Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2023/04/20/feminismos-el-caso-boaventura-de-sousa-todas-sabemos-y-ellas-no-lo-salvaran-por-rocio-maldonado/ Rocío Maldonado Alarcón*, Wayka
Por /Resumen Latinoamericano, 20 Abril de 2023.
Karina Bidaseca [1] (2011) escribió un texto titulado, “Mujeres blancas buscando salvar a las mujeres de color café: desigualdad, colonialismo jurídico y feminismo postcolonial” donde hace un análisis y critica al sistema jurídico argentino a partir de un caso de violación que se judicializa en una comunidad indígena. Hoy, uso de referencia el título de lúcido paper para reflexionar sobre las Mujeres blancas que buscan salvar a sus hombres -agresores- blancos…; frente a las denuncias de acoso sexual a la figura emblemática de las Ciencias Sociales del Sur global: Boaventura de Sousa Santos (82 años, sociólogo portugués) y la intentona mundial de limpiarlo de rabo y paja, sobre todo de parte de varias compañeras incluso algunas reconocidas feministas.
Ese intento inútil de seguir tapando el sol con un dedo y de defender lo indefendible es aberrante. Es ampliamente conocido el daño que hace el abuso sexual a la vida de las mujeres víctimas, y es conocido también que ningún espacio esta libre de estas prácticas, ya que por siglos fueron justificadas por todo un sistema social, económico y jurídico que ha recaído sobre las victimas una y otra vez. Estamos frente a uno de los miles de esos casos nuevamente, pero ahora nos salta en la cara y -deseo- nos interpele, porque la Academia -supone- un espacio de cuestionamiento a ese sistema opresor.
No es nuevo que varias mujeres sobre todo académicas blancas defiendan a los agresores bajo el argumento ad hominem. Entonces, pregunto: ¿Dónde está el centro de su defensa? Creo, que responde a la supuesta afirmación “le conozco de toda la vida y jamás me agredió”, entonces si no me agredió a mí seguro que no agredió a otras mujeres por lo tanto ellas mienten; negando así que las mujeres no somos iguales, echando al caño todas las reflexiones y debates sobre las desigualdades basadas en raza y género.
Son los hombres u ‘omvres’ blancos, esos con muchos conocimientos y demasiado poder los famosos agresores; históricos sujetos que ostentan por el mundo su libertad y necesidad de explicarnos el mundo (mansplaing), de cortejarnos para hacernos sentir especiales y recordarnos cotidianamente que precisamos sus atenciones para existir como mujeres (acoso sexual). Ah, pero si cuestionas su accionar y te quejas te acusan de loca (gaslighting).
El avance innegable e imparable del feminismo en sus diversas expresiones en los últimos años y alrededor de todo el mundo, ha permitido que dejemos de normalizar esas prácticas “naturales” en las que se fundan las sociedades desde un marco heterosexual obligatorio que exige a las mujeres un servilismo sexual y las ubica en desventaja económica por la división sexual del trabajo que las hace cuidadoras por sobre otras funciones; siendo su cuerpo botín de intercambio y en muchos contextos carne de cañón. La Academia no es ajena a esto.
Ellos saben que pueden hacerlo libremente, porque por siglos lo han hecho y muchas han callado; por miedo a no ser desaprobadas, a que no te permitan sustentar el examen de tesis y obtener el grado; por miedo a que no firmen la carta de recomendación, a que no te den ese trabajo, a que le den la beca a otra persona…. Porque, si no aceptas la invitación del profe ya no podrás aspirar a tener un lugar en el clase ni en la universidad. La carrera académica de las mujeres debe ser validada por ellos, que son mayoría y están en los lugares de decisión, son los altos mandos en casi todas las universidades e Institutos de investigación del mundo. En promedio la participación de las mujeres en las instituciones educativas de nivel superior no supera el 30%. Y de ese 30% ni siquiera el 5% son mujeres indígenas, negras, latinas, etc.
Tanto poder tienen, ellos y ellas, que han sido capaces de silenciar por años las voces de sus víctimas. Porque las mujeres racializadas que logran ingresar y terminar la universidad, estudiar un posgrado, obtener una beca, ser docente, etc.; constantemente peleamos por tener un lugar, y existir en un espacios educativos que históricamente no han sido de las mujeres y menos de las mujeres pobres no-blancas; además luchamos con esa voz interior de siglos de exclusión que nos dice que ese no es nuestro lugar (síndrome de la impostora) y sentimos vívidamente el miedo de no manchar nuestra trayectoria educativa porque nuestras probabilidades de movilidad social son escasas. Y aquí, esta el punto más importante. Ellos y ellas que han nacido en cuna de oro y son herederos “legítimos” de los espacios donde se gesta el pensamiento. Hijos e hijas de ilustres personajes, ¿tendrán esa necesidad y ese miedo imperante de perder la beca, el curso, la carta de recomendación, la plaza, el renombre? (no lo creo).
Son las mujeres racializadas, las mujeres pobres, de origen no-blanco las que no contamos con capital social ni cultural las que debemos de poner el cuerpo en estas batallas para tener un lugar en su mesa, para que nuestra voz sea oída, para que nuestros textos sean leídos y nuestros títulos nos permitan obtener un trabajo digno, porque apostamos por construir un mundo más igualitario y justo y sabemos que nuestra sola presencia ya es una disputa; y porque apostamos por la meritocracia.
Vuelvo a Ellas, a las compañeras que sin temor alguno ponen las manos al fuego por los agresores, con un afán digno del sacrificio y abnegación que caracteriza a las “buenas mujeres”. Sobre todo, se han preocupado por proteger la obra de un glorioso machista. Boaventura es (o era) la joya de las Ciencias Sociales, el orgullo de la Academia del Sur global. Tal vez por eso CLACSO-Consejo latinoamericano de Ciencias Sociales y sus también ilustres miembros decidieron minimizar el testimonio de la Compañera Moira Millán por largos 13 años e intentaron poner en resguardo el aporte y valor de la obra del ilustre De Sousa. ¿Quién le puede quitar esos méritos? Él solo con sus propios actos misóginos lo ha hecho. Nadie más que él.
Millán no es la única víctima, son varias alumnas y docentes las que ahora deciden y pueden enunciar y a su vez recordar a voz alzada que fueron víctimas de un depredador sexual. Porque cuando una ha sido victima de violencia sexual, desde recibir una palabra soez hasta un tocamiento indebido hace que una se sienta sucia, indigna. La violencia sexual en todas sus formas te minimiza acaba con tu autoestima, con tu honra y mina tu amor propio. Y además de eso, cuando una logra encontrar el valor para hablarlo y en ese relato reconocer que golpearon tu integridad, dignidad y vulneraron tu cuerpo. Además, te expones a cuestionamientos y señalamientos que resuenan como ladridos diciendo ¿por qué no denunciaste antes?
A caso, si usted hubiera salvado de morir ahogada quisiera volver a sentir que el agua esta acortando tu aire y que tu vida se va apagando. Nadie quiere recordar esa sensación de suciedad y vileza en la piel.
En este contexto, pregunto colegas; ¿es tan difícil hacer de la palabra verbo y pasar de la teoría a la práctica?¿dónde queda la afirmación lo personal es político? Y me dirijo en especial a las compañeras feministas que aún creemos que la Academia puede contribuir a construir un mundo mejor. Por eso, me permito escribir esto; porque creo que el silencio nos mata y nos hace cómplices de ellos. Debemos de tomar posición, y nunca será una opción dudar del testimonio de la víctima. Sí, pedir procesos claros, investigaciones y sanciones, sí. Pero, por favor no desmerecer a nuestras compañeras denunciantes. Esa actitud nos traiciona a nosotras y mella nuestros sueños de meritocracia y desbarata sueño más grande que es pensar que podemos ser iguales. Asuman sus privilegio de clase y rompan el pacto patriarcal, compañeras.
Llama la atención lo que esta pasando con De Sousa, porque sus letras y toda su “fabulosa obra” se enmarca en cuestionar la desigualdad desde el marco de la decolonialidad. Pero, nos preguntó, ¿hay mayor desigualdad que la situación de poner a una mujer -autoidentificada como indígena- en una habitación donde fue llevada con engaños y se pretendió apropiarse de su cuerpo porque se asume que es su derecho poder hacerlo? Porque la forma sistemática e impune del actuar de este sujeto deja de manifiesto que es un depredador sexual.
El pensamiento decolonial se quedó en el mundo de las ideas, sus actos viles sólo dejan claro que su discurso es vacío y falso. La decolonialidad no debe de entenderse desanclada del cuestionamiento firme a la opresión de género. Las feministas han insistido en esto, al parecer sin éxito. De Sousa, no logró decolonizar sus actos que son lo que importan al final del día. Él se puso frente a nuestras compañeras desde su lugar poder con su existencia de hombre blanco y educado y pisoteó la dignidad de sus colegas, asesoradas y alumnas; porque claramente nunca las reconoció como iguales y bueno ni como sujetas de derechos. Él encarna esa colonialidad del poder de la que tanto han reflexionado Aníbal Quijano[2] y muchos otros y otras.
Quiero enfatizar que el afán de defenderle indicando que sus acciones no deben manchar su obra es errado. Porque esos actos no están deslindados de su labor académica y quehacer político. Sus palabras no son ajenas a sus actos. No. Y asumámoslo así. Cierra los ojos e imagina, que ese personaje que viste en la Conferencia magistral presentado con bombos y platillos, en un parpadeo sea tu agresor. Recibir una agresión sexual de una persona a la que admirabas, a la que leías como una luz para el mundo, para el pensamiento, que representaba un ejemplo a seguir. El dolor es mayor, porque una no sólo deja de creer y confiar en él sino en el mundo que ha dejado que ese sujeto llegue hasta ese punto a dañarme a mí y a otras muchas mujeres más.
La respuesta que ha dado De Sousa es indigna, indica que esto es causado por los deseos de “venganza” ni un ápice de remordimiento, ni un segundo de duda, de cuestionamiento personal y político. En su pensamiento neocolonialpatriarcal no cabe esa posibilidad porque lo que él hizo es lo que todos los hombres como él hacen y no pasa nada. Entonces, ¿por qué denunciarlo a él? Obvio por venganza. Aja.
Ese pensamiento no sólo lo habita a él que desde su legitima existencia de macho blanco ha desplegado en estos 82 años de vida. Porque habría que conocer todo su historial ya que ahora sólo vemos la punta del iceberg. Porque el pensamiento heterosexual (Wittig, 1992[3]) no da tregua y no permite que el sistema cambie, sobre todo si no asumimos nuestra responsabilidad como cómplices al callar o ponernos del lado de los agresores. Esto no es un señalamiento moral sino una invocación de erigir juntas actos de reparación y justicia para nuestras compañeras víctimas.
Ese afán terco de proteger a sus hombres, por su condición de clase, porque son de la misma casta, de la misma cuna; “amigos de toda la vida”, las lleva a afirmar que “es imposible que haya hecho eso”. Por favor, en un segundo se les acaban los años de reflexión sobre las desigualdades sobre todo las de género y la discriminación racial sobre la que se funda la Academia; y invisibiliza sus propia situación de desigualdad y silencia también sus propias experiencias de violencia. Ya que esta comprobado que el logro educativo no disminuye la probabilidad de ser victima sobre todo de las violencias estructurales a las que nos afrontamos como la brecha salarial, el camino imposible para llegar a cargos directivos, los estereotipos de género que abaten nuestro desempeño académico, etc.
Y De Sousa no es el único que rechaza las acusaciones aduciendo que son falsas. En el Perú hay muchos casos para mencionar, pero quiero recordar dos: la acusación de violación sexual hacia el exprofesor Jaris Mujica[4] y las varias denuncias de acoso sexual a un exministro Luis Jaime [5]. Ambos tienen varias cosas en común, los dos eran docentes en la PUCP – Pontificia Universidad Católica del Perú, universidad privada que ha dado muestra de cómo las instituciones trabajan organizadamente para proteger y salvar a los agresores. Aunque ambos fueron separados de la universidad no recibieron mayor sanción que ésta. Mujica negó categóricamente las acusaciones a pesar de contar con testimonios y bastante pruebas de su sistemático actuar. Por su lado, Jaime inició un proceso judicial contra sus víctimas acusándolas de difamación. En estas acciones no hay nada novedoso. El día que un agresor se reconozca como tal por voluntad propia, el feminismo tendrá un respiro.
Quiero resaltar que ambos (Mujica y Jaime) fueron defendidos públicamente a capa y espada. Ambos recibieron la indulgencia del silencio de muchas compañeras feministas que fueron sus amigas, colegas, familiares etc. El mensaje fue claro, con ellos “nuestros hombres” no se metan.
Las compañeras han olvidado que el ojo del macho no nos ve igual a todas. Ni los nuestros lo hacen. Donna Haraway[6] (1995) dice, que el privilegio de la vista está marcado por el conocimiento situado. Es decir, que nuestra mirada no es limpia, tiene sesgos y marcas. Por lo tanto, nuestra visión del mundo esta totalmente atravesada por lo que somos y de dónde venimos. Otra vez, pregunto ¿les es tan difícil asumir que son blancas, que son sus hombres los que históricamente nos han violentado y acosado? Y, además tienen el descaro de reprocharnos la denuncia, y tienen la osadía de defenderles, lavarles la cara, cubrirles con el manto de la impunidad a nombre de resguardar sus aportes al pensamiento.
Tan sólo el mal momento que la compañera tuvo que vivir y que la marcó para el resto de su vida, representa un acto que hay que repudiar. En estos momentos, no puedo leer el nombre de Boaventura De Sousa Santos y no sentir ganar de llorar y vomitar. Porque muchas como yo, hablamos de él con orgullo, como un pensador hacía teoría desde el sentipensar, desde la necesidad de dar voz y hablar de lo que se vive en el sur. Hoy ese Dios de barro ha caído. Pero lo que no cae es el cinismo de las compañeras y compañeros de CLACSO que por mas de 10 años minimizaron el testimonio de la víctima y encubrieron largamente a este Señor. Ellos y ellas también deben responder.
La impunidad que gozan violadores y feminicidas en Latinoamérica al ser liberados a causa de sistemas de justicia corruptos es lo que vemos todos los días en países como Perú y México. Y esto se vive en las universidades. Por ejemplo, en Perú, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos no cuenta con espacios específicos para recibir y atender denuncias de acoso y hostigamiento sexual a pesar de que la norma nacional lo exige, pero no hay una voluntad clara de parte de las autoridades para hacerlo realidad, son las alumnas y gremios estudiantiles los que dan soporte y seguimiento a las víctimas.
Como parte de la Familia FLACSO México (ex alumna de la Maestría en Población y desarrollo), me siento en posición de expresar este hartazgo. Es terrible que esto siga pasando. Acusan a las feministas de odiar a los hombres, de querer venganza, de ser desnaturalizadas por las formas de hacer las denuncias. Porque al final exigen que callemos. Y no, queremos venganza exigimos justicia.
Y pregunto ¿hasta cuándo? Ninguna mujer debería de sentirse amenazada de habitar los espacios académicos porque el estar ahí representa para nosotras tal vez la única posibilidad de existir más allá de la domesticidad que nos ha callado por miles de años. Es la educación nuestro único camino y es un acto de justicia propiciar que el paso por los lugares académicos sea libre de violencias. Hagámoslo posible.
A través de estas letras quiero expresar mi solidaridad y admiración con las compañeras denunciantes, y que sepan que no están solas y aunque en todos lados se cuecen habas, estas deben quemarse. Hagámoslas arder.
Hay que poner el alma, compañeras. No más silencio, no más complicidad: Boaventura Fora.
Lima, 19 de abril, 2023
Sobre la autora del artículo: Docente e investigadora feminista. Licenciada en Trabajo social (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú). Magister en Población y desarrollo (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO – México). Egresada del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de concentración Mujer y relaciones de género de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM- Xochimilco). Soy una mujer mestiza, retoño de la educación pública. He sido becaria en México durante 7 años, soy madre y migrante de retorno, actualmente resido en el Puerto del Callao; soy hija de ayacuchanos que migraron a Lima a causa del Conflicto armado interno en los años 80 en el Perú.
[1] Bidaseca. Karina (2011) “Mujeres blancas buscando salvar a mujeres color café”: desigualdad, colonialismo jurídico y feminismo postcolonial. Ciudad de México: Revista Andamios N° 17, paginas 61-89.
[2] Quijano (2014) Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. Buenos Aires: CLACSO.
[3] Wittig Monique (1992) El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Madrid: Editorial Egales.
[4] https://www.aciprensa.com/noticias/ex-directivo-de-ong-pro-aborto-y-profesor-de-la-pucp-es-acusado-de-violacion-en-peru-72991
[5] https://manoalzada.pe/feminismos/exministro-de-cultura-es-denunciado-por-acoso-explotacion-sexual-y-abuso-de-poder
[6] Haraway Donna (1995) Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial (capítulo 7) En: Ciencia, ciborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza.
*Universidad Nacional Mayor de San Marcos