mpr21 Redacción
Ayer por la tarde el ejército israelí comenzó la invasión de Líbano, después de redoblar los bombardeos de los barrios de Beirut. Ha declarado como “zonas militares cerradas” a tres ciudades fronterizas. El ejército libanés ha evuacuado sus tropas del frente.
A las 2 de la madrugada el ejército israelí comfirmó que había iniciado “hace unas horas una ofensiva terrestre limitada, localizada y selectiva contra objetivos de Hezbollah en la zona fronteriza”.
Un bombardeo de artillería cubrió a las fuerzas terrestres, mientras que aviones de combate llevaron a cabo intensos ataques en varias zonas del sur del país, así como en Siria y Yemen.
Uno de los ataques estuvo dirigido contra el campamento palestino de Ain El Heloue, teniendo como objetivo la casa de Mounir Maqdah, dirigente del grupo palestino Brigadas de los Mártires de Al Aqsa. Sin embargo, no estaba en casa. En el ataque murieron al menos cinco personas, entre ellas una mujer.
Las localidades de Khiam, Kfar Kila, Wazzani, así como la llanura de Marjeyoun y el perímetro de Deir Mimès también fueron objeto de intensos bombardeos desde las 20.00 horas de la tarde de ayer.
Algunos dirigentes israelíes indicaron que la operación terrestre fue llevada a cabo por pequeños grupos de comandos. Estas operaciones, aseguró el ejército israelí, continuarán dependiendo de la evaluación de la situación» sobre el terreno, «para alcanzar los objetivos de la guerra y garantizar el regreso de los habitantes del norte de Israel a sus hogares.
Según los medios estadounidenses, Tel Aviv había informado a Washington de una operación terrestre “puntual” en Líbano, precisando que no tiene intención de ocupar el sur del país. Pero aunque los comunicados oficiales sólo hablan de ataques a Hezbollah, los bombardeos ya han matado a más de mil personas en Libano.
Es la primera operación de este tipo desde la guerra de julio de 2006 contra Líbano.
Los sionistas no se conforman con las fronteras actuales de Israel
El viernes el periódico Jerusalem Post publicó y luego eliminó un artículo sugieriendo que Líbano es parte de la “tierra prometida” al pueblo de Israel.
El artículo titulaba “¿Es Líbano parte de la tierra prometida a Israel?”. Demuestra que los sionistas no se conforman con los territorios arrebatados a los palestinos en 1948, sino que tienen la pretensión de formar el “Gran Israel” a costa de los países arabes vecinos.
Es un plan que ha trascendido varias veces, alimentando temores sobre las nuevas ambiciones territoriales israelíes. Recientemente el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, mostró un mapa que sugería que las fronteras de Israel deberían extenderse mucho más allá de sus líneas actuales.
El marco religioso del artículo promueve la expansión colonial que siempre ha caracterizado al sionismo y se apoya en el Libro de Josué, que es una apología de lo que hoy calificaríamos como “terrorismo de Estado”.
Según la Biblia, el primer genocidio de la humanidad fue la conquista de Canaán, la tierra prometida, por las hordas dirigidas por Josué, un general judío que, a su vez, estaba dirigido por el mismísimo dios. Las religiones lo han invocado siempre para legitimar todo tipo de atrocidades porque dios así lo exige:
El Señor le dijo a Josué: “Saldréis de la emboscada y ocuparéis la ciudad: el Señor vuestro Dios la entregará en vuestras manos”. Luego le ordenó: “Extiende la jabalina que tienes en tu mano hacia Hai: yo te la entregaré”. Josué la extendió hacia la ciudad e inmediatamente los hombres saltaron de sus posiciones, corrieron, entraron en la ciudad, la tomaron e inmediatamente le prendieron fuego […] Ya no podían huir, ni a un lado ni a otro, cuando Israel terminó de matar a todos los habitantes de Hai en el campo, en el desierto, cuando todos, hasta el último, habían caído bajo el filo de la espada. Todo Israel volvió a Hai y la pasó a filo de espada. En total, aquel día cayeron doce mil hombres y mujeres. Entonces Josué quemó Hai y la dejó en ruinas para siempre, en un lugar desolado hasta el día de hoy (Libro de Josué, 11-21).
Los colonos blancos que llegaron a América -cátolicos y evangelizadores- se identificaron como el pueblo elegido por dios. La travesía del Atlántico era un nuevo cruce del Mar Rojo, o incluso del Jordán. Los indios indígenas fueron asimilados a los cananeos idólatras y su exterminio se convirtió en una necesidad teológica.
El mismo modelo ideológico fue aplicado por los bóers en Sudáfrica -fervientes protestantes-, e incluso hubo teólogos que justificaron el apartheid aludiendo al trato que los israelitas habrían infligido a los nativos durante la conquista de Canaán.
Desde 1948 los sionistas se atribuyen la representación de los judíos, otro pueblo elegido por dios, justificando de la misma manera la colonización de Palestina, aunque la arqueología desmiente a la Biblia, donde Canaán es una región habitada por distintos pueblos, que nunca hablaron el mismo idioma, ni tenían la misma religión, ni constituyeron ningún tipo de unidad.
La “tierra prometida” es un mito, e incluso organizaciones judías, como “Neturei Karta” (Guardianes del Templo), rechazan el sionismo y defienden la creación de un Estado palestino y el desmantelamiento del Estado de Israel, que consideran contrario a las enseñanzas de la Torá.
Hay cientos de miles de Guardianes del Templo en todo el mundo (principalmente en Nueva York) y en Israel. En 1974 el rabino Moshe Hirsch, se convirtió en uno de los dirigentes de la organización. Fue el ministro de Asuntos Judíos de Yasser Arafat y durante toda su vida estuvo junto a los palestinos contra los sionistas. Su lema era “Palestina pertenece a los palestinos”. La solución de dos Estados uno al lado del otro no la consideraba aceptable. “Una vez que el Estado de Israel sea desmantelado, estamos convencidos de que los ciudadanos de todas las religiones tendrán su lugar en el nuevo Estado”.
La Voz Judía por la Paz es otro medio enfrentado al sionismo. “El apartheid y la ocupación israelí –y la complicidad de Estados Unidos en esa opresión– son la fuente de toda esta violencia”, dicen en sus publicaciones. La comunidad judía estadounidense, con diferencia la diáspora judía más grande del mundo, está dando cada vez más la espalda a Israel y a su política hacia los palestinos.