El llamativo silencio de Siria sobre la Guerra de Gaza

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Desde el inicio de la Guerra de Gaza los dirigentes sirios guardan silencio. Bashar Al Assad, que siempre se presentó como el defensor de la causa árabe, encabezada por Palestina, ha hablado con discreción sobre la guerra y los comentarios de otros dirigentes son bastante más bien escasas.

Lo mismo ocurre con las decenas de ataques mortíferos llevados a cabo por los israelíes contra los aeropuertos de Damasco y Alepo –fuera de servicio en varias ocasiones– y contra objetivos en las inmediaciones o en dentro de la propia capital u otros sitios de las provincias.

La pasividad de Siria es aún más sorprendente teniendo en cuenta que los ataques israelíes ahora apuntan directamente al cuerpo de la Guardia Revolucionaria, su aliado más cercano, que desempeñó un papel destacado en la reconquista de gran parte del territorio arrebatado a los yihadistas.

El silencio de Siria sorprende porque es uno de los principales componentes del Eje de la Resistencia por una razón de peso: es el único Estado árabe miembro de una alianza cuyos miembros son -principalmente- milicias, como Hezbollah, Ansarollah y grupos irakíes parecidos.

Siria tiene un papel estratégico en el Eje. Garantiza a Irán un frente marítimo en el Mediterráneo y, sobre todo, asegura la continuidad terrestre entre la República Islámica y el Líbano, a través de Irak.

El corredor, protegido por la Guardia Revolucionaria y sus aliados irakíes y sirios es una línea de suministro vital para Hezbollah.

Una situación económica catastrófica

Siria no se considera parte en esta guerra porque enfrenta múltiples desafíos internos y externos. Su apoyo se limita a las posiciones adoptadas en el marco de la Liga Árabe. Bashar Al Assad y los medios de comunicación han subrayado la importancia de la Guerra de Gaza y han expresado su apoyo al pueblo palestino y la resistencia a través de actividades oficiales y populares.

Uno de los desafíos internos es la catastrófica situación económica causada por trece años de guerra destructiva, agravada por las implacables sanciones occidentales.

Las más severas de estas sanciones son las previstas por la Ley César estadounidense, que prohíbe cualquier transacción comercial o financiera con personas o entidades sirias vinculadas al gobierno. Las restricciones son lo suficientemente duras como para desalentar cualquier relación comercial con ciudadanos o empresas sirios.

Las dificultades económicas son inmensas. Las autoridades sirias, privadas de los principales pozos de petróleo y gas del este del país dominados por tropas estadounidenses y del granero de Hassakeh, en el noreste, controlado por las milicias kurdas, son incapaces de resolver los problemas.

Con un 90 por cien de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza, una subalimentación crónica no declarada que afecta a determinadas categorías populares, una escasez recurrente de combustible, problemas para abastecer el mercado de bienes de primera necesidad mediante importaciones, la estabilidad social pende de un hilo que podría romperse rápidamente en caso de una guerra con Israel.

Una respuesta a gran escala a la agresión israelí provocaría una guerra total que podría tener graves repercusiones en Siria.

Un ejército disperso en seis frentes

El ejército sirio, debilitado por trece años de guerra, sigue hoy desplegado en seis frentes: Latakia, Idlib, en el noroeste del país, y Alepo, en el norte, frente a grupos yihadistas, kurdos y milicias proturcas. En el norte de las provincias de Alepo, Raqqa y Hassakeh hace frente al ejército turco y sus auxiliares. En las localidades de Qamichli y Hassakeh y la provincia homónima, en el noreste, se enfrenta a los kurdos; en el desierto central lucha contra el Califato Islámico. En Deir Ezzor, en el este, frente a los kurdos y estadounidenses. En Quneitra y Deraa, en el sur, está de cara con los israelíes.

La dispersión le impide concentrar tropas en número suficiente para afrontar eficazmente una posible ofensiva terrestre israelí desde el Golán, a 70 kilómetros al sur de Damasco.

La otra razón radica en los cambios experimentados por el ejército sirio tras años de guerra contra los yihadistas. Después de trece años de guerra de tipo irregular, el ejército sirio estaría en desventaja en una guerra clásica.

Ante las incursiones israelíes, el ejército sirio se contenta con activar su sistema de defensa antiaérea sin pretensiones de respuesta para evitar una escalada incontrolable.

Siria está saliendo del aislamiento

Tras largos años de aislamiento, Siria inició un proceso de normalización con los países árabes que comenzó, en 2018, con un restablecimiento de relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes Unidos y que se coronó el año pasado con la reintegración a la Liga Árabe. Unas semanas antes, en abril, el ministro saudí de Asuntos Exteriores, Faisal Bin Farhan, anunció desde la capital siria el restablecimiento de las relaciones entre ambos países.

Al mostrar un fuerte apoyo a Hamas, que los saudíes no aprecian, el gobierno sirio temen comprometer el proceso de normalización.

La hostilidad de los saudíes hacia Hamas no tiene nada que envidiar a la desconfianza de los sirios hacia el movimiento palestino, acusado de haber apoyado a los yihadistas durante la guerra, incluso de haber luchado junto a ellos en el campo de Yarmouk, a 8 kilómetros al sur del centro de Damasco.

Tras una ruptura de diez años, el gobierno sirio y Hamas se reconciliaron tras una larga mediación emprendida por el dirigente de Hezbolah Hassan Nasrallah y el número 2 del movimiento palestino, Saleh Al Aruri, asesinado por Israel el 2 de enero en Beirut.

La reconciliación quedó sellada en octubre de 2022 cuando Bashar Al Assad recibió una delegación de Hamas. Se le permitió al movimiento reanudar algunas de sus actividades en Siria –incluido el reclutamiento en campos de refugiados palestinos–, pero se pospuso la apertura oficial de una oficina.

A pesar de la reconciliación, el gobierno sirio no oculta su desconfianza hacia Hamas, sobre el que tienen una visión ambivalente en su calidad de movimiento de resistencia pero también como rama palestina de la Hermandad Musulmana, su peor enemigo.

Está claro que, a los ojos de Siria, el pleno apoyo a Hamas en la guerra en curso sería contraproducente y perjudicaría sus intereses inmediatos.

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