“El genero humano”. Carta de Carlos Marx a Ludwig Feuerbach (agosto de 1844)

El Sudamericano

Karl Marx. Cuadernos de París. Notas de lectura de 1844. Traducción de Bolívar Echeverría, Ed. Era, méxico, 1974 pp. 179-183

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París, 11 de agosto de 1844
Rue Vaneau 38

Muy estimado señor1:

Aprovecho la ocasión que se me ofrece y me tomo la libertad de enviarle un artículo mío,2 en el que están indicados algunos elementos de mi filosofía crítica del Derecho –crítica que ya tenía terminada, pero que luego he sometido a un nuevo examen y a una nueva redacción, para hacerla accesible al gran público. No atribuyo ningún valor especial a este artículo, pero celebro encontrar una ocasión de asegurarle la estima excepcional y –permítame la palabra– el amor que tengo por usted. Su Filosofía del porvenir, lo mismo queLa esencia de la fe, tienen indudablemente, no obstante sus dimensiones reducidas, mayor importancia que toda la literatura alemana actual reunida.

Intencionalmente o no –lo ignoro–, usted ha dado en estos escritos un fundamento filosófico al socialismo; los comunistas, por su parte, desde la aparición de estos trabajos, los han comprendido en ese sentido. La unidad de los hombres consigo mismos, fundada sobre la diferencia real entre los hombres; el concepto de género humano, traído desde el cielo de la abstracción a la tierra real, qué otra cosa es sino el concepto de sociedad.

Se preparan dos traducciones de su Esencia del cristianismo, una en inglés y otra en francés, que están casi listas para la impresión. La primera aparecerá en Manchester (al cuidado de Engels), la segunda en París (un francés, el Dr. Guerrier, y el comunista alemán Ewerbeck hicieron la traducción con ayuda de un estilista francés). Los franceses se lanzarán inmediatamente sobre el libro, pues los dos partidos –los clericales y los volterianos y materialistas– andan en estos momentos en busca de ayuda extranjera. Resulta interesante observar cómo, a diferencia del siglo XVIII, la religiosidad ha ascendido a las capas medias y a la clase superior, mientras la irreligiosidad –pero la irreligiosidad de los hombres que sienten en sí mismos su calidad de hombres– ha descendido al proletariado francés. Hay que haber asistido por lo menos a una de las reuniones de los obreros franceses para poder concebir la frescura intocada, la nobleza que emana de esos hombres agobiados por el trabajo. El proletario inglés hace también enormes progresos, pero le falta todavía el sentido que tienen los franceses para la cultura. Tampoco puedo dejar de subrayar los méritos teóricos de los artesanos alemanes en Suiza, en Londres y en París. Aunque el artesano alemán es todavía demasiado artesano.

De todas maneras, es entre estos «bárbaros» de nuestra sociedad civilizada donde la historia prepara el elemento práctico para la emancipación del hombre.

Nunca se me ha presentado de manera tan definida y contundente el contraste que existe entre el carácter francés y nosotros, los alemanes, como en un manifiesto fourierista que comienza en los siguientes términos: “El hombre está enteramente en sus pasiones.” “¿Ha encontrado usted alguna vez un hombre que pensase por pensar, que recordase por recordar, que imaginase por imaginar, que quisiese por querer? ¿ Le ha sucedido a usted, alguna vez, algo parecido? . .. ¡No, por supuesto que no!”

El móvil principal tanto de la naturaleza como de la sociedad es por tanto la atracción mágica, pasional, no reflexiva, y “todo ser, hombre, planta, animal u orbe, ha recibido una suma de fuerzas en relación con su misión en el orden universal”.

Se sigue de ello que “las atracciones son proporcionales a los destinos”.3

¿No parece, en todas estas frases, como si el francés hubiese contrapuesto intencionalmente su passion al actus purus del pensamiento alemán? No se piensa por pensar, etc.

