El globo desinflado

Fuente: Iniciativa Debate/Jaime Richart                                                               

Soy consciente de que es muy posible que sea mi edad avan­zada la que me lleva a desistir de la esperanza. A otros años, cuando se tiene frente así por delante el tiempo contado por déca­das, es mucho más fácil que se active la esperanza y es desea­ble que así sea. Pero cuando racional y razonablemente el tiempo que a uno le queda por vivir se ha comprimido, en el más optimista de los casos a menos de una octava parte del vivido, todo se ve de manera diferente. Y una manera diferente signi­fica en esto, tirar la toalla el boxeador: no veré la Re­pública. No veré una España federal. No veré socialismo de verdad. No veré el imperio de la inteligencia ni en un grado solo superior. Por el contrario, seguiré viendo la misma suciedad, más de lo mismo. Si acaso un cierto repaso a la mugre, y una conciencia un poco más despierta y una volun­tad política un poco más decidida a hacer cambios que apenas se notarán pues serán cosméticos. El famoso “cheque bebé” fue espectacular, pero golpe de efecto.

Cambios que serán superficiales, yo diría irrelevantes, al lado de los que la razón o el raciocinio nos pide a gritos tras casi me­dio siglo esperando un giro de 180 grados a un régimen político inventado en 1978 por siete redactores guiados por un poliminis­tro de Franco; ninguno de ellos salido del pueblo llano. Pues los siete eran pertenecientes a las clases altas o cuanto menos me­dias al­tas y, además, con altas responsabilidades en el fran­quismo; al igual que todos los magistrados de entonces y los que han ido desfilando hasta hoy.

Se empezó trompeteando conquistar los cielos, y se ha termi­nado barriendo los suelos emporquecidos de la política…

Veamos. El papel de un eurodiputado atronando en el Parla­mento sobre el cambio climático y la reducción de los efectos del CO2 y demás gases con efecto invernadero, aún adoptándose medidas (siendo así que lo que toca es el “decrecimiento” súbito o al menos gradual económico), carece de interés en absoluto mientras siga ahí, en la Agenda europea, ese concepto diabólico: “desarrollo sosteni­ble”, que significa que puede seguir conta­mi­nando quién puede pagar contaminar. En cuanto a la Igualdad, no entre todos los que componemos la población del país sino otra desplazada a la que debe haber entre hombre y mujer más allá de la igualdad en debe­res y derechos, es otra causa si no per­dida, sí más decorativa que efectiva. Pues el sistema capita­lista está regido por la libertad de mercado y por la libertad co­mo un valor infinitamente superior al de la igualdad tal como se viene entendiendo desde 1789. Y este sistema no es ya capita­lista. Este sistema capitalista está reforzado por el pensamiento, sin seso, neolibe­ral. Los mismos argumentos, más dos ideas, sir­ven para el “Con­sumo”: mientras no dejen de fabricarse plásti­cos en todo el mundo, no en unos cuantos países o en uno solo, y mientras la li­bertad de mercado impida poner puertas al campo, la preocupa­ción por el Consumo, su calidad y su modula­ción no pa­sarán de buenos propósitos de los que, por cierto, están enladrillados los cielos.

De modo que si a todo esto se añaden las innegociables expectati­vas de los republicanos catalanes acerca de sus siete pre­sos casi de por vida, a los que no van a dejar en la estacada, la estabilidad de este gobierno empieza a ser una quimera antes de empezar a funcionar.

Así es que, traducido en hechos, el 15M se acabó. Y en todo lo demás, ya podemos darnos por jodidos. El bellísimo globo que se infló hace 9 años en la Puerta del Sol, se ha ido desinflando poco a poco, con la derecha fran­quista pisándonos los talones. Lo único que le falta (algo que yo, como ferviente devoto de la Causa desde luego lamento pero no deseo), es que explote de una vez y que el poco aire que le queda oxigene la semilla que fructifique en mejor ocasión, para dar otro aire, un vuelco a la política y a la economía y a la sociedad de este país. Pero para entonces, ya no viviré. Esto es lo que ahora me hace maldecir.

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