«El gobierno japonés ha conseguido el beneplácito para volcar al mar 1,3 millones de toneladas de aguas radiactivas»

Fuente: https://canarias-semanal.org//art/34752/el-espectro-de-fukushima-un-crimen-planetario-que-le-estan-ocultando       Viernes, 28 de Julio de 2023

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El accidente nuclear de de Fukushima ha sido – recuerda Eduardo Luque –  el más grave desde el el de Chernóbil en 1986. Era, y es -advierte Luque- una catástrofe planetaria. Y es que, aunque los grandes medios de comunicación y lo han ocultado, la crisis abierta con este accidente está muy lejos de haberse resuelto. El gobierno japonés ha conseguido el beneplácito para volcar al mar, desde finales de este mismo año, 1,3 millones de toneladas de aguas radiactivas procedentes de la central nuclear averiada (…).

Por EDUARDO LUQUE (*) PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

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El 11 de marzo del 2011 fue un día aciago. Vimos como grandes barcos inundaban las calles de la ciudad de Fukushima y alrededores. El tsunami lo arrasaba todo. Miles de personas morían y otras decenas de miles huyeron a zonas seguras. Más de 100.000 tuvieron que ser evacuadas. Los medios impusieron el modo de televisión/espectáculo en un afán para ocultar la verdadera naturaleza de la catástrofe.

Las aguas habían inundado las instalaciones de la central nuclear. La ola del tsunami de 15 metros de altura sumergió tres reactores nucleares que colapsaron y se fundieron. La empresa no quiso refrigerarlos con agua salada (la única disponible en ese momento) porque arruinaría toda la instalación. De la central averiada se elevaron columnas de vapor radiactivo que al precipitarse envenenaron amplias zonas. Era el peor accidente nuclear tras el de Chernóbil en 1986. Semanas más tarde se hacía público que cantidades importantes de cesio, procedentes de la central, se habían detectado en la costa norteamericana o en el puerto del Callao en Perú. Los atunes pescados, meses después en la costa Oeste tenían dosis de cesio procedentes de la central nuclear. Era, y es, una catástrofe planetaria.

 

Los medios se apresuraron a ocultar esa información.[1]  El gobierno japonés invirtió cantidades ingentes de dinero para encubrir la magnitud real de la catástrofe. Las Olimpiadas del 2020 sirvieron como tapadera. Se las llamó las “Olimpiadas radioactivas”. Los gobiernos occidentales, al unísono, contribuyeron a ocultar la tragedia. Eso pondría en cuestión la supuesta eficacia y seguridad de la energía nuclear, en un momento en que el sistema capitalista apostaba y apuesta por hacernos creer que la energía nuclear es segura y “ecológica”. Es así por ejemplo como el Parlamento europeo, en una decisión incomprensible desde el punto de vista racional, acabó otorgando en julio del 2022 el sello ecológico [2] a la energía nuclear. Desde entonces se considera una Energía Verde. Desde la crisis del 2011, Fukushima, ha ocupado un espacio cada vez más marginal en los medios. Se preparaba el terreno para el momento actua

 

El tiempo ha pasado, la atención mundial se centra en otros temas, es hora de poner en marcha las “soluciones” negociadas con antelación. A cambio de una mayor integración militar con EEUU y Australia (el tema del acuerdo AUKUS está detrás) el gobierno japonés ha conseguido el beneplácito para volcar al mar, desde finales de este mismo año, 1,3 millones de toneladas de aguas radiactivas procedentes de la central nuclear averiada. Esta central como recordaremos había sido construida a sólo 4 metros sobre el nivel del mar y con diques de contención de 5 m. de altura (el tsunami del 2011 superó los 15 metros). Se había edificado en un lugar no apto por su sismicidad y con escasos niveles de protección. Era, pues, la historia de una catástrofe anunciada.

 

La empresa TEPCO (Tokyo Electric Power Co), la propietaria, deseaba incrementar los ingresos; su influencia en el partido gobernante ­–el PLD (Partido Liberal Democrático)– le permitió “bordear” y evadir las obligaciones de seguridad. Es tal el poder de esas compañías que posteriormente al accidente un comité del partido gobernante pretendió eximir de responsabilidades a la empresa causante de la catástrofe. Era primer ministro y jefe del PLD el asesinado Shinzo Abe. Fue finalmente el estado japonés quien se hizo cargo de las indemnizaciones y del posterior saneamiento financiero de la compañía.

 

Como hemos dicho, en el fondo de esta cuestión, asoma la crisis por Taiwan e indirectamente la posición subalterna de la UE y la crisis ucraniana. Es un ejemplo más de la miopía y la vergonzante actuación de la UE. El 4 de julio del 2023 se discutió en Bruselas el levantamiento de las restricciones a la importación de alimentos en la zona contaminada (vigentes desde 2011). La idea es introducir esos alimentos en el mercado europeo “flexibilizando” los parámetros y niveles de contaminación exigibles. El 17 julio del 2023 en la Cumbre UE-Japón la presidente Ursula Von der Leyen (auto-arrogándose un derecho que no tiene y con el silencio cómplice de los ejecutivos europeos) anunció el levantamiento de las restricciones a las importaciones de alimentos procedentes de la prefectura de Fukushima [3]. La mayoría de los Estados europeos han respaldado el final de las restricciones arguyendo unos informes científicos que no han detectado peligrosidad en los alimentos producidos en la zona. No hay que ser muy hábil para darse cuenta que el apoyo cerrado del gobierno japonés a EEUU por el conflicto con Taiwan, ha influido en la presión ejercida por Washington para que la UE permitiera la importación de esos alimentos. El desprecio olímpico de la Comisión Europea hacia los ciudadanos de la UE, como en el caso del Covid-19, vuelve a ser evidente.