La dificultad que experimenta el alemán para salir de la unilateralidad opuesta ha quedado comprobada nuevamente por mi amigo de muchos años –distanciado ahora– Bruno Bauer, en su publicación crítica, la Literatur-Zeitung de Berlín. No sé si usted la haya leído. Hay en ella mucha polémica implícita en su contra.

El carácter de esta Literatur-Zeitung puede resumirse así: la “crítica” es convertida en un ser trascendente. Estos berlineses no se tienen por hombres que critican sino por críticos que accesoriamente tienen la desgracia de ser hombres. Por consiguiente, la única necesidad real que reconocen es la necesidad de crítica teórica. Así, personas como “Proudhon reciben sus reproches por situar su punto de partida en una “necesidad” “práctica”. Se trata, pues, de una crítica que se extravía en un triste espiritualismo con pretensiones aristocráticas. La conciencia o autoconciencia es considerada por ellos como la única cualidad verdaderamente humana. El amor, por ejemplo, es negado porque el amado no es en él más que un “objeto”. ¡Abajo el objeto! Esta crítica se toma por el único elemento activo de la historia. Frente a ella, la humanidad entera no es más que la masa, una masa inerte que sólo adquiere valor por oposición al espíritu. Por lo tanto, el mayor crimen de un crítico consiste en tener sentimientos o pasiones; según ellos, debe ser un sofós irónico y helado. Bauer declara literalmente:

El crítico no comparte ni los sufrimientos ni las alegrías de la sociedad; no conoce ni amistad ni amor, ni odio ni antipatía; reina en la soledad y deja que en ella resuene de vez en cuando, salida de sus labios, la carcajada que provoca en los dioses olímpicos la absurda confusión del mundo.”4

El tono de la Literatur-Zeitung de Bauer es pues de desprecio carente de pasión, actitud que le resulta tanto más fácil de adoptar cuanto que puede abrumar a los otros con los resultados alcanzados por usted y, en general, por nuestro tiempo. Bauer se limita a descubrir contradicciones y, satisfecho de su acción, se retira con un “hum” de desprecio. Declara que la crítica no aporta nada; es demasiado espiritual para eso. Llega incluso a expresar directamente su esperanza: “ya no está lejano el día en que toda la humanidad decadente se juntará frente a la Crítica –y la Crítica es él y sus amigos–, y en que ésta dividirá a esa masa en diferentes grupos y les distribuirá a todos el testimonium paupertatis”5. Según parece, es por rivalidad que Bauer combate contra Cristo. Pienso publicar un folleto contra este extravío de la crítica.6 Si usted quisiera darme antes su opinión al respecto, ella tendría para mí un valor inestimable; de todas maneras, me alegraría mucho recibir pronto una pequeña señal de usted. Los artesanos alemanes de aquí, mejor dicho, el grupo comunista de ellos –compuesto por algunos centenares– asistió durante este verano, dos veces por semana, a una serie de conferencias, a cargo de sus dirigentes secretos,7 sobre su libro La esencia del cristianismo; se mostró admirablemente receptivo. El pequeño extracto de la carta de una dama alemana, que aparece en el suplemento del N.° 64 de Vorwärts, proviene de una carta de mi esposa, que está de visita en casa de su madre en Tréveris, y ha sido publicado sin conocimiento de su autora.

Con mis mejores deseos de buena salud.

Suyo,

Karl Marx

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NOTAS:

1Marx-Engels, Werke, t. 27, pp. 425-428. Fue publicada por primera vez en 1965. El traductor [Bolívar Echeverrría] consultó la versión francesa de Lucien Goldmann en L’homme et la societé, n.° 7, París, 1968.

2Contribución a la crítica de la filosofía hegeliana del Derecho. Introducción.

3Edouard de Pompéry, Exposition de la science sociale, constituée par C. Fourier, París, 1840, pp. 13 y 29.

4Allgemeine Literatur-Zeitung, fase. 6, pp. 31 ss.

5Ibid., fase. 5, pp. 11 ss.

6Marx-Engels, La Sagrada Familia.

7Miembros de la Liga de los Justos

 

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