Si esta ONU cada vez es más inútil y no hace nada que no sea bla-bla-bla ante un genocidio continuado como el de Gaza, es evidente que no sirve y se tendrá que sustituir por otra Carta Magna sin vetos
Preámbulos poco menos que innecesarios
Durante casi dos años, a los europeos nos han intentado vender la idea de que el conflicto en Gaza es una guerra entre dos partes. La masacre ha sido de tal escándalo que los medios informativos, los mismos que siguen intentando “colar” que el conflicto en Ucrania es cosa de Ucrania y Rusia en vez de la OTAN al mando de los Estados Unidos y la Federación rusa en los campos ucranianos con muertos, solo, eslavos, tuvieron que recular, hace mucho, porque nadie se creía eso de las dos partes.
Y se ha impuesto la verdad, muy a regañadientes de esos mismos medios y de quienes los pagan, en los ciudadanos y en las ciudadanas, imposible considerar como guerra un conflicto en donde una parte aplasta con aviones, misiles, tanques y la otra se defiende con piedras y civiles muertos. Se ha impuesto la verdad: un genocidio planificado con crímenes de guerra de tal calibre que, ni siquiera, en la segunda guerra mundial se habían traspasado líneas rojas con tanta intensidad y crudeza: el hambre como instrumento de guerra, la política de “tierra quemada” en toda su amplitud, la muerte de civiles y niños planificada, la destrucción sistematizada de hospitales, escuelas, iglesias, refugios de la ONU o la suspensión absoluta de los derechos de información. Ese nuevo holocausto, infligido por los nazis de Sion, responde al exterminio sistematizado, deliberado e intencional del pueblo y cultura palestino.
Así puestos, después de más de cien mil asesinados (y no los sesenta mil oficiosos) en el mundo civil de Gaza y dos millones de palestinos desplazados de manera continua e ignominiosa, tratados como esclavos o peor, el cinismo ha hecho su aparición en la Europa de los 27 de manera descarnada.
Gaza y la organización de las Naciones Unidas
Ese cinismo, hace muchos meses, contagió los escenarios de Manhattan, al gran teatro de la farsa mundial que se encuentra en Nueva York.
Es evidente que la creación de esta Organización pudo ser un avance para regular los conflictos en el mundo. Pudo ser. Hoy, difícilmente se puede seguir aceptando tal hipótesis a la vista de la posición de la ONU ante esta masacre y ante la impunidad de Israel a lo largo de 75 años. Los vetos del Consejo de seguridad actúan de pantallas descarnadas.
Porque, ¿podría intervenir, militarmente, la ONU para interponerse en estas salvajadas que los nazis de Netanyahu perpetran, impunemente, en Gaza? La respuesta es sí. Hay precedentes.
La ONU ha intervenido con hombres y cañones en una veintena de conflictos. Recordemos el propio árabe-israelí de 1948, la guerra de Corea, de la India y Pakistán, la de Irán-Irak, la guerra civil de la RD del Congo, la civil de Ruanda, la desmembración yugoeslava, la crisis de Kosovo, la guerra de Eritrea-Etiopía, el conflicto de Darfour y un largo etcétera de nombres.
En Gaza, además, entra la consideración de ser un conflicto colonial ya que el estado de Israel no reconoce la existencia de los dos estados, debiéndose aplicar el derecho humanitario. También estamos hablando de un concepto de “apartheid” en el pueblo palestino, reconocido desde 2017 por la ONU.
Demasiadas cuestiones convergen para que la obligación de poner soldados y cañones en la Franja por parte de la ONU fuera absoluta. Si hay una zona en el mundo, en estos momentos, necesitada de ese nivel de protección, es Gaza. Allí, dos millones de personas están siendo eliminadas, sistemáticamente, por un país colonial que practica, además, el “apartheid” con otros tres millones de palestinos en Cisjordania, y en cuya bandera podría añadirse a la estrella de David, tranquilamente hoy, la cruz gamada.
Es demasiado cínico conformarse las conciencias de tanto representante fariseo con resoluciones de “alto el fuego inmediato” si no hay un convoy militar que lo respalde. Tipos como Hitler o Netanyahu es a lo único que atienden. Por supuesto, el veto de Estados Unidos, el gendarme internacional a lo largo de 80 años y que hoy está regido por un megalómano ególatra que, a la vez, tiene menos seso que un mosquito y poderes que le dan acceso al botón rojo, respalda la falta de decisión de una mayoría del resto de representantes.
La aprobación por esa abrumadora mayoría de países (121) instando al alto el fuego y al acceso humanitario daría pie a la ONU, pese al veto de los Estados Unidos, para organizar, a expensas económicas de países miembros permanentes del Consejo de Seguridad, el envío de una fuerza militar de interposición en la Franja. La República de Sudáfrica ha defendido esta opción. Este envío sería suficiente como para que esa bestia nazi de Netanyahu no se atreviera a disparar contra ella. Pero, claro, esos países se tendrían que significar ante el poderío económico sionista, cortar relaciones diplomáticas con Israel, quizá los bolsillos de algunos de sus representantes se resintieran y el miedo a un atentado por el Mossad influyera. Pero, por poder, se puede y que nadie sople gaitas diciendo que es imposible hacer nada mientras el veto de Estados Unidos se mantenga.
También podría la ONU emplear sanciones al estado de Israel. Algo que, también, tiene precedentes. Por ejemplo, el régimen de sanciones que abarcó el embargo de armas, la tipificación del crimen de apartheid y el boicot a las empresas sudafricanas en la década de los setenta del siglo pasado. Sanciones que influyeron, y mucho, en la caída del régimen de la Sudáfrica del “apartheid”. La ONU podría emitir esa orden de embargo de armas y de boicot a las empresas israelíes. Ahí, les dolería y mucho.
Pero no lo hacen. Ni siquiera una declaración instando a la rotura de relaciones diplomáticas.
Y eso se llama cinismo, hipocresía, medir con dos varas distintas. Y esa desvergüenza continuada solo lleva a una petición más que lógica: la desaparición en esa Organización, inútil en la práctica, del derecho de veto, algo que ha propuesto la Colombia de Petro. Y si no, el abandono de esta ONU y su sustitución por otra Carta Magna de países que se comprometan a eliminar los poderes de veto y a poner en marcha, con todos los mecanismos a su alcance, decisiones asamblearias que se aprueben con mayorías cualificadas.