 

La justificación “científica” la otorga el desprestigiado Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), el mismo que afirma que los rusos bombardean su propia central nuclear de Zaporiyia, o que los iraníes habían desarrollado un programa nuclear clandestino para desmentir semanas después esa información. Aceptar, como se ha hecho, el plan japonés a pesar de la oposición de reputados científicos de la propia organización es un enorme golpe a su escasa credibilidad.

 

La OIA, creada en 1956 como agencia independiente de la ONU, es, a su vez, una agencia pro-nuclear según el tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) de 1970. Su función ha sido justificar el uso de la energía nuclear minusvalorando, por ejemplo, las consecuencias del accidente de Chernóbil o el de Fukushima [4]. Es en este momento cuando este organismo se da cuenta que la empresa japonesa TEPCO, (la responsable de la tragedia de Fukushima) «cumple con los estándares» a nivel internacional para liberar residuos nucleares al Pacífico. La empresa almacenó los residuos en miles de tanques de contención. Ahora han determinado que el costo de ampliar y mantenerlos es demasiado elevado para la cuenta de resultados de la compañía y es más barato lanzarlos al mar. Se pretende arrojar esa agua de forma escalonada (sin supervisió internacional, por cierto) una vez que ha sido filtrada para hacerla menos radiactiva. Otros temas están sin aclarar como el destino de los lodos radiactivos o la tierra contaminada. Según Rafael Grossi (Director General de la OIEA): «El plan de Japón (…) es seguro y no hay mejor opción para lidiar con la enorme acumulación de aguas residuales recolectadas después del desastre nuclear de Fukushima en 2011”.

 

La OIEA no es más que otra institución política que sirve a sus amos. Otro de los instrumentos de la gobernanza mundial en manos de EEUU y Occidente. En la actualidad la OMS (Organización mundial de la salud) ha cifrado en 10 millones de muertos anuales los fallecimientos por la exposición a largo plazo a la radiación producida por las explosiones nucleares. Es de toda evidencia que estas cifras son en realidad “limitadas”. La contaminación radiactiva fruto del vertido elevará sin duda alguna esas cifras pero nadie estudiará sus efectos. No es muy conocida la relación estrecha entre la OIEA y la OMS. Estas organizaciones firmaron un acuerdo en 1959 que limitaba la capacidad para la que la Organización mundial de la Salud pudiera informar o hacer estudios epidemiológicos sobre los efectos de la radioactividad en seres humanos. [5].

 

Los análisis que acometió el gobierno japonés tras la catástrofe han estdo muy centrados en el cáncer de tiroides (en la prefectura de Fukushima se ha pasado de 1 caso/millón a 200 caos/millón una década después. Se hace oídos sordos a otros muchos tipos de cáncer también asociados a la contaminación por radioactividad. El gobierno japonés afirma que no representa ningún riesgo puesto que los niveles de radioactividad están por debajo de los permitidos por la OMS.

Las repercusiones

 

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La propuesta japonesa ha causado enorme preocupación en los países vecinos y grupos ecologistas. Greenpeace ha declarado que la iniciativa de Japón vulnera el Derecho internacional y la ley del mar.

 

 China es uno de los países más perjudicados, así como los propios pescadores japoneses y coreanos. Pekín vetará la importación de productos desde Japón en una nueva fase de la guerra comercial entre los dos países. Pekín ha refutado los informes de la OIEA acusando al organismo de imponer una decisión política obviando la opinión de algunos expertos y acallando las críticas al plan japonés. Desde la cancillería China se acentúa la idea de que Japón sólo pretende reducir los costos de almacenaje e incrementar los beneficios: «Japón se ha centrado más en ahorrar costos que en salvaguardar el medio marino y proteger la vida y la salud de las personas», proclamó el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Wang Wenbing.

 

El funcionario gubernamental subrayó que Japón ha elegido el plan de vertido: «con un costo mínimo entre todas las opciones, trasladando los riesgos de contaminación nuclear al resto del mundo y la comunidad internacional se opondrá a este acto de anteponer el dinero a la vida y la salud de las personas».

 

En Corea del Sur, la oposición popular al vertido es enorme y crece con fuerza. Curiosamente la disonancia entre los políticos (que apoyan el proyecto japonés) y la población que se opone es cada vez más amplia. La población califica la acción japonesa como auténtico “acto terrorista” ya que destruirá los negocios locales de pesca y el turismo. Las encuestas realizadas en la zona por la Federación Coreana de Movimientos Medioambientales (KFEM) muestran como la oposición al vertido en la zona supera el 85,4%.

 

Asistimos entre asombrados y estupefactos a un nuevo crimen planetario. Un atentado perpetrado por las élites gobernantes al margen de la opinión de los ciudadanos. De nuevo muchos dirigentes políticos, especialmente en Occidente, priorizan sus propios intereses personales y corporativos a la defensa del bienestar de aquellos que dicen representar. Es capitalismo en estado puro.

 

Notas:

[1] A este respecto es muy ilustrativo el libro: Crisis Without End: The Medical and Ecological Consequences of the Fukushima Nuclear Catastrophe.

[2] Julio del 2022

[3] https://www.cde.ual.es/la-comision-levanta-las-restricciones-de-fukushima-a-las-importaciones-de-alimentos/

[4] https://www.iaea.org/sites/default/files/iaea_comprehensive_alps_report.pdf

[5] Agreement between the International Atomic Energy Agency and the World Health Organization, Basic Documents, WHO.

 

PUBLICADO ORIGINALMENTE EN : https://www.elviejotopo.com/

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