Fuente: https://www.jornada.com.mx/2024/03/04/opinion/a04a1cul Hermann Bellinghausen 04/03/24
Como tantos músicos negros (o afroestadunidenses, según ordena la culposa corrección política del hombre blanco), comenzó acompañando en los teclados a un predicador que se lo llevaba a sus giras. De manera natural deriva al jazz. En 1944 toca en la banda del Halcón, Coleman Hawkins, fundador del saxofón como instrumento extraordinario (junto con el Presidente, como le decía Billie Holiday a Lester Young). Tres años después ya tiene su propia banda, pero a lo largo de su carrera tocará mucho el piano solo; sin él, Keith Jarrett sería inexplicable.
Era raro, de carácter desigual. No a la manera del Perseguidor de Cortázar, sino la suya propia. Compositor de algunos de los principales estándares del jazz (Round Midnight, Straight No Chaser), interpretó algunas de las páginas más irrepetibles de la música moderna.
La novela de su vida incluye dos trascendentales apañones por posesión de mariguana referidas en Wikipedia. En 1951 salvó de la cárcel a su cuate y pianista Bud Powell al declarase culpable de la posesión de una yerba que no era suya. Le prohibieron tocar en Nueva York, o sea la policía lo mandó de gira permanente un buen tiempo. El segundo apañón fue en 1958, en el racista estado de Delaware, y esta vez él fue el rescatado del apañón por su amiga, patrocinadora y admiradora la mayor parte de su vida, Pannonica Rothschild, Nica. Ella fue al bote y enfrentó un juicio complicado por asumir la propiedad de la mota del Monje. Ese mismo año ella compró en Nueva Jersey una residencia construida para Josef von Sternberg en un mirador hacia la isla de Manhattan. Allí, en Weehawken, el pianista moriría muchos años después, cuando ya no tocaba ni la puerta.
Algo mayor que Thelonious, fue la madrina del jazz, con todo y escándalos. Nieta del primer barón de Rothchild, el hombre más rico del mundo, vivió entre el escándalo, el rechazo familiar y una libertad entonces infrecuente en mujeres. Amó la música, patrocinó a Duke Ellington, protegió a Thelonious durante más de 25 años y recibió una noche de 1955 a Charlie Parker en su suite del hotel Stanhope, porque Bird se sentía muy mal y allí murió tres días después. Baronesa y todo, la echaron del lujoso hotel donde vivía.
Conocida por su nombre de casada, Pannonica de Koeningswarter, de joven se alistó en la resistencia francesa para combatir a los nazis. Luchó en muchos frentes de África y fue condecorada como heroína de guerra. Se casa con el diplomático Jules Koeningswarter y con él vive en África y Escandinavia. Luego México, adonde Jules llega como embajador de Francia y Nica lo acompaña en sus protocolos. En un breve viaje a Nueva York hacia 1950 escucha por primera vez al Monje, y pierde para siempre su vuelo de vuelta a México. Se divorcia al año siguiente.
Mucho le deben los complicados creadores del be bop. Apoya a Coltrane, Dizzy, The Jazz Messengers. Los acerca a la crema y nata del arte y la onda hip en Nueva York, los sigue en sus baches y acude a sus entierros. En 1970, cuando Thelonius comienza a pasar aceite y ya no puede seguir su carrera, se muda a la casa de Nica en Weehawken. Allí muere, rodeado de gatos y ya muy averiado, en 1982.
En los poco más de 20 años de carrera extraordinaria, su magisterio pianístico rítmico, su genialidad virtuosa y loca, bañaron al mundo con la luz de su pasión y su alegría. La culminación musical del Monje ocurre entre 1967 y 1968, cuando graba Underground con su cuarteto. Un collar de perlas en honor a la baronesa y al espíritu rebelde. Su portada es uno de los símbolos del 68, entre tantas portadas icónica del rock, contemporáneo suyo pero al que, a diferencia de Miles Davis, nunca volteó a ver.
La sesión es relatada por uno de los productores de Blue Note (https://mosaicrecords.tumblr.com/post/ 145447122464/thelonious-monks-underground-the-story-behind). Vemos al Monje en plan de maquis. Rifle al hombro toca el piano y fuma en un granero, rodeado de un gran tiradero que incluye granadas, cartuchos de dinamita, aparatos de radiotransmisión, pan, queso, cuchillos, velas encendidas, botellas y copas de vino tinto, pacas de paja, una vaca, un oficial nazi amarrado a una silla, una suástica derrotada bajo la pinta en la pared de tablas: Vive la France
. Una guapa Marianne monta guardia, armada al pie de la ventana, vestida en colores claros, gorro frigio y pañoleta roja. En 1968 todos éramos subterráneos. Hasta la baronesa Rothschild