. La caída del muro de Berlín es historia antigua. El pasado no existe para millones de productores de videos que duran entre tres y 15 segundos, y se expresan políticamente de manera muy diferente a cualquier cosa que se haya visto antes.
Múltiples estudios señalan la irrupción, vía digital, de las nuevas derechas en los escenarios políticos de la mano de las plataformas que se adaptaron a los reels (videos cortos en formato vertical) y a la guerra de los memes. Estos nuevos actores se enfocan en la crítica a la excesiva intervención estatal, la demonización del progresismo y su autopercepción como la verdadera derecha
, a lo que se suma un elemento determinante para entender la configuración de estos actores: la incorrección política. Este elemento no sólo funciona como aglutinante de sus discursos, sino que les permite incorporar nuevos seguidores a sus filas, forzar el sentido común en sentidos reaccionarios y establecer una clara frontera divisoria entre un ellos
y un nosotros
que singulariza la identidad de aquellos que defienden los valores de la libertad
.
La cuenta de Trump en TikTok, abierta en junio, ha conseguido casi 20 millones de seguidores y 9 millones de me gusta
, en comparación con los aproximadamente 6 millones de seguidores y 460 mil me gusta
de la campaña de Biden, quien abrió su canal en mayo. Y esta diferencia no ha hecho más que aumentar después del atentado en Pensilvania. Un análisis publicado por The New York Times llamó la atención sobre la trumpificación
de la plataforma, al encontrar casi el doble de publicaciones a favor de Trump: 1.29 millones de publicaciones a favor de republicano frente a 651 mil publicaciones para el demócrata.
La gran paradoja de esta historia es que la plataforma, satanizada en Estados Unidos por su origen chino y sometida a escrutinio y amenazas de cierre por la administración del ex presidente Trump y el presidente Biden, es ahora fundamental para llegar a los votantes, especialmente a los jóvenes, antes de noviembre. Si permitimos que los demócratas, las organizaciones de izquierda y las personas influyentes de izquierda tengan el monopolio del contenido que se produce en TikTok, perderemos a la próxima generación de estadunidenses
, afirmó C. J. Pearson, celebridad de las redes sociales que copreside el consejo asesor juvenil del Comité Nacional Republicano.
El mundo según Tiktok es la sociedad del espectáculo
, tal y como la imaginó antes de la existencia de Internet el filósofo francés Guy Debord. El espectáculo no es sólo el poder de los medios de comunicación, la hegemonía de las redes sociales o la trivialización informativa y electoral, sino un concepto mucho más amplio. Se refiere a cualquier situación en que la mayoría de las personas están condenadas a contemplar pasivamente a otras que viven y deciden por ellas en un tiempo en que la representación remplaza la realidad vivida. Y así las cosas